En la última entrega publicada,[1] habíamos dejado a Oleguer Junyent y a su amigo en la sombra Mariano Recolons visitando Ceilán, aprovechando el transbordo entre el Somalia, el buque que les sacó de la India y el Macedonia, que les conduciría a Australia, a punto de perder este último por haberse detenido a conocer la isla con mayor profundidad y detenimiento.
El viaje rumbo a las antípodas se vio caracterizado por las celebraciones del 14 de julio que, por iniciativa un grupo de viajeros franceses con los que Junyent y Recolons habían entablado amistad, tuvieron lugar en los salones del buque, donde el espíritu patrio de los franceses se entremezcló con el de otros grupos de viajeros, champán mediante. Esta fiesta incrementó su simbolismo al coincidir con el momento en el que el Macedonia cruza el ecuador.
En Australia, nuestros viajeros apenas abandonan el Macedonia para pequeñas excursiones a las principales ciudades de la costa australiana: Fremantle, Adelaida, Melbourne y Sidney. Durante esta parte de la travesía, Junyent realiza numerosos dibujos y esbozos de escenas de la vida cotidiana en el barco, así como abundantes pinturas (al óleo y acuarelas) de los paisajes que ofrece la costa australiana. Este entorno resulta atractivo para Junyent, en tanto que las condiciones de luz y las formas de la costa le recuerdan a Gerona y a Mallorca (sus destinos predilectos en España, y los únicos a los que se desplazará en su madurez, visitándolos con cierta regularidad), no obstante, sus sensaciones quedan eclipsadas en el conjunto de Roda el món i torna al Born por el exotismo y la fascinación que sobre él ejercen otros destinos del viaje. De este modo, de Australia se limita a destacar el aspecto europeo de sus ciudades.
En Sidney nuevamente se produce un cambio de barco, abandonan el Macedonia para embarcar en el Kumano-maru, que les llevará a las costas de Asia. Este transbordo les permite conocer con algo más de profundidad la zona de Sidney, si bien su mente ya se encuentra absorta en los preparativos de la siguiente etapa asiática.
En el recorrido desde Australia hacia China, el Kumano-maru hace una parada en Manila, donde Junyent y Recolons disfrutan de un día sintiéndose como en casa a pesar de la distancia. Junyent comienza relatando las advertencias frente al contagio del cólera, enfermedad de la cual en aquel momento Manila era un foco destacado, a pesar de los esfuerzos del gobierno colonial para frenar la enfermedad.[2]
Sin embargo, lo que realmente causó deleite a Junyent, la experiencia que sobresale de su breve estancia en Filipinas, es la velada que tuvieron ocasión de disfrutar con la comunidad catalana asentada en Manila.[3] Ante la visita de sus compatriotas, los empresarios y comerciantes catalanes afincados en la ciudad acudieron a sus reservas de productos tradicionales procedentes del hogar que mantenían reservados para una ocasión especial, y dieron un banquete en el que celebraron la nostalgia compartida del hogar. Junyent reproduce una estrofa de un cántico que entonan los convidados, y que evidencia este espíritu de unidad en la nostalgia:
…Hont trobaré tes cimes
bell Montserrat
en lloch veuré, ciutat de Barcelona,
ta hermosa Seu.[4]
Esta estrofa, que Junyent recoge como epítome de la emoción nostálgica que impregnó toda la velada pertenece a un poema de Jacinto Verdaguer (1845 – 1902), uno de los más célebres y destacados poetas en lengua catalana. Dicho poema, titulado L’Emigrant, constituye una descripción melancólica de Cataluña que recoge perfectamente este espíritu nostálgico.[5] De hecho, Junyent destaca otros dos versos del poema que se torna canción en la reunión, y los remarca por su capacidad emotiva, aludiendo que “Mossen Cinto” (en referencia a Jacinto Verdaguer) hubiera experimentado una de las mayores satisfacciones de su vida si hubiera visto cómo a aquellos hombres, que residían en el otro confín del globo, se les arrasaban los ojos de lágrimas al entonar los versos “Dolsa Catalunya / patria del meu cor”.[6]
En definitiva, Junyent no obtiene de esta escala una imagen de la cultura filipina tradicional, sino que únicamente experimenta una burbuja en la comunidad catalana afincada en Filipinas, que hasta apenas una década había sido colonia española. Aquí, él mismo se da un respiro, dejándose arropar por sus compatriotas y entregándose a la melancolía. De este modo, Filipinas se convierte, en cierta medida, en un nuevo punto de partida: restituido su ánimo, Junyent se embarca rumbo a sus siguientes destinos (China, Corea, Japón, Canadá, Estados Unidos) con energía y curiosidad renovadas gracias a este encuentro.
Notas:
[1] Anteriormente, habíamos hablado de Oleguer Junyent, del libro de viajes que publicó tras su vuelta al mundo, y habíamos comenzado a desgranar dicho viaje atendiendo, en la primera etapa, a Egipto y la India, y en la segunda, a la escala realizada en Ceilán.
[2] Históricamente, se ha definido esta como la sexta gran epidemia o epidemia mundial de cólera, que se desarrolló entre 1899 y 1923. Además de Filipinas, esta epidemia afectó a India, Egipto y la Península Arábiga, despuntando también un brote severo en Nápoles entre 1910 y 1911. No obstante, a nivel general, la virulencia de esta epidemia, así como de la quinta, producida entre 1881 y 1896, fue bastante menor que las precedentes, por existir un conocimiento mayor de la enfermedad y, por lo tanto, una mayor facilidad para la protección y prevención del contagio, así como del tratamiento. No obstante, en las líneas que Junyent le dedica, en Manila dicha prevención no resultaba efectiva, y los esfuerzos del gobierno estadounidense resultaban contraproducentes, según el testimonio del artista.
[3] No debe olvidarse, a la hora de comprender el peso o importancia de esta comunidad, que en 1881 se había fundado la Compañía General de Tabacos de Filipinas, con sede en Barcelona, donde residía su fundador, Antonio López y López, primer marqués de Comillas.
[4] La cita, en catalán previo a la normalización llevada a cabo por Pompeu Fabra, ha sido extraída de la publicación original. Su equivalencia en catalán contemporáneo sería “… On trobaré tes cimes / bell Montserrat? / Enlloc veuré, ciutat de Barcelona, / ta hermosa Seu…”, y la traducción al castellano equivaldría a “… ¿Dónde encontraré tus cimas / bello Montserrat? / En ningún lugar veré, ciudad de Barcelona, / tu hermosa Catedral… “. Junyent, Oleguer, Roda al món i torna al born, Barcelona, La Ilustración Catalana, 1910, p. 228.
[5] L’Emigrant fue compuesto en 1894 por Jacinto Verdaguer como obra coral dedicada al Orfeón Catalán. El texto fue musicalizado por Amadeu Vives, y por su contenido, rápidamente se convirtió en un himno nostálgico, emblemático y representativo de la identidad catalana. Puede consultarse el texto aquí, y aquí puede verse una interpretación a cargo de José Carreras y Montserrat Caballé. Finalmente, aquí puede verse una versión del mismo cántico interpretada por Peret, que pone de manifiesto la importancia popular e identitaria del tema.
[6] En catalán contemporáneo “Dolça Catalunya / patria del meu cor”, y en castellano “Dulce Cataluña /patria de mi corazón”. Ibídem, p. 229.