Artículo escrito en colaboración con Marisa Peiró y Carolina Plou.
Con motivo de la clausura de la exposición Ecos de Asia: Acercando Culturas, desde el Comité de Redacción de Ecos de Asia quisimos efectuar una pequeña reflexión sobre las producciones asiáticas artísticas y populares de creación reciente que suponen un impacto en la cultura occidental. En muchos de estos casos, tanto por su cercanía en el tiempo como por su consumo masivo, estos productos son habitualmente desposeídos de su merecido carácter artístico o de importancia cultural. El objetivo de estas líneas, por lo tanto, es exponer grosso modo las principales categorías de productos culturales que nos llegan desde el continente asiático, así como las vías por las que se produce este contacto. A partir de todo ello, intentaremos resaltar las principales problemáticas de su difusión y, estrechamente relacionado con esto, las complejidades que presenta su valoración y su estudio.
Vías de comunicación y difusión
En la actualidad disponemos de diferentes vías de contacto y difusión de la cultura popular y los productos asiáticos actuales a nuestro alcance, que han supuesto un gran avance en el conocimiento y apreciación de este fenómeno, como puede ser la labor desempeñada por distintas instituciones, todo el catálogo y recursos disponibles a través de las distintas plataformas de internet, así como a través de una serie de cauces comerciales y distintos eventos.
En numerosas ocasiones una de las principales vías en el conocimiento de la cultura asiática lo supone el papel jugado por las Embajadas e instituciones afines de dichos países. En esta tesitura, un caso excepcional es el de la Embajada de Japón, representando un pilar importantísimo en el fenómeno de transmisión de conocimiento de diversos aspectos de culturales, y el de la Japan Foundation, institución administrativa independiente centrada en fomentar el conocimiento e intercambio cultural, que cuenta en su programa con multitud de iniciativas para potenciar el arte, la cultura y la lengua japonesa, además de colaborar estrechamente con otras instituciones para la difusión de la cultura japonesa. Por su parte, el gobierno de Corea, principalmente a través del Centro Cultural Coreano, con sede en Madrid, desarrolla una labor semejante de promoción y divulgación de distintos temas relacionados con la cultura y la lengua coreana. Siguiendo los pasos de sus dos vecinos, la Embajada de China en España también ha aumentado las iniciativas de promoción de la cultura china a través de numerosas actividades culturales, así como en ayudas y becas en relación al aprendizaje de la lengua china a través del Instituto Confucio. El resto de embajadas de países asiáticos, si bien no presentan una agenda tan fructífera como las anteriormente citadas, suponen una buena aproximación y toma de contacto con la cultura de sus respectivos países.
Pero, más allá de estos centros, sin duda Internet es la vía de comunicación y la herramienta más poderosa para el acceso a las producciones de cultura asiática. Por un lado, existen numerosas plataformas (cada vez más) que ofertan contenidos de todo tipo: ya sea sitios especializados, como Crunchyroll (que ofrece principalmente anime y doramas japoneses y coreanos); o bien plataformas en las que las producciones orientales tienen presencia, sean videoclubs online como Mubi o Filmin (que recientemente ha estrenado un apartado dedicado a cómics), webs de streaming como Netflix, o centros de juego como Steam.
Más allá de todas estas opciones, la riqueza de Internet se encuentra en la gran cantidad de foros y espacios en los que los usuarios, a título particular, pueden intercambiar información y material que de otro modo sería imposible conseguir en nuestro país. A través de distintas webs, foros y redes P2P, cualquier usuario puede acceder a todo tipo de material audiovisual no licenciado, en muchos casos, con subtítulos o traducciones realizadas por aficionados con conocimiento (en distintos grados) de los idiomas originales, haciéndolo de este modo accesible al público interesado.
El mundo editorial es consciente de la atracción que la cultura asiática genera entre el público, cada vez más deseoso de aproximarse a títulos ya sea de autores de reconocido prestigio como a los grandes clásicos de las literaturas asiáticas. Este hecho ha generado que las principales editoriales del panorama español presenten entre su catálogo títulos pertenecientes a estas culturas. Este fenómeno ha ido en incremento en los últimos años, con lo que el panorama actual resulta prometedor, partiendo del hecho de que los lectores hispanohablantes nos encontrábamos en clara desventaja respecto a otros países, como Inglaterra, Francia o Alemania en cuanto a repertorio y cantidad de traducciones, ediciones y colecciones de textos orientales.
Con intención de cubrir este amplio vacío bibliográfico que hemos señalado, han surgido multitud de pequeñas editoriales y empresas centradas en acercar al público español la gran cantidad de producciones, tanto literarias como de cómic, que o bien no forman parte de las colecciones de las grandes distribuidoras o se escapan de los intereses de estas. Así en los últimos años y en relación con la proliferación de recursos asociados a Internet y el libro electrónico podemos encontrar interesantes proyectos que acercan al público determinados aspectos de la cultura asiática a través de las nuevas formas de comunicación. Resultan llamativos dos casos: el de Chidori books, que a través de ediciones de libro electrónico presenta obras a un precio de venta relativamente más bajo que el tradicional, y el de la editorial Satori, que combina en su línea editorial literatura clásica y contemporánea con numerosos estudios clásicos y ensayos sobre distintos aspectos de la cultura japonesa. A todo ello se suma la labor que distintas pequeñas distribuidoras están realizando por acercar determinados mangas, cómics y novelas gráficas a un público que va en aumento y que demanda cada vez más este tipo de productos.
Todo este interés no se manifiesta únicamente en la comercialización de distintos tipos de obras, sino que cristaliza además en la celebración de eventos de todo tipo, los cuales permiten estrechar lazos entre las distintas comunidades de aficionados. Entre estos eventos, los que poseen una mayor repercusión mediática son los salones en torno al cómic, que abarcan multitud de manifestaciones: cómic de distintas nacionalidades (entre las que el manga tiene un lugar preeminente, muchas veces principal protagonista de estos eventos) pero también anime, cine, videojuegos y merchandising de todo tipo.
No obstante, no es únicamente el mundo del manganime y del cómic el que genera toda una serie de eventos. Así, existen desde aquellos de neto carácter académico, como congresos seminarios o semanas culturales, a otros plenamente comerciales, a los que se suma toda una serie de ciclos, exhibiciones y festivales que habitualmente presentan un carácter mixto, como pueden ser los festivales y ferias temáticas, a menudo organizados en fechas señaladas como el Año Nuevo Chino, el Año Nuevo Tailandés, el Holi indio, etc.
Productos culturales que nos llegan de Asia
En primer lugar, debemos destacar que el arte asiático es un valor al alza. En numerosas disciplinas artísticas contemporáneas, como pueden ser la fotografía, los happenings, la ilustración, los montajes, etc., los nombres orientales constituyen un éxito comercial y de público. Chinos como Ai Wei Wei, Zhang Huan, Wang Quingsong o Yue Minjun, coreanos como Jung Jeon Min o japoneses como Hiroshi Sugimoto o Chiharu Shiota y otros tantos reciben gran atención mediática, críticas muy favorables y alcanzan unos precios muy elevados en galerías y subastas.
Por otra parte, el conocimiento de Asia nos llega muy habitualmente por parte de la mirada occidental, a partir de testimonios que suelen tener poco de ficción. El interés por determinadas zonas, sacudidas por conflictos bélicos o por regímenes totalitarios, cataliza en toda una serie de relatos, ya sean fotográficos, escritos, o en viñetas, que nos llegan de parte de sus escasos y valientes visitantes. Así, el fotoperiodismo y otras disciplinas relacionadas, que bien pueden combinar la denuncia social con sobresalientes expresiones estéticas, son formas cada vez más reconocidas para aprender sobre otros rincones del mundo, especialmente a en lo que concierne a Oriente Medio.
En lo que se refiere a la literatura asiática, el caso japonés presenta una importancia especial, ya que es el país asiático del que tradicionalmente hemos encontrado una mayor cantidad de obras y traducciones, debido en parte a la revalorización que la literatura japonesa obtuvo con los Nobel en literatura de Yasunari Kawabata (1966), y Kenzaburô Ôe (1994). Así podemos encontrar desde las antiguas crónicas como el Kojiki (712) y Nihonshoki (720), a obras del período Heian (794-1186), considerado como la etapa clásica de la literatura japonesa, destacando la obra de Sei Shônagon El libro de la almohada (siglo XI), o el Genji Monogatari de Murasaki Shikibu, obra capital de la literatura tanto nipona como universal (ya que es considerada la primera novela de la historia de la literatura), aparecida en el año 1000, un inmenso relato que narra la historia del hijo de un emperador y que refleja los valores de la élite aristocrática del momento. Mención aparte merece la poesía de época moderna, en la que destaca Matsuo Bashô (1644-1694), autor de numerosos haiku, pequeños poemas que con la mínima cantidad de palabras trasladan un sensible canto a la vida; o la figura de Ryunosuke Akutagawa, cuentista que recuperó numerosos cuentos tradicionales. En la actualidad podemos encontrar en nuestras librerías un gran repertorio de obras de los principales escritores contemporáneos, como Haruki Murakami, o un gran catálogo de textos relativos a la cultura, arte, gastronomía, religión, estilo de vida e historia del País del Sol Naciente.
Contrastando con el caso japonés, el resto de la literatura asiática no ha corrido la misma suerte. En el caso de China, encontramos traducciones y ediciones de clásicos Confucio, Laozi o Mencio y Mozi, así como las distintas novelas de la dinastía Ming (1368-1644), con títulos como Romance de los Tres Reinos (1330) de Luo Guanzhong o A la orilla del agua (1573) de Shi Nai’an. Algo más desolador lo supone el catálogo de literatura india, de la que las principales manifestaciones publicadas en castellano responden a obras clásicas como el Rigveda (1500 al 1200 a. C.) una colección de himnos sagrados, o las epopeyas en sánscrito Ramayana y Mahabharata datadas en el siglo III a.C., que narran mitos y epopeyas.
La literatura asiática contemporánea goza de mayor vigencia y recepción que los grandes clásicos, así como de una mayor difusión pública y comercial. En 1913 el poeta bengalí Rabindranath Tagore se convirtió en el primer ganador del premio Nobel de la India, siendo el primer escritor no occidental en alzase con el galardón. En cuanto a la literatura contemporánea china, referentes interesantes son los casos de Gao Xingjian y Mo Yan, Nobel de literatura en 2000 y 2012, respectivamente. Por otro lado, autoras como Lisa See o Amy Tan,, que pertenecen a una generación nacida en Occidente pero conservan en sus textos una fuerte impronta de la cultura tradicional china, gozan también del beneplácito de la industria y del público. En el caso de la literatura coreana, si bien encontramos una menor representación, podemos destacar el caso de Ko Un. El panorama es similar para otros escritores del resto de Asia, entre los que podemos destacar al iraní Kader Abdolah o el turco Orhan Pamuk.
El cine es otro de los medios que llega con mayor facilidad, fundamentalmente a través de tres canales. El primero de ellos son los circuitos de festivales. Tanto en los grandes festivales internacionales (Cannes, Berlín), como en los principales festivales españoles, es cada vez mayor la presencia asiática. Uno de los ejemplos en los que esta presencia está más consolidada es el Festival de Sitges, debido en buena parte a su sesgo temático, pero también en el Festival de Cine de San Sebastián se ha producido un incremento, siendo especialmente notable, este último año, la nominación a concurso de la cinta de animación El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda, primera ocasión en la que una cinta de animación competía en la categoría principal del festival. Por otro lado, además de los grandes festivales, han surgido otros, de aspiraciones más modestas pero con una importante trayectoria y respaldo, cuya vocación consiste esencialmente en acercar a los espectadores españoles producciones asiáticas que no logran llegar a través de otros circuitos. Tales son los casos, por ejemplo, del Casa Asia Film Week de Barcelona o de las Nits de Cinema Oriental de Vic. No podemos olvidar la importancia que poseen además los ciclos realizados por instituciones culturales, como el Centro Cultural Coreano de Madrid o las distintas filmotecas.
Por otro lado, no son pocas las películas de orígenes asiático que se doblan al español y que se exhiben comercialmente en salas, aunque muchas son estrenadas directamente en formato doméstico y, en cualquier caso, las cifras resultan insignificantes si las comparamos con los volúmenes de producción de las cinematografías que las producen. El que mejor está representado es, probablemente, el cine japonés, del que nos llegan películas de todos los géneros, mientras que las escasas nuevas producciones del cine iraní suelen ser muy esperadas y estrenarse en un gran porcentaje. De algunas industrias tan potentes como la india o la china apenas llegan algunos de sus éxitos más sonados, y Corea del Sur está comenzando, en los últimos años, a recibir una atención similar. En general, estas suelen ser las cinematografías principales, aunque en los últimos años también se han estrenado películas de Indonesia, Filipinas, Próximo y Medio Oriente… Citando un ejemplo reciente, el pasado julio se estrenó en salas la película Sutak, de Kirguistán, que si bien se exhibió en muy pocas salas y sesiones, logró mantenerse varias semanas en cartel.
Vista esta escasa presencia, no debe sorprendernos que películas que rompen récords de taquilla y que, en muchos casos, han sido pilares angulares de las industrias de sus respectivos países de origen, no lleguen a estrenarse en España. De hecho, así ha sucedido con los mayores éxitos de los últimos años de países como India, Tailandia, China, o, en menor medida, Corea del Sur. Posiblemente, la diferencia idiomática, cultural y, sobre todo, los muy diferentes códigos y esquemas narrativos de algunas cinematografías sean los responsables. No obstante, estas películas suelen ser muy esperadas y valoradas dentro de las comunidades digitales, que suelen encargarse de su subtitulado.
La pequeña pantalla también ha sido una fuente de conocimiento mutuo, y no solo en época reciente. Ya desde finales de los setenta, producciones como La frontera azul o Shôgun (con Richard Chamberlain y Toshiro Mifune) cautivaron a los espectadores, y algo más adelante, hemos tenido ocasión de desternillarnos con Humor Amarillo (uno de los pocos programas asiáticos que se emitió en su versión original, y que además sentó precedente para la creación de formatos televisivos en los que la competición y el humor iban de la mano, desde producciones americanas como Wipe Out hasta programas tan castizos como el Grand Prix). En la actualidad, la tendencia se encamina principalmente hacia la ficción, siendo la telenovela uno de los géneros preferidos. Podemos encontrar todo tipo de producciones: turcas, indias, coreanas, japonesas… con ambientaciones actuales y de época, que hacen las delicias de un público fiel.
La televisión también ha permitido, especialmente desde finales de los ochenta, acostumbrar a varias generaciones de niños y adolescentes en el consumo de anime. Si bien en un primer momento muchas series de dibujos animados de origen japonés eran compradas a precios muy económicos por televisiones españolas, lo que permitía llenar contenedores infantiles de manera muy rentable (aunque no exenta de polémicas, como pudieron ser los casos de Dragon Ball o de Los caballeros del Zodíaco), el paso de los años ha consolidado algunas de estas franquicias y ha abierto la puerta a un lucrativo mercado, en el que tanto las series de animación, como el cómic, como una gran cantidad de productos relacionados se consumen con avidez por aficionados y fanáticos.
El cómic japonés, o manga, es una de las principales industrias en este sentido. Aunque erróneamente se asocia la palabra manga a un tipo de producciones muy específicas, con una estética inequívoca de grandes ojos, figuras muy estilizadas, cabellos de colores extravagantes y dos tipos de historias: de aventura y peleas o románticas (para chicos o para chicas), el mundo del manga es inabarcable, y por fortuna, cada vez llega a España una mayor oferta. Mangas para niños pequeños, mangas didácticos que permiten aprender sobre la propia cultura japonesa, como Oishinbo (uno de los grandes éxitos recientes, un manga dedicado a la gastronomía japonesa), u obras para adultos de gran madurez (como el Fénix de Osamu Tezuka, Monster de Naoki Urasawa o buena parte de la producción de Jiro Taniguchi) se van abriendo hueco en el mercado español, aunque en ocasiones todavía escondidas bajo la etiqueta de “novela gráfica”, buscando desligarse de ese prototipo de manga adolescente y reivindicándose como obras para adultos.
Por otra parte, en el ámbito medio-oriental han aparecido durante los últimos años una serie de fenómenos de masas análogos a los que se producen con el manganime japonés. Durante los últimos años, han aparecido toda una serie de superhéroes de contexto islámico que aunaban cuestiones religiosas y culturales con la lucha la injustica, y que están enfocados a ser un multiproducto consumible en linguas francas, como el árabe clásico, el inglés o el urdu/hindi, a partir de múltiples formatos como el comic, las series animadas y el mundo del videojuego. Muchas de estas producciones tienen, además, un neto enfoque digital, puesto que gran parte de sus contenidos se conciben para ser disfrutados, legal y gratuitamente, desde Internet. Este es el caso de los superhéroes del jordano Suleiman Bakhit, la exitosa serie de Los 99 del kuawaití Naif al Mutawa, la egipcia y filoamericana compañía AK Comic, de la libanesa freelance Joumana Medlej (quien creó a una de las primeras superheroínas musulmanas), o de la estrella del hip-hop Haroon, que se atrevió a crear la primera serie animada de Paquistán, La vengadora del burka, protagonizada por una profesora que lucha de incógnito contra los talibanes con lápices y libros. Un hito tanto a nivel temático como a nivel técnico, Burka Avenger ha abierto el camino al mundo de la animación en países como Paquistán o Emiratos, que cada vez son capaces de productos más sobresalientes.
Por otra parte, fuera de sus fronteras, el cómic y la novela gráfica de origen medio oriental (con sus principales focos de interés en torno Irán, Líbano y, más recientemente, en la península arábiga) es cada vez más conocida, y reconocida, por autores que practican lenguajes más experimentales y cercanos al comic europeo y, en los últimos años, también al manga, como sucede en los casos del jordano Ahmad Qatatto o del emirati Qais Sedki. Por norma general, en Occidente han trascendido y ha interesado más el formato de la novela gráfica, habitualmente ligado al género de la autobiografía y a la denuncia social. Los autores medio-orientales que han alcanzado mayor reconocimiento fuera de sus fronteras, son generalmente, aquellos que han vivido largo tiempo fuera de sus países de origen, como Siria, Irán, Líbano o Palestina y que se han lanzado a mercados del cómic más consagrados, como el francés o el norteamericano. A pesar de ello, en torno a ciudades como Líbano, Doha o el Cairo, e incluso en la propia franja de Gaza, existen una interesante producción local, que no dudamos llegará tarde o temprano hasta nuestras manos.
Estrechamente ligado a este vasto mundo de la cultura más popular se encuentra el mundo del videojuego, que comparte en muchos casos públicos y medios de difusión con todas estas manifestaciones culturales anteriormente citadas. Buena parte de las principales videoconsolas y compañías de videojuegos del mercado proceden de Japón (tal es el caso de Nintendo o de Sony con Play Station), y junto a ellas, una serie de títulos de culto: desde Mario hasta Street Fighter, desde Final Fantasy a Kingdom Hearts, sin olvidar clásicos como Incredible Crisis ni figuras que se han convertido en pilares de la industria del videojuego (como Shigeru Miyamoto o Hideo Kojima, creador de la saga Metal Gear Solid ), es indudable que Japón se ha consolidado en este ámbito, haciendo llegar su influencia internacionalmente, en ocasiones de manera consciente y en otras de forma más subrepticia.
Tal como estamos viendo el conocimiento de la cultura asiática presenta numerosas vías de acercamiento, entre las que no podemos olvidar la vertiente deportiva, asociada por lo general a las artes marciales. La mayoría de las formas de artes marciales fueron desarrolladas hace cientos de años, con el fin de desarrollar y practicar diferentes sistemas de lucha y técnicas de combate. Su objetivo se centraba en el desarrollo de movimientos rápidos, eficientes, potentes encaminados a la defensa o al ataque. La industria de las artes marciales también ha tenido un aumento en el número de practicantes en Occidente, así como en el nicho de negocio que estas suponen, lo que ha conllevado a la implantación de nuevas modalidades, más eficaces, y exóticas de la formación, llegando a encontrar distintas modalidades de Japón (Aikido, Kárate, Kendo, Kyudo, Judo), de China (Kung Fu y Taichichuan), Corea (Taekwondo), Tailandia (muay thai), Vietnam (Vovinam Viet Vo Dao) o Israel (Krav Maga).
Estrechamente relacionado, se encuentra el mundo del baile. Son muchas las personas que desde hace tiempo se han acercado a Oriente a través de la Danza del Vientre, aunque en estos últimos años abundan cada vez más las escuelas que enseñan danzas inspiradas en las coreografías de Bollywood. Por otra parte, son cada vez más practicados los estilos de danza fusión, como el tribal, que reúnen aspectos mixtos provenientes de Oriente y Occidente.
Sin dejar el ámbito de la salud y el ejercicio, son cada vez más frecuentes y populares toda una serie de prácticas, como el yoga, la meditación o numerosos tipos de masajes y ejercicios, que no obstante se suelen practicar completamente separadas de sus contextos filosóficos e histórico-sociales originales.
En lo que respecta a la alimentación, desde finales de los años 50, cuando se cree que abrió el primer restaurante chino en España, la oferta gastronómica del gigante asiático ha ido en aumento. En la actualidad se está desarrollando el fenómeno de establecimientos que apuestan por una oferta más acorde a la gastronomía tradicional de su zona de origen, caso por ejemplo de los establecimientos especializados en comida cantonesa. También la gastronomía de Japón ha adquirido gran popularidad, proliferando en los últimos años todo tipo de establecimientos (genéricos, mixtos –combinando comida china y japonesa–, especializados en la gastronomía de determinadas regiones japonesas o en distintos tipos de platos –ramen, izakayas, etc. –), con la particularidad de que la gastronomía japonesa, por su percepción sofisticada y chic, ha dado lugar también a restaurantes de alta gama. A menor escala, pero también en auge desde los últimos años, los restaurantes de comida tailandesa, vietnamita, indonesia o india se han convertido en opciones habituales dentro de la oferta gastronómica española. En este apartado, debe hacerse una mención especial a la comida turca y al kebab, un plato que si bien tiene su origen en Alemania, ha experimentado un fuerte arraigo en la cultura española, especialmente para un público más juvenil, por su precio económico. Asimismo, se ha producido una revalorización de la cocina oriental por parte de los principales cocineros occidentales, los cuales no ocultan estas influencias o procedimientos en sus realizaciones.
Siguiendo esta dinámica de establecimientos y de revalorización por las principales figuras culinarias, podemos constatar sin temor a equivocarnos que la moda de lo asiático en la gastronomía no es una novedad, sino más bien una obviedad. Yendo un poco más allá, podemos establecer que se trata más bien de una tendencia que de una moda pasajera, ya que el español de a pie ha sabido entender la filosofía oriental vinculada a la gastronomía y la ha integrado de forma sorprendente en la dieta mediterránea. La soja, el alga nori y el wasabi ya no son elementos extraños en la cocina española. Si hasta hace poco, el conocimiento de la gastronomía oriental se limitaba al sushi, al arroz tres delicias y a los fideos, la proliferación no solo de restaurantes, sino también de libros, de recursos en Internet y, sobre todo, de la curiosidad de la sociedad, ha permitido descubrir que existe una terminología mucho más amplia y que cada región asiática presenta una gastronomía de gran complejidad, que cada vez más resulta no solo atractiva, sino que es percibida como algo propio. A esto habría que añadir que en los últimos años se ha vuelto casi común la convivencia con multitud de exóticos ingredientes entre nuestros supermercados, grandes superficies y establecimientos especializados, haciendo que la adecuación o uso de estos materiales en nuestra vida diaria resulte mucho más sencilla.
Problemáticas del estudio de productos culturales asiáticos contemporáneos
Algo que diferencia, sin duda, la aceptación en España de estas prácticas y productos es su contexto histórico y demográfico. Por una parte, la inmigración –asiática y no– es un fenómeno mucho más reciente, limitado, y menos arraigado en España que en otros lugares, por lo que el consumo de determinados productos (cine, alimentación) depende exclusivamente de la población de origen cultural español. Por otra parte, no debemos olvidar la historia reciente de España y recordar como muchos conceptos, historias e ideas provenientes de Asia estuvieron largo tiempo censurados, amén de los muchos otros que únicamente llegaban tamizados por la visión y el interés católico. Tampoco podemos olvidarnos de la tardía apertura de los mercados españoles al exterior, y de la dura competencia del producto cultural nacional contra el europeo y norteamericano, lo que deja prácticamente sin espacio al producto asiático. Un último aspecto a tener en cuenta es el tratamiento racista que se hace de muchos de estos productos.
Como se ha podido entrever anteriormente, uno de los principales problemas, vinculado fundamentalmente al cómic, pero también a todas las manifestaciones asociadas (anime, videojuegos, etc.), es el prejuicio que generalmente comparte el gran público de que se trata de productos destinados a un público infantil y adolescente, una idea en parte reforzada por las características de una parcela considerable del público que asiste a los eventos relacionados, o por la popularización en el imaginario colectivo de series infantiles como Doraemon. No obstante, el manga es mucho más amplio, y puede abarcar desde historias eróticas y pornográficas, hasta violencia extrema y gore (como las fantasiosas y técnicamente impecables ilustraciones de Shintaro Kago), e incluso también atender a problemáticas sociales y de actualidad, como el ejemplo del manga dedicado a la limpieza de la central de Fukushima.
Por otra parte no deja de haber otros productos que han quedado estereotípicamente ligados a la población femenina de mediana y avanzada edad, su principal consumidor, y que encuentran en fórmulas como el yoga o el taichi una forma de ejercicio suave y sencillo. Al mismo tipo de de consumidor se dirigen, por norma general, toda una serie de producciones de sobremesa, habitualmente de producción alemana e italiana, que explotan todos los tópicos del lujo y la belleza orientalistas generados durante el romanticismo y el resto del siglo XIX y que se traducen, habitualmente, en las retóricas de las vacaciones de ensueño en lujosos hoteles o los romances prohibidos y peligrosos con millonarios y exóticos galanes. A medio camino entre estas vías, quedan por supuesto todos aquellos viajes y prácticas de autodescubrimiento inspirados por la novela, y la película Come Reza Ama, todo un best seller y blockbuster que básicamente proponía encontrarse austeramente a si mismo mediante lujosas vacaciones al otro lado del mundo.
A todo lo anteriormente expuesto añadir la problemática de la dificultad de una aproximación consciente y abierta a toda esta serie de temáticas. Para el profano en la materia, puede resultar abrumadora la experiencia de profundizar en el conocimiento del cine, arte, música y demás manifestaciones de origen asiático, recurriendo en ocasiones a comunidades interesadas en unas temáticas o gustos concretos que pueden limitar la apreciación de todo el fenómeno, por lo que consideramos necesaria la existencia de vías con las que poder facilitar una visión global y menos sesgada de la cultura asiática.
Desde Ecos de Asia, queremos valernos de este gran canal que es Internet para, precisamente, abordar todos estos fenómenos y problemáticas, tratando de atender de la manera más amplia y completa posible a esta vasta producción cultural a nuestro alcance, y procurando facilitar al público herramientas para la comprensión más profunda de aquellas manifestaciones que puedan quedar más alejadas de sus conocimientos. Ese es el objetivo que ha tenido la exposición Ecos de Asia: Acercando Culturas, y es el motor que mueve la revista. Proseguiremos esta línea de trabajo con la ilusión de poner nuestro granito de arena contribuyendo al entendimiento mutuo entre Asia y Europa.