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De tebeos, movimientos sociales, dioses del manga y muñecos que se transforman – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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This article was written on 17 Feb 2021, and is filled under Cultura Visual, Literatura.

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De tebeos, movimientos sociales, dioses del manga y muñecos que se transforman

Una nueva obra inédita en castellano se suma al catálogo de la Biblioteca Tezuka de Planeta Cómic. La última incorporación es Grand Dolls, una historia publicada en la revista Shônen Book de la Editorial Shueisha entre enero y septiembre de 1968.

Cuenta la historia de Tetsuo Utsuki, un adolescente que descubre la existencia de un complot extraterrestre para controlar la Tierra a través de grand dolls, muñecos que pueden cobrar vida de distintas formas y replicar a humanos. Con miles de estos muñecos infiltrados en la sociedad, los alienígenas pueden causar conflictos que faciliten el terreno para una futura invasión. Tetsuo debe enfrentarse a ellos para salvar a la humanidad, pero también se encuentra en lucha consigo mismo. ¿Será él un grand doll?

Para introducir a estos muñecos con algo de perspectiva, el cómic comienza en 1966 en China, con el padre de Tetsuo intentando cubrir la Revolución Cultural para la prensa japonesa. Los movimientos sociales de los años sesenta son el telón de fondo en el que se desarrolla la historia, y no es algo casual.

Los movimientos estudiantiles en Japón fueron una constante que marcaría la década de los sesenta por su crescendo en violencia, que culminaría con el control de algunas universidades en manos de algunas organizaciones de estudiantes, a partir de 1968. Grand Dolls comenzó a publicarse en enero de ese mismo año, cuando las protestas no habían llegado a su punto álgido, pero ya había tenido lugar un proceso de radicalización por parte de sectores de izquierdas que había generado manifestaciones y conflictos puntuales en los años anteriores.[1] De hecho, en octubre 1967 tuvo lugar el que se conoce como Primer Incidente de Haneda, en el que un numeroso grupo de estudiantes trató de impedir el viaje que el primer ministro japonés, Eisaku Satô, tenía previsto realizar a un Vietnam sumido en la guerra, en un contexto de tensiones políticas. Aunque no lograron su objetivo, la virulencia de esta protesta marcaría el ambiente social de los últimos años de la década.

No es extraño, por lo tanto, que Tezuka trasladase algunas de las preocupaciones de la sociedad japonesa (desde una óptica relativamente conservadora) a sus obras, ni que lo hiciera de manera tan evidente como en este caso. Grand Dolls trasladaba, en clave de ciencia ficción, una reflexión sobre la juventud de la época y sobre la profunda conflictividad de aquellos años. Sin embargo, lejos de la trascendencia de las grandes obras del periodo de madurez de Tezuka, Grand Dolls es una obra ligera y menos preocupada por la disección de la naturaleza humana que por la acción y la agilidad narrativa. En este sentido, la construcción de personajes es más tosca y superficial, puesto que no son más que parte del mecanismo para desarrollar la historia.

La influencia occidental es una constante en la obra de Tezuka, y en esta ocasión no es menos. Como el propio autor comenta en el epílogo que cierra el volumen, toma elementos de La invasión de los ladrones de cuerpos, novela de Jack Finney publicada originalmente en 1955, aunque los interpreta a su propia manera. En este mismo texto, Tezuka hace referencia también a Los invasores, una serie de televisión de la que comenta que todavía no se había estrenado en Japón.[2] Los invasores (The invaders) es una producción de la cadena estadounidense ABC que se emitió entre 1967 y 1968 y se convirtió en una serie de culto en muchos lugares, entre ellos el propio Japón.

Otro aspecto que Tezuka menciona en su epílogo y que resulta especialmente interesante es la explicación que ofrece a los pasajes en los que Tetsuo aprende kárate. Según el mangaka, estas “perlas de cotidianidad” (como él mismo las llama) son una manera de incrementar la popularidad de la serie, ya que hacen accesible la ciencia ficción a lectores que no se sienten especialmente cómodos con este tipo de historias. Es cierto, sin embargo, que en una recopilación como la presente, lejos del formato seriado y periódico, este tipo de episodios se integran en la narración de una forma no todo lo fluida que podría, y en ocasiones da la sensación de que Tezuka en realidad estuviese desarrollando en paralelo dos historias diferentes.

En cualquier caso, Grand Dolls es un elocuente testimonio de una época, una manera de aproximarse desde la ficción a una realidad cotidiana como eran los convulsos movimientos sociales de los años sesenta. Está lejos de ser una de las obras maestras de Tezuka, por muchos motivos (entre ellos, que en ningún momento pretendió serlo, simplemente era un encargo más), pero ello no desmerece su interés. Por un lado, porque Tezuka es en sí mismo una anomalía autoral y prácticamente toda su producción, incluso la más floja, presenta unas cualidades abrumadoras. Por otro lado, por este valor testimonial, intrínseco a cualquier producción cultural o artística, pero en este caso especialmente evidente y explícito.

Esta edición sigue el modelo de la Biblioteca Tezuka, un volumen de tapa dura, con un diseño de lomo similar a los tomos anteriores. No obstante, posee también un rasgo diferenciador, su tamaño: la historia de Grand Dolls es la más corta de la Biblioteca Tezuka hasta la fecha, lo que la convierte en una obra especialmente asequible en relación calidad – precio.

 

Notas:

[1] Al respecto, puede consultarse la serie de cuatro artículos sobre el Zengakuren, que escribió nuestro compañero Héctor Tome: Cuando Japón encabezó la revolución en las universidades, Tiremos los libros, salgamos a la calle, Cascos y palos y El futuro es desesperanzador, al menos luchando me siento vivo.

[2] Esta declaración obedece a un lapsus de Tezuka, puesto que la primera emisión de la serie en Japón comenzó en octubre de 1967, apenas unos meses después de su estreno en Estados Unidos.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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