Echábamos de menos a Amok Ediciones (El arte de Charlie Chan Hock Chye, Holy Dragon Imperator, Kampung Boy), cuya actividad, centrada principalmente en cómics del Sudeste Asiático, había decaído sensiblemente tras acontecimientos como la compra de Dibbuks por parte del grupo editorial Malpaso (el cual, por cierto, lleva arrastrando desde hace años serios problemas de impagos a sus trabajadores y colaboradores) o la pandemia. Este pequeño letargo (al menos, de cara al público general) fue interrumpido a finales de 2021 con el lanzamiento del primer volumen de Juez Bao, un tebeo de Patrick Marty y Chongrui Nie que toma una figura histórica con tintes legendarios, el juez Zheng Bao (999-1062), cuya rectitud moral y capacidad para impartir justicia lo convirtieron en protagonista de numerosas historias, cuya popularidad se ha mantenido prácticamente durante un milenio. Juez Bao no solo era el regreso de Amok, sino que inauguraba una nueva sinergia, siendo coeditado con Nuevo Nueve.
Ha sido a finales de la primavera de 2022 cuando Amok ha culminado este resurgir, desplegando sus alas de mariposa para presentarnos una nueva línea centrada en literatura contemporánea, de nuevo teniendo como pilar principal la región del Sudeste Asiático. En su puesta de largo, Amok ha anunciado lo que podemos esperar de la editorial para los próximos meses, y no pinta nada mal: El almuerzo del forense, de Colin Cotterill, Un peculiar asesinato malayo, de Shamini Flint, Estado de excepción de Jeremy Tiang, son algunos de los títulos que están por llegar a librerías.
La línea narrativa de Amok Ediciones se estrena con El legado, de Balli Kaur Jaswal. Jaswal nació en Singapur, aunque durante su infancia conoció y vivió en lugares como Japón, Rusia o Filipinas, gracias al trabajo de su padre para el Ministerio de Asuntos Exteriores. Después, tuvo ocasión de formarse en Estados Unidos y recibió en 2007 una prestigiosa beca de la Universidad de East Anglia, en Reino Unido, que financiaba la escritura en lengua inglesa sobre Asia.
Su primer proyecto literario fue Sugarbread (2014), una obra ambientada en Singapur sobre una familia sij y los conflictos que surgen en su seno cuando la abuela materna se traslada con ellos. No obstante, Sugarbread no fue publicado inmediatamente, en parte debido a que Jaswal no sentía la suficiente confianza en el primer borrador. Por ello, la joven autora inició un nuevo proyecto literario que acabaría convirtiéndose en su primera obra publicada: El legado (Inheritance), que vio la luz en 2013. Ambas novelas tuvieron una gran acogida por parte de crítica y público, convirtiendo a Jaswal en una de las voces de referencia de la literatura singapurense, pero también británica y de la India, por los temas que ha ido tratando. Su tercer libro, Historias eróticas para viudas del Punyab, fue publicado en 2017 y mostró un sutil cambio en su planteamiento, al poner el foco en la comunidad punjabi londinense, como haría igualmente en su novela más reciente, The Unlikely Adventures of the Shergill Sisters, publicada en 2019.
Historias eróticas para viudas del Punyab fue la primera obra de Jaswal que llegó a nuestro país, aunque la edición tuvo una vida muy breve y no fue respaldada ni contextualizada de manera que se subrayase el valor cultural real de la misma. Ahora, la edición de El legado por parte de Amok Ediciones (cuya traducción, por cierto, ha sido obra de Jorge Rizzo) permite subsanar este hecho y colocar a la novela en un contexto editorial en el que se refuerzan sus raíces asiáticas, ya que son más relevantes para la novela en sí y para las obras de la autora que una mera elección de ambientación.
El legado sigue a una familia de inmigrantes indios del Punyab en su vida en Singapur entre los años setenta y los años noventa del pasado siglo. Permeando a través de las vivencias familiares, la historia de esta ciudad estado se despliega ante los ojos del lector y marcando, más de lo que a priori uno podría pensar, las vidas de todos y cada uno de sus miembros. Quizás el primer aspecto a destacar es la maestría con la que Jaswal entrelaza ambas historias, de manera que Singapur se muestra como un escenario vivo en perfecto equilibrio con las vivencias de los protagonistas.
Al primero que conocemos es a Narain, que al comienzo de la historia es un joven preparándose para estudiar una carrera universitaria en Estados Unidos. A través de sus ojos tenemos un primer conocimiento de la estructura familiar: el padre, Harbeer, un hombre recto que se esfuerza en velar por su familia, la madre, Dalveer, envuelta en misterio, Gurdev, el hermano mayor, en constante rivalidad con Amram, su primo, del que Harbeer se hizo cargo tras su llegada a Singapur siendo un bebé, Narain, el hermano mediano, y la pequeña Amrit, que en el momento de comenzar la narración cuenta con quince años de edad.
Es complicado profundizar en la novela sin entrar en spoilers, ya que la manera en la que está planteada esta historia familiar, a través de vistazos a distintos momentos de importancia (ya sea por los sucesos que ocurren, o por la luz que arrojan sobre los personajes) y con la perspectiva subjetiva que alterna entre los distintos miembros, hace que muchas cuestiones se planteen como misterios que pueden tener, o no, una resolución al final de la obra. En cualquier caso, es necesario hablar de algunos de estos “misterios”, aunque solo sea de manera superficial, para poner en valor los méritos de la novela.
El primero de ellos, precisamente, es la manera en la que se construye. Al saltar de un personaje a otro en distintos momentos vitales, se nos ofrece un puzle en el que cada pieza va encontrando su sitio entre las demás, hasta permitir al lector entender algunos aspectos familiares de los que ni los propios personajes son del todo conscientes.
La novela comienza con la devoción por la palabra escrita que rige en la casa de Harbeer, un sij que en cierto modo representa la tradición en su rol de padre, pero una tradición que ha sabido encontrar un sitio en la sociedad, especialmente al comienzo. En estas primeras páginas, mediante el escrupuloso cuidado que Narain posee hacia la palabra plasmada sobre el papel, entendemos ya que el choque generacional va a ser uno de los temas que marquen el discurrir de la novela. Sin embargo, aunque con el paso de las páginas parece que este aspecto ha sido meramente anecdótico e introductorio, poco a poco vuelve a cobrar importancia, de forma más sutil e indirecta, pero a la vez más profunda. En su madurez, Narain verá aflorar en sí mismo algunos hábitos claramente heredados de su padre sobre la palabra escrita, y no será algo casual, sino una decisión plenamente consciente que permite a Jaswar reflexionar sobre la pulsión humana por escribir y la capacidad de reconfortar que posee la lectura.
En los años setenta, Singapur estaba iniciando, muy lentamente, un proceso de crecimiento que la llevaría a convertirse en apenas dos décadas en un territorio con una alta densidad urbanística y poblacional. Acababa de declarar su independencia, en 1965, después de años de regímenes coloniales y de una breve federación con Malasia. Harbeer llegó con su esposa en algún momento de los años cincuenta, cuando la isla todavía era un lugar tranquilo sembrado de bungalows en los que la vida se desarrollaba con un ritmo más calmado, rodeados de naturaleza. Cuando Narain parte a Estados Unidos la vida en Singapur todavía conserva parte de esta calma, aunque no duraría mucho más. Gurdev, algo mayor que Narain, está casado y esperan un bebé: su hogar es un piso en un bloque colmena de los que comienzan tímidamente a proliferar, un signo de modernidad pero también de los reajustes en la percepción socioeconómica que trae el rápido avance del país. Poco a poco, la familia terminará instalándose en un apartamento similar al de Gurdev, abrazando la modernidad que está transformando Singapur a pasos agigantados.
Pero, como suele ser habitual en este tipo de procesos, la modernización alcanza antes a la sociedad que a los individuos que la integran. Existe también una velada pero firme crítica hacia la manera en la que el gobierno de Singapur dejaba atrás a sus ciudadanos en pos de la creación de la perfecta sociedad moderna. Esto se manifiesta especialmente en la segunda mitad de la novela, cuando la evolución deja de ser estrictamente urbanística y comienza a manifestarse de manera evidente en aspectos más concretos de la sociedad. Así, en un determinado momento, se pone en evidencia un férreo control estatal de la población, ejercido de manera sutil a través de campañas propagandísticas de nuevos hábitos sociales. Es este control, así como la manera de ejercerlo, lo que nos conduce dentro de la narración a uno de los temas principales en los que la crítica de Jaswal se hace más evidente: la homosexualidad y su espacio en la sociedad, limitado a la clandestinidad y a los márgenes no solo por un gobierno que no la contempla, sino por profundas convicciones religiosas y culturales imperantes en la región. En algunos puntos, la dureza de la narración nos apela directamente, por los paralelismos con lo que ha ocurrido en nuestro pasado cercano: las redadas en clubes y locales de ocio nocturno que servían como refugio a personas del colectivo LGTBI+ no solo ocurrían en Singapur, han ocurrido en muchos sitios y en algunos incluso siguen teniendo lugar. En este sentido, quizás la perspectiva activista sea demasiado contemporánea, expresada en términos presentistas, pero esto le da también una pátina de esperanza en el avance y la conquista de derechos vigente desde hace décadas, un proceso que se acelera pero en el que todavía queda camino por recorrer.
Otro tema que trata puntualmente es el del estigma social que provocan las enfermedades mentales y los tabúes en torno a la salud mental. De nuevo, como en el caso de la homosexualidad, se trata de un tema de plena vigencia, que la autora inserta en un momento histórico del pasado reciente para poder ponernos frente al espejo y establecer una comparación en la que cuesta un poco más salir bien parados. Muchas cuestiones que se plantean en la novela sobre este tema no han experimentado un avance tan considerable como ocurría con el activismo LGTBI+, por lo que su reflejo en la realidad contemporánea es más evidente e invita de forma más directa a la reflexión, no sobre procesos ni teorías, sino sobre el ahora.
Resulta admirable la manera en la que Jaswal recoge todas estas y otras cuestiones y sabe exponerlas con una sensibilidad y una delicadeza llamativas, seguramente una de las claves de lo bien que funciona el texto en general. A través de pequeños detalles, Jaswal dota a la familia protagonista de una humanidad palpable, a fin de reforzar la reacción empática con sus distintos miembros. En este sentido, debe destacarse la especial sensibilidad del capítulo final, del que no daremos más detalle, en el que se introduce un giro cargado de ternura que suaviza el desenlace y ofrece a todo el texto una nueva perspectiva.
Pero, ante todo, El legado habla de familia. Aunque se trata, como hemos ido viendo, de una historia marcada por el contexto histórico social de Singapur, en la que se habla de la diáspora punjabi y de cómo la cultura sij encaja o no en el nuevo mundo moderno, todo queda envuelto por la universalidad de los conflictos familiares. Porque, al fin y al cabo, aunque el motivo sea cortarse una larga melena que los preceptos sij dictan que debe cuidarse y llevarse con orgullo, la reafirmación identitaria de un hombre ante su padre, el miedo al rechazo o la fortaleza para enfrentar ser repudiado por hacer valer la propia identidad no dejan de ser sentimientos universales, como lo son también la incertidumbre ante el futuro, el miedo a lo desconocido, el rechazo ante imposiciones, la búsqueda de libertad individual o, incluso, la imperiosa necesidad de abrazar el activismo.
Al final, la vuelta de Amok Ediciones a la actividad, reconvertida en una editorial también de narrativa, no solo ha sido una grata sorpresa, sino que también ha puesto a nuestra disposición un primer título de sensibilidad excepcional y, sobre todo, de una gran calidad literaria, que esperamos sea el primero de muchas nuevas sorpresas.