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Takeshi Kitano: comedia, violencia y... metacine – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Takeshi Kitano: comedia, violencia y… metacine

Dentro del interesante panorama del metacine japonés,[1] nos disponemos a analizar la aportación del peculiar cineasta Takeshi Kitano. Famoso y polifacético actor, guionista, director, presentador de televisión, escritor y pintor japonés, Kitano es, asimismo, el realizador más importante de los que han trabajado el género metacinematográfico en Japón.

Takeshi Kitano nació el 18 de enero de 1947 en Tokio. Tuvo una infancia muy pobre, marcada por la ausencia de su padre, y abandonó los estudios de ingeniería para dedicarse a la interpretación. Se inició como actor de comedia en los teatros del barrio de Asakusa durante los años 70, practicando una modalidad de stand-up comedy conocida en Japón como manzai, que se basaba en diálogos trepidantes y en juegos de palabras absurdos. En esta época, formó el dúo conocido como  “Beat Brothers”, junto a “Beat” Kiyoshi (Kiyoshi Kaneko) y adquirió fama en todo el país, tomando desde entonces el nombre de “Beat” Takeshi, que aún utiliza cuando participa como actor en sus películas.

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Dos imágenes de Kitano en Humor Amarillo flanquean el logo del programa.

En los años 80 dio el salto a la televisión como showman y presentador de concursos y tertulias (en España es conocido por Takeshi’s Castle o Humor Amarillo, emitido durante los 90 y recuperado por Cuatro en 2006), y su primera aparición en cine tuvo lugar en 1983 en la película Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Furyo), a las órdenes de Nagisa Oshima.

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Violent Cop (1989)

Su andadura en el camino de la dirección cinematográfica comenzó de manera totalmente fortuita durante el rodaje de Violent Cop (Sono Otoko, Kyobou no Tsuki, 1989)[2], inicialmente dirigida por Kinji Fukasaku y protagonizada por Takeshi Kitano. Ante la renuncia del director, Kitano se ofreció al productor, Hisao Nabeshima, para dirigir él mismo la película, y éste aceptó. Ya en este  film empieza a definir un estilo característico y un tipo de protagonista icónico (violento y taciturno), que veremos en muchas de sus películas posteriores. Con esa intención, Kitano reescribió el guión y puso el acento en los aspectos dramáticos de la historia, intentando desligarse de la imagen de bufón televisivo que se había creado, pero sin llegar a conseguirlo. Es por ello que podemos apreciar una dualidad tragicómica en todos sus personajes, pero que pasa desapercibida al espectador occidental que desconoce la figura del cómico “Beat” Takeshi.

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Sonatine (1993)

Su siguiente película fue Boiling Point (3-4x Jugatsu, 1990), ya escrita y dirigida por Kitano, y en ella predomina un tono absurdo y hermético, hasta el punto de ser considerada una “película áspera, sombría e inhumana”[3]. En este film, dos miembros de un equipo de béisbol junior se ven mezclados con la yakuza,[4] y buscarán venganza para su entrenador en Okinawa, contando para ello con la ayuda de un yakuza retirado llamado Uehara, interpretado por Takeshi Kitano.

Al año siguiente Kitano rodará Una escena en el mar (A scene at the sea/Ano Natsu, Ichiban Shizukana Umi, 1991), protagonizada por un joven sordomudo apasionado del surf que, acompañado por una chica con la misma discapacidad, conseguirá obtener un trofeo en una competición para acabar desapareciendo en el mar, dejando atrás su tabla.

Tras estas películas sumamente sencillas en términos cinematográficos, y bastante irregulares, estrenará en 1993 Sonatine (Sonachine), un film con una narrativa más compleja, que sigue el esquema de género yakuza-eiga aunque operando en él una deconstrucción mediante la ironía, gracias al uso del gag y a la estilización del arquetipo del yakuza, hasta el punto de que esta película ha llegado a convertirse en todo un prototipo del género en términos de postmodernidad.

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Hana-bi (1997)

En 1994 sufrió un grave accidente de motocicleta, tras el cual su cine se vuelve más reflexivo y comienza a pintar, lo que se refleja en una mayor preocupación estética en sus películas. Tras las irrelevantes Getting Any? (Minna yateru ka/ ¿Todo el mundo lo hace?, 1995), que supuso a la vez un experimento de vanguardia y una parodia del género cómico, y Kids Return (Kidzu ritan, 1996), que trata sobre dos jóvenes de instituto que se dedican al boxeo; el punto de inflexión llegó con Hana-Bi (Flores de fuego, 1997)[5], película que le catapultó al éxito internacional. Con este violento drama sobre un policía que debe enfrentarse a la mafia y a la enfermedad terminal de su esposa, Kitano alcanzó el reconocimiento a nivel internacional, obteniendo el León de Oro de Venecia en 1997 así como el respaldo de la crítica. Todo ello fue propiciando un cambio en la imagen que de este cineasta se tenía en Japón, pasando de ser considerado un bufón televisivo a convertirse en un respetado autor, y gran embajador del cine japonés a nivel internacional.

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Dolls (2002)

Tras este enorme éxito, continuó realizando películas como El verano de Kikujiro (Kikujiro no natsu, 1999), Brother (2000) o la muy aclamada Dolls (Dooruzu, 2002), con una puesta en escena y una fotografía donde destaca el impecable tratamiento del color, que emplea para contar tres historias de amor distintas combinadas con gran elegancia y usando como hilo conductor el tradicional teatro de marionetas japonés: el bunraku.[6]

En 2003 estrenó Zatoichi, una película ambientada en el siglo XIX en la que cuenta la historia de un samurái ciego, y con la que obtuvo unos excelentes datos de taquilla en Japón.

Alcanzado el éxito comercial, Kitano inicia un periodo de auto-reflexión, elaborando tres películas de gran interés que componen lo que podríamos denominar una trilogía sobre el arte: Takeshis’ (2005), Glory to the Filmmaker! (Kantoku Banzai!, 2007) y Aquiles y la tortuga (Achilles to Kame, 2008).

En la primera de estas tres películas, Takeshis’ (2005), asistimos al desdoblamiento de la figura de Takeshi Kitano, que interpreta, por un lado, el papel de Beat Takeshi, un exitoso actor convertido en celebridad, y por otro a un aspirante a actor, totalmente desconocido, llamado Kitano. Ambos personajes se encuentran durante un casting y desde entonces sus realidades parecen entremezclarse, formando un relato repleto de fantasía y ensoñaciones, con toques surrealistas y pinceladas de humor absurdo.

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Glory to the Filmmaker (2007)

Por su parte, Glory to the Filmmaker! (Kantoku Banzai!, 2007) cuenta la historia de un director de cine en plena crisis creativa que, ante el reto que le supone su próxima película, tantea los diferentes géneros del cine japonés, mostrándonos así un panorama de la cinematografía nipona (del más clásico Ozu, a las exitosas películas de terror de los últimos tiempos). Asimismo, Kitano realiza una crítica sobre su propia obra a través de diversos gags cómicos, para acabar manifestando su angustia existencialista ante el arte.

Finalmente, en Aquiles y la tortuga (Achilles to Kame, 2008), Kitano interpreta a un pintor apasionado pero que no consigue el éxito comercial, lo que le sirve para reflexionar sobre los mecanismos imperantes en el mercado artístico y la dicotomía existente entre talento y éxito, que no siempre van de la mano. Además, esta película resulta interesante porque las obras artísticas que aparecen en ella fueron realizadas por el propio Kitano que, como hemos comentado, también se dedica a la pintura.

Tras estas experiencias metacinematográficas, Takeshi Kitano retomará el género del yakuza-eiga con la película Outrage (2010), y su reciente secuela Outrage Beyond (Outrage 2, 2012). En estas últimas películas, el director vuelve al tema de la yakuza, mostrándonos un mundo de corrupción, traiciones y venganzas.

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Carteles de Outrage (2010) y su secuela Beyond Outrage (2012)

Así pues, como hemos ido viendo, la mayoría de las películas de Kitano son dramas policíacos o relacionados con la mafia japonesa, en los que configura una auténtica “estética de la violencia” comparable a la de su contemporáneo Tarantino. En términos cinematográficos, su estilo se caracteriza por el uso de encuadres muy cuidados, donde prima el estatismo por los escasos movimientos de cámara, y a esto hay que añadir un ritmo lento y una contención emocional que lo hacen heredero del cine japonés más clásico, hasta el punto de llegar a ser considerado “el más oriental de los cineastas japoneses”.[7]

A esta herencia cultural de la japonesidad cinematográfica debemos añadir el sustrato cómico del que parte, y que Kitano convierte en un humor sumamente inexpresivo, como su propio rostro, fundamentado en la clásica estructura del gag cómico, que emplea en muchas de sus películas.

Por otra parte, bajo esta aparente comicidad, subyace un complicado mundo interior que Kitano deja entrever en muchas de sus obras, transmitiendo un componente filosófico y trascendental realmente elevado. De esta forma, nos hace reflexionar sobre diversos cuestionamientos morales, muchas veces entroncados con el siempre presente tema de la violencia, o nos transmite su filosofía a veces nihilista y decadente, derivada del grave accidente de tráfico que sufrió. Así mismo, en diversas ocasiones Kitano aprovecha para reflexionar sobre la figura del artista y la producción cinematográfica, o sobre su propia labor como cineasta, y esto es lo que hace de él una figura tan representativa del metacine japonés.

Para saber más:

 


 

Notas:

[1] Ampliaremos el tema del metacine japonés de manera general en próximos reportajes.

[2] Para un estudio exhaustivo de su filmografía (únicamente hasta el año 2005), conviene consultar la monografía de Luis Miranda: Miranda, L., Takeshi Kitano. Madrid, Cátedra, 2006.

[3] Miranda, L., Takeshi Kitano. Madrid, Cátedra, 2006. P. 186.

[4] Yakuza es el nombre con el que se conoce a la mafia japonesa que, siguiendo un estricto código derivado de los samuráis, controlaba el contrabando, las apuestas, la extorsión o el tráfico de drogas y armas. Podemos rastrear su origen hasta el Japón feudal, y su característica primordial son los tatuajes que cubren gran parte de su cuerpo.

[5] Esta película tiene así mismo un importante tejido intertextual que no vamos aquí a comentar, y que puede consultarse en Miranda, L., Takeshi Kitano. Madrid, Cátedra, 2006, pp. 280-288.

[6] La película comienza con una escena de la obra titulada El mensajero del infierno (Meido no Hikyaku), escrita en 1711 por Monzaemon Chikamatsu, uno de los principales dramaturgos japoneses, cuyas tragedias suelen tratar de la huida de una pareja de enamorados que acaban suicidándose. Esta trágica historia condiciona el hilo argumental del film de Takeshi, además de inspirar los vestuarios diseñados por Yohji Yamamoto, e imponer un colorido exuberante, que resulta el principal atractivo de la película.

[7] Por contraposición a Akira Kurosawa, que siempre ha sido considerado “el más occidental de los cineastas japoneses”. Miranda, L., Takeshi Kitano. Madrid, Cátedra, 2006, p. 94.

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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