Godzilla es ya un viejo conocido en Ecos de Asia. Cuando el estreno del reboot estadounidense del famoso dinosaurio mutante estaba próximo, realizamos un extenso reportaje sobre la saga japonesa de Godzilla, publicado en varias partes[1] y reunidas posteriormente en un número especial, aprovechando también que en el año 2014 el kaijû (palabra japonesa que alude a “bestia sobrenatural”) más famoso de todos los tiempos cumplía 60 años. Como el tema ha sido tratado extensamente, nos centraremos en la película que nos ocupa, alentando al lector que revise estos reportajes si desea profundizar en las características, aportaciones y las veintiocho películas del monstruo. Habrá, no obstante, que recordar algunos aspectos fundamentales.
Tras el estreno de Godzilla (Gareth Edwards, 2014), un film que pretendía relanzar la saga, con sello americano, a nadie nos extrañó que Toho anunciase (oficialmente, puesto que de forma interna el proyecto ya había empezado a gestarse antes) que estaban trabajando en una nueva película del monstruo. Ya sucedió después de la nefasta producción de 1998 de Roland Emmerich: Godzilla murió de forma “definitiva” al final de la saga Heisei (1984-1995) en la película Godzilla contra Destoroyah (Gojira vs. Desutoroia, Takao Okawara, 1995) para facilitar el salto del monstruo a suelo estadounidense. Visto el fiasco, Toho recuperó los derechos del kaijû y lo devolvió a la vida, inaugurando la etapa Millenium con Godzilla 2000 (Gojira ni-sen mireniamu, Takao Okawara, 1999). Lo mejor ha sido, sin embargo, tener la oportunidad de poder ver la película en cines españoles, pues ha sido estrenada en algunas salas el 20 de enero de 2017.[2] No es que se haya hecho publicidad precisamente sobre este acontecimiento, pero tampoco podemos quejarnos porque parecía que no íbamos a poder disfrutarla en pantalla grande. Gracias a un ciclo de cine de películas estrenadas en Sitges altamente recomendable, en Zaragoza hemos tenido la oportunidad de verla proyectada en los Cines Aragonia.
Antes de sumergirnos en la película, cabría hacer unos apuntes iniciales, ampliamente desarrollados en los reportajes citados con anterioridad. El primero tiene que ver con la terminología: el nombre de Godzilla es una transliteración de Gojira, que surge de la combinación de las palabras japonesas gorira (gorila) y kujira (ballena). Pese a algunos precedentes, el kaijû-eiga (género cinematográfico protagonizado por bestias sobrenaturales)[3] y Godzilla nacen en 1954 con la película Japón bajo el terror del monstruo (Gojira, Ishirô Honda), un film, en inicio, autoconclusivo, puesto que la criatura muere, pero que supuso el inicio de toda una enorme saga, compuesta por veintiocho entregas y dividida en tres etapas (Showa, Heisei y Millenium), y que está considerada como una de las mayores aportaciones a los géneros del terror y la ciencia ficción. Como decíamos en la primera parte del reportaje de 2014, “Godzilla es la gran aportación nipona a la iconografía y mitología del siglo XX”. Su repercusión es mundial, por lo que su importancia no es nada desdeñable.
Característico del kaijû-eiga clásico es la utilización de actores disfrazados para encarnar a los monstruos y de maquetas para los escenarios, elementos que le dan un aspecto más fluido que el stop-motion, pero que requerían una inversión de dinero importante en las películas de los años cincuenta. El aspecto de Godzilla ha variado a lo largo de los años, pero su diseño se basa en la combinación de diferentes tipos de dinosaurios (cuerpo de Tyrannosaurus Rex, brazos largos de Iguanodon, placas dorsales de Stegosaurus y cola de saurópodo). Aunque con muchos matices y variantes, sobre su origen se podría decir que Godzilla es un dinosaurio de una especie ficticia conocida como Godzillasaurus revivido accidentalmente por pruebas atómicas que, además, explican que mutase a un ser de mayor tamaño. La altura, peso y poderes especiales han sido variables a lo largo del tiempo, pero su arma más mortífera y conocida es el aliento atómico. Es además una criatura radiactiva, así que no sólo el rastro de destrucción que deja a su paso es terrorífico, también lo son las consecuencias del contacto directo con los lugares por los que pasa.
Godzilla ha sido el antihéroe, la venganza de la naturaleza y el destructor, pero también ha sido el héroe, el protector de Japón y el amigo de los niños. Ha sido el único protagonista en algunos casos y en otros ha compartido metraje con todo tipo de criaturas a las que se ha enfrentado o ha luchado codo con codo. Se dice que las buenas películas de terror surgen en momentos de crisis, y sin duda Godzilla es un ejemplo de ello: representa las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, las consecuencias de la radiación, el terror, la destrucción, la guerra y el miedo ante un nuevo conflicto bélico con las evidentes tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética en esos años.
Pese a todo lo señalado, Shin Godzilla (Shin Gojira, Hideaki Anno, Shinji Higuchi, 2016) es un reboot, un reinicio de la saga, y es así como tenemos que entenderla, sin olvidar, no obstante, su pasado, y es que hay algunos puntos en común con el Godzilla de 1954. Si el antiguo Godzilla surgía en el contexto de la posguerra y el miedo nuclear, el nuevo surge bajo la sombra de las consecuencias del terremoto y el tsunami de 2011, con el punto de mira puesto en la central nuclear de Fukushima, pues Godzilla se concibe como un enorme e inestable reactor nuclear andante.
En cuanto al diseño de la criatura, este muestra una fisionomía diferente a todos los anteriores, pero su aspecto musculoso y erguido recuerda al de Heisei y quizá al de Showa (1954-1975), aunque mucho más alto y con diferencias en el rostro, más agresivo, con dientes torcidos y ojos desorbitados. Los brazos son más pequeños que en otros casos y la cola es notablemente más larga y delgada. Como novedad, este Godzilla tiene la capacidad de evolucionar de aspecto hasta su fase final; varía de una forma bastante absurda en su diseño, con la influencia visible de las películas clásicas de monstruos de los años cincuenta, a una forma final mucho más elaborada y madura. Sí se ha señalado, no obstante, que, pese a que los efectos especiales están bien llevados en la mayoría de ocasiones, estamos ante un Godzilla muy rígido y poco expresivo que, además, tiene un protagonismo bastante escaso; pese a todo, hará secuencias memorables que seguramente entusiasmen a los nostálgicos, algunas ambientadas por la mítica música creada para el monstruo clásico por el compositor japonés Akira Ifukube. Tanto el argumento como la ambientación recuerdan vagamente a la película inaugural de la etapa Heisei, El retorno de Godzilla (Gojira, Koji Hashimoto y R. Z. Kizer, 1984).
A lo largo de la saga, había películas más centradas en el monstruo y otras en los humanos, así que podríamos decir que en este caso se ha dado la importancia al ámbito político, teniendo Godzilla momentos escasos en pantalla, como se ha adelantado. Se concibe casi como una película coral, donde los rótulos que nos explican los cargos y los nombres de los personajes se suceden sin parar ante nuestros ojos, siendo imposibles de recordar en su totalidad, aunque tampoco es algo necesario para seguir el argumento, pero llega a aturdir. La burocracia y el pesado protocolo dominan todo el film, cuyos primeros minutos son especialmente agotadores en este sentido, puesto que no hay una continuidad natural, sino fragmentada. Asia en general y Japón en particular tienen una merecida fama de eficiencia, pero aquí nos acercamos a una realidad política que se cuestiona y se parodia de forma constante en esta película. Los (viejos) políticos no saben enfrentarse a una situación como esta. Godzilla está arrasando Tokio y ellos mientras se reúnen una y otra vez sin saber dar una solución al problema, con sus jerarquías y sus protocolos. Rando Yaguchi (Hiroki Hasegawa) es el personaje que toma una parte importante dentro de todo el enorme reparto: un hombre joven y ambicioso cuyo tono agresivo no parece gustar demasiado a toda esta vieja generación, y por eso es inicialmente censurado. Kayoko (Satomi Ishihara) sería otro de los personajes con protagonismo y está concebida de forma similar a Yaguchi: una chica joven y ambiciosa, japonesa pero, en su caso, criada en Estados Unidos, que llega al país con paso firme y sorprende a toda esta vieja generación.
La crítica a este protocolo, que casi se entiende parejo a la idiosincrasia japonesa, tiene su cumbre cuando Kayoko, tras reunirse con el equipo de Yaguchi y algo agotada de formalidades, se queja de no dominar el protocolo japonés y pretende hablar sin rodeos, por no mencionar el momento en el que en una larga reunión política se intercala un ocurrente cartel en el que se lee “resumiendo” para acelerar esta secuencia.
Esta mala gestión política y esta incapacidad de actuación son las que hacen que otras potencias mundiales intervengan sobre Japón, pretendiendo atacar el fuego con fuego, y es aquí donde se vislumbran todavía los ecos de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial para este país. El equipo de Yaguchi tendrá que darse prisa si quiere evitarlo: tomar las riendas, dejar los protocolos, reuniones inútiles, rivalidades y ambiciones personales para trabajar en equipo y dar con un arma capaz de vencer a una bestia que se presenta como la encarnación de un dios.
Pese a tener una cantidad de reparto que resulta disparatada en número, las eternas secuencias de burocracia japonesa y los escasos momentos de destrucción del monstruo, la película respeta el clásico manteniendo un aire retro que seguramente gustará a los fans. Nos quedamos con ganas de ver, de todas maneras, más tiempo en pantalla a Godzilla, pero consideramos que es un buen inicio de lo que parece ser una posible nueva etapa, o al menos una continuación, de la que es sin duda la saga más famosa del cine fantástico japonés.
Para saber más
Notas:
[1] Primera parte, Segunda parte, Tercera parte y Cuarta parte.
[2] Ya había sido proyectada, de todas formas, en octubre de 2016 en el Festival de Sitges.
[3] En la primera parte del largo reportaje sobre Godzilla se explica el término kaijû de forma más pormenorizada y se explican también las diferencias con respecto al cine de monstruos gigantes producido en Occidente.