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La importancia del té en Asia – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
Revista Ecos de Asia

La importancia del té en Asia

“Un hombre sin té en él es incapaz de comprender la verdad y la belleza.”

Okakura Kakuzô, El libro del Té (1906).

El té es una de las bebidas más populares del mundo, pero tiene tras de sí siglos de tradición y un proceso de elaboración cuyos arcanos forman parte intrínseca de la cultura asiática. Esta infusión, que hoy en día se comercializa de formas tan variadas como prácticas, posee una larga historia enraizada con el continente asiático que enseguida pasaremos a desentrañar.

La hoja del té procede de un arbusto, cuyo nombre científico es Camellia sinensis, que crece de forma natural en diversos lugares de Extremo Oriente por tratarse de una planta típica de climas tropicales y subtropicales, que requiere lluvia abundante. Por este motivo, las grandes plantaciones de té se encuentran en lugares como China, India, Nepal, Sri Lanka, Taiwán o Japón. Si bien es originario de algunas de estas zonas (fundamentalmente de China y el sudeste asiático), el arbusto del té se adapta a multitud de climas y altitudes, produciendo numerosas variedades de dicho brote. Así, por ejemplo, las plantas cultivadas a una altura superior a los 1500 metros experimentan un crecimiento más lento debido al frío, lo que aumenta su aroma y sabor.

Tras su recolección (un proceso que exige gran cuidado y que suelen realizar las mujeres), el té se procesa dependiendo de la variedad que se quiera obtener. Para evitar la oxidación de sus hojas, se deja secar (al sol o con aire caliente) y luego se fermenta. Finalmente se empaqueta para su comercialización o exportación.

Fotografía en la que vemos a varias mujeres durante la recolección del té en la región japonesa de Uji, en la isla de Honsu, cerca de Kioto.

De este complejo proceso de elaboración resultan las diferentes variedades de té conocidas, y a las cuales se atribuye diversas propiedades curativas. Por un lado, el té blanco es el resultante de la recolección de los brotes tiernos que han sido secados pero no han sufrido la oxidación; algo similar a lo que ocurre con el té verde, con la diferencia de que éste se seca aplicándole calor.

El resto de tés, aquellos que sí son sometidos a un proceso más o menos largo de fermentación, poseen una tonalidad más oscura y su sabor es igualmente más intenso. Entre estas variedades podríamos encontrar el Oolong, parcialmente oxidado y de fermentación media o el afamado té negro, muy popular en Occidente en sus distintos tipos, como los procedentes de Ceilán, Assam o Darjeeling.

Otros tipos de té más peculiares son el té rojo Pu-erh (普洱茶), durante largo tiempo reservado para la nobleza china, cuyo color cobrizo se obtiene tras un largo proceso de fermentación (de hasta sesenta años), o el té Matcha (抹茶), un tipo de té verde utilizado en la ceremonia del té japonesa, cuya principal característica es la de haber sido molido hasta convertirse en un fino polvo.

Diferentes tipos de té según su grado de fermentación (verde, amarillo, Oolong y negro). Fuente: Wikipedia.

Un proverbio chino reza: “Beber una taza de té al día hará morir de hambre al farmacéutico”, y esta píldora de sabiduría popular guarda en su interior una larga tradición oriental que atribuye a esta infusión numerosas propiedades curativas. Hoy en día, la ciencia ha contribuido a sustentar estas creencias desgranando los beneficios medicinales de las distintas variedades de té. De esta forma, el té blanco, de gran pureza como ya hemos visto, posee polifenoles de acción antioxidante, mejora las defensas, ayuda a reducir el colesterol y es un diurético natural. Por su parte el té verde es rico en vitaminas y minerales, con gran cantidad de antioxidantes; previene la hipertensión y las dolencias cardiovasculares, estimula el metabolismo y retrasa la aparición de enfermedades degenerativas. El té negro posee altas cantidades de teína (equivalente a la cafeína) por lo que sus propiedades son estimulantes; a lo que podemos añadir  otros beneficios para el sistema cardiovascular y funciones depurativas y diuréticas. Finalmente, el té rojo es beneficioso para el sistema digestivo, inhibe la liberación de histamina, acelera el metabolismo y ayuda en el caso de alergias.

Tras este somero repaso a las variedades y propiedades de la planta del té, así como a su producción, conviene detenernos ahora en la historia de su consumo. La realización de la bebida del té es sumamente simple, puesto que tan solo requiere disponer las hojas secas en un recipiente, verter agua hirviendo y dejar infusionar durante unos minutos (dependiendo de la variante escogida puede variar entre 1 y 5 minutos, habitualmente). Tras colar la bebida resultante, ésta puede ser edulcorada y ya está lista para su disfrute.

Sin embargo, esta simple tarea ha resultado ser todo un ritual, diferente en cada cultura oriental, y cuyos inciertos orígenes se remontan miles de años, hasta el 2737 a.C. En esta fecha, según cuentan las leyendas, el emperador chino Shen Nung descubrió la bebida del té accidentalmente, cuando unas hojas de este arbusto cayeron sobre su taza de agua hirviendo, desprendiendo un agradable aroma.

En un principio se utilizó por sus propiedades medicinales, pero progresivamente fue difundiéndose su consumo, a la vez que se desarrollaba en torno a esta infusión todo un aparato teórico de resonancias místicas. A esto se unió la consiguiente evolución de la cerámica china, a medida que se configuraron utensilios cada vez más específicos para su elaboración.

Con la dinastía Tang (618-907) se produjo la popularización del consumo de té escribiéndose incluso libros sobre su preparación como Arte Clásico del Té o Cha Sing, del monje budista Lu Yu.

Mural de una tumba de la dinastía Liao (907–1125) en el que se muestra la preparación del té con utensilios de la dinastía Tang (1093).

A medida que el té alcanzaba una mayor popularidad, los chinos lo utilizaron como moneda de cambio en sus transacciones comerciales, propiciando así su expansión por Asia. Hay documentos datados en el siglo V que dan fe de este intercambio con comerciantes turcos, lo que facilitaría su expansión por el mundo musulmán, importante consumidor de esta bebida.

Durante la Edad Media, en muchos países musulmanes el té se fue popularizando como ritual social, sustituyendo así a las bebidas alcohólicas, prohibidas por el Corán, aunque con diferentes particularidades según la zona geográfica. Así, en Turquía el çay se prefiere negro, fuerte, edulcorado con azúcar de remolacha, y su cultivo se importó a algunas zonas de la provincia de Rize, donde la proximidad al mar Negro genera un clima húmedo propicio para el té. En cambio, en el norte de África, donde el té llegó de la mano de los británicos en el siglo XIX, el té se prefiere verde, aromatizado con menta o hierbabuena, y muy edulcorado, con azúcar blanco en bloque, especialmente en las zonas rurales del Magreb.

De igual modo llegó el té hasta el Tíbet, a través de la ruta comercial que unía Sichuan con Lhasa desde el siglo VII. A través de este largo y dificultoso camino, las caravanas de yaks atravesaban las enormes alturas de la meseta del Tíbet (superando en algunos puntos los 5000 metros de altitud) para intercambiar el té chino por los caballos locales.

Ya en el siglo VIII, los monjes Saicho y Daishi exportaron el té a Japón, donde su consumo vino unido a los valores del budismo zen, generando una potente idiosincrasia alrededor de la ceremonia del té, que incluye no solo la forma de preparar y consumir la bebida, sino también los utensilios empleados o la casa de té en la que se desarrolla.[1]

En el siglo IX llegaría el té a Corea, a través de un embajador que visitó la corte imperial de la Dinastía Tang trayéndose como obsequio la valiosa planta. Y otro famoso embajador (además de aventurero y comerciante) fue el que llevó el té hasta la India en el año 1280, cuando Marco Polo visitó la corte del emperador indio Harsha Vardhana.

En lo que se refiere a su exportación fuera de Asia, el comercio con Europa fue muy posterior, hacia el siglo XVII, y llegó de la mano de las Compañías de las Indias Orientales que importaron el té desde la China Ming (dinastía que reinó de 1368 a 1644) hacia Holanda, Francia o Inglaterra, a cambio de oro, plata y, más tarde, el preciado opio (desencadenando las denominadas Guerras del Opio, que tuvieron lugar entre 1839 y 1860).

A lo largo del siglo XVIII el té comenzó a ganar notoriedad, sobre todo en Inglaterra, gracias en parte a comerciantes como Thomas Twining, fundador de la famosa marca Twinings, que abrió su local en Londres en el año 1706.

Joseph Van Aken, Familia Inglesa tomando el té (1725).

Desde este momento la popularidad del té en las islas británicas no hizo sino aumentar, ayudando a ello la posibilidad de importar los brotes desde la India, que era colonia británica bajo el gobierno del Raj, hasta el punto de convertirse hoy en día en un símbolo del país, con su propio ceremonial, muy alejado del complejo ritual asiático.[2]

A finales del siglo XIX, con la construcción del ferrocarril transiberiano, el té se popularizó en Rusia, donde hasta entonces era considerado un artículo de lujo para uso exclusivo de la aristocracia. Sin embargo, los orígenes del té en Rusia se remontan siglos atrás, a 1638, cuando Vasili Starkov lo importó tras una visita diplomática a uno de los kanes mongoles. Entre las particularidades del té ruso está su preparación en el samovar, una especie de hervidor típico de estas regiones, prefiriéndose la variedad de té negro, acompañándolo de azúcar, miel, leche o limón. Con la expansión territorial de la URSS, se extendió asimismo el consumo del té de samovar, que hoy en día es aún muy popular en algunas regiones es-soviéticas como Irán o Cachemira.

Hoy en día, y a pesar del consumo globalizado de innovaciones más recientes, como el té helado o la bolista de té, lo cierto es que en Asia sigue siendo una bebida asociada a peculiaridades propias de cada país: en la India el chai se consume con leche y especias, mientras que en Japón pervive el ritualístico chanoyu, con el amargo matcha como protagonista, y todas estas costumbres locales se han exportado también a Occidente, en una hibridación de ceremoniales tan ecléctica como apasionante.

Kusakabe Kimbei. Ceremonia del té.

 

Para saber más:

  • Kakuzô, Okakura. El libro del té. Barcelona, Kairós, 1978.
  • Documental Planet Food – The Story Of Tea. Televisado por La2 de TVE. Disponible en Youtube.
  • UK Tea & Infusions Association. [En inglés]
  • Breve historia del té en Casa Asia.
  • Recorrido histórico de la marca Twinings.

Notas:

[1] Todo lo relativo a la ceremonia del té japonesa o chanoyu fue ya analizado anteriormente en un artículo de Ecos de Asia que puede consultarse aquí.

[2] Del early morning tea al five o’clock tea, hoy en día en Inglaterra cualquier momento es bueno para disfrutar de una taza de esta popular bebida, acompañada por diversos aperitivos: desde muffins o scones cubiertos con mermelada, hasta los habituales sándwiches de pepino.

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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