Largamente esperada, el último largometraje animado de Disney, Moana (rebautizada en muchos países europeos como Vaiana, por cuestiones de derechos de autor y asociaciones “poco adecuadas”),[1] se estrenó en los cines americanos el 23 de noviembre de 2016, llegando a las carteleras españolas el 2 de diciembre. A pesar de haber sido un éxito en taquilla, Moana se presenta a los Óscar con un número de candidaturas considerablemente menor que algunas de sus predecesoras, algo que en parte podría explicarse por el alto nivel de sus competidoras – Kubo y las dos cuerdas mágicas-, algunas de las cuales aportan, además, el factor extra-americano que podía haber representado Moana; pero, por otra parte, se trata de un filme esencialmente infantil, que ofrece unas lecturas menos intrincadas que otros largometrajes de “princesas Disney”, y que parte de unos planteamientos que parecen no haber sido plena o satisfactoriamente aprovechados, como abordaremos a continuación.
A estas alturas, el argumento de la película no debería resultarle ajeno a nadie: Moana, la hija adolescente del jefe del poblado de alguna isla del Pacífico, es elegida por el Océano para embarcarse en una misión, acompañada del semi-dios Maui, que tendrá por objetivo lograr salvar a la población de su isla. Para ello, tendrá que enfrentarse a toda una serie de adversarios y de peligros, que pasan por la oposición paterna, diferentes criaturas mitológicas diseminadas por el océano, o, por supuesto, los diferentes demonios y miedos interiores.
La mayoría de las críticas han coincidido en señalar que, aunque se presenta mediante una soberbia capacidad técnica y una animación cuidada y colorida en un marco particularmente original, no sucede lo mismo con sus maneras narrativas o la construcción de los personajes. En este sentido, Moana resulta la enésima adaptación del viaje del héroe que ya codificase Joseph Campbell, pero con ambientación polinesia.[2] En el caso que nos atañe, la película peca de excesiva predictibilidad, que, si bien puede asociarse al tono infantil de la misma, el propio Disney ya había logrado burlar en producciones como Frozen (2013). Por otra parte, presenta unos villanos excesivamente planos; dividir al tradicional antagonista en tres pequeños adversarios –llegando solo a profundizar en las motivaciones de uno- quizás no haya sido lo más adecuado, y convierte el aparentemente trepidante viaje de la protagonista en algo más parecido a una atracción de simulador o a un argumento de videojuego que a algo que se pueda resolver con propiedad en términos fílmicos.
Por otra parte, se trata de una película excesivamente ligada al peso de sus dos protagonistas principales –Moana y el semi-dios Maui-, dejando como casi inexistentes a los secundarios; e incluso, entre ellos, Maui parece ser el único que ha sido construido con cierta profundidad –aunque las particularidades del trickster provoquen un personaje ambiguo en términos narrativos-, mientras que Moana resulta excesivamente “perfecta”, a pesar de sus pretendidos conflictos internos.
Por otro lado, la propuesta musical de la misma no acaba de encajar del todo y combina sin demasiada naturalidad temas de diferentes estilos: canciones de ritmos polinesios se entrelazan con otras que encajan plenamente dentro de la estética Disney Channel actual, y otras –como You’re Welcome (interpretada por un The Rock en plena forma actoral)- remiten al espíritu que Disney comenzó a adoptar a principios de los 90 y en el que sobresalieron los directores de Moana, Ron Clements y John Musker (Aladdín, La Sirenita…). En este sentido, resulta decepcionante la poca naturalidad con la que se introducen algunos de los números musicales; ni siquiera parece coherente la propuesta de How far I’ll go? como canción principal de la película de cara a los Oscar, cuando no refiere a un momento elemental del filme.
No obstante, y a pesar de todo lo dicho, Moana se trata de una película bastante interesante en términos artísticos, etnográficos y, de forma mucho más transversal, inclusivos.
Como prácticamente cualquier película de animación reciente, Moana lleva tras de sí un extenso proceso de documentación histórica y cultural, que apenas se deja ver en el resultado final, pero del que no cabe duda que acabará saliendo a la luz en diferentes libros y especiales.[3] Clements, Musker y su equipo recrean aquí una Polinesia inconcreta y arcádica –cuya construcción detallaremos ampliamente en un futuro artículo-, que se nutre de diferentes elementos culturales y temporales procedentes de regiones como Samoa, Tonga, las islas Marquesas o Fiji, y que, aunque para los que están habituados a ellos, ofrecen de inmediato múltiples lecturas e informaciones, resultan ilegibles al público mayoritario, que no tiene por qué estar habituado al conocimiento de diferentes culturas oceánicas. Este esfuerzo integrador se demostró también en la inclusión de un casting de origen mayoritariamente polinesio,[4] esfuerzo que se extendió a los campos del guion –al menos originalmente-[5] y de la música, compuesta entre Lin-Manuel Miranda, Mark Mancina y Opetaia Foa’i, líder del grupo neozelandés de música oceánica Te Vaka, quien interpreta una canción –We know the way– parcialmente en su lengua materna, el tokalauano.
En términos de inclusividad, la película es también interesante porque no plantea en ningún momento una brecha de género en el papel de Moana como heredera de su aldea –algo que sí estaba contemplado en el guion original-, ni sus capacidades son cuestionadas en ningún momento por este motivo. Nos parece interesante recalcar que, en muchas sociedades polinesias, como la marquesana, las mujeres podían llegar a ser haka’iki o grandes jefes, mientras que, en otras, como la samoana, ostentaban buena parte del poder; en muchas otras en las que el factor bélico no era fundamental, como parece ser en la arcádica Polinesia de Disney, se repetía el mismo esquema.
Por otra parte, Moana reitera algunos tópicos ya clásicos de la antropología boasiana –The Coming of Age in Samoa, de Margaret Mead, parece haber sido un libro de cabecera principal para plantear muchos de los aspectos societarios de la película-, pero evita el descarado tono sexualizante que se otorga a muchos filmes de esta ambientación. De hecho, el elemento amoroso –para el que el asunto de que la protagonista fuera adolescente no parecía importar demasiado en muchos de los clásicos Disney– está completamente ausente de la película, algo novedoso dentro de la factoría Disney. De hecho, la compañía se permite una autocrítica en una parte del filme, cuando Moana se queja diciendo que ella no es una princesa.
En definitiva, y antes de detenernos en el análisis cultural de la misma que presentaremos en próximos artículos, podemos afirmar que, si bien Moana es convencional en su planteamiento y en sus procesos narrativos, es extraordinaria en su ambientación y en la integración de diferentes elementos culturales, muchos de los cuales no han podido ser entendidos con detalle por el espectador, seguramente porque la fantasía étnica de Moana no bebía de una tradición literaria extra-europea autónoma, asentada y preestablecida, como Mulán (1998) o –en cierto modo- Pocahontas (1995).
A ello contribuye la mala gestión y promoción que Disney ha hecho de los mismos, como el mero asunto del cambio de nombre. Moana es una palabra que se refiere al mar o al océano en muchas lenguas polinesias, y que, según antropólogos de todo el planeta, constituye uno de los elementos fundamentales de la sociedad polinesia, mientras que Vaiana es un nombre de origen tahitiano –es decir, mucho más concreto-, y mucho menos inclusivo y elemental. Pero sobre por qué este cambio de nombre ha echado a perder buena parte de la simbología de la película en toda Europa, discutiremos en otra ocasión.
Notas:
[1] En Italia no pareció apropiado que el nombre de la nueva “princesa Disney” adolescentes se asociara al de Moana Pozzi (1961-1994), conocida actriz pornográfica italiana.
[2] Existen algunos elementos de la misma, como detallaremos en próximos artículos, que son, en realidad, de origen melanesio, además de muchos otros que se tratan, sin lugar a dudas, de occidentales u occidentalizantes, a pesar de lo cual la película ha sido automáticamente descrita como “de ambientación polinesia”.
[3] Algunos de los datos que comentaremos más adelante han sido obtenidos del libro Julis, Jessica; Malone, Maggie. The Art of Moana. San Francisco, Chronicle Books, 2016.
[4] La desconocida elegida para interpretar a la protagonista resultó la hawaiana –de etnicidad mixta- Auli’i Cravalho, Dwayne Johnson “The Rock” es de ascendencia samoana, Jemaine Clement es parcialmente maorí y los actores que interpretan a los padres de Moana son de origen maorí y hawaiano.
[5] Originalmente, el guion estuvo a cargo de Taika Waititi, compañero de batallas de Jemaine Clement –que puso voz al villano Tamatoa-, también conocido como actor y director por películas como Lo que hacemos en las sombras (2014).