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Roda al món i torna al Born: crónicas burguesas de una vuelta al mundo VI. Sentimientos encontrados hacia China – Revista Ecos de AsiaRevista Ecos de Asia
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Roda al món i torna al Born: crónicas burguesas de una vuelta al mundo VI. Sentimientos encontrados hacia China

En la anterior entrega, comentamos brevemente la estancia de Oleguer Junyent en Filipinas, y cómo la presencia de una comunidad catalana en Manila que recibió a los viajeros con los brazos abiertos eclipsó la potencial curiosidad que el artista podría haber sentido hacia la cultura local, sumergiéndose en un episodio de nostalgia.[1]

Tras abandonar Filipinas, Junyent y su compañero Mariano Recolons tuvieron oportunidad de visitar varias ciudades importantes de China. En principio, el Celeste Imperio causó en Junyent una impresión considerablemente menor de la que ya le habían causado Egipto o India, y de la que posteriormente le causaría Japón. Sin embargo, sí que se sentiría atraído por los pintorescos mercados, la vetusta monumentalidad que parecía impregnar cada rincón y  el bullicio de sus puertos, llenos de vida.

Una viajera americana atendida por personal chino en un restaurante, dibujo de Oleguer Junyent incluido en Roda el món i torna al Born.

Una viajera americana atendida por personal chino en un restaurante, dibujo de Oleguer Junyent incluido en Roda el món i torna al Born.

A grandes rasgos, a juzgar por su testimonio, Junyent parece disfrutar más la visita a Cantón que el forzoso paso por Hong Kong, obligado por la ruta del barco en el que realizan la travesía. Esta opinión se desprende de las descripciones vertidas sobre ambos enclaves: en el caso de Cantón, la define como “propiamente china”,[2] se recrea en comentar sus principales monumentos e incluso realiza alguna mención a la práctica de los pies de loto;[3] mientras que en el caso de Hong Kong, apenas se limita a recrear superficialmente el ambiente urbano, sin profundizar en ninguno de sus aspectos.

La siguiente escala china es Shanghái. Desde mediados del siglo XIX, y más concretamente desde el Tratado de Nankin (1842) que ponía fin a la Primera Guerra del Opio, Shanghái se había convertido en un puerto internacional, recibiendo una considerable influencia occidental, en el sentido más amplio. Es por ello que Junyent consideró especialmente oportuno referir en este momento el episodio de la Rebelión de los Boxers (1899 – 1901), [4] que explicase el conflicto existente en China respecto a la presencia occidental. Su narración parte de una perspectiva europeísta, de la que no se desprende tampoco a la hora de describir la ciudad. Shanghái es, para Junyent, una combinación de barrios europeos, modernos e interesantes, y el barrio propiamente chino, del que destaca su suciedad y lo poco interesante que resulta de visitar para un viajero.

Palanquín nupcual. Fotografía incluida en Roda el món i torna al Born.

Palanquín nupcial en Pekín. Fotografía incluida en Roda el món i torna al Born.

La impresión más poderosa que se lleva Junyent de China es la que le produce Pekín. Junyent la compara con la Antigua Roma en su decadencia: una ciudad viva, bulliciosa, ajetreada, en la que sin embargo puede percibirse, a su juicio, un cierto abandono y el ocaso de quien, habiendo vivido horas mejores, ha visto quedar atrás sus momentos de prosperidad y se sumerge en un lento declive. Aunque se refiere a edificios de interés y valora la ciudad en su conjunto, es revelador de lo que China le hace sentir cuando, contemplando Pekín desde lo alto, rememora sus (ya lejanos) días en Egipto, y exclama “y [el recuerdo de] Egipto va ligado a un enternecimiento muy cercano a la añoranza, que nunca despertará en nosotros el recuerdo del espectáculo puramente artístico que contemplamos desde las murallas de Pekín.”[5]

También destaca de Pekín las cicatrices, todavía visibles, que la Revuelta de los Boxers había dejado en el tejido urbano, hablando de ruinas y edificios quemados, que se combinaban con las ruinas propias de esta decadencia de la ciudad.

Desde Pekín, los viajeros se desplazaron para conocer las Tumbas de los Ming y la Gran Muralla, si bien los relatos que Junyent incluye al respecto se basan únicamente en breves descripciones de los monumentos, explicando superficialmente su historia y el aspecto que tienen en el momento de su visita. Lo sucinto de estas descripciones, en comparación con otros enclaves que Junyent visitó dedicándoles un tiempo similar, podría hacer pensar que le desagradaron sobremanera. Sin embargo, es posible que, más que un desagrado hacia ambos complejos monumentales, la mala experiencia de Junyent se debiese a la incomodidad que sufrieron durante esta excursión. A pesar de que tampoco se recrea en la queja (como ha podido hacer en otras ocasiones, por ejemplo, en su visita a Benarés), Junyent menciona la pernoctación en un hostal muy poco confortable (del cual, incluso, llega a decir que posee camas que invitan a las pesadillas),[6] así que es lógico deducir que su reducido interés por ambos monumentos fuese una consecuencia directa del cansancio y de los achaques propios del viajero mal descansado.

La Gran Muralla. Dibujo de Oleguer Junyent incluido en Roda el món i torna al Born.

La Gran Muralla. Dibujo de Oleguer Junyent incluido en Roda el món i torna al Born.

Cabe destacar que, a pesar de su aparente animadversión con pequeñas excepciones hacia el Celeste Imperio, lo cierto es que a nivel visual Junyent se muestra mucho más interesado por la cultura china de lo que demuestran sus palabras. Esto se traduce en una proliferación de imágenes, que en Roda el món i torna al Born generan incluso una extensa desincronización entre imagen y texto. Como ya destacábamos en un artículo anterior, la estructura del libro se concibe de manera que texto e imagen creen sus propios discursos, y aunque en algunos puntos estos pueden avanzar en paralelo, ninguno se supedita al desarrollo del otro. El punto en el que más claramente se aprecia esta separación texto-imagen es en el apartado dedicado a China, donde las imágenes se extienden e ilustran, además dicho capítulo, el dedicado a Corea y la parte inicial del dedicado a Japón. De este modo, las fotografías de Corea aparecen desplazadas y se muestran aisladamente, ya dentro del capítulo japonés, y no es hasta este último capítulo que consiguen alcanzar nuevamente el mismo ritmo. Además, podemos suponer que lo que figura en el libro es solo una cuidada selección de los más interesantes dibujos y fotografías del viaje, lo que nos permite imaginar que el volumen de descartes (es decir, de dibujos, pinturas y fotografías que no fueron seleccionados para la publicación) también era mayor que en otros apartados.[7]

Retrato de una dama china, de Oleguer Junyent, incluido en Roda el món i torna al Born.

Retrato de una dama china, de Oleguer Junyent, incluido en Roda el món i torna al Born.

Más allá de su posición en el texto, otro aspecto muy interesante a tener en cuenta son los intereses que se desprenden de la selección de imágenes, en las que realiza un progresivo paso de los dibujos, que alcanzan un mayor protagonismo en los enclaves iniciales, a las fotografías, que toman protagonismo especialmente en torno a Pekín. La explicación es sencilla: hasta Shanghái (inclusive), las visitas que hace Junyent a los distintos lugares son pequeñas escalas en su ruta marítima, y, a excepción de Cantón, le resultan desagradables o europeas, de modo que dirige su atención artística a las gentes que pueblan estos lugares, ilustrando desde el lujo del buque en el que viajan hasta los marineros del puerto de Hong Kong en un momento de descanso o las criadas de familias occidentales. Sin embargo, al llegar a la zona de Pekín y a las visitas que hace desde allí a las Tumbas Ming y a la Gran Muralla, manifiesta un interés por representar fotográficamente cómo son estos grandes monumentos que constituyen, a ojos occidentales, la esencia de la historia, cultura y tradición chinas, de modo que considera necesario fijar un recuerdo no solo artístico, sino también fotográfico, para asegurarse de conservar imágenes sin distorsiones causadas por las impresiones que experimentase en el momento de la visita.

Página de Roda el món i torna al Born con dos fotografías de artistas de la Ópera de Pekín.

Página de Roda el món i torna al Born con dos fotografías de artistas de la Ópera de Pekín.

Al partir de China, Junyent deja constancia de su frustración por no poder desplazarse a Port Arthur. Este enclave había sido un punto estratégico fundamental en la Guerra Ruso-Japonesa (1904 – 1905), donde se habían librado batallas decisivas. Occidente había observado con gran curiosidad este enfrentamiento bélico, ya que el desarrollo del conflicto ponía en evidencia el poderío que el ejército japonés había alcanzado durante la era Meiji (1868 – 1912),[8] y confirmaba que Japón se había modernizado y fortalecido como nación hasta el punto de erigirse como potencia mundial de primer orden. Por todo ello, la Guerra Ruso-Japonesa había sido seguida con gran interés por la prensa europea y americana (pueden encontrarse noticias relativas al desarrollo de los acontecimientos en diarios como ABC, La Vanguardia o La Ilustración Española y Americana), por lo tanto es natural que Junyent y Recolons deseasen detenerse y visitar un enclave con el que presumiblemente estaban tan familiarizados, posiblemente más que con muchos otros enclaves, gracias a estas informaciones de prensa.[9]

El viaje prosigue, y Junyent y Recolons alcanzan Corea. Aunque será una estancia breve, prácticamente de paso, resulta muy interesante que Junyent le dedique un capítulo en Roda el món i torna al Born, por lo poco frecuente que resulta que se atendiese a una potencia considerada muy secundaria, eclipsada bajo la atracción que China y Japón ejercían para el viajero occidental. Por ello, consideramos oportuno dedicar un artículo a hablar del paso de Junyent por Corea, que será el tema de la próxima entrega de esta serie.

Notas:

[1] Previamente, habíamos comenzado esta serie de artículos hablando de la figura de Oleguer Junyent, del libro Roda el món i torna al Born, en el que relata sus experiencias en la vuelta al mundo, y habíamos centrado nuestra atención en las primeras etapas del viaje, tratando, respectivamente, las visitas a Egipto e India en el tercer artículo de la serie y la escala en Ceilán en el cuarto.

[2] Junyent, Oleguer, Roda el món i torna al Born, Barcelona, La Ilustración Catalana, 1910, p. 232.

[3] La práctica de los pies de loto es una costumbre realizada en algunas regiones de China, y particularmente en Cantón (donde tuvo un especial arraigo), consistente en vendar los pies de las mujeres de clase alta, desde temprana edad, impidiendo su correcto desarrollo. Esto respondía a la adecuación de los pies a unos cánones de belleza que dictaban que la forma ideal del pie femenino era de pequeño tamaño y con una forma diminuta. Tras este canon de belleza se escondía una actitud de dominación sobre la mujer, ya que al alterar la forma de los pies, ocasionaba grandes dolores y dificultades de movimiento, que convertían a la mujer en completamente dependiente. Por otro lado, esta dependencia se asociaba a las clases altas, cuyas mujeres no necesitaban trabajar para ganarse la vida, lo cual fomentaba que la práctica se arraigase también entre clases medias, no tan pudientes, que querían demostrar su posición social, empleando entre otras cosas esta costumbre.

[4] La Rebelión o Levantamiento de los Boxers fue una revuelta que tuvo lugar entre 1899 y 1901 en China, teniendo como principales escenarios Pekín y Tianjín. Las causas de este levantamiento se encuentran en un fuerte sentimiento antioccidental (en realidad, antiextranjero, puesto que también se alzaron contra los japoneses), que se materializó en ataques a los extranjeros asentados en China y sublevaciones contra el gobierno chino, que se posicionaba a favor de las relaciones internacionales. Finalmente, la rebelión fue sofocada por una alianza en la que reunieron sus fuerzas las principales potencias afectadas: Alemania, Autria, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia.

[5] “y l’Egipte ja va lligat ab un entendriment ben proper de l’anyoransa, que may despertarà en noasltres el recort del espectacle purament artístich que contemplem desde les muralles de Peking”. Traducción de la autora. Junyent, Oleguer, Roda el món… op. cit., p. 246.

[6] Junyent, Oleguer, Roda el món… op. cit. p. 248.

[7] Las  imágenes de China únicamente son superadas por las de India, Egipto y Japón. Sin embargo, el tiempo que pasó en los distintos puertos chinos fue menor que sus estancias en los otros tres destinos, de modo que el volumen de ilustraciones de este apartado (que alcanza las sesenta imágenes) resulta bastante significativo.

[8] La modernización del ejército japonés fue uno de los logros conseguidos durante el periodo Meiji que despertó mayor admiración en Occidente. En 1868, la Guerra Boshin que dio lugar a la Restauración Meiji se había luchado con tácticas y armamento prácticamente medieval, escasas y obsoletas armas de fuego y katanas y otras armas de combate cuerpo a cuerpo, mientras que las fuerzas de ambos bandos se estructuraban de manera feudal: daimios que se posicionaban en un bando u otro para aportar sus ejércitos personales, conformados por samuráis y soldados. En 1904 (y previamente, en la Primera Guerra Sino-Japonesa de 1894 – 1895), Japón se enfrentó a una potencia europea, con un ejército de reemplazo, uniformado, homogéneo, no sometido a jerarquías más allá del propio organigrama militar y provisto con armas y equipamientos modernos. En apenas algo más de tres décadas, la mentalidad militar de Japón como nación se había transformado radicalmente, y bajo la imitación de los modelos occidentales, había logrado crear un ejército capaz de vencer a sus propios modelos.

[9] También cabe destacar que en este caso, debido a su importancia estratégica y simbólica, Port Arthur fue uno de los episodios de la Guerra Ruso-Japonesa que recibieron mayor atención por parte de la prensa que muchos otros enfrentamientos del mismo conflicto.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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