En esta segunda parte de nuestro reportaje sobre la industria audiovisual en China[1], trataremos las estrategias que está siguiendo el gigante asiático en la actualidad para posicionar su producción como una de las más competitivas del mundo. Con un beneficio neto de 44 billones de renminbis (RMB) en 2015, y con unas expectativas para 2020 de 200 billones, el mercado de la cultura y el entretenimiento chino vive una “edad de oro” sin precedentes, que le llevarán a final de la década a sobrepasar a EEUU como el mayor mercado audiovisual en términos de audiencia e ingresos.
Gracias a unas políticas públicas favorables, al desarrollo y extensión de Internet en el país y a ingentes cantidades de inversión de capital, están surgiendo nuevos “gigantes” audiovisuales. Empresas de Internet, lideradas por el trío conocido como BAT (Baidu, Alibaba y Tencent), junto a desarrolladores inmobiliarios como Wanda, han utilizado su ventaja competitiva para introducirse en el mercado del entretenimiento y construir un ecosistema propio dentro del mismo. Por ejemplo, el Grupo Wanda (Dalia Wanda Group) ha fusionado sus recursos inmobiliarios y culturales buscando expandirse a través de la construcción de cines, y aprovechando su gran presencia en los canales de distribución para crecer dentro de la producción cinematográfica. Desde que Wanda adquirió en 2012 la estadounidense AMC Entertainment Holdings, se ha convertido en la mayor cadena operadora de cines del mundo, lo que le permitió también comprar, en 2018, el principal operador de salas de cine en Europa, UCI Odeon, propietario, entre otros, del grupo español Cinesa. Con esta operación, controla ya 7.600 pantallas de 627 cines en ocho países europeos (Reino Unido, España, Italia, Alemania, Austria, Portugal e Irlanda).
Estos nuevos gigantes como Wanda están erosionando, rápidamente, la influencia de los grandes gigantes tradicionales occidentales, que sienten ya la urgencia del cambio. En los próximos cinco años, la industria china cultural del entretenimiento va a seguir desarrollándose a gran velocidad, aumentando su tamaño hasta convertirse, con toda probabilidad, en la más grande del mundo, superando a la estadounidense. Para 2020 se espera que China tenga ya más beneficios en taquilla que su rival americano, aupada por el consumo interno de su mercado. El tamaño de la industria cinematográfica china se compone de tres partes: el consumo de cine, la inversión en producción de cine y salas, y la exportación de películas. En las tres áreas el crecimiento ha sido constante desde 2014, pasando de unos beneficios generales de 66 billones de RMB a 200 billones de RMB estimados para el año que viene. Además, el cine chino está internacionalizándose en los últimos años gracias a la inversión extranjera, realizando coproducciones que le permiten penetrar el mercado global, habiendo pasado del 6% de las producciones totales presentadas en las pantallas chinas en 2014 a casi el 60% en dos años. Desde entonces, las coproducciones chinas se configuran para abastecer el mercado global, como ejemplifica la película franco-china Wolf Totem (2015), traducida al español como El último lobo, del director Jean-Jacques Annaud, que consiguió recaudar 125,7 millones de dólares. En este caso, China aportó la mayoría de actores, los escenarios de rodaje, y el argumento, mientras los recursos occidentales se centraron en la creación de contenido y la dirección.
A excepción de algunos guiones de calidad, como ha sucedido con la ganadora del Festival de Cine de Berlín en 2019, Hasta siempre, hijo mío, de Wang Xiaoshuai, la producción y filmación de películas se está empezando a realizar en función de la demanda del propio mercado. El derecho a seleccionar el contenido y el personal creativo bascula, gradualmente, de los productores y directores a los distribuidores. Cada vez se invierte más en películas basadas en las preferencias de los espectadores respecto al contenido o la contratación de sus actores preferidos, con datos de Internet y las redes sociales, consiguiendo así un posicionamiento más preciso en el mercado, y previendo mejor la recaudación en taquilla y el retorno de la inversión. Uno de los ejemplos más claros sobre este tipo de producción lo observamos en la película Monster Hunt (2015), de Raman Hui, que, con un presupuesto de 35 millones de dólares, se convirtió en la película china más taquillera de la historia del país, con una recaudación de 382 millones de dólares, a la que siguió Mermaid, (2016) de Stephen Chow, con 550 millones de dólares en taquilla.
También el marketing de las películas se está teniendo que adaptar al crecimiento y rapidez de cambio del mercado, ya que los métodos tradicionales basados en pósters y trailers ya no son suficientes de cara a realizar una promoción a gran escala. Comienzan a utilizarse nuevas tecnologías capaces de acercar y poner en contacto el contenido de la película con su potencial audiencia, adaptando las estrategias de publicidad de acuerdo a las opiniones y deseos que los usuarios muestran en Internet, especialmente en las plataformas online de compra de entradas (Meituan, Gewara, Wepiao, o Taobao, entre otras) lo cual debería permitir aumentar también los ingresos en taquilla. Por tanto, este tipo de recursos online y páginas en Internet sirve para conocer, con mayor precisión, los gustos de los usuarios, e invertir en una producción fílmica a medida, destinada a alcanzar el máximo beneficio. De esta manera, se abre también el debate ético sobre la idoneidad de comerciar con los datos de las personas y sus opiniones, a la vez que estas prácticas pueden derivar en el anquilosamiento de una industria orientada exclusivamente al consumo de masas, prescindiendo de aquellos productos de calidad cuyas perspectivas de recaudación puedan resultar insuficientes.
Por otro lado, el crecimiento de la industria audiovisual china, especialmente la cinematográfica, se está comenzando a basar más en estrategias de compra y adquisiciones que en una inversión real, la cual parece estancarse tras años de crecimiento. Gigantes de la industria como Huayi Brothers, Huace Film and TV, o Enlight Media continúan con su ritmo de adquisiciones, integrando numerosas empresas pequeñas audiovisuales bajo un único modelo de negocio y mejorando sus redes de distribución, no sólo de aquellas dedicadas al cine, sino también de industrias complementarias, como pueden ser las plataformas de venta de entradas online, plataformas de reseñas online, o páginas de servicios relacionados con el cine de una u otra manera. Un ejemplo de ello, entre los más notables, lo encontramos en Alibaba, que hace dos años compró la distribuidora ChinaVision por 24 millones de RMB, renombrándola como Alibaba Pictures, agrupando empresas que ofrecen servicios muy diversos.
Las predicciones para los próximos años apuntan en una dirección similar, apostando por la diversificación, lo que augura todavía un fuerte crecimiento de la industria, la cual buscará en la internacionalización de estos grandes conglomerados y sus producciones, (como muestra el nuevo Festival Internacional de Cine de Beijing, inaugurado en 2011), una nueva manera de ejercer también un poder blando chino en el mundo.
Para saber más:
Fundación Consejo España-China. La industria audiovisual china hoy. Disponible aquí.
China’s Film Industry, 2017. Deloitte. Disponible aquí.
[1] En nuestro primer artículo sobre la distribución cinematográfica en China realizamos una aproximación general al complejo entramado ministerial del que el sector audiovisual depende, así como a los principales objetivos fijados por el gobierno chino y a la producción de televisión y cine durante la primera década del siglo XXI hasta 2011. Consultable en el siguiente enlace.