Seguimos hablando de las influencias de la moda oriental en Occidente, hoy toca la Edad Media. Si en el último artículo ya asomamos la mirada hablando sobre las telas sasánidas, hoy volveremos a los albores de esta época para hacer un recorrido más amplio tanto en el espacio como en el tiempo. Según desaparecía el poder centralizador de la Roma imperial, el antiguo dominio comercial romanoes sustituido por el de una nueva gran civilización: el Islam. El advenimiento del Islam en Occidente y sus conquistas por el Imperio Persa cambianel panorama mercantil altomedieval, incluyendo, por supuesto, el mercado textil asiático. Lo cierto es que estas culturas islámicas mantuvieron el comercio y la producción séricos sin cambiar radicalmente el diseño de los sasánidas. Incluso la rígida iconoclastia islámica más austera fracasó al intentar transformar los lujosos diseños persas, aunque durante un tiempo las restricciones de no usar figuras humanas ni animales y el desarrollo de inclusiones epigráficas del Corán como motivo decorativo, permitió queaparecierany florecieran derivaciones regionales como los textiles Zandanijan y las producciones hispano-musulmanas. La atención de esta cultura a los tejidos es notoria y no es de extrañar que Maurice Lombard definiera a la civilización musulmana como la “civilización del tejido”.
Pieza clave entre Europa, África y Asia, el Islam conectaba desde finales del siglo VII el antiguo Oriente Próximo Bizantino, el Irán Sasánida y el Egipto Alejandrino, provocando que los últimos sasánidas se trasladaran hacia Asia Central, para ser aniquilados por sus aliados, los sogdianos. Dejando asíla Ruta de la Seda en manos de la china dinastía Tang (618-907) y comunicando a ésta con las nuevas conquistas del Islamen Irán, el Magreb, el valle del Indo y la Península Ibérica. Los ejércitos islámicos no tardaron en tomar para si las rutas comerciales y en el 751 se hicieron con el control casi absoluto de este camino al derrotar a los ejércitos chinos. Este fue el momento en el que llegan hasta las rutas marítimas tomando contacto con el Sudeste Asiático e Indonesia, convirtiéndose así en la gran civilización de la Alta Edad Media y el puente de unión entre Asia y Europa.
El contacto de los musulmanes con todos estos pueblos permitió la transmisión del cultivo de la seda en los países que conquistaron, donde el clima era propicio a la cultura de la seda, nacieron manufacturas desde el Sur de Siria, Chipre, el sur de Ifriqiya, el sudeste de la Península Ibérica y Sicilia, eliminando la necesidad de obtener laseda cruda desde el Extremo Oriente.
La demanda de tejidos exóticos en Occidentecontinúa mientras se multiplican sus formas. Por un lado los fastos de las cortes imperiales y eclesiásticas siguen requiriendo de los mayores lujos, por otro el nuevo orden social feudal se está formando y necesita de toda una cultura material que lo apoye. Las nuevas capas sociales de este orden muestran al mundo su estatus mediante una serie de protocolos e imágenes. Mediante una teatralización que incluía vestiduras (también empleadas para la arquitectura) que explotaban las sedas más brillantes y luminosas siguiendo las corrientes estéticas neoplatónicas. No deja de resultar irónico que el poder del Islam fuera clave en la creación y recreación del nuevo poder cristiano de los feudos europeos que más adelante le harían frente, y es que todo orden dirigente aparece íntimamente ligado a unos resortes de representación simbólica, garantes de una imagen de autoridad.Cuanto más convulsa e inestable sea una época, como lo fue la Alta Edad Media, más difícil es asegurarse el poder y, por lo tanto, más importante es poseer la imagen de ese poder.La creación de esa imagen todopoderosa y atemporal de la autoridad regia en la Edad Media se tradujo en un “velamiento” de los personajes reales tras un aparato de imágenes que les privaron de su humanidad y con ella de sus defectos, para convertirlos en una ideaperfecta, estereotipada, inolvidable y cercana a una divinidad hierática que permanezca en el imaginario de los súbitos inalterable a través, incluso, de las generaciones de una dinastía familiar.
El textil se erige como recurso visual de la opulencia que define a la supremacía de una clase, un hilo del discurso ideológico escrito con vestiduras, en el que se transciende de lo meramente estético para llegar a la relevancia de su contenido simbólico. Por ello no es de extrañar la alta valoración que tenía la cultura medieval a los tejidos y a las artes suntuarias en general, que no estaban diferenciadas de las llamadas artes mayores. Y estos textiles cuanto más lujosos y exóticos, más extraños, mejor cumplían su función diferenciadora. Además de la obvia pericia técnica y belleza de estos objetos, las piezas orientales alimentaban la imaginación; en este sentido podemos hablar del Libro de Alexandre, el Libro de las Maravillas de Marco Polo, la Peregrinación de Carlomagno o los bestiarios donde se retrata un Oriente lujoso y mágico cuya imagen perdura hasta nuestros días.Aunque la famosa “Ruta de la Seda” debe su nombre a este tejido a partir de los siglos VIII y IX apenas veremos comercio de seda cruda en ella, pues el secreto de la elaboración de la seda ya no era tal. Sin embargo sí seguirán circulando piezas de orfebrería, gemas, tejidos de seda sirios, algodones de la India y otras elaboraciones desde varias naciones hacia Europa.
Según nos alejamos de la Alta Edad Media las influencias y mercados relacionados dejan de pertenecer al Islam y nuevos mercaderes europeos se hacen con el textil oriental, hazaña facilitada por el período de estabilidad en el Oriente Próximo conocido como pax mongolica.[1] Los cambios sociales también empujan a la apertura de un mercado mayor según aumente la relevancia social y el poder adquisitivo de las nuevas clases sociales urbanas de mercaderes, por lo que la adquisición de tejidos y piezas orientales, así como la popularización de sus influencias, se hacen más comunes y fáciles de encontrar.
Llama la atención el profundo mestizaje que se producirá en el vestir durante la Baja Edad Media, las telas podían tener procedencia, formas y decoraciones asiáticas. Primero podemos ver los tejidos de fabricación oriental, que se imitaron en Occidente: damascos de Damasco (queridos tanto por la dinastía Yuan,[2] como por las élites europeas); baldaquines de Bagdad; muselinas de Mossul; gasas de Gaza, algodones de la India… algunos de ellos incluso con motivos de raigambre Han.[3] Así nos han llegado hasta Occidente estos diseños chinos, como el dragón-rombo y dragón-pájaro, ambos entrelazados con roleos vegetales o sobre retículas de lei-wen, la mal llamada “greca china”, que simboliza la tormenta. Otros motivos orientales los podemos ver en los numerosos tejidos conservados en catedrales con animales enfrentados, como pavos reales, leones y otras aves. Un buen testigo a considerar son los frontales y paños de altar, aunque estos tuvieron que ser de lino puro, según la reglamentación eclesiástica de la época, ya en el siglo XII se ven sedas teñidas con estos motivos.
Más allá de las telas y sus motivos también se introdujeron formas bizantinas en el vestir como las mangas estrechadas hacia el final en las prendas de abrigo y viaje, así como aquellas muy largas que quedaban colgando sin cubrir los brazos.
Otra novedadfueron las alfombras que veremos representadas a los pies de reyes, personajes divinos o cercanos a la divinidad, como el Papa. Tanto las alfombras como las cortinas son de raigambre oriental, especialmente aquellas de urdimbre shene o persa y ghiordes o turcas y españolas (incluso el llamada nudo español tiene origen en el Oriente Próximo).Gracias a los reinos cristianos hispanos y por medio del comercio con Orientese introdujo el gusto por las alfombras en los territorios europeos, así como las colgaduras, las piezas textiles más importantes en el ornato interior de los edificios.Entre éstas, los tapices servían para acondicionar los desnudos e inhóspitos muros, y las cortinas, que pendían entre las columnas por medio de alcándaras o pértigas, compartimentaban los espacios recreando estancias más acogedoras. Se disponían en los ricos aposentos como uno de los indicativos más importantes del lujo y las vemos representadas en las miniaturas cuando reflejan ambientes cortesanos y celestiales.
Hacia finales de la Edad Media este mestizaje se diluye y empieza a ser más difícil ver las diferencias entre los que es puramente occidental de lo que tiene influencias orientalizantes, ya que las producciones asiáticas se habían colado entre las vestiduras más lujosas, tanto de personas como de edificios, y de las nuevas clases urbanas dejando así, una vez más, que Asia se colara en la vida cotidiana europea.
Para saber más:
Notas:
[1]La pax mongolica, o pax tartarica, es el término usado para describir el periodo de estabilidad social, cultural y económica que experimentaron los pueblos de Eurasia conquistados por el Imperio Mongol entre los siglos XIII y XIV.
[2] Dinastía china de origen mongol fundada por el nieto de Gengis Khan, Kublai Khan. (1279-1368)
[3] Dinastía china del siglo III, que tuvimos ocasión de tratar aquí.