Revista Ecos de Asia

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This article was written on 08 Jun 2016, and is filled under Historia y Pensamiento.

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Roda el món i torna al Born: crónicas burguesas de una vuelta al mundo III. De Barcelona a India

En artículos anteriores tuvimos ocasión de presentar la vida y el viaje de Oleguer Junyent alrededor del mundo, así como de hacer un pequeño análisis de aquello que llamamos las consecuencias del viaje: la exposición que Junyent realizó a su vuelta, el libro que publicó y el impacto que ello tuvo en la sociedad barcelonesa. Gracias a ambos textos, pudimos sentar las bases para profundizar, a partir de ahora, en cómo fue realmente ese viaje. Tomando como punto de partida las experiencias relatadas por Junyent en Roda el món i torna al Born, en este y los siguientes artículos de la serie nos iremos aproximando a los distintos destinos.

El viaje comenzó en Barcelona, de donde se dirigió a Marsella para embarcar y cruzar el Mediterráneo hasta Egipto. Junyent se hacía eco de la denominación coloquial que recibía el puerto de Marsella como “puerta de Oriente”, si bien en su viaje hay otro enclave que responde incluso mejor a este concepto.

En Egipto, Junyent, siempre acompañado de Mariano Recolons, remontó el cauce del Nilo hasta Asuán, visitando numerosos monumentos que ya entonces se consideraban grandes atractivos turísticos. Tal era su fascinación que incluso obligaba a su acompañante a que le tradujera lo que describían los guías turísticos y cicerones británicos con los que se encontraban, para conocer en profundidad aquellos lugares.

Portada de una edición de Viaje de un escenógrafo a Egipto.

Portada de una edición de Viaje de un escenógrafo a Egipto.

De vuelta en El Cairo, se dejó seducir por las mezquitas y los museos del Antiguo Egipto antes de continuar la marcha. Sentía Junyent verdadera fascinación por esta cultura antigua, hasta tal punto que durante su vida escribiría otro libro, al estilo de Roda el món i torna al Born, dedicado exclusivamente a Egipto, que, en un alarde de originalidad, tituló Viaje de un escenógrafo a Egipto.

Antes de abandonar la tierra de los faraones, Junyent también tuvo tiempo de visitar enclaves más contemporáneos, cuyo atractivo procedía de motivos diferentes al de la ancestral cultura egipcia. Dedica unas líneas a hablar con admiración del Canal de Suez, y de cómo este ha influido en el desarrollo de las ciudades cercanas, destacando el auge de Puerto Said. Cabe destacar, a título de curiosidad, la atención que le suscita el monumento a Ferdinand de Lesseps, principal artífice del canal y figura relevante para la historia de Barcelona: había sido diplomático entre 1842 y 1848, periodo durante el cual hubo en Barcelona una serie de disturbios que se atajaron bombardeando la ciudad desde Montjuïc, por orden del general Espartero; Lesseps en un primer momento organizó un dispositivo de asistencia para la colonia francesa, pero viendo la magnitud de la tragedia, lo hizo extensible a la población barcelonesa, motivo por el cual, en la última década del siglo XIX, se nombró en su honor una plaza en el –recién anexionado– barrio de Gràcia, muy cerca de la calle en la que el artista instalaría su estudio poco después.

Monumento a Ferdinand de Lesseps a la entrada del Canal de Suez..

Monumento a Ferdinand de Lesseps a la entrada del Canal de Suez..

A pesar de que anteriormente había considerado a Marsella como la “puerta de Oriente”, las palabras de Junyent al abandonar Egipto permiten entrever que es el cruce del Canal de Suez el verdadero punto de inflexión, la auténtica puerta de Oriente. Hasta el momento, lo que Junyent había visitado, pese a resultarle fascinante, no dejaban de ser los vestigios de una milenaria cultura sobradamente conocida (e imaginada) en Occidente, mientras que a partir del Canal de Suez, ante los viajeros se abría el auténtico, exótico y escasamente conocido (lejano) Oriente.

La travesía marítima desde El Cairo hasta Bombay constituye prácticamente una elipsis en Roda el món i torna al Born, ya que en los trayectos en barco apenas suceden anécdotas relevantes. Lo que sí le permiten estos tramos es dedicarse al dibujo, tomando apuntes del natural de los pasajeros y las situaciones que se suceden a bordo, combatiendo al letargo y al aburrimiento.

Esbozo de un encantador de serpientes tomado del natural, una práctica que Junyent no solo reservaba a las travesías en barco.

Esbozo de un encantador de serpientes tomado del natural, una práctica que Junyent no solo reservaba a las travesías en barco.

Aunque habían abandonado Egipto, uno de los lugares que Junyent esperaba con más ilusión, el nuevo destino, India, cautivó de igual manera al artista. Desde su desembarco en Bombay, su entusiasmo quedó patente a lo largo de las abundantes páginas que le dedicó en el relato de su viaje, extendiéndose en las anécdotas y en dar información de los distintos sitios que visitaban y acompañando el extenso texto de una gran cantidad de imágenes, tanto de su propia mano como fotografías, que ilustrasen sus explicaciones sobre aquella cultura exótica y tan desconocida en Occidente. Aunque no vamos a entrar a analizar y describir pormenorizadamente los lugares que Junyent visita y las informaciones que recoge sobre ellos, sí queremos destacar algunos casos significativos, por motivos muy diversos.

El primer caso al que queremos hacer referencia se refiere a las torres del silencio que visitan en los alrededores de Bombay. Cabe destacar que se trata de una visita improvisada, que no se había planeado previamente y que por tanto no fue precedida de una gran expectación. Las torres del silencio son edificios de origen zoroástrico que cumplen una importante función dentro del rito funerario. El zoroastrismo considera los cuerpos de los fallecidos como impuros, de modo que, previamente al enterramiento, los cadáveres se depositaban en estos edificios, al descubierto, para que tuviera lugar el proceso de descomposición. Una vez limpios los huesos, se recogían y se depositaban en un osario, dentro de las propias torres. Todo ello se explica en Roda el món… con cierta fascinación, si bien la solemnidad del lugar queda empañada por la trivialidad con la que Junyent refiere su visita, en la que prima la curiosidad pintoresca y la experiencia estética y anímica del visitante sobre el valor o la relevancia del monumento.

Fotografía de una torre del silencio visitada por Junyent.

Fotografía de una torre del silencio visitada por Junyent.

Por supuesto, avanzando en su viaje también visitan el Taj Mahal, el monumento por excelencia y gran icono de India, que a comienzos del siglo XX comenzaba a desarrollar su atractivo internacional y a erigirse en el símbolo por excelencia del país hacia el exterior (característica que terminaría de consolidarse en torno a los años cincuenta y sesenta). En su relato, Junyent combina la relación de anécdotas más o menos personales (explicando cómo, al acudir al monumento en un horario muy temprano, se toparon con un cortejo fúnebre) con datos históricos sobre el edificio, su construcción y la leyenda que le rodea.

El Taj Mahal, tal como lo conoció Junyent.

El Taj Mahal, tal como lo conoció Junyent.

Algo parecido sucede con las ciudades de Jaipur y Amber, en las que Junyent parece sentirse responsable de transmitir la historia de los principales monumentos, así como los datos relevantes sobre los mismos. En estos pasajes, en ocasiones parece que Junyent llega a olvidar su propia experiencia personal en favor de este tipo de descripciones, aunque en realidad son estas mismas descripciones las que se convierten en su experiencia personal, transmitiendo de manera sutil y velada las principales filias que el artista desarrolla atravesando el subcontinente indio.

No obstante, es en India donde, además, suceden los pasajes más divertidos, relacionados directamente con anécdotas personales de Junyent y Recolons. Buen ejemplo de ello supone su audiencia con unos nobles locales en Jaipur. Al llegar a la ciudad e instalarse en su alojamiento, recibieron la visita de un criado que venía a solicitar su presencia ante unos dirigentes locales. Junyent y Recolons, extrañados, preguntan por qué motivo quieren verles, dado que allí –tan lejos de casa– nadie les conoce. La respuesta que obtienen del criado es que son requeridos porque estas personalidades quieren aprovechar la oportunidad de saludar y entablar conocimiento con personas venidas de muy lejos, de lugares muy extraños. Esta anécdota, que Junyent narra con cierta hilaridad, le sirve también para profundizar en una reflexión sobre la propia naturaleza del viaje, entendido en términos generales, ya que hasta ese momento, junyent había tenido la sensación de ser él quien visitaba lugares exóticos y conocía gentes extrañas, no obstante, a raíz de este episodio, Junyent se da cuenta de que él y su acompañante son percibidos a su vez como personas extrañas provenientes de lugares exóticos, lo que contribuye a relativizar la distancia que le separa del hogar.

Más adelante, dentro de su recorrido por el subcontinente indio, Junyent y Recolons ponen rumbo a Cachemira. De camino, entablan amistad con un joven que volvía a casa de estudiar y formarse en Europa, con quien compartirán esta larga excursión. En Cachemira, y gracias a esta nueva amistad, protagonizan otra anécdota llamativa. A su llegada, y tras presentarse, Junyent recibe la noticia de que su maestro también se encuentra en la ciudad. Dejando de lado la gran casualidad que ello podría implicar (el hecho de coincidir, en un momento en el que los grandes viajes no se habían generalizado, en una ciudad pequeña, alejada de las principales rutas turísticas, a la que se han desplazado ex profeso, y no solo coincidir en el mismo espacio y en el mismo tiempo, sino llegar a encontrarse físicamente, descubriendo la presencia del otro gracias a un conocido común cuya relación se ha establecido durante el propio viaje), la sorpresa de Junyent es mayúscula, dado que su maestro, Soler i Rovirosa, había fallecido poco antes. Superado el shock inicial, y descartando que se tratase de un encuentro fantasmal, ese maestro que también se encontraba en Cachemira era Federico Madrazo (último descendiente de la saga de ilustres pintores, y el menos famoso de ellos), quien había sido maestro de Sebastià Junyent, el hermano de Oleguer.

En Cachemira, habiendo aclarado el malentendido, que se había producido por los problemas idiomáticos, Junyent disfruta de la compañía de Madrazo y de las amistades que hace allí, pasando unos días relajados en los que realizan excursiones por los alrededores, incluyendo una al Himalaya.

Fotografía del grupo en la excursión al Himalaya.

Fotografía del grupo en la excursión al Himalaya.

A pesar de este agradable encuentro, el viaje de Junyent y Recolons prosigue, aprovechando al máximo todas las visitas que se les presentan en el camino. Finalmente, llegan a Benarés, una ciudad que cobrará una importancia inesperada de cara a la continuación del viaje.

En un primer momento, Benarés cautiva a Junyent, quien, a pesar del caluroso clima, pasa horas pintando y realizando bocetos de la ciudad, sus edificios y sus gentes. No obstante, toda esta actividad frenética le pasó factura, afectando a su salud y haciendo que cayese enfermo. Esta enfermedad, el malestar que conllevaba y las consecuencias que tuvo (el prematuro abandono de la ciudad y del país) afectó al humor de Junyent, condicionando el relato.

Imagen de los crematorios de Benarés.

Imagen de los crematorios de Benarés.

Junyent incide en la falta de higiene de la ciudad, hecho al que parece atribuir su enfermedad, por el empeño que pone y la ferocidad con la que critica las condiciones de limpieza de Benarés. El tema no es nuevo, ya que las menciones a la higiene urbana son relativamente habituales, aunque en otros casos no dejan de ser comentarios breves, generalmente valorando el impacto de la presencia colonial. Sin embargo, en Benarés parece constituir una verdadera cruzada personal, acentuada por la importancia ritual de la ciudad. Benarés, bañada por el Ganges, supone un centro de peregrinación hinduista de gran importancia, y atrae a gran cantidad de fieles que desean purificarse en el río sagrado. Además, el río también es protagonista del rito funerario. El Ganges posee gran importancia dentro de la tradición hinduista, que lo vincula directamente con la divinidad, existiendo la creencia de que, con que tan solo un hueso toque las aguas del Ganges, el difunto será recibido con honores en la otra vida. Por este motivo, los cuerpos de los difuntos son depositados en el agua. La costumbre implica que los cuerpos sean cremados antes de depositarlos en el agua, no obstante, Junyent critica con afectación que se trata de un proceso costoso que solo las familias más pudientes pueden afrontar correctamente, mientras que las más humildes no pueden quemar completamente el cuerpo, de manera que depositan en el río cuerpos putrefactos, en el mismo cauce en el que los devotos se bañan para purificarse, convirtiendo el enclave en un potencial foco de infecciones.

En Benarés, es tratado por un médico occidental, el doctor Arnold, que le recomienda desplazarse hacia un clima más frío para poder recuperarse. El primer destino propuesto es Cachemira, ya que se trataba de una región cercana, situada al norte y entre montañas. No obstante, como los viajeros acababan de visitarla y se dirigían en dirección contraria, finalmente la solución acordada fue salir de la India y embarcar hacia Australia, acompañando al médico, quien también se dirigía al sur para pasar el verano.

De este modo, enfermo y debilitado por el calor y la fiebre, Junyent, acompañado de Recolons y del doctor, abandona rápidamente Benarés y se dirige a Calcuta, ciudad que no tiene apenas tiempo de visitar, ya que los dos aventureros embarcan directamente rumbo al sur. Con esta precipitada salida de India concluye también este artículo, dejando para próximas entregas las siguientes etapas del viaje.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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