En artículos anteriores presentamos el “Ise” and Japan Study Program organizado por la Universidad Kogakkan de la prefectura de Mie, mientras que en la segunda parte detallamos las actividades académicas y el trabajo de campo. En este último artículo queremos centrarnos en otros aspectos transversales del programa.
Tal y como se ha comentado, la mayor parte del evento consiste en seguir una serie de actividades preparadas por el equipo organizador que combinan las charlas académicas y el trabajo de campo visitando lugares de la ciudad de Ise y los distritos de alrededor relacionados con el sintoísmo o de especial relevancia cultural. El domingo de la primera semana, en esta edición del programa pero también en las anteriores, es un día libre, que los participantes pueden aprovechar como quieran. Por supuesto, debido a las restricciones impuestas por la pandemia no estaba aconsejado salir de la prefectura pero lo cierto es que Mie tiene un importante número de sitios dignos de visitar, además de los reunidos en la ciudad de Ise, por lo que ninguno de los participantes nos sentimos limitados por esta circunstancia. Afortunadamente el tiempo fue muy soleado, y hubo quien aprovechó para visitar la Meoto no Iwa, otro escaló el monte de Asamayama, alguno visitó el barrio tradicional del periodo Edo de la propia ciudad de Ise o el distrito comercial, o quien fue a visitar a algún amigo en la ciudad de al lado. En mi caso decidí viajar hasta Tôshi-jima, una pequeña isla famosa entre los locales por sus playas y que, por supuesto, forma parte de la prefectura de Mie. Para llegar hasta allí primero tomé un tren desde Ise hasta la ciudad colindante de Toba, un viaje de media hora que ya constituye una experiencia debido al encanto que tienen estos trenes locales, tan parecidos a los que aparecen en cualquier serie slice of life de anime, y por los paisajes por los que transcurre, ya que la prefectura de Mie tiene abundante zonas campestres que hacen del viaje una delicia.
Una vez en Toba, tuve que ir a la estación de ferrys situada en el puerto, a unos quince minutos caminando desde la estación. La ciudad de Toba suele ser bastante turística, pero debido a las restricciones estaba extremadamente tranquila. El puerto de Toba es pequeño, utilizado sobre todo para el transporte de gente entre las numerosas islas que forman parte de la designación territorial de la prefectura y no para labores de carga como el de Yokohama, por lo que una forma excelente de pasar el tiempo hasta que llega el ferry es contemplar el mar desde el paseo marítimo.
Durante el viaje en ferry se da la posibilidad a los pasajeros de estar en cubierta para poder disfrutar de las vistas, una experiencia que recomendamos absolutamente ya que el trayecto pasa por varias islas que son encantadoras de contemplar.
Tras unos cuarenta minutos de viaje, por fin llegamos a Tôshi-jima, una ciudad dedicada principalmente a la pesca. Dado que la ciudad de Toba ya cuenta con impresionantes playas, y está muy bien comunicada, Tôshi no suele ser una parada frecuentada por los turistas, de hecho, el trazado de la pequeña ciudad costera ni siquiera aparece marcado en la aplicación Google Maps.
Decidí ir a una de las playas de arena y gravilla situada en el extremo este cerca del rompeolas y del faro; su situación en una cala rodeada por rocas la convierten prácticamente en una playa privada en circunstancias normales y, con las limitaciones impuestas por la pandemia, esta situación fue aún más marcada: pasé el día entero disfrutando de la playa completamente sola, volviendo en el penúltimo ferry del día, una experiencia que sinceramente veo difícil de repetir en ningún otro momento.
Otra parte importante de la estancia, sin duda, incluida dentro del programa. Empezando por los desayunos, estaban incluidos en el hotel en el que nos alojamos, el Comfort Hotel de Ise, un buffet libre con opciones tanto occidentales como japonesas.
Pasando a las comidas, la mayor parte las hicimos en la Universidad Kogakkan y, aunque normalmente se desarrollaban en el comedor, en este caso optaron por que comiéramos comida para llevar en la sala de conferencias al lado de donde se daban las clases. Por las mañanas se nos pasaba un cuestionario con nuestras preferencias y, no sólo comimos de manera abundante, sabrosa y variada, sino que también nos ayudó a descubrir nuevos sitios que sería interesante frecuentar de vuelta a nuestras universidades.
Entre las comidas que no fueron en la universidad queremos destacar el excelente tonkotsu ramen de Kura-de-Raamen, así como el menú especial del restaurante enfrente del Saikû Historical Museum elaborado en colaboración con ellos en el que recrean cómo sería un menú del periodo Heian (794-1184/1192).
En cuanto a las cenas, nos dieron pases para que pudiéramos cenar gratis en el restaurante familiar Sato, una cadena especializada en comida japonesa y, aunque por supuesto éramos libres de cenar en cualquier otro lugar si lo pagábamos de nuestro bolsillo, lo cierto es que el menú del Sato es tremendamente variado, por lo que durante las dos semanas que duró el programa la mayor parte de participantes cenamos regularmente allí sin necesidad de repetir ningún plato del menú.
También queremos hacer mención aparte a otras actividades culinarias que tuvieron lugar durante el programa. Los profesores nos regalaron taiyaki de anko y pudin, henba mochi (muy popular entre los peregrinos) y akafuku mochi, típico de la ciudad de Ise. Durante todos los viajes también se aseguraban de darnos snacks, entre los que destacamos las patatas con sabor a gamba de Ise y los okage inu sabure, unas galletas con forma de perro que homenajean a las mascotas que iban a Ise de peregrinaje en lugar de sus amos.
No podemos cerrar esta serie de artículos sin mencionar la enorme calidad humana de todos los implicados. Desde aquí queremos agradecer especialmente su incansable labor a Isao Tamada, encargado de la Oficina de Asuntos Internacionales de la Universidad de Kogakkan quien, además de ser una de las principales fuerzas detrás del correcto funcionamiento del programa, nos acompañó durante todas las actividades y, aun más importante, estuvo siempre pendiente de que nos sintiéramos acogidos. Todos los profesores también se esforzaron por hacer los más accesible sus especialidades, compartiendo de manera cercana y amena sus conocimientos, ya fuera durante las clases magistrales, durante las visitas turísticas o simplemente interactuando con nosotros durante nuestra estancia en la universidad. Por supuesto, este programa no hubiera sido el mismo sin la presencia del resto de compañeros, y ha sido un auténtico lujo poder compartir la experiencia con todos ellos.
En suma, el “Ise” and Japan Study Program 2021 ha sido una experiencia inolvidable, tanto por los conocimientos adquiridos como por los recuerdos que nos llevamos. Esperamos sinceramente que siga adelante durante muchos años para seguir dando la oportunidad a investigadores extranjeros de distintos campos de acercarse a la ciudad de Ise, a su cultura y a su gente, y desde aquí recomendamos que, todos aquellos que tengan la oportunidad de participar, lo hagan sin dudar porque, verdaderamente, no se me ocurre una manera mejor de profundizar en la cultura japonesa que a través de este programa.
Para saber más:
Ise-jima. Disponible aquí.