La superproducción épica Dragon Blade (2015), una de las películas más caras de la historia del cine chino, nos traslada a la China de la dinastía Han (206 a.C.-220 d.C). La historia transcurre en las regiones occidentales, zona donde la Ruta de la Seda se interna en los territorios de pueblos nómadas en dirección a los Imperios Parto y Romano. Para salvaguardar esta importante vía de comunicación, los Han median entre las distintas tribus a través de la patrulla de control de la Ruta de la Seda, garantizando que por esta importante vía de comunicaciones, que une los dos extremos del continente euroasiático, puedan transcurrir multitud de mercancías, ideas y personas.
La narración nos traslada al año 48 a. C. y, según se nos señala en la introducción, se basa en los sucesos acaecidos a una legión romana que, mientras se encontraba luchando contra el imperio parto, misteriosamente desapareció, y cuyos restos se fueron encontrando esparcidos a lo largo de la Ruta de la Seda. China estaba gobernada por el emperador Xuan, que medraba entre las 36 naciones nómadas que pugnaban por dominar los territorios comprendidos más allá de la frontera noroccidental. Huo An, un joven que perdió a su familia tras una incursión, fue adoptado por el general Han Huo Qubing (William Feng Shaofeng), quién le inculcará una serie de valores entre los que primarán la harmonía social y la convivencia de los distintos pueblos. En el momento en que se desarrolla la película, Huo An, interpretado en su época adulta por Jackie Chan, tratará de mantener la paz y la cooperación entre las distintas naciones que habitan los territorios como capitán de la patrulla de protección de la Ruta de la Seda.
Mientras se encuentra mediando en una disputa, de manera fortuita privará del velo a la guerrera Cold Moon (Lin Peng), la cual se considerará su prometida según las leyes tribales de su pueblo, a pesar de que Huo está casado con Xiuqing (Mika Wang), una profesora de chino de una escuela de la región. Huo, junto con sus hombres, serán acusados de contrabando, por lo que se verán forzados al exilio y reclusión a la fronteriza Puerta del Ganso Salvaje, que supone uno de los enclaves más occidentales de la Gran Muralla, y castigados a participar en la reparación de la ciudad. Poco después de su llegada, inesperadamente se verán sitiados por las tropas del general romano Lucius (John Cusak). Una repentina tormenta de arena les llevará a aceptar la ayuda de Huo y a refugiarse en la ciudad. Como agradecimiento, Lucius y sus tropas ayudarán a restaurar la urbe, facilitando en gran medida los trabajos gracias a sus conocimientos de ingeniería. Los romanos se encuentran protegiendo al joven Publius (Joey Jozef), hijo y heredero del recién fallecido cónsul romano, y al que su hermano mayor, el despiadado Tiberius (Adrien Brody), quiere ver muerto, por lo que se encuentra marchando tras ellos a la cabeza de un poderoso ejercito romano compuesto por 100.000 hombres. Tiberius no se contendrá solamente con la derrota de su hermano, sino que aspira al control total de la Ruta de la Seda, con la consecuente amenaza a todas las naciones que viven en sus territorios, lo que las hará unirse para luchar frente al invasor.
Uno de los principales valores que se pueden atribuir al filme es el de representar la visión humanista y de tolerancia entre distintas gentes y pueblos, representado en la colaboración y los diálogos entre el general romano Lucius y el chino Huo, quienes a pesar de regirse por su propio código moral y obligaciones, logran hacer frente común como exiliados. Esta faceta queda ejemplificada totalmente en el episodio de la reconstrucción de la ciudad, donde romanos, chinos y gentes de las estepas colaborarán juntos dando como resultado una obra de la que todos se sentirán orgullosos y que merece la pena proteger. A pesar de las constantes llamadas a la paz por parte del personaje de Huo, se puede detectar algo de chovinismo chino en los diálogos al valorar la actitud de los romanos u occidentales, que se pone de manifiesto cuando Huo le señala a Lucios que: “A vosotros os entrenan para matar, a nosotros para mantener la paz,” así como a la representación de las minorías étnicas como bárbaros beligerantes y primitivos, opuestos a la estabilidad, orden y civilización que supone la dinastía china Han.
Las escenas de acción, coreografiadas por Jackie Chan y uno de sus más frecuentes colaboradores, He Jin, son reseñables, así como resultan en cierta manera innovadoras al intercalar movimientos de Kung fu con otros de esgrima y lucha de gladiadores. Del mismo modo resulta interesante contemplar los movimientos de los ejércitos de caballería de los pueblos nómadas de las estepas que se enfrentan a las formaciones de infantería romana.
Publicitada como la primera película china en la que aparecen romanos de la antigüedad como temática, Dragon Blade no se corresponde con el ejemplo de péplum que establecía su predecesora japonesa Thermae Romae (2012), ya que veremos a la civilización clásica bajo la perspectiva cultural del gigante asiático. Los espectadores chinos, a pesar de haber podido asistir a otras producciones ambientadas en tiempos del imperio romano, no habían tenido la posibilidad de contemplar nunca la mezcla de péplum entrelazado con las coreografías del cine chino de artes marciales. Tampoco son frecuentes las producciones chinas con una participación tan destacada de estrellas de Hollywood. Con todo esto, a pesar de sus más que reseñables errores históricos y fallos en la caracterización del periodo, resulta interesante la visualización de la película interpretada como un alegato por el entendimiento entre Oriente y Occidente.
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