Ecos de Asia es una revista que suele prodigarse en relatar las maravillas y beldades del Japón, pero no podemos olvidarnos de que en determinados momentos, la nación japonesa se convirtió en uno de los más temidos y odiados enemigos de buena parte de las potencias mundiales, y que como tal fue representada. En esta ocasión, vamos a centrarnos en la propaganda estadounidense, que no solo fue una de las más prolíficas sino también de las más feroces y efectivas, aunque en entregas posteriores veremos como el sentimiento anti-japonés se manifestó en otros países más allá de las fronteras norteamericanas.
Antes de nada, debemos recordar que sentimiento anti-japonés y propaganda anti-japonesa no fueron, al menos en el caso norteamericano, exactamente lo mismo, y es que el mensaje en contra del Japón se emitió tanto de forma oficial y gubernamental como por parte de numerosos creadores (editores, dibujantes, escritores, músicos, cineastas), que trabajaron tanto por adulación a las políticas del Gobierno como por genuino interés en una causa que vino a ser llamada nacional. En esta primera entrega hablaremos únicamente de la propaganda gráfica, para continuar analizando más adelante otros formatos.
Introducción: los años previos a la Guerra.
Es del todo falso que el sentimiento anti-japonés comenzase en los Estados Unidos con su entrada en la Segunda Guerra Mundial (aunque evidentemente en aquellos momentos acabó siendo un motivo de Estado). Lo cierto es que esta rápida modernización del país, ese periodo Meiji del que tanto hemos hablado, sorprendía a la par que asustaba, pues en apenas unos pocos años Japón había pasado de tener un ejército casi medieval a uno que estaba derrotando a otras potencias militares de más tradición como Rusia y China. Para Occidente, Japón estaba empezando a ser “el occidental de Asia”, y era capaz no solo de tener importantes colonias como hacían las grandes potencias europeas, sino también de desarrollar una industria fuerte que exportaba a todo el Pacífico. Y es que, con algunas excepciones, Japón había ocupado muy rápidamente en el imaginario popular la idea de “oriental bueno”, tanto era así que rara vez se le consideraba un “amarillo” y se le incluía dentro de la raza blanca[1]: en unos momentos en los que el “peligro amarillo” dominaba la literatura, el cine, y, en general la vida diaria, esto era particularmente halagador.
Sin embargo, los cada vez más poderosos japoneses no tardarían en ser incluidos en el pack: la Ley de Inmigración de 1924 vetaba toda la inmigración asiática al tiempo que los nipones comenzaban a ser incluidos como villanos en algunos cómics y novelas. No era la militarización interna la que preocupaba (recordemos los breves atisbos de democracia alcanzados a finales del periodo Taishô se vieron suprimidos progresivamente durante los primeros años del periodo Showa, llegando a la creación del partido único, el Taise Youkusankai, en 1940), sino el auge expansionista y las futuras alianzas del país.
Por ejemplo, la progresiva ocupación e intimidación para con China, como ya explicamos en una ocasión, llegó a un punto álgido tras la ocupación de Manchuria (a partir de 1931), que agitó la supuesta estabilidad moral de la recién creada Sociedad de Naciones, un organismo creado en teoría para preservar la paz pero en el que pocas voces se alzaron en contra de la ferocidad japonesa.[2] Sea como fuere, existía en el ambiente una tensión prebélica que incluía a Japón en este “gran juego” incluso antes que a los otros grandes países del Eje, algo que parecía más apreciable por los caricaturistas sociales que por los altos dignatarios.
Por ejemplo, Vanity Fair, una de las revistas más influyentes entre la clase media-alta educada, incluyó algunas de las referencias más elegantes a esta situación. Obra de Paolo Garretto (1903-1989), caricaturista y diseñador italiano asentado en Nueva York tras un breve pero intenso coqueteo con el fascismo italiano, y una de las estrellas mediáticas de la revista, dedicó su portada de diciembre de 1934 a una Navidad bélica, en torno a la que Inglaterra, Francia, la Unión Soviética, Italia, Alemania y Japón personificados contemplan un cargado árbol de navidad. Apenas un par de meses después, en la portada de febrero de 1935, el mismo Garretto recibía su primer y único amago de censura por representar al Mundo sudando, asfixiado y angustiado, tras el amanecer de un militarizado sol naciente japonés. Por si fuera poco, en junio de 1935 insistió en el tema de la inestabilidad de la Paz Mundial, al representarla caminando sobre una cuerda floja que la separaba de las afiladas y expectantes bayonetas de estas mismas seis potencias.
Pero tras el estallido de la Segunda Guerra Sino-Japonesa en 1937, e incluso durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, el sentimiento anti-japonés se recrudeció en el país, en tanto que se declaró aliado de la gran ultrajada e invadida China. Japón, además de estar alzándose como una potencia que amenazaba algunas de las posesiones estadounidenses en el Pacífico como Filipinas o el Territorio de Asia, frustraba con la invasión a China muchos de los intentos de colonialismo sentimental y de inversión capitalista que Estados Unidos llevaban realizando desde hace tiempo en el ex Celeste Imperio. Sin embargo, al contrario de lo que sucedería en los años venideros, la propaganda fue más de defensa hacia China que de ofensa hacia Japón. Por una parte, aparecieron por todo el país toda una serie de asociaciones y actos a favor de la causa china, apoyada también desde la propaganda gubernamental (pues la población china constituía en los Estados Unidos una de las minorías más importantes, frente a la escasa visibilidad de la población japonesa), pero al mismo tiempo comenzó otra propaganda, mucho más sutil, llevaba a cabo en las revistas ilustradas de mayor influencia, como Time (en el mundo de los negocios) y Asia (en el ámbito de los estudios y mercados asiáticos). Por ejemplo, esta última, que tal y como ya explicamos, tenía en aquellos momentos en su frente a Pearl S. Buck, se prodigaba en advertir sobre la expansión japonesa, al tiempo que ofrecía la biografía de uno de los líderes del insurgente Partido Comunista Chino, un no tan joven Mao Zedong. Por otra parte, la revista Time se prodigó en incluir, especialmente en las portadas, a varios políticos chinos, tanto es así que durante la década de los 30 y a principios de los 40, el generalísimo Chiang Kai-shek se convirtió en el personaje, nacional e internacional, que más veces ocupó la portada de la revista (casi triplicando las apariciones de Hirohito, Hitler, Stalin o Franco); él y su esposa, Soong May-ling, fueron incluso nombrados pareja del año en 1938 (incluso ella acapararía la portada no mucho después, siendo la primera Primera Dama no occidental en hacerlo).
De cómo la propaganda se recrudecería en términos nunca vistos al estallar la Segunda Guerra Mundial, hablaremos en una próxima entrega.
Notas:
[1] Recordemos que en gran parte de los estados operaban las llamadas leyes Jim Crow, aquellas que segrebaban a la población negra, se aplicaban también a otras razas (malay, mongoloid), lo que afectaba a importantes minorías como la china; aunque, formalmente, los japoneses estaban afectados por algunas de esas leyes, como habitualmente se trataba de estudiantes o personajes bien colocados solía hacerse la vista gorda. Sin embargo, sí hubo un caso célebre que llegó a los tribunales: en 1922 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos resolvió que Takao Ozawa pertenecía a una “raza inasimilable” y no apta para un proceso de naturalización.
[2] Una de ellas, fue precisamente el enviado español, Salvador de Madariaga, férreo defensor de la causa china, que a pesar de su presidencia temporal no consiguió que el resto de naciones iniciaran una condena firme al expansionismo japonés.