Hasta bien entrado el siglo XX, muchas de las fuentes gráficas y escritas occidentales se obcecaron en presentar a la mujer china como representante de toda una serie de estereotipos negativos –en contraposición con la mujer japonesa, que solía salir mejor parada-. Tildadas de feas, sucias, manipuladoras, sumisas y mártires –aunque estas dos cualidades todavía siguen muy presentes en la mentalidad y en las representaciones actuales-, con la proclamación de la República de China en 1911, las mujeres chinas fueron ocupando un papel cada vez más protagonista en la sociedad, pero también en los medios de comunicación, y, asimismo, comenzó a variar la imagen que los occidentales proyectaban sobre ellas.
Buena parte de la culpa de ese cambio la tuvieron las propias mujeres chinas, que fueron en muchos casos las que, a partir de libros, artículos y conferencias, comenzaron a presentarse ante el mundo como mujeres fuertes e independientes, pero también modernas. En España, una de las primeras en romper moldes fue la escritora y traductora Marcela de Juan (nombre españolizado de HwangMaCé), hija del que durante mucho tiempo fue Embajador de China en Madrid y que creció a caballo entre la capital española y la China proto-republicana. En 1929, de vuelta en España, comenzaría a dedicarse a la difusión de la cultura y la literatura china, y pronunciaba ante el Ateneo de Madrid una conferencia sobre la mujer china en la que aparecían frases como estas:
Si antes la mujer china no podía ser sino esposa, concubina o cortesana, hoy es la compañera del hombre y puede alcanzar los puestos más elevados” (…) Hoy todo ese legado del pasado ha desaparecido como por encanto; las muchachas chinas se cortan el pelo a lo garçonne y llevan la misma vida que sus hermanas del Occidente.[1]
Si bien parece que, con sus palabras, Marcela se refería a las modeng xiaojie –de las que ya tuvimos ocasión de hablar en un artículo anterior-, otra figura femenina china que llamó fuertemente la atención fue la de la mujer soldado o guerrillera, no solo por lo poco habitual de personajes femeninos en el ámbito bélico, sino porque, además, subvertían sobremanera el arquetipo de mujer sumisa e introvertida en el que se solía clasificar a las orientales. Una de las más famosas fue Xie Bingying (1906 – 2000) –su nombre ha sido transcrito también como Xie Pin Yin, Hsieh Pingyin, etc.-, nacida en un pueblo de Hunán, en el interior de China. Como muchas otras niñas, fue prometida a los tres años al hijo de un amigo de la familia, y sus pies fueron vendados, pero se rebeló contra ello y abandonó la práctica al ir a la escuela, en la que sería la única chica. Más adelante, amenazó con suicidarse y le permitieron asistir a varias escuelas femeninas de la región.
En 1926, se alistó en la Academia Militar de Whampoea –la academia principal del KMT, el Partido Nacionalista Chino-, y se unió al Ejército Nacional Revolucionario chino, junto a muchos otros hombres y mujeres. Participó en la Expedición al norte, siendo particularmente activa. Fue en este momento cuando comenzó a escribir relatos autobiográficos, bajo el formato de cartas y diarios, que comenzaron a publicarse en el periódico nacionalista Central Daily News en 1927; su reputación hizo que estas fueran compiladas y traducidas al inglés por Lin Yutang. Tras la masacre de Shanghái, su regimiento fue desmantelado y fue obligada a volver a la vida familiar y a contraer un matrimonio de conveniencia. Sus suegros le permitieron abandonar la casa familiar para ejercer de maestra en una escuela para niñas, pero se trasladó a Hengyang para enseñar en otra escuela y después a Shanghái, en donde se matriculó en el Departamento de Literatura China de la Academia de Arte de Shanghái. Fue ahí donde escribió y publicó su autobiografía, con gran éxito, lo que le permitió cubrir sus gastos como estudiante. Cuando la Academia cerró en 1929, su hermano le envió dinero para trasladarse a Pekín y seguir tomando clases que le permitieran entrar en la Universidad Normal para mujeres de Tianjin, algo que logró en 1930. Se casó entonces con un antiguo compañero del ejército, Fu Hao, con el que tuvo una hija, y que poco después fue detenido por su activismo izquierdista; para evitar ser detenida Bingying dejó a su hija con su suegra y se marchó brevemente a Japón, para continuar sus estudios. La escritora y soldado pasaría poco tiempo en Japón, volviendo a Shanghái en 1931, donde trabajó como editora de un periódico femenino y en donde se unió a una asociación de escritoras de sentimiento anti-japonés, produciendo textos de ánimo para las tropas chinas e intentando atraer a otros escritores hacia su causa.
Fue ahí donde Bingying llamó la atención de los visitantes extranjeros, como el periodista y escritor francés Marc Chadourne,[2] que a finales de la década de los 1920 visitó la República de China y escribió una importante crónica de la China contemporánea que llegó a ganar el Premio Gringoire, en la que se describía a la muchacha en los siguientes términos:
Pin Yin. No, la Joven China no tiene veinte años. Tiene dieciséis, quizás menos. Dividida entre dos edades y dos civilizaciones, es una adolescente impaciente, temblorosa, aturdida de palabras, alterada de conocimientos, revuelta de esperanzas, prendada de las preocupaciones. Es Pin Yin. Pin Yin, la joven soldado que partió, fusil al hombro, con el Ejército Revolucionario en 1927, en un momento en el que, para los que todavía no lo había hecho, China recomenzó su revolución. Cuando el periódico central de Hankou publicó su hoja de ruta, sus cartas precoces, toda la joven China se estremeció, reconociendo a su heroína. La revolución china ha tenido numerosas amazonas, Juanas de Arco, caballeros Elsa, portadoras de bombas, con botas, con guantes, teatrales, heroicas, legiones de mujeres soldado (…). Pero ninguna encarna la joven China como Pin Yin, que, al entrar en la Escuela Primaria, rompió, llorando de ira, las vendas que ataban sus pies “como pimientos rojos”. Pin Yin, es la hija de todas las revoluciones.[3]
Precisamente como ferviente revolucionara la representó el artista mexicano Miguel Covarrubias –otros de los visitantes ilustres de Shanghái, que visitó varias veces la ciudad en la década de los 1930-, quien se ocupó de poner imágenes a las palabras de Chadourne. De estilo austero y geométrico, Covarrubias se vale de una iconografía tradicional (La libertad guiando al pueblo, de Delacroix), para presentarnos a la joven revolucionaria, que aparece frente a un fondo montañoso, empuñando un rifle (muy posiblemente, un Hanyang 88) y alzando una bandera del Kuomintang, mientras que en el pecho lleva un par de portacargadores cruzados, logrando una representación potente e icónica.
Esta imagen fue la que precisamente se utilizaría como portada del libro,[4] ayudando a popularizar la imagen de la nueva mujer china –moderna, republicana, revolucionara-, que figuras como Lin Yutang, Pearl S. Buck o Soong Mayling se ocupaban de difundir ante el mundo. En China, para animar a las jóvenes muchachas a alistarse y a participar en la lucha, los diferentes ejércitos –tanto nacionalista como comunista- utilizaron diversas figuras femeninas de carácter fuerte y contestatario; algunas, como la aviadora Lee Ya-Ching, serían modeng xiaojie, mujeres modernas, elegantes, de cabellos cortos y permanentados, otras figuras, tendrían mucho más que ver con figuras tradicionales de mujeres guerreras (el arquetipo de la nüxia),[5] como Hua Mulán, que precisamente en este periodo sufrirán una reconversión propagandística que ha ido adoptando variantes a lo largo de las décadas.[6]
La fama de Xie no se limitaría, ni mucho menos a la protagónica aparición en el libro de Chadourne, sino que muy pronto se haría famosa por sus autobiografías en las que relataba su vida como soldado del Ejército Nacional Revolucionario chino.[7]Durante unos años viajó por el país, escribiendo, enseñando y publicando, pero en 1935 decidió volver a Japón, donde fue rápidamente arrestada y encarcelada por negarse a reconocer a Puyi como soberano de Manchukuo. Al ser liberada, volvió a China y publicó una segunda autobiografía; años más tarde publicaría sus experiencias en una prisión japonesa en otro libro. Al estallar formalmente la Segunda Guerra Sino-Japonesa, creó un cuerpo de ayuda y primeros auxilios femenino en Hunan, y continuó dedicándose a la propaganda y la escritura, publicando numerosos artículos. Años más tarde, ante la inminente derrota del KMT por el ejército de Mao Tse-Tung, se autoexilió en Taiwán, en donde impartió clases en la Universidad Nacional Normal de Taiwán en Taipéi; años más tarde, emigraría a Estados Unidos, en donde fallecería, en San Francisco, a una avanzada edad y en medio de un gran olvido historiográfico y mediático.
Si bien fueron sumamente populares en su tiempo, figuras tan relevantes como la Xie Bingying han ido progresivamente cayendo en el olvido. Estandarte de uno de los muchos modelos de la moderna mujer china, icono mismo de la Nueva China que el gobierno republicano nacionalista se esforzó en promover, su historia debe servirnos para recordar que, ni siquiera en tiempos de guerra, teniendo que luchar contra enemigos tanto reales como sociológicos –los estereotipos y roles de género- las mujeres chinas fueron feas, malas, ni mucho menos, sumisas.
Notas:
[1] “La mujer china”, ABC, 15 de diciembre de 1929, Edición de la Mañana, sec. Informaciones y Noticias de Lecturas y Conferencias, p. 32.
[2]Marc Chadourne (1895-1975) fue un escritor francés, famoso por sus actividades como periodista y escritor de libros de viajes. Tras combatir en varios frentes de la Primera Guerra Mundial, decidió viajar cuanto pudiera y aceptó una plaza del Ministerio de Colonias, que lo llevó primero a la Polinesia francesa y después a Camerún. En 1927 publicó su primera novela, Vasco, ambientada en Polinesia, y trabajó como traductor de las obras de Joseph Conrad, otro incansable viajero. Comenzó entonces una vuelta al mundo, que fructificaría en dos libros e innumerables crónicas periodísticas, y publicaría también obras sobre China, México y la Unión Soviética. Al estallar la Segunda Guerra Mundial se trasladaría a Estados Unidos, en donde encontraría trabajo como profesor en el Scripps College de California y en la Universidad de Utah, escribiendo entonces una biografía de Joseph Smith, fundador de la iglesia mormona. A lo largo de su vida, recibió numerosos premios literarios, como el Gringoire, Fémina o el Gran Premio de la Literatura de la Academia Francesa. Más información sobre Chadourne puede leerse en Pittman, Lilith. “Marc Chadourne: écrivain-voyageur (23 mai 1895 – 30 janvier 1975)”, Cahiers Robert Margerit, XIV, 2009. pp. 146-163.
[3]Chadourne, Marc. Chine. París, Plon, 1931, pp. 119-120.
[4] También continuaría como portada en la edición norteamericana del libro, aunque no así en la italiana.
[5] Nüxia es un término que hace referencia a las mujeres guerreras, tradicionalmente entendidas como caballeros errantes. Nuestra traducción es, por tanto, algo simplista, pero consideramos que así facilitamos la lectura del presente artículo.
[6] Para másinformación, véase Edwards, L., “Transformations of The Woman Warrior Hua Mulan: From Defender of The Family To Servant of The State”, NAN NÜ 12, nº 2, diciembre de 2010, p. 176.
[7] Para más información, véase Xie, Bingying. Girl Rebel: The Autobiography of Hsieh Pingying, with Extracts from Her New War Diaries. Nueva York, Da Capo Press, 1940. Xie Bingying recibiría mucha fama internacional durante su vida, y, de hecho, su primera autobiografía fue traducida al español tan pronto como en 1946, siendo una de las primeras obras chinas de este carácter en lograrlo. Tsieh, Ping-Ying. Autobiografía de una muchacha china. Madrid, Mayfe, 1949.