Hay muchas formas de acercarse a la cultura japonesa, pero sin duda su cine es una de las más populares. Si ya sois prisioneros de los encantos orientales o meros apasionados al séptimo arte, la obra de Carolina Plou Anadón, Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón,[1] es una interesante lectura iniciática.
La editorial de la Universitat Oberta de Catalunya, dentro de su serie Filmografías esenciales, se ha especializado en un interesante formato consistente en la selección de cincuenta películas que giran en torno a una misma temática, ya sea esta uno de los géneros fílmicos clásicos, del western al musical, o bien conceptos más transversales que aparecen en películas muy diversas, como podría ser la medicina o el periodismo. En esta ocasión, el eje en torno al cual gira la obra no es otro que Japón, y han escogido a nuestra colaboradora habitual, miembro del comité de dirección y cofundadora de Ecos de Asia, para ocuparse de la apasionante aunque farragosa tarea de configurar una selección de películas que ayude a definir la cultura nipona.
El libro se compone de un capítulo introductorio que sirve de guía al lector, y en el cual la autora realiza un breve recorrido por la intrincada historia de este país, así como de su cinematografía. A ello le sigue la selección de obras organizadas según su cronología interna para favorecer una narración que guía al lector a través de las distintas etapas de la historia de Japón. El análisis cultural y sociológico de cada película viene precedido por una ficha técnica básica con información esencial y, asimismo, en los apartados finales, se incluye un listado de personajes históricos y un útil glosario de términos japoneses que es necesario dominar, así como la bibliografía y el índice de películas.
El lector podrá navegar así por la era Meiji, rememorando el fenómeno del Japonismo, para adentrarse en el militarismo japonés de los años treinta o la ocupación estadounidense posterior a la Segunda Guerra Mundial; todo ello al mismo tiempo que desentraña la trayectoria de los más grandes pesos pesados de la filmografía nipona clásica, como Akira Kurosawa, Yasujirô Ozu o Kenji Mizoguchi, mientras descubre algunos géneros cinematográficos puramente japoneses, como el jidaigeki (cine histórico) o el chambara (películas de samuráis).
Con Rashômon, el cine japonés cruza fronteras llegando hasta Occidente, situación que la autora aprovecha para hacer un somero recorrido por el papel de Japón en los premios Oscar (y que ya publicó anteriormente aquí). También traza unas breves directrices sobre la “nueva ola” del cine japonés de los sesenta, conocida como Nûberu Bâgu, plagada de individualidades, o la emergencia del género erótico pinku eiga.
El cine más actual viene marcado por la importancia capital de la animación, con Hayao Miyazaki y Studio Ghibli a la cabeza, pero también por el surgimiento de cineastas convertidos en referentes como Takeshi Kitano, Hirokazu Koreeda o Takashi Miike, así como del género de terror japonés (j-horror) que ha dado lugar a numerosas sagas y remakes, sirva de ejemplo Ringu, de Hideo Nakata.
Seguramente los entendidos en materia detectarán ciertas omisiones, pero esta circunstancia no es sino una consecuencia inevitable debido a lo inabarcable de la materia, aunque sí podemos decir que se trata de una selección bien escogida. Además, la puesta en su contexto histórico y cinematográfico de los autores y sus obras resulta especialmente útil para aquellos ajenos al tema que precisen de un primer acercamiento al cine o la cultura japoneses.
En cualquier caso, tanto para diletantes como para expertos, esta recopilación resulta una lectura agradable e ilustrativa, que no trata de sobrecargarnos con innecesarios datos, sino que se queda con lo esencial para transmitirnos una visión amplia y ordenada de la historia de Japón a través de una de sus manifestaciones culturales más universales: el cine.
Notas:
[1] Carolina Plou, Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón. Editorial UOC, Barcelona, 2017.