Hace poco tiempo, varios periódicos y canales de televisión recogían una curiosidad: Cuenca, la pequeña población castellana, había servido como inspiración para una serie de anime japonés. Sora no Oto se basaba en la ciudad española para recrear a la imaginaria villa de Seize, en una trama que tenía como protagonista a una muchacha japonesa perteneciente al ejército, y que giraba en torno a la protección de una fortaleza aupada en imitación del castillo de Alarcón, sito en la misma provincia. Hoteleros y touroperadores destacan cómo muchos turistas nipones acuden a la ciudad acompañados por imágenes impresas del anime, recorriendo el patrimonio en busca de escenas, del mismo modo que un turista en Nueva Zelanda buscaría localizaciones de El Señor de los Anillos.
A veces, la inspiración llega de una forma más tópica o más o menos encubierta. En la isla Dressrosa del shônen One Piece Eiichirô Oda pinta a una España llena de mujeres enamoradas vestidas de gitanas y pasionales hasta el punto de apuñalar a sus pretendientes. La cocina supuestamente más típica (como gazpacho o paella, que podemos ver también en obras del tipo Boku wa Tomodachi ga Sukunai) y la arquitectura inspirada en Gaudí (con un coliseo semejante a una plaza de toros) acaban de definir el universo de inspiración hispánica. Y, por supuesto, el español, la lengua española, es universal: manganimes como el propio One Piece o Bleach utilizan la lengua de Cervantes para dar mayor fuerza a algunos ataques, nombrar a ciertos personajes o retomar expresiones para usos concretos. Hay que pensar que a Japón (como a EEUU, donde se convirtió en un objeto muy cotizado en forma de máscara en Halloween) han llegado tendencias globales de la cultura reciente española, como el famoso Ecce Homo de Borja, que parece que llegó a inspirar un manga (donde aparecía la propia Doña Cecilia, autora de la famosa imagen).
No es algo extraño: el manga y el anime no han tenido problema alguno en hacer suyos tópicos, manifestaciones populares y fenómenos culturales procedentes de todo el mundo (incluyendo a figuras como el Don Quijote de Cervantes, retratado en Ureigao no kishi sono ai). Ambos se constituyen como dos de los pilares más poderosos de la industria cultural edificada en Japón desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y extendida como una mancha de aceite por el resto del mundo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Y España no ha sido una excepción a la regla. El hito para la llegada del manga y el anime fue una obra de Akira Toriyama, Dragon Ball, del que ya hemos hablado en varios ocasiones en Ecos de Asia, tanto en referencia a su llegada a España como en lo que respecta al influjo de Viaje hacia el Oeste en su argumento. Como destaca David Hernando (director desde 2006 de la línea editorial de Planeta DeAgostini Cómics), su estreno: “fue el detonante para un mercado que mueve millones hoy día”. [1]
Marcó un auténtico punto de inflexión. Su primera emisión se produjo en TVG[2]y poco a poco se fue extendiendo al resto de canales autonómicos.[3] Las cifras de audiencia son el baremo más utilizado y repetido para configurar una primera idea de su impacto: Telemadrid obtuvo un 37% de share, Valencia aproximadamente el 53% y en Cataluña se llegó al impresionante 58%. Para Daniel Quesada y Jacob García “la media era incontestable: uno de cada tres niños entre 8 y 16 años veía Dragon Ball”.[4] Considerado como violento y con cargas de erotismo muy altas para un mero “dibujo animado”. Su emisión trajo consigo profundas críticas por parte de algunas asociaciones de padres,[5] de hecho, los prejuicios hacia el manga se arrastraron durante mucho tiempo, y la RAE (como también comentamos ya en Ecos de Asia) todavía seguía considerando al manga dos décadas después como un “género de cómic de origen japonés, de dibujos sencillos, en el que predominan los argumentos eróticos, violentos y fantásticos”.
Entre medio y al margen de prejuicios, decenas de autores de manga en España han seguido las huellas de la estética de este tipo de cómic (un tema que también abordamos en Ecos de Asia), entre ellos Ken Niimura, Premio Internacional de Manga de Japón por su obra Soy un Matagigantes (realizado junto al guionista estadounidense Joe Kelly), perfecto ejemplo del reconocimiento del que goza nuestro cómic más allá (y muchas veces, por encima de o antes que en) de las fronteras españolas: Japón ha recibido recientemente la obra El bosque de los suicidas, realizada por los españoles Gabriel Hernández y El Torres, inspirada en el bosque de Aokigahara, bosque situado en las laderas del Monte Fuji tristemente famoso por el alto número de suicidas que se dan cita en la zona para terminar con su vida (se trata de uno de los lugares con más suicidios por metro cuadrado junto al Golden Gate). Se ha buscado seguir el rastro a lo más famoso del cine de terror japonés de los últimos años, pero aportando, en palabras del editor y guionista, un toque “más europeo”.[6] Tratar de abrirse camino en el exigente mercado del manga japonés sin tener origen en dicho país, es una apuesta arriesgada que demuestra la calidad de la propuesta planteada. Los relatos de Felipe Smith, estadounidense introducido de lleno en ese mercado, son un buen ejemplo de ello. Este mismo año 2014, el Premio Internacional de Manga de Japón, en su categoría de plata, recayó en una apuesta, Les Folies Bergère, con guión del belga Zidrou y dibujo del español Porcel, contextualizado en la Primera Guerra Mundial, con toda una serie de elementos fantásticos. El Festival Internacional de Cómic de Tokio, que reúne a grandes figuras del cómic japonés y del europeo, tuvo como uno de sus invitados estrella hace un año a Juanjo Guarnido, autor de Blacksad, que compartió mesa redonda con Arthur de Pins y Hiro Mashima (autor de Fairy Tail).
Es decir, los dibujantes españoles gozan de un reconocimiento creciente en una de las mayores mecas del cómic mundial, tratando incluso de introducirse en su mercado con historias que se inspiran en contextos nipones y relatan en base a códigos tomados en parte de la cultura del archipiélago. Códigos que, al mismo tiempo, convierten al manga y el anime en algo universal que, como decíamos líneas arriba se ha extendido como una mancha de aceite por todo el mundo, absorbiendo sin pudor todo tipo de imaginarios y recreándose en contextos cada vez más diferentes, a los que no resulta ajena la cultura española, muchas veces conducida con verdadero estilo en este tipo de narrativa: Takehiko Inoue (famoso autor del manga Slam Dunk), que había conocido la obra de Gaudí durante un viaje a los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, realizó hace unos dos años una reinterpretación de la vida y obra del arquitecto catalán en una especie de cuaderno de viaje, de narración a modo de libro ilustrado o de cómic fuera de todo uso, objeto de coleccionista al que tituló Pepita en base a dos referencias: por un lado, ese fue el nombre de a mujer que rechazó en matrimonio al artista, y la única relación que se le conoce en vida; Por otro, pepita puede ser también interpretado en español como “semilla”. De esta manera, el autor hacia referencia a la germinación del tema en contacto con la cultura española, de forma pausada, disfrutando del vínculo y dejando que la unión con sus conocimientos y su formación de origen terminara siendo algo totalmente lógico. Una relación fluida y natural.
Notas:
[1] Serrano, Arancha, “El manga, 20 años después de la llegada de Dragon Ball”, 20 minutos, 18 de diciembre de 2012. http://www.20minutos.es/noticia/1679290/0/manga/dragon-ball/sonrisa-vampiro/ [17 de junio de 2014].
[2] Según se destaca en: Quesada de la Cámara, Daniel, Generación Dragon Ball. Palma de Mallorca, Dolmen Editorial, 2012, p. 42. Contrariamente a lo establecido en: Ramírez, Vicente, La Biblia de Dragon Ball. Barcelona, Dolmen Editorial, 2009, que define como fecha de estreno la de 1990 y no en TVG sino en TV3.
[3] Para más sobre este punto, consultarQuesada de la Cámara, Daniel, Generación Dragon Ball, op. cit. pp. 42-43.
[4] Ibíd., p. 46.
[5] Que consideraron que Dragon Ball tenía demasiados elementos violentos o incluso eróticos como para ser calificado como un mero “dibujo animado para niños”. No obstante, excede los objetivos de este trabajo determinar la aceptación crítica que tuvo el manga o la historia de su recepción. Aquí sólo nos ocupamos de un hecho concreto: el éxito de su llegada y la consideración del mismo como punto de partida para la extensión del anime y el manga en España.
[6] Efe, “El bosque de los suicidas. Un cómic español de terror a la conquista del mercado japonés”, 20 minutos, 5 de marzo de 2014, http://www.20minutos.es/noticia/2076129/0/bosque-suicidas-comic/espanol-terror-conquista/mercado-japones/ [18 de junio de 2014].