A través del estudio de los tres temas de “el conflicto ideológico”, “la lucha entre hermanos” y “muerte y desolación, el amor y la esperanza” con la ayuda de cuatro relatos de autores coreanos, hemos podido comprender brevemente la manera en que distintos autores cuentan la Guerra de Corea, reconociendo la existencia de puntos en común y, a la vez, de maneras muy distintas de retratar los tres grandes argumentos tocados en esta serie de artículos.
Partiendo de la lucha ideológica, podemos ver una representación trasversal bastante parecida que destaca el gran desconcierto de la población sobre las ideologías, que fueron generalmente impuestas y no aceptadas espontáneamente desde un principio, haciendo que las personas tuviesen que adaptarse a las reglas de unos o de otros según la necesidad del momento y no por creencia propia. No obstante, cada relato se concentra en acentuar diferentes aspectos de esta realidad: la autora Park Wan Seo en Memorias de una niña de la guerra narra la confusión ideológica de la población de manera fría e imparcial, haciendo pocas referencias a la esfera de los sentimientos; en Los del sur, los del norte: una novela sobre la Guerra de Corea Lee Ho Chul subraya la división interna dentro de lo que debería de haber sido una fe compacta en el comunismo, mientras que con su relato Cranes Hwang Sun Won intenta recuperar la humanidad de sus personajes despojándolos de las doctrinas que se han visto obligados a seguir.
Por lo que se refiere a la lucha fratricida, es sorprendente el abanico de puntos de vista y de representaciones de esta. Hwang en su novela Los árboles en la cuesta narra de la forma más cínica y cortante, como si sus personajes hubiesen perdido la esperanza ante las atrocidades que les ha tocado vivir. Lo mismo hace Park recordando cómo las batallas entre vecinos continuaban incluso cuando había un régimen establecido a son de denuncias y ejecuciones sumarias. Por el otro lado, Lee nos hace reflexionar sobre la manera en que él mismo, como participante en la guerra, duda y se pregunta dónde está el sentido de luchar entre hermanos. Además, el autor, a pesar de todo, tiene la capacidad de reconocer que, entre la nebulosidad que crean las ideologías y la instigación a aniquilarse los unos a los otros, todavía existe algo que les une, algo que les hace simplemente miembros de un mismo pueblo. Hwang sigue esta misma línea en Cranes, resaltando el valor de la amistad entre los protagonistas por encima de cualquier otra división impuesta.
Por último, la sensación de la existencia de una frágil línea entre la vida y la muerte en el clima de la guerra es representada de manera muy parecida por los distintos autores, aunque a través de distintos tipos de experiencias. Lo hace Park alternando momentos de profunda desolación, tanto mental como física, con las grandes ganas de contar lo vivido a través de la escritura; así como Hwang con el relato del amor puro del personaje de Tongjo en el ambiente del frente (aunque este sentimiento no bastará para salvarlo), y Lee, gracias a la descripción del presagio un tanto irreal de que no iba a morir, incluso en una situación en la que la muerte parecía la única opción posible.
Los cuatro textos utilizados demuestran el poder que la escritura tiene para representar un trauma colectivo a través del relato individual. La Guerra de Corea, como todas las guerras, alimenta horrores y episodios típicos de un conflicto armado, pero nuestros autores van más allá de la simple exposición de tales eventos, resaltando hábilmente la complejidad de aspectos que presenta la lucha fratricida en Corea. El papel principal de las ideologías para respaldar una división en parte orquestada por fuerzas extranjeras, la manera en la que el adoctrinamiento termina categorizando a las personas de una misma nación en dos bandos a la fuerza, la insensatez de la lucha entre hermanos y la sensación de tener como única opción la de adaptarse a un destino que la mayoría no ha podido elegir, son todas características que en parte definen la visión nacional de lo que fue la guerra civil coreana.
Además, podemos notar que el sentimiento de impotencia ante esta tragedia colectiva es el elemento común que se mantiene vivo en la literatura coreana sobre la guerra estudiada en este trabajo, exponiendo la gran dificultad de los autores para despojarse de aquel nudo que había quedado en ellos y en la sociedad cuando se trataba de contar la experiencia del conflicto. Un nudo tan fuerte y doloroso, en una época posterior a una guerra tan caótica, que la mayoría de los autores pudo empezar a publicar sobre este tema solamente a partir de los años 60:
En la época después de esta lucha histórica las vidas de los artistas intelectuales, así como los sentimientos de las personas en general, estaban en realidad sumidas en un caos. No hubo el tiempo suficiente ni la energía para reflexionar sobre sus experiencias y para su presentación objetiva o para contemplar el futuro en una perspectiva apropiada. Además, tuvieron que vivir continuas turbulencias políticas y sociales […].[1]
Décadas de dictadura también tuvieron una gran influencia en los escritores surcoreanos, y solo con el fin del totalitarismo, a finales de los 80, pudieron por fin encontrar un ambiente estable para publicar. De esta manera, en los 90 se abrió por fin un espacio para revisitar y contar apropiadamente la experiencia de la Guerra de Corea, además de muchos otros horrores que se habían vivido antes y después de ella, como la colonización japonesa y la represión dictatorial. Las fechas de las primeras publicaciones de los relatos o libros aquí analizados lo demuestran: aparte de Cranes, que es de 1953 (su autor era ya un escritor consolidado antes de la guerra), Los árboles en la cuesta se publicó en 1960, Memorias de una niña de la guerra en 1992, y Los del sur, los del norte en 1996.
El estilo de los trabajos más tempranos denota que el proceso de reflexión sobre el dolor y la guerra estaba todavía activo, mientras que los publicados después de los 90 resaltan una memoria más elaborada. Todas las obras analizadas se distinguen por abordar temas propios del conflicto intercoreano, presentándonos aspectos compartidos de una memoria colectiva a través de distintos puntos de vista individuales. Es el relato de todos y cada uno de los escritores el que pone su granito de arena para sanar las heridas del gran trauma nacional que fue la Guerra de Corea.
Notas:
[1] Zong, In Sob, A Guide to Korean Literature. Seoul, Hollym International Corporation, 1982. P. 236.