Anteriormente desde Ecos de Asia comenzamos a realizar una aproximación a los castillos japoneses. En la entrega previa nos centramosen la principal fortificación de la familia Hôjô, el castillo de Odawara, pero éste no fue el único bastión de la familia ni el único castillo de Japón que merezca nuestra atención. A continuación nos centraremosen las labores de construcción y mantenimientoque se llevaban a cabo en estos edificios.
El castillo de Sakasai, situado en un área rural al norte de Tokio, fue otra de las fortificaciones de la familia Hôjô. El área que formaba parte de la construcción fue excavada y una sección se ha reconstruido por las autoridades japonesas para ilustrar sobre el aspecto de una fortificación de madera típica del período Sengoku[1](1467-1568). Un simple vistazo nos muestra las diferencias que existen entre estos edificios y sus equivalentes europeos. Por ejemplo: la torre principal, construida enteramente de madera, apenas cuenta con piedra en su cimentación, recuerda más a un templo budista que a la imagen de una fortificación. A intervalos regulares se disponía de unas pasarelas, denominadas en japonés ishiuchi tano (saliente que se utiliza para arrojar piedras), desde las cuales los arqueros y posteriormente los arcabuceros se encontraban en posición de ventaja para descargar sus armas por encima de los muros o a través de aberturas realizadas para la función. Un talud de tierra se extiende hasta el foso y elevaba la construcción sobre el terreno circundante. También se reconstruyó una atalaya de madera en su emplazamiento original. Esta se trata de una sencilla construcción abierta,destinada a la vigilancia del perímetro. En estos castillos, la piedra se empleaba para la realización de las bases de las torres y puertas, así como para los cimientos de las construcciones del interior de la fortaleza.
Con el tiempo, el diseño de los castillos se fue adaptando a las nuevas exigencias de la guerra, así como a la introducción de las armas de fuego por parte de portugueses y españoles, por lo que el empleo de la piedra empezó a ser la nota predominante de estas construcciones.
La técnica consistía en construir un gran núcleo central de tierra que se extraía de las colinas de los alrededores y que posteriormente se revestía de grandes bloques de piedra que descendían hacia el exterior de forma muy pronunciada. Los bloques de piedra se incrustaban profundamente, lo que permitía configurar unos cimientos sólidos para soportar el peso de las torres y de las demás construcciones.
Matsuaga Hisahide fue el primer daimioque construyó una torre del homenaje en su castillo de Tamon en 1567, pero muy pocos ejemplos del siglo XVI han llegado hasta nuestros días. El castillo de Maruoka fue construido en 1567 y se vino abajo durante un terremoto en 1948, sin embargo fue reconstruido, empleando los materiales originales, tal como puede verse en la actualidad. Matsuoto fue construido en 1597 y ha sobrevivido prácticamente intacto. Inayama data de 1600, y durante mucho tiempo se creyó que su torre principal se trasladó desde un emplazamiento original en Kanayama, donde se había construido en 1537, pero las últimas restauraciones y estudios no avalan esta teoría. El torreón de Hikone se empezó a construir en Ôtsuen 1575, y se trasladó a su emplazamiento actual en 1611, manteniendo todavía su aspecto original, mientras que Himeji refleja su reconstrucción de entren los años 1601 y 1612.
Los principales constructores de castillos fueron los maestros de Anou, los cuales desempeñaron un papel relevante en la realización de dos docenas de importantes castillos, incluyendo el castillo de Edo, encargado por orden de Tokugawa Ieyasu. Estos maestros de la provincia de Ônise habían especializado durante mucho tiempo en la realización de cimentaciones para templos budistas y, hacia el final del siglo XVI alcanzaron la fama por su método de construcción de muros de piedra con una inclinación de cuarenta y cinco grados, en los que empleaban la forma y la textura natural de las piedras. Las atalayas, torres y esquinas de las construcciones se realizaban sobre una base de piedra, y gradualmente los ejemplos de torres con la estructura al descubierto, como la de Sakai, se convirtieron en construcciones más fuertes y con varias dependencias, con tejados curvos de tejas cerámicas, como las que se aprecian en los ejemplos supervivientes de estas construcciones.
La base pétrea tenía además la ventaja de proveer una mayor resistencia frente a los terremotos, los cuales han sido siempre un problema que ha asolado Japón a lo largo de su historia. La gran desventaja que presentaban era, por supuesto, que una inclinación tan pronunciada de los muros hacia el exterior resultaba perfecta para que los atacantes pudieran escalarlo, pero es aquí donde los japoneses demostraron una vez más su ingenio y dispusieron unas trampillas similares a las de los matacanes europeos, que con el tiempo se hicieron sobresalir sobre la base pétrea, permitiendo a los defensores una gran ventaja en los asaltos. El castillo de Kumamoto en Kyûshûre presenta el mejor ejemplo. Esto permitía el disparo de proyectiles sobre las cabezas de los atacantes, además del lanzamiento de rocas o el derramamiento de calderos de agua hirviendo. Un ejemplo de la defensa de estos castillos en los asedios lo podemos observar en los grabados xilográficos en los que se muestra el simple uso de rocas como proyectiles, las cuales rebotaban contra los muros y causaban verdaderos estragos. Para esta tarea se empleaban además grandes maderos sostenidos por sogas, que se arrojaban para impedir a los atacantes escalar las defensas.
Ya fueran grandes o pequeños, todos los castillos requerían de un mantenimiento, y sabemos, por las fuentes del período, como se llevaban a cabo esos procedimientos.
En 1587, Hôjô Ujikuni ordenó al comandante de una compañía en Hachigata, Chichibu Magojiro a restaurar un tramo de la empalizada, una torre y tres puertas de acceso. Las órdenes sobre las tareas a realizar están en un marcado contraste con el usualmente aceptado papel de la mujer samurái: “Si las puertas, torres o taludes se encuentran dañadas, debes de acometer su reparación antes incluso que si tus propias casas han sufrido daños. Si existen desperfectos causados por los tifones, debes emprender de inmediato sus reparaciones. Si te encuentras con tus hombres fuera durante una campaña, serán tus mujeres y criadas las que deban llevar a cabo las reparaciones. Se debe de inspeccionar toda la fortificación una vez al mes, las juntas deben de ser arregladas, las cuerdas en las que haya desperfectos deben de ser reparadas y sustituidas durante los últimos cuatro días del mes. Cuando las tareas se hayan llevado a cabo, se debe de informar a Ujikuni, y en el caso de que este se encuentre fuera del castillo, debe de ser informado el oficial al mando. Si una sola persona falla en la realización de sus obligaciones, se le impondrá el correspondiente castigo. Se debe de tener cuidado con los materiales empleados. Los miembros de la compañía deben de supervisar a los trabajadores que tengan a su cargo, así como que el uso de los materiales sea el adecuado.”[2]
Los aldeanos que residían en las inmediaciones del castillo tenían la obligación de trabajar en las tareas de reconstrucción. Los muros debían de repararse cada cinco años y siempre que los tifones o cualquier otra catástrofe natural causaran daños. Los campesinos debían de llevar consigo los materiales que emplearían en las reparaciones y entre estos se encontraban postes de madera, varas de bambú, bobinas de cuerda y fajos de cañas.
Los muros de los castillos se encontraban recubiertos de una mezcla de arcilla roja y rocas. Algunos muros estaban coronados por pequeños tejadillos de paja o de tejas cerámicas, y el recubrimiento de yeso blanco le daba a los castillos japoneses su característico y majestuoso aspecto.
Tras este breve recorrido por algunos de los aspectos más destacables de la construcción y mantenimiento de estos edificios, en la tercera entrega abordaremos como era el día a día de sus guarniciones, así como los preparativos que se llevaban a cabo para resistir los frecuentes asedios.
Para saber más:
Notas:
[1] El período Sengoku es uno de los periodos más convulsos de la historia de Japón. El inicio tuvo lugar el 1477, con el fin del gobierno los shogunes Ashikaga. Fue una época de agitación social, intrigas políticas, y con conflictos militares casi constantes. El fin de este periodo tuvo lugar en 1573, con la llegada al poder del Shogunato Tokugawa.
[2] Ordenanzas recogidas por Stephen Turnbull en: TURNBULL, S., The samurai source book, Londres, Cassell& Co, 1998, pp. 163-164.