En anteriores artículos hemos realizado un recorrido por algunos de los hornos cerámicos más destacados de Kyushu, la más meridional de las grandes islas del archipiélago japonés, como podrían ser las cerámicas realizadas en la prefectura de Kumamoto, en el horno de Ryûmonji, cercano a la ciudad de Kagoshima o las interesantes realizaciones de Onda. En esta ocasión nos adetendremos en uno de los tipos de cerámica más valorados por los coleccionistas y por los practicantes de la ceremonia del té, la cerámica de Karatsu.
La ciudad portuaria de Karatsu se encuentra en la prefectura de Saga, al norte de la isla de Kyushu. El nombre de Karatsu, (Kara, 唐, significa China o Asia Oriental, mientras que tsu, 津, es el ideograma de puerto), es un indicador de la importancia que la zona ha tenido en los intercambios entre Japón y el continente, ya que la ciudad era el emplazamiento desde el que se desarrollaba el comercio con la península coreana. Al encontrarse en la costa del mar de Genkai, está muy cerca de centros importantes como podrían ser las ciudades de Fukuoka, Nagasaki y Kumamoto, por lo tanto, en una zona que tradicionalmente ha sido receptiva de multitud de influencias procedentes del exterior. La ciudad cobró importancia en el siglo XVI, momento en que el señor Terasawa Hirotaka (1563-1633), durante el gobierno de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), se convirtió en señor de Karatsu en el año 1595. Posteriormente Hirotaka, cuando tuvo que tomar partido en los enfrentamientos que siguieron a la muerte de Hideyoshi, se unió a las fuerzas de Tokugawa Ieyasu (1543-1616), que resultaron finalmente vencedoras, por lo que fue recompensado con un importante territorio alrededor de la ciudad, abandonando el castillo de Nagoya y se embarcó en la realización de las obras del nuevo castillo de Karatsu. Por problemas relacionados con el mal gobierno por parte de Hirotaka y la posterior rebelión de Shimabara, la administración del daimio retiró el control de Karatsu a la familia de Hirotaka, por lo que el territorio fue entregado a sucesivas familias feudales, pasando de manos del clan Ôkubo (1649–1678), al Matsudaira (Ogyû) (1678–1691), luego al clan Doi (1691–1762) y al clan Mizuno (1762–1817), hasta formar parte del clan Ogasawara en 1762.
El castillo de Karatsu es en la actualidad uno de los principales atractivos de la ciudad. Emplazado en la costa, jugó un papel destacado como punto de partida de las campañas lanzadas por Hideyoshi contra Corea, y fue reconstruido en el año 1966 para dinamizar el turismo de la zona, sirviendo sus estancias en la actualidad como museo de la historia local, que, como hemos señalado, se ha visto influenciada por el continente. En la cerámica producida en Karatsu se han observado influencias de la cerámica coreana desde el siglo VI, así como existen evidencias de migraciones y asentamientos en Kyushu de ceramistas provenientes del continente. A mediados del siglo XVI, las piezas de cerámica de Corea eran tenidas en muy alta estima por los maestros, como Sen no Rikyû y Furuta Oribe, y practicantes de la ceremonia del té, y en los alrededores de Karatsu ceramistas del norte de Corea realizaban piezas de cerámica vidriada y cocidas a alta temperatura. Las campañas de Toyotomi Hideyoshi contra Corea, generaron un asentamiento de ceramistas coreanos, especialmente por parte de Terasawa Hirotaka, consumado maestro del té y alumno de Sen no Rikyû, que promovió activamente la introducción de tornos y hornos provenientes de Corea, que permitieron un notable aumento de la producción cerámica, así como la adopción de nuevas técnicas decorativas, como la pintura de hierro bajo el vidriado (mishima), decoraciones mediante pinceladas (hakeme) y motivos realizados a través del goteo de barbotina (kohiki), que se inspiraban en los estilos de piezas de inicios de la dinastía coreana Joseon.
En los más de doscientos hornos que se desarrollaron en los alrededores de la ciudad de Karatsu se realizó una gran producción de piezas de cerámica que se exportaban al archipiélago japonés y Asia Oriental. También se realizaban cerámicas, de producción más limitada y cuidada, destinadas a la ceremonia del té por parte de los señores feudales, que se realizaban en hornos más pequeños (oniwa-gama) o se cocían una vez al año en cámaras reservadas de los hornos de mayores dimensiones. El descubrimiento y gran éxito de las incipientes porcelanas de Hizen, llevó en muchos casos al fin de la producción de este tipo de piezas de cerámicas de Karatsu en el año 1630, conociéndose las realizaciones de la época como Karatsu antiguas o ko-Karatsu. A pesar de que muchos de los hornos de la zona norte de la isla de Kyushu se embarcaron sin reservas en la producción de porcelana, algunos hornos de zonas rurales (minyô) continuaron con la producción y tradición de la cerámica de Karatsu.
La cerámica de Karatsu o Karatsu yaki, se realiza con una arcilla local, con poca preparación previa, y que resulta muy característica por su alto contenido de partículas arenosas y el color marrón o grisáceo que presenta tras la cocción. Las piezas se realizan a torno, y debido a la limitada plasticidad de la arcilla, el ceramista debe de valerse de una herramienta de bambú (hera) para configurar los interiores. Las piezas de mayores dimensiones se realizan mediante la superposición de cilindros de arcilla, a los que posteriormente se lisa y da forma en el torno o mediante la presión de una herramienta de madera denominada tataki-zukuri. Por norma general, las piezas realizadas en el torno presentan una base o pie, mientras que las piezas de mayores dimensiones se caracterizan por disponer de una base plana. Los ceramistas de Karatsu prefieren las formas simples y sencillas, empleando tres barnices de feldespato como medio de vidriado: uno de tonalidad traslúcida, algo blanquecina, realizado a partir de ceniza de madera local; otro más blanco, también de ceniza, al que se le añade paja de arroz, y finalmente, un barniz de tonalidad ámbar o marrón de ceniza al que se le añade óxido de hierro. La aplicación del barniz para el proceso de vidriado se realiza vertiendo el barniz sobre las paredes de la pieza, o simplemente sumergiendo la cerámica, dejando la parte inferior o la base sin cubrir, a fin de que se puedan observar las tonalidades de la arcilla local.
Posteriormente en el proceso de cocción, las piezas no se someten a una cocción previa o bizcochado. En la actualidad se pueden emplear modernos hornos eléctricos o de gas, aunque todavía resulta frecuente recurrir a hornos tradicionales noborigama donde, durante un periodo que va de treinta a cuarenta horas, se produce una cocción en atmósfera reductora a unas temperaturas que pueden llegar a alcanzar los mil trescientos grados centígrados. Según las decoraciones y efectos conseguidos con el vidriado, se pueden encontrar diferentes tipos de cerámicas de Karatsu, siendo las más habituales las denominadas muji-garatsu, piezas sin decoración recubiertas de un vidriado de ceniza; e-garatsu, piezas de Karatsu con representaciones pictóricas realizadas con pigmento de óxido de hierro y que se cubren con una capa de barniz translúcido; chôsen-garatsu, cerámicas que suelen recordar a las producciones coreanas, y que se caracterizan por presentar unas paredes vidriadas de barniz marrón oscuro o negro de hierro sobre las que se superpone un barniz blanco opaco de paja de arroz. Un trabajo adicional presentan las piezas conocidas como mishima-garatsu, en las que sobre las paredes exteriores se realiza una serie de incrustaciones de pasta blanca, muy similares a decoraciones de piezas coreanas Joseon, decoradas con diseños incisos, sencillas líneas o impresiones, que posteriormente se rellenan con barbotina de tonalidad blanca o rojiza, y se recubren de un barniz transparente.
Las piezas que se han venido realizando hasta la actualidad en los hornos de Karatsu incluyen un gran repertorio que abarca desde cuencos de inspiración coreana, recipientes destinados a diferentes aspectos de la ceremonia del té, juegos para el consumo de sake y piezas de vajilla de uso diario. Los diseños entroncan con la antigua tradición de piezas ko-karatsu, pero los ceramistas no se contentan con realizar meras imitaciones, desarrollan toda una serie de diseños independientes muy populares entre los coleccionistas de cerámica japonesa y practicantes de la ceremonia del té. Si hubiera que señalar a un ceramista que ha desempeñado una destacada labor en el desarrollo de la cerámica de Karatsu sería sin lugar a duda Nakazato Shigeo (1895-1985). Proveniente de una familia de ceramistas de la zona profundamente relacionada con las realizaciones de Karatsu, Shigeo, tomó el nombre de Nakazato Tarôemon XII en 1927, realizando importantes avances en la revitalización de las piezas de Karatsu antiguas a través de distintos descubrimientos y excavaciones, labores que ocasionaron que el Gobierno Japonés le nombrara Tesoro Nacional Viviente (ningen kokuhô) en el año 1976, y que posteriormente han sido continuadas y expandidas por sus hijos.
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