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Smack a jap: introducción a la propaganda anti-japonesa durante la Segunda Guerra Mundial (II). – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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This article was written on 17 Jun 2014, and is filled under Cultura Visual, Historia y Pensamiento.

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Smack a jap: introducción a la propaganda anti-japonesa durante la Segunda Guerra Mundial (II).

En un artículo anterior tuvimos la ocasión de percibir cómo durante los años que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, Japón fue poco a poco ganándose su lugar entre las potencias dominantes y –consecuentemente – militarmente amenazantes, una noción que se reforzó notablemente tras la ocupación de Manchuria a partir de 1931 y de la propia China en 1937. En esta ocasión, nos ocuparemos de las imágenes producidas sobre Japón y los japoneses, que pasaron de ser considerados como una mera pero imponente amenaza a uno de los más terribles enemigos. Aunque, como ya hemos advertido, la propaganda alcanzó multitud de formatos (cuanto más sobrepasase el campo bidimensional, más posibilidades de efecto surtía[1]), emisores y receptores, el mensaje fue esencialmente el mismo, y en esta ocasión nos ocuparemos de la representación gráfica – estática – de los japoneses, una de las más repetidas en la cartelería oficial, que afectó igualmente a folletos y postales, ilustraciones de revistas y libros (tanto de literatura pulp como incluso de temática infantil[2]), cómic, publicidad…

Construyendo al enemigo.

Aunque en 1936 Japón y Alemania ya habían firmado el Pacto Antikomintern contra el avance del comunismo y de la Unión Soviética – al que en 1937 se unirían España, Italia e Hungría – no fue hasta su expansión y ocupación en el Pacífico, dentro del marco de la consecución de la Gran Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental, cuando Estados Unidos y el resto de los aliados comenzaron a preocuparse por dejar en mal lugar a la nación japonesa. Ya hemos comentado cómo incluso desde antes de la ocupación de algunos de los lugares aliados, como el Estado Libre Asociado de Filipinas o la Indochina francesa, y especialmente desde la propia invasión de China, el ciudadano japonés comenzó poco a poco a ser representado en términos más que peyorativos.

Aunque dentro de las revistas ilustradas hubo representaciones más elegantes que las que protagonizan esta entrada, no por ello fueron menos estereotípicas o feroces. Aunque estos ejemplos pertenecen ya a la época del conflicto, no era extraño encontrar representaciones de este calibre incluso en la prensa bien pensante. Por ejemplo, una muy premiada ilustración de Miguel Covarrubias aparecida en el número de Fortune de septiembre de 1942, incluía una serie de caracterizaciones tópicas sobre los personajes y tipos japoneses, en las que podemos apreciar como a los estereotipos tradicionalistas promocionados en época Meiji se habían añadido toda una serie de personajes del Japón más rabiosamente actual. La imagen, por si no fuera lo suficientemente elocuente por sí sola, se acompaña además del siguiente texto:

EL ENEMIGO RARA VEZ ES HONORABLE. Todos los japoneses pueden no ser como estos, pero la exageración es siempre un arma en las manos del caricaturista. Covarrubias conoce a los japoneses, y por lo tanto, ve la cara del enemigo – el soldado dientudo, el capitalista, el hombre de negocios, los oficiales de labios sellados, el monje fanático, la geisha muñequita, el campesino sumiso y su esposa que alimentan a los soldados que llenan el ejército que realmente llevan Japón y el Dios Emperador.[3]

Miguel Covarrubias para Fortune, 1942.

Miguel Covarrubias para Fortune, 1942.

"If you want to know who we are, we are gentlemen of Japan” Rea Irvin parafraseando "The Mikado", para The New Yorker, 1943.

“If you want to know who we are, we are gentlemen of Japan” Rea Irvin parafraseando The Mikado, para The New Yorker, 1943.

El caso de Covarrubias es prácticamente una excepción, pues muchos fueron los que agudizaron sus más feroces críticas hacia los japoneses: algunos, como el habitual dibujante de The New Yorker, Rea Irving, no dudaban en acusar a los japoneses de nacionalsocialistas, todo dentro de una tradicional representación de El Mikado. Otros, como el Dr. Seuss (que más tarde sería conocido como el creador de personajes como el Grinch o el Lórax y que renegaría de esta fase), cayeron en una tipificación mucho más elemental. Sea como fuere, estas representaciones son, acaso, una excepción a la regla, pues lo habitual fue una tipología mucho más estandarizada y también mucho más feroz: no solo se les acusó de los peores vicios sino que fueron sometidos a una representación física más que denigrante.

Destruyendo al enemigo.

Aunque hubo ciertos estereotipos físicos que se utilizaron en la representación del enemigo japonés, lo cierto es que en el imaginario nacional éste compartió muchos de los atributos y vicios que se achacaban a los enemigos. A los japoneses, como a los italianos pero, especialmente como a los alemanes, se les acusaba de muchas cosas, tal como podemos observar en esta fotografía en la que se aprecia un cartel de propaganda americana en Filipinas: depredadores (y abusadores) sexuales,[4] ladrones, esclavistas/explotadores y censores/propagandistas.

Propaganda americana en Filipinas (1943).

Propaganda americana en Filipinas (1943).

Además de ser representados conforme a un estereotipo físico en el que luego nos detendremos, las caracterizaciones de los japoneses fueron también insertadas en  las dialécticas principales de la propaganda bélica, que afectaban tanto a la defensa y precaución como al ataque directo, y que podrían ser agrupadas en los siguientes tópicos:

  •  Loose lips sink ships (“Labios sueltos hunden barcos”), o la instancia a la cautela y a la sospecha de espionaje y enemigos  cercanos. Aplicables a todo tipo de enemigos, algunas imágenes relativas a los japoneses incluyen mensajes como ‘Sirve en silencio’ (mientras que un japonés con traje escucha con grandes trompetillas lo que sucede a su alrededor), ‘El enemigo tiene grandes orejas. No hables.’, ‘Trampas abiertas hacen al japo feliz’, ‘Ni siquiera un pez sería pescado si mantuviese su boca cerrada’ o ‘No hables. Las ratas tienen orejas GRANDES’.

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  • La (falta de) cautela en el trabajo, ejemplificada en mensajes como ‘Las cerillas sin cuidado ayudan al Eje. ¡Previene los fuegos forestales!’, ‘A Tojo le gustan los trabajadores negligentes. Presta atención’ o ‘Japo muy feliz cuando te pasa esto’ (junto a un accidente de coche).

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  • El absentismo laboral. Los ejemplos son muy abundantes e incluyen textos como ‘Tojo muy feliz te envía felicitaciones por haber faltado la semana pasada y haber perdido horas humanas’ ‘Gracias, por favor tómate el día libre’ o ‘¿Crees que la guerra acabará pronto? Vamos, tómate el día libre.’ (frase que se coloca en boca de un oficial japonés).
  • sm6El ahorro de materiales. Los conservation posters fueron unos de los más habituales de la propaganda, y animaban a las familias e individuos a ahorrar en materiales que podrían ser útiles para la guerra, tales como metal, combustible, o incluso grasa, azúcar y alimentos. Asimismo, aparecieron toda una serie de iniciativas para promover huertos de subsistencia (los llamados Victory Gardens, o Jardines de la Victoria en los Estados Unidos, que en el Reino Unido funcionaron bajo el famoso lema “Dig for Victory” o “Cava para la Victoria”). En esta categoría no fueron tan habituales las representaciones de japoneses, pero como veremos más adelante, también estuvieron presentes.
  • sm7La abstención sexual y la prevención de E.T.S. Elemento particularmente importante en muchas guerras, durante la Segunda Guerra Mundial la transmisión de enfermedades venéreas se convirtió en un elemento clave. Además de toda una serie de carteles y mensajes que animaban a la castidad, en tanto que depredadores sexuales, los japoneses fueron retratados como portadores de una serie de enfermedades de transmisión sexual, cuyo contacto – al menos sin el uso de profilácticos – debía ser evitado. En este sentido, estas imágenes se encontrarían dentro de las copiosas campañas de salud y prevención sexual producidas durante todo el grueso de la Segunda Guerra Mundial. En imágenes que incluyen a los japoneses pueden leerse textos como ‘Engaña al Eje –  usa profilaxis’ o ‘Mata a este compañero del Eje, usa profilaxis’.

Además, existieron toda una serie de mensajes que animaban al ataque más directo, pues el japonés, cuya fidelidad al emperador  – hasta el punto del suicidio – sorprendía y horrorizaba a la par a los norteamericanos. Así, de un modo más cruel que jocoso, se expidieron “licencias de caza de japoneses”, y se generalizaron pegadizos eslóganes rimados (“Smack a jap”, “Slap a jap”) que poblaron todo tipo de objetos, tanto propagandísticos como de uso diario, proliferando especialmente en el ámbito lúdico e infantil: abofetear al japonés, cuando no darle caza directamente, se convirtió en la diversión de América. Igualmente, aparecieron toda una serie de carteles en los que se instaba a la lucha hasta el final, incluyendo abundantes muestras de violencia física hacia los japoneses: en ellos proliferaron mensajes como ‘No salves su cara’, ‘Golpea al japo en la espalda’ o ‘Tú y yo apretaremos a presión a los japoneses’.

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sm10Pero si hubo algo que caracterizó a la propaganda anti-japonesa fue su cruento racismo. El asunto de la raza – amarilla o no -, fácilmente olvidado cuando los japoneses eran considerados unos aventajados en material cultural y económica, retornó con fuerza cuando convenía ridiculizarlos. Poco a poco fue imponiéndose la idea de que los japoneses pertenecían a una raza diferente,cuyas particularidades físicas y culturales fueron exageradas y ridiculizadas. Durante la contienda bélica el japonés, habitualmente representado con piel amarilla (y recibiendo el apelativo de “yellowman”, previamente limitado al chino y, ocasionalmente, al malayo) fue asimilado a un sujeto vestido con un uniforme militar contemporáneo, de grandes orejas y dientes, generalmente bajito y portador de unos grandes anteojos redondos. Se generalizó entonces la idea de que los japoneses eran miopes, partiendo de la habitual imagen del estudiante japonés con gafas que tanto había calado en Occidente durante los años previos, y bajitos. Algunas revistas llegaron a realizar comparativas entre las fisionomías china y japonesa, en la que los habitantes del ex Celeste Imperio salían lógicamente mejor parados.[5] Generalmente, las representaciones estereotípicas antropomorfas eran una combinación de todo lo anterior, aunque en ocasiones se centraban en la figura del general Hideki Tojo o del Hirohito, considerados el súmmum de la perfidia.

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La deshumanización del japonés – traidor, militar, amarillo y dentudo – sobrepasó el tono caricaturesco empleado con otros enemigos del Eje precisamente por el trasunto racial, pues fue animalizado mucho más a menudo que italianos o alemanes, ya fuera aumentando el tono grotesco de sus representaciones antropomorfas o bien representado directamente bajo forma animal. Fue habitual mostrar a los japoneses como ratas, serpientes, insectos, murciélagos, tejones y, especialmente, pulpos (representación tradicional del “peligro amarillo”).

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Además de la exageración física, también se ridiculizó al japonés aludiendo a su manera de hablar: muchos de los mensajes de la propaganda se escribían pronunciados “a la oriental”, en una suerte de pidgin English (“Tojo velly happy”), demostrando el poco conocimiento que se tenía del pueblo japonés, que suele recaer más bien en fenómenos fonéticos inversos como la lalación.

Tras el ataque militar a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941 y con Estados Unidos entrando definitivamente en la Segunda Guerra Mundial se agudizaron hasta el extremo los casos de racismo: mientras que en la vida real los japoneses residentes en territorio estadounidense fueron realojados  internados en campos de concentración, su suerte en el imaginario colectivo empeoró aún más. No solo aumentaron, en cantidad y negatividad, sus representaciones peyorativas, sino que a las condiciones de ladrones, censores y esclavistas físicamente defectuosos, se añadió la tipología del traidor. Tras el bombardeo de Pearl Harbor los japoneses fueron caracterizados como orgullosos apuñaladores por la espalda, a menudo en una iconografía sangrienta. El ataque del 7 de diciembre de 1941 acabó siendo una de las imágenes más habituales, bien bajo las encarnaciones alegóricas de América apuñalada por la espalda por el sujeto japonés, o mediante la instancia al recuerdo- especialmente en los años venideros – de los hechos acaecidos aquel diciembre.

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Aun con todo, lo más habitual era que una imagen reuniese varios de los tópicos previamente mencionados: sirva como egregio paradigma, y también como conclusión,  la serie Tokio Kid Say, que combina magistralmente no solo una representación racial sumamente denigrante sino las claves de la propaganda de ahorro y defensa del país a las que previamente nos hemos referido[6]. En ella, el personaje de Tokio Kid, un miope japonés con toques nacionalsocialistas e imperiales, de grandes anteojos y dientes, tan afilados como el cuchillo ensangrentado que no acaba de ocultarse al espectador, incita, en una poco sutil psicología inversa al descuido del trabajador, con mensajes como: ‘Tokio Kid dice tanto desperdicio de material me hace taaan feliz’, ‘Lavarse temprano y salir corriendo dan tiempo al japo para ganar la guerra’, ‘Tokyo Kid dice oh taaan feliz – por los honorables restos de herramientas estropeadas –  ayudan a ganar al japo – gracias.’, ‘Tokio Kid dice conducir como un bobo ayuda al japo. Gracias.’, ‘Tokio Kid dice buenos restos de materiales desaprovechados ayudan al japo a salvar su cara. Gracias.’, o bien le escribe que ‘Palacio Imperial de Tokio. Honorable trabajador de Douglas – Por favor, sigue tomándote el día libre para pescar y pasar un buen rato. Los bomberos que no construyen pueden ganar la guerra para Japón, por favor. Se feliz. Tokio Kid.’. Ejemplos como estos fueron los más habituales hasta el lanzamiento de las bombas atómicas y el término de la Segunda Guerra Mundial, tras lo cual se produjo un terrible sentimiento de culpa y el viraje hacia una discriminación positiva -acerca de esta variante ya hablaremos en otra ocasión-.

    tokiokid

En próximas entregas nos ocuparemos de cómo esta misma propaganda existió en otros campos, como la literatura, la música y el cine, y de cómo estos estereotipos se prodigaron en las representaciones realizadas por otros países aliados como Inglaterra, la India – colonia británica – o Filipinas.

Para saber más:

  • Dower, John W. War without mercy: race and power in the Pacific war, Nueva York, Pantheon Books, 1993.
  • Manning, Martin J, y Herbert Romerstein. Historical Dictionary of American Propaganda, Westport, Greenwood Press, 2004.
  • Manning, Martin J, y Clarence R Wyatt. Encyclopedia of Media and Propaganda in Wartime America, Santa Barbara, ABC-CLIO, 2011.
  • Miles, Hannah. «WWII Propaganda: The Influence of Racism.», Artifacts- A Journal of Undergraduate Writing., marzo de 2012. Disponible online en: http://artifactsjournal.missouri.edu/2012/03/wwii-propaganda-the-influence-of-racism/ [Accedido por última vez el 24-05-2014].

Notas:

[1] En futuras entregas nos ocuparemos de la propaganda literaria, musical, y cinematográfica.

[2] Por ejemplo, resulta muy significativo el caso de Litte Itchy Itchy and other cartoons (1944) de Reg Manning, de temática japonesa, que usó una plástica muy similar a la de la cartelería.

[3] “The japanese. Their god-emperor medievalism must be destroyed”, Fortune, Septiembre de 1942, s.p.

[4] Fue habitual la representación del japonés violador, en ocasiones sujetando a una mujer con un cuchillo, tanto en anuncios como carteles, y muy especialmente, dentro de la literatura pulp.

[5] Para más información, véase Miles, Hannah (2012). «WWII Propaganda: The Influence of Racism.», Artifacts- A Journal of Undergraduate Writing., marzo de 2012. Disponible online en: http://artifactsjournal.missouri.edu/2012/03/wwii-propaganda-the-influence-of-racism/ [Accedido por última vez el 24-04-2014].

[6] Esto se explica en tanto que esta serie fue realizada por el artista Jack Campbell como una campaña para que los trabajadores de la Douglas Aircraft Company fuesen más cuidadosos en su manera de trabajar. “Art: The Tokio Kid”, Time, 15 de junio de 1942.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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One Comment

  1. jp lefort
    07/09/2017
    avatar

    gracias por tu post, interesante

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