En abril de 2018, hace poco más de un mes, Netflix sacó al mercado Aggretsuko, un nuevo anime en el que ha tomado parte.[1] Continuando una cada vez más imponente línea de trabajo en el campo de la animación, la propuesta de esta ocasión era sumamente llamativa por venir de la mano de la popular empresa Sanrio, responsable del ya longevo icono mediático Hello Kitty, personaje kawaii por excelencia, que incluso fue dibujada sin boca –y, por tanto, sin una expresión concreta- para poder generar una mayor empatía con el público. Pero el motivo por el que el espectador actual puede sentirse identificado con Aggretusko es sustancialmente diferente, pues se trata ahora de un personaje y una situación más que concretos, a pesar de que las injusticias que sufre su protagonista son de lo más habitual.
La serie está protagonizada por una adorable, comedida y trabajadora panda roja de veinticinco años llamada Retsuko, quien trabaja desde hace tiempo –y con la misma, o más dureza- que buena parte de sus compañeras- en la sección de contabilidad de una importante empresa en Japón. Tras soportar los gritos y mansplainnings constantes de un jefe agresivo que es, literalmente, un cerdo, Retsuko sueña con el día en el que, teniendo una vida mejor, pueda dejar la empresa. No obstante, no es la única que tiene que lidiar con esos problemas, aunque su carácter aparentemente sumiso hace que salga especialmente perjudicada. Para poder sobrellevar este día a día, todas las noches, al salir de la oficina, Retsuko se adentra en un karaoke y, en soledad, se desahoga cantando Death Metal con letras en las que habla de su vida cotidiana y de los demonios de la vida corporativa. Es entonces cuando se convierte en Aggretsuko –contracción de “aggresive retsuko”-, aunque poco a poco su verdadero yo irá aflorando de la mano de sus nuevas y confiadas amigas Gori y Washimi, dos ejecutivas senior de la misma empresa que suponen para ella un modelo a imitar.
Por lo tanto, como puede sobreentenderse de estas líneas, y a pesar de lo concreto, Aggretsuko / Retsuko, somos todos, pero, especialmente, todas. No hace falta irse hasta Japón para padecer las microagresiones a las que Retusko se enfrenta en su día a día: ser mujer, joven y trabajadora en el mundo de la empresa es un desafío la gran parte de ámbitos corporativos, especialmente en una situación de crisis en la que se debe aguantar lo inaguantable en aras de mantener un trabajo que cada vez es un bien más preciado, que a menudo se nos vende como premio. Aunque la serie deja ver –y de manera muy interesante- varios hábitos y costumbres japonesas (como esas salidas alcohólicas con los jefes y compañeros tras el trabajo que se vuelven casi forzosas a pesar de no estar remuneradas, o, esencial para la historia, el uso de las cabinas de karaoke privadas), el uso de personajes antropomorfizados ayuda a conferir un toque deslocalizado a la historia, resultado así mucho más efectiva.
En este sentido, Aggretusko encaja a la perfección dentro de algunas de las últimas propuestas de Sanrio, que viene presentando personajes que ya no encajan dentro de los cánones tradicionalmente considerados como kawaii (y que, por tanto, se acercan más a su vertiente crítica, en la línea del Superflat de Takashi Murakami y muchos otros creadores contemporáneos). Por otro lado, la dualidad entre la Retsuko dócil y la agresiva puede asimismo satisfacer el creciente nicho de la cada vez más lucrativa estética pastel goth.
Pero si por algo es especialmente recomendable esta serie –a pesar de los tiempos de narración “muy japoneses”, algo pesados para los que no estén acostumbrados- es porque construye su humor a partir de una crítica social basada en arquetipos de relativa universalidad, sin carácter sexista o machista. Aprovechando el diseño antropomórfico –como también sucede en otro de los productos animados estrella de Netflix, Bojack Horseman– de los personajes, se presenta una historia adulta en la que lo dulce del diseño casi llega a opacar la melancolía de la rutina y la esclavitud corporativa a la que se ven sometidos sus protagonistas.
Sin que pueda considerarse una serie ligada al feminismo –recordemos que Retsuko revela desde un principio que quiere casarse para poder dejar su odiado trabajo sin la vergüenza de quedarse en la calle o tener que volver a casa de sus padres-, se trata de una propuesta que, lejos de juzgar los diferentes ejemplos femeninos presentes en cualquier oficina, se dedica a estudiar y justificar las estrategias y opciones que las empleadas utilizan para sobresalir en el mundo de la empresa: desde la supuesta humildad y disposición de la protagonista a la infalibilidad y aparente frialdad de Gori y Washimi (las ejecutivas senior por las que la protagonista siente una sincera admiración, que más adelante se volverá mutua), pasando por el peloteo sistematizado de la guapa Tsunoda, quien hace mucho descubrió que esa era la única forma de aplacar a su inestable jefe.
Pero es también una serie especialmente prometedora por el tratamiento que –pasados los balbuceos de los capítulos iniciales- confiere al tema amoroso, tratado con una madurez y naturalidad que ya quisieran para sí buena parte de los éxitos televisivos de los últimos años. Durante los últimos episodios, Retsuko desarrolla una relación con otro trabajador de la empresa, Resasuke –otro panda rojo, como ella, por lo que se le supone una pareja ideal-, que termina por ser bastante tóxica. No porque él sea abusivo o condescendiente –como suele ser habitual en este tipo de narrativas-, sino porque, simplemente, parece claro que sus sentimientos por la protagonista no son tan intensos como ella siente. En un arco narrativo que abarca varios episodios, Retsuko pasa del crush y el enamoramiento repentino idílico a darse cuenta de que, enamorada de la idea de tener pareja –más que de la pareja en sí- se ha ido anulando a sí misma. La naturalidad con la que se aborda la situación, poco esperable en una serie de este tipo, deja también abierta la posibilidad de una nueva relación a establecer en futuros episodios.
En definitiva, Aggretsuko queda bastante lejos de la serie insulsa e infantil que podría parecer en un primer momento, resultando increíblemente madura y resistiendo la mayoría de críticas feroces a las que suelen someterse los animes cuyo público generacional puede resultar, en un primer momento, contradictorio. Aunque puede gustar a todo el mundo, la serie seguramente llegue especialmente a aquellas mujeres jóvenes, preparadas, resultas y profesionales que día a día se levantan y se dan de bruces con la realidad, pero también puede ofrecer valiosas lecciones aquellos que tienen la suerte de verse fuera de ese prisma. Es por ello que le auguramos un brillante, y, a poder ser, prolongado futuro, y esperamos con ganas una pronta renovación.
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Notas:
[1] Previamente, existía una serie de cortos centrados en el personaje, igualmente creados por Rarecho, que se emitieron en el canal japonés TBS.