La última incorporación a la colección Maestros del Haiku publicada por Satori Ediciones consiste en un recopilatorio de Kobayashi Issa (1763-1827), uno de los grandes nombres de esta modalidad de poesía nipona. Con la incorporación de Kobayashi, ya son tres de las cuatro figuras fundamentales del haiku las que se incluyen en esta serie, de una cuidadísima labor editorial, junto a Matsuo Bashô y Masaoka Shiki (faltaría Yosa Buson, pero de seguro en un futuro próximo será incorporado a esta colección), que comparten colección con autores más contemporáneos de notable relevancia, como son Natsume Sôseki o Akutagawa Ryûnosuke.
Nuevamente, como viene siendo habitual dentro de Maestros del Haiku, Fernando Rodríguez-Izquierdo ha realizado una cuidadosa selección de setenta poemas breves que, hasta el momento, permanecían inéditos en castellano. Así, esta nueva incorporación viene a enriquecer no sólo el fondo editorial de Satori, sino también el conocimiento y el acceso a las letras y la cultura niponas por parte de lectores hispanohablantes.
Y es que, aunque en la edición Fernando Rodríguez-Izquierdo figura de manera secundaria, podría reconocérsele perfectamente como coautor de estas antologías, ya que las obras no están completas sin su labor, que va mucho más allá de la selección y traducción: además de sus anotaciones lingüísticas (de gran interés, igualmente), realiza los excepcionales comentarios que acompañan a cada poema. De este modo, no se ofrece al lector un mero compendio de versos sino que, conscientes de la diferencia cultural entre emisor (el poeta) y receptor (el lector castellano contemporáneo), se le otorga a este último una herramienta fundamental para imbuirse del espíritu y de la sensibilidad que este tipo de poesía posee, enriqueciendo la experiencia tanto a los lectores que se aproximan por primera vez al haiku como a aquellos que ya están familiarizados con ellos.
Adentrándonos ya en la obra, encontramos, como es habitual, una breve pero certera introducción, que pone en contexto a Kobayashi Issa, definiéndolo como el autor de haikus más querido de Japón, así como equiparando su sensibilidad poética a ejemplos occidentales que permitan una mejor asimilación: su sencillez y atención hacia la naturaleza más pequeña e íntima hace que Rodríguez-Izquierdo le ponga en relación con san Francisco. Tras estas pinceladas, hace una breve reseña biográfica, en la que recoge los hitos personales que marcaron la trayectoria del poeta, entre los que destaca la muerte de su padre, que le produjo honda huella, así como sus tres matrimonios y el episodio de su fallecimiento, en el incendio de su casa en 1827.
La propuesta poética que se encuentra al avanzar las páginas combina el protagonismo absoluto de la naturaleza (como es obligatorio dentro del haiku), una naturaleza sencilla, al alcance de la mano, con el fascinado elogio a la infancia, a través de haiku dedicados a las travesuras de los muchachos («¡Ya llegó la cigarra!» / él gritaba, y sin más / se le ha orinado encima[1]) o a la inocencia de sus obligaciones (El niño mira y mira / la naranja: ese premio / de su primer escrito[2]).
Con todo ello, y aunque los haiku aluden a las distintas estaciones del año, en conjunto se sirven de los estados de la naturaleza para dejar un poso de reflexión sobre el paso del tiempo, el nacimiento y la muerte son hitos que marcan el desarrollo y el sentir humano.
Notas:
[1] Haiku 31, página 75.
[2] Haiku 63, página 139.