Durante los últimos años, en Ecos de Asia hemos ido reseñando algunas de las interesantes propuestas que la editorial Sans Soleil ha editado con respecto al arte japonés, siempre en colaboración con el profesor e investigador David Almazán Tomás (experto en estampa japonesa, coleccionista y mentor de muchos de los colaboradores de esta revista). La obra que analizamos en este artículo, Frank Lloyd Wright. La estampa japonesa, mantiene estos dos aspectos (la pasión por el arte japonés y la edición de Almazán), pero difiere tanto en forma como en contenido de ejercicios anteriores, estando en esta ocasión concentrada en una serie de trascendentes textos y no tanto en el aspecto gráfico, esencial en las colaboraciones anteriores.
En este caso, Sans Soleil apuesta por analizar una de las más fervientes pasiones del que sin duda fue uno de los arquitectos más influyentes de la arquitectura contemporánea, Frank Lloyd Wright (1867- 1959) y su relación con el arte y pensamiento de Japón. Como bien advierte Almazán, no es la primera vez que se escribe sobre el tema, ni tampoco es este el más exhaustivo de los análisis realizados, pero seguramente es el primer libro sobre el tema que se edita para el “gran público” en español, y que se comercializa bajo un precio “aceptable”. Pero tampoco intenta promocionarse como un libro sobre este particular vínculo entre el arquitecto norteamericano y el país del sol naciente, sino que el estudio inicial a cargo de Almazán, así como las interesantes notas del editor son, en realidad, un complemento al objeto primordial de la edición: presentar por primera vez en castellano un ensayo del arquitecto sobre la estampa japonesa, originalmente titulado Japanese Prints. An Interpretation, publicado por primera vez en Chicago en 1912.
Así pues, el libro está claramente articulado en dos partes, que ocupan, aproximadamente, uno y dos tercios del volumen. La primera de ellas es el preceptivo ensayo introductorio que da pie y cabida al libro, en el que Almazán repasa los principales aspectos de la vinculación de Wright con Japón. Algunos de ellos, como la realización de algunos edificios en Japón (como el Hotel Imperial de Tokio, una de las obras clave para entender la evolución de la arquitectura “wrighteana”) son ampliamente conocidos, pero otros datos, como los treinta y siete viajes que realizó Wright a Japón, o las más de 10000 estampas que llegó a poseer, o su importante papel como marchante y curador de arte japonés, sorprenderán incluso a los conocedores más eruditos.
Con esa misma capacidad orgánica y de síntesis que precisamente haría tan famoso a Wright, Almazán enarbola un discurso sobre la polifacética japonofilia del arquitecto norteamericano, y divide su análisis de forma temática –más que cronológica-, repasando los diferentes vínculos entre Wright y Japón de forma sintética y sincrética.
Almazán vincula este interés pionero de Wright por la arquitectura y la estética japonesa a su relación personal con algunos de los más destacados autores japonistas norteamericanos, como Ernst Fenollosa (pues trabajó para su primo, Joseph Lyman Silsbee) u Okakura Kakuzô, y a su visita y conocimiento de la Exposición Universal de Chicago de 1883, en la que se construyó un impactante pabellón japonés, destacando la importancia del contexto cultural del arquitecto. A continuación, analiza detenidamente sus numerosos viajes al archipiélago nipón para después detenerse en la faceta que, posiblemente, resulte más interesante –y en la que lamentamos que el volumen no profundice más- para los amantes del arte: el papel de Frank Lloyd Wright como coleccionista y marchante de estampas japonesas, que asimismo le sirvieron como material para varias exposiciones y como parte de sus ejercicios docentes.
La segunda parte del texto es la más larga y, en un principio la que justifica la existencia de la obra, pero su lectura es bastante más complicada y farragosa. Se trata del ya mencionado ensayo de Wright sobre la estampa japonesa que es, en realidad, un texto sobre la estética de la sencillez y economía visual presente en algunos estilos artísticos japoneses, y que aparece vinculado a la sempiterna idea de la geometría tras las formas de la naturaleza, idea principal en los presupuestos ideológicos del arquitecto. El problema es que Wright ofrece una visión muy sesgada y oportunista del arte japonés, que actúa más que como un elemento inspirador, o como una contribución histórica digna de merecer reconocimiento, meramente como la manifestación de los mismos argumentos que había consagrado a Wright como arquitecto: las formas geométricas y las formas orgánicas, la relación con la naturaleza y el entorno o incluso la ruptura del marco formal de las propias obras. Es decir, que Wright se legitima –a sí mismo y a su arquitectura- en la obra de ciertos autores japoneses que, a su parecer, han llegado a producir obras de innegable belleza porque, han comprendido –de una manera más que platónica- la “esencia” misma de las cosas. Lo curioso es que los autores en los que se apoya (como Hokusai o Hiroshige) no pertenecen, ni mucho menos, a las corrientes más “abstractas” del arte japonés; sorprende, por otra parte, la total ausencia de ningún análisis histórico, técnico o sociológico sobre las estampas japonesas. Indudablemente, el texto tiene su interés, pero no sirve para aprender sobre arte japonés, sino, más bien, para intentar comprender un poco mejor la ideología e idiosincrasia del arquitecto. Esta última parte está acompañada de algunas estampas del Manual de dibujo abreviado de Hokusai,[1] del que el arquitecto poseyó, al menos, dos ejemplares, uno de los cuales regaló en 1943 a Hilda Von Rebay, directora del Museo Solomon R. Guggenheim.
En cuanto a la edición, y siempre en lo personal, se trata de una opción atrevida, pero con algunas particularidades que seguramente condicionan su público. Por ejemplo, las notas al pie se encuentran al final de cada apartado –cosa que es habitual en las obras de divulgación-, dificultando una lectura comprensiva del libro. Además, en lo personal, se echa de menos la presencia de un mayor material gráfico (como ejemplos de las numerosas estampas que el arquitecto coleccionó, la comparación de más edificaciones con las estampas o fotografías que supuestamente las inspiraron, etc.), y, por el tono del libro, parece que este esté dirigido más bien a los amantes de la estética que a los del arte o la estampa japonesa. Para la comodidad de estos últimos, adjuntamos aquí una selección de estampas que sí le pertenecieron a Wright, y que en la actualidad están conservadas en el Chazen Museum of Art, dentro de la colección del matemático y Nobel Edward Burr Van Cleck, que adquirió varios millares de estampas de la colección del arquitecto.
No obstante, y pese a estos inconvenientes menores, consideramos que la aparición de este volumen por parte de Sans Soleil es, sin duda, una apuesta acertada y seguramente se acabe convirtiendo en lectura imprescindible para todos aquellos amantes de la arquitectura y de la cultura japonesa, que no son precisamente pocos.
Notas:
[1] Una edición crítica del mismo fue recientemente publicada por Sans Soleil y reseñada aquí.