¿Qué convierte a una historia en clásico atemporal? Algunos aducen que tal vez la clave esté en la universalidad de los sentimientos humanos mostrados, la buena construcción de la acción o el equilibrio entre el drama y el romance. No cabe duda de que las grandes historias tienen un poco de todo lo anterior, pero además una muestra inequívoca de su preponderancia es la continua revisitación de su argumento a lo largo de los años. Un ejemplo de ello, en clave oriental, es El velo pintado, una novela cuya trayectoria, iniciada en los años veinte, se prolonga por medio de versiones cinematográficas hasta 2006.
La complejidad y la multitud de capas a desentrañar en esta –aparentemente simple- historia de amor, traición y cólera (la enfermedad, pero también el estado de furia de sus protagonistas), nos ha llevado a destinarle un análisis pormenorizado en una serie de artículos a través de los cuales iremos progresivamente “desvelando” el ya citado drama romántico así como su exótico emplazamiento.
De esta forma, el primer artículo de la serie viene destinado a realizar una introducción de la obra y sus antecedentes, dedicando la segunda entrega a la novela original, mientras que en los siguientes artículos nos dedicaremos a las sucesivas adaptaciones fílmicas de la misma: la primera, de 1934, protagonizada por Greta Garbo bajo la dirección de Richard Boleslawski; la versión de 1957, titulada The Seventh Sin (“el séptimo pecado”); y finalmente la cinta más reciente –y también la más conocida-, estrenada en 2006, que fue dirigida por John Curran y contó con Edward Norton y Naomi Watts a la cabeza del reparto. Finalmente, destinaremos un último artículo a recopilar algunas valoraciones generales y comparaciones transversales que nos permitan apreciar las diferencias entre las distintas versiones, así como analizar la evolución en las relaciones entre Oriente y Occidente o la diferente representación de lo asiático en este pequeño recorrido por la Historia del Cine.
Sin embargo, antes de adentrarnos en un análisis pormenorizado de la novela y sus adaptaciones, conviene establecer con claridad cuáles fueron los cimientos sobre los que se empezó a configurar la historia, así como las referencias literarias de las que se nutre el autor y que se dejan entrever a lo largo del argumento a modo de citas intertextuales.
William Somerset Maugham (1874 – 1965) se formó en Heidelberg, Alemania, y ante la negativa de continuar la tradición familiar persiguiendo la carrera de abogacía, optó por estudiar medicina en el Hospital de St. Thomas, en Londres. Esto tiene relevancia para su obra, puesto que en la novela de la que nos ocuparemos uno de los protagonistas es médico y Somerset pudo aplicar sus conocimientos prácticos para enriquecer y dotar de profundidad a su relato. Mientras continuaba su formación, siguió escribiendo, y en 1897 publicó su primera novela Liza of Lambeth. El subsiguiente éxito de esta obra provocó que abandonara su carrera en el campo científico para dedicarse a la escritura de forma profesional.
De este modo, se convirtió en uno de los autores más populares de la década de los treinta, escribiendo obras teatrales, cuentos e historias breves, pero fundamentalmente novelas que le otorgaron gran fama como, por ejemplo, Servidumbre humana (1915), La luna y seis peniques (1919), El velo pintado (1925) o El filo de la navaja (1944). Muchas de sus obras cuentan con adaptaciones fílmicas e incluso el propio Somerset Maugham trabajó para la industria de Hollywood de forma muy lucrativa.
A lo largo de su vida, viajó por Europa, América y Asia, y algunas de estas experiencias viajeras se pueden apreciar en sus obras de ficción, o más directamente en sus relatos de viaje, tales como En un biombo chino (1922) o El caballero del salón (1930), donde recorre Birmania, Siam o Indochina.
Durante la Primera Guerra Mundial, Maugham fue a Francia, donde trabajó como conductor de ambulancias y, posteriormente, trabajó para el Servicio Secreto de Inteligencia británico en Suiza y Rusia, en los momentos previos a la Revolución de Octubre. Estas experiencias le inspirarían para escribir su novela Ashenden o el agente secreto (1928), que pudo influir posteriormente en la creación del emblemático personaje de Ian Fleming, James Bond.
A pesar de lo excitante y exótico de su vida, lo cierto es que la inspiración para escribir El velo pintado tuvo unos orígenes mucho más prosaicos, tal y como relata el propio autor en el prólogo de la novela.[1]
Según esta introducción, Maugham viajó a Florencia durante sus años de estudiante y, alojado con una familia local, se dedicaba a estudiar el idioma a través de la traducción de novelas en lengua italiana con la ayuda de su casera, de nombre Ersilia. Es precisamente esta mujer quien espoleó su imaginación con sus interesantes notas sobre la lectura de la Divina Comedia de Dante. En un pasaje del Purgatorio, le explica la historia de Pía, una dama de Siena cuyo marido sospechaba que le era infiel pero que, por temor a las posibles repercusiones de su familia, no la asesinaba. El marido la llevó a su castillo de Maremma creyendo que los aires nocivos acabarían con ella pero, impacientándose por la lentitud de su final, acabó por defenestrarla.
¡Ah!, cuando hayas regresado al mundo
y descansado de la larga ruta
-siguió un tercer espíritu al segundo-,
acuérdate de mí, soy Pía;
Siena me hizo, y me deshizo Maremma:
bien lo sabe
el que me desposó con su gema.
Canto V del Purgatorio, Divina Comedia.
Atraído por este argumento de infidelidad y asesinato, comenzó a configurar el esquema de la novela, pero no encontraba un lugar en el que ambientarla por considerar los hechos demasiado inverosímiles en la actualidad. Sin embargo, Somerset consiguió resolver su dilema durante otro viaje, en esta ocasión a China y Hong Kong, lugar en el que se localizan los acontecimientos de El velo pintado.
En la novela de Somerset, Kitty es infiel a su marido, Walter quien, al igual que en el relato dantesco, decide llevarla a una zona insalubre para acabar con su vida, solo que en lugar de un castillo será una población del interior de China donde hay una epidemia de cólera.
La ambientación de la novela conllevó una serie de problemas legales que también son relatados en el prólogo, referentes por ejemplo al apellido de los protagonistas. En origen, el matrimonio en torno al cual gira la obra se llamaba Lane, pero había en Hong Kong ciertas personas con dicho apellido por lo cual, y tras un pleito que se saldó con el pago de doscientas cincuenta libras, se resolvió cambiar el apellido por el de Fane, que es el que actualmente figura en las posteriores ediciones.
Así mismo, el vicesecretario colonial en Hong Kong, A. G. M. Fletcher, amenazó con emprender acciones legales por considerarse víctima de una difamación, debido al papel que tiene este cargo en la acción de la novela. Para evitar posibles repercusiones, se optó por cambiar Hong Kong por la colonia imaginaria de Tching Yen, aunque en las ediciones actuales del libro se ha recuperado el nombre original.
La interesante anécdota que explica el proceso de configuración de la obra, supone ya el primer ejemplo de intertextualidad de la misma, puesto que el argumento toma como referencia una obra anterior.
En otras ocasiones ya hemos tenido oportunidad de hablar largo y tendido sobre el fenómeno del metacine, y en esta ocasión debemos remitirnos a su antecedente literario, la metaliteratura. La intertextualidad, tanto en el cine como en la literatura, hace alusión al fenómeno por el cual encontramos una obra dentro de otra a modo de intertexto, ya sea como cita, plagio, homenaje, adaptación o referencia a un antecedente. Directamente relacionado con las teorías de la Semiótica o la Semiología, lo cierto es que la intertextualidad no es sino una referencia a una obra dentro de otra.
En El velo pintado hay tres referencias literarias claves que influyen decisivamente en la obra, la primera de las cuales ya ha sido analizada y que constituye la piedra de toque de la obra: la historia de Pía relatada por Dante en el Canto V del Purgatorio de su Divina Comedia es tomada como referencia argumental en torno a la cual construir la ficción.
Otra referencia intertextual, igualmente relevante, es aquella que hace referencia al tema y título de la novela, que se fundamenta sobre un soneto del poeta inglés Percy Bysshe Shelley (1792-1822). Este autor del romanticismo, cónyuge de la célebre Mary Shelley (creadora de Frankenstein), escribió un poema que empieza con las siguientes palabras: “No descorráis el velo pintado al que quienes viven llaman Vida”, que se disponen a modo de epígrafe justo antes del inicio de la novela de Somerset.
Lift not the painted veil which those who live
Call Life: though unreal shapes be pictured there,
And it but mimic all we would believe
With colours idly spread,—behind, lurk Fear
And Hope, twin Destinies; who ever weave
Their shadows, o’er the chasm, sightless and drear.
I knew one who had lifted it—he sought,
For his lost heart was tender, things to love,
But found them not, alas! nor was there aught
The world contains, the which he could approve.
Through the unheeding many he did move,
A splendour among shadows, a bright blot
Upon this gloomy scene, a Spirit that strove
For truth, and like the Preacher found it not.[2]
Percy Bysshe Shelley
La idea de la vida comparada con un velo pintado se repite a lo largo de la novela en varios momentos, quedando evidente este símil a través del cual el autor intenta plasmar la idea de que los seres humanos ocultamos nuestra verdadera naturaleza detrás de una imagen socialmente aceptada. Un juego de máscaras y de apariencias que está intrínsecamente vinculado al tópico literario del theatrum mundi, utilizado ya por Platón para explicar su teoría epistemológica en el mito de la caverna, y explotado con enorme éxito durante el Siglo de Oro de la literatura española de la mano de Calderón de la Barca con El gran teatro del mundo o La vida es sueño.
En El velo pintado, cada personaje parece interpretar un papel o esconderse tras una máscara para ocultar sus verdaderas intenciones, jugando además con las ilusiones que el ser humano proyecta sobre las demás y la visión ideal que configuramos sobre aquellos que amamos; así como el consecuente desengaño que se produce cuando ese velo que nos ciega cae y descubrimos la verdad.
El personaje de Walter Fane, por ejemplo, es un hombre inteligente y sensible que se oculta tras una imagen de severidad. Asimismo, el propio Walter se niega a ver los fallos de su esposa, a la que idealiza, tratando de ocultar sus fallos hasta que la infidelidad se hace tan evidente que negarla resulta imposible, y es la caída de ese velo la que provoca el desarrollo de los acontecimientos.
Por su parte, Charlie Townsend, esconde su carácter mezquino tras una apariencia externa sumamente seductora, que hace que Kitty se enamore de él locamente y se niegue a reconocer la verdad (que él no va a divorciarse de su mujer) hasta que el velo cae de forma dramática durante un tenso intercambio verbal entre ellos.
Finalmente, la tercera referencia intertextual de la que se nutre El velo pintado es un poema del escritor y médico irlandés Oliver Goldsmith (1730-1774), aunque debemos advertir al potencial lector que tanto la poesía como el posterior análisis que haremos de la misma supone destripar gran parte del final argumental de la novela.
Walter Fane sucumbe al cólera y, con su último aliento, susurra al oído de su esposa unas palabras que esta no llega a comprender, pero que más tarde se nos desvelan como los versos finales del poema de Goldsmith titulado Elegía a la muerte de un perro rabioso: “el hombre se recuperó del mordisco / fue el perro el que murió.”
El poema original encierra una crítica hacia la sociedad y su egoísmo (representados por el hombre), presente también en la novela, pero de forma más directa podríamos establecer una comparación entre Walter y el perro, y Kitty y el hombre, puesto que aquel que inicialmente quiere causar daño (el perro mordiendo al hombre o Walter arrastrando a su mujer a un lugar infestado de cólera) es quien muere. Asimismo, podría interpretarse que Kitty, corrupta como la sociedad que la rodea o como el hombre del poema, es quien verdaderamente hace daño a Walter con su infidelidad, puesto que, como ella misma dice en la novela, su marido muere “de un corazón roto”.
Así pues, como hemos podido ver en este primer análisis, El velo pintado es un texto complejo, rico en matices y plagado de profundas reflexiones, en directa relación con el contexto social en el que fue creado y muy acorde con las vivencias de su autor. Es por ello que resultaba necesario llevar a cabo una elaborada introducción, a fin de aclarar algunos conceptos esenciales, para poder “desvelar” en el siguiente artículo todo lo que se oculta detrás de este exótico drama romántico.
Notas:
[1] Algunas ediciones no cuentan con esta introducción del autor, que tan útil resulta para rastrear los orígenes de la novela, por ello consideramos necesario especificar que el volumen con el que hemos trabajado para la elaboración de este artículo es el siguiente: Maugham, W. Somerset, El velo pintado. Barcelona, Bruguera, 2007.
[2] No levantes el velo pintado que los vivos / llaman Vida, aunque formas irreales represente, / imagen engañosa de aquello en que creemos, / con colores dispersos. Detrás acechan Miedo / y Esperanza, Destinos gemelos que entretejen / sus sombras en la sima sombría y encubierta. / A un hombre conocí de corazón sensible / que levantó ese velo buscando algo que amar, / pero no encontró nada, ni tampoco las cosas / que contiene este mundo podían agradarle. / Ignorado vivía; era luz en las sombras, / una mancha brillante en esta escena turbia, / un Alma que luchaba por la verdad y nunca, / como el Predicador, la pudo hallar en nada. Traducción de Juan Abeleira y Alejandro Valera.
Me identifico con el análisis que realiza Vd. sobre la obra del Maestro WSM.-En mi caso, la edición leida (más bien degustada), corresponde a ZETA bolsillo tapa dura. Ya había leido antes, dos novelas emblemáticas suyas: Al filo de la navaja y Servidumbre Humana.
Pero en este caso, la lectura sosegada de , me ha llevado a lugares mentales diversos.-La inevitable comparación con la adaptación cinematográfica y el recuerdo inevitable del CRISTO VELATO napolitano (escultura maravillosa).-Cuando era joven (hace muchos eones), jugaba a comparar novela y cine.-2 ejemplos serían, El nombre de la rosa de Umberto Eco y Los Gozos y las Sombras (adaptación televisiva) de Gonzalo Torrente Ballester.-Quizás sea que mi mente se encuentra en la Pre-Vejez, pero la prosa es la prosa. Muchas Gracias.-Saludos cordiales.-