El drama romántico basado en el choque cultural ha sido (y seguirá siendo) un campo fructífero para el séptimo arte, máxime si le añadimos un toque exótico de ambientación oriental. Prueba de ello es la película de producción americana Lost for words[1] (2013), que aún podemos encontrar en la cartelera francesa.
Si rastreamos los orígenes del éxito este subgénero romántico que vincula a dos protagonistas de culturas diferentes reunidos en un país asiático, debemos remontarnos al clásico operístico Madama Butterfly (1903) de Giacomo Puccini. En la trágica historia del compositor italiano, encontramos a Pinkerton, un teniente de la Marina de los Estados Unidos, quien vivirá un romance épico con una bella japonesa. Este argumento ha sido retomado en el cine con posterioridad, destacando ejemplos como la película británica El mundo de Suzie Wong (1960), que narra los amoríos entre un pintor norteamericano y una prostituta china en Hong Kong, y, más recientemente, en la francesa Seda (2007), que ya analizamos para Ecos de Asia.
Hacer honor a semejantes predecesores era un reto complicado, pero debemos admitir que la cinta de Stanley J. Orzel no está a la altura. Un guión simplista que roza en demasiadas ocasiones el aburrimiento y una dirección abocada al telefilme, condenan Lost for words de principio a fin.
En esta ocasión, nuestro protagonista es Michael (Sean Faris), un ex marine de los Estados Unidos que luchó en dos ocasiones en Afganistán y ahora llega a Hong Kong para trabajar como programador en una multinacional. Allí, encontrará a Anna (Grace Huang), una bella bailarina de ballet contemporáneo que, procedente de la China continental, busca triunfar en la ciudad. Ambos tienen dificultades para comunicarse y deciden servirse mutuamente como profesores particulares, fraguando así una amistad que, inevitablemente, desembocará en amor. El drama surge cuando la religión, la política y el trabajo se imponen entre ambos: Anna practica el catolicismo en una iglesia clandestina de su pueblecito natal, al sur de China, donde reside su abuelo, en quién aún pueden apreciarse las secuelas de la Guerra de Corea, en la que se enfrentó al abuelo de Michael; además, una oferta del ballet de Lyon hará peligrar su estancia en Hong Kong. ¿Conseguirá la joven pareja superar las dificultades y hacer que triunfe el amor?
Aunque podría parecer apetecible sobre el papel, lo cierto es que la película no funciona, en parte por el tempo lento que domina casi todo su metraje, concentrando el drama y la acción en los veinte minutos finales. Pocas son las escenas de tensión, ya sea física o emocional, llenas de clichés románticos (la lluvia torrencial, la música de cuerda) y aderezadas por frases manidas de pretendida profundidad intelectual. Sirva de ejemplo If you love something, it’s not difficult, o lo que es lo mismo “si amas algo, no es difícil”.
Predecible en su argumento y vacía de emoción, a pesar del fingido sentimentalismo, lo que queda de la película acaba convertido en un folleto turístico que muestra las maravillas hongkonesas, ensalzadas por la fotografía de Jimmy Wong. Por ejemplo, encontramos la esplendorosa metrópolis, moderna y comercial, que resulta imponente de día y que hechiza al anochecer, cuando las luces iluminan sus rascacielos.
De los muchos rincones de la ciudad que nuestros protagonistas van recorriendo a lo largo de la película, destacan algunos lugares de belleza imponente, como el Buda gigante de Tian Tan,[2] en la isla de Lantau, y que la pareja ve durante un viaje en teleférico que nos deja algunas imágenes verdaderamente bellas.
También la arquitectura tradicional tiene su sitio en el filme, y nos es mostrada cuando Michael y Anna visitan el jardín Lingnam, en el Parque Lai Chi Kok, un pequeño oasis de quietud en la trepidante ciudad de Hong Kong.
Con todo, la belleza de algunas de sus estampas no soluciona los graves problemas de los que adolece este subproducto cinematográfico, con más fallos que aciertos.
Para saber más:
Notas:
[1] Lost for Words (2013). País: Estados Unidos. Director: Stanley J. Orzel. Guión: Stanley J. Orzel, Joseph Bendy. Música: Andre Matthias. Fotografía: Jimmy Wong. Reparto: Sean Faris, Grace Huang, Candy Cheung, Joman Chiang, Terence Yin, Will Yun Lee, Jennifer Birmingham Lee, Candice Moore, Howard Paley, Breanne Racano, Geoffrey Wong. Productora: Coproducción Hong-Kong-USA; Studio Strada.
[2] Se trata de una enorme estatua de bronce, de 26 metros de altura, que representa a Buda Sakiamuni, y fue terminada en 1993.