Revista Ecos de Asia

DÔJINSHI: La principal forma de expresión fan

Japón es uno de los países que más protege los derechos de sus creadores, siendo extremadamente severo con cualquier infracción de los derechos de propiedad intelectual. Esta posición se ha reforzado en los últimos años, llegando incluso a considerar endurecer su Ley de Copyright a raíz del acuerdo comercial TPP (Trans-Pacific Partnership) durante 2015, lo que ha quedado demostrado con el cierre de diversas páginas web dedicadas a la distribución ilegal de mangas (Mangamura, por ejemplo, que fue cerrada en 2016), así como con el encarcelamiento de los responsables de mantener dichas webs.

Stand vendiendo dôjinshi durante una convención.

En este contexto, es de especial relevancia la presencia en el mercado nipón de los dôjinshi, palabra japonesa formada por los símbolos de dôjin (“misma persona”) y shi (“revista”), que hace referencia a un conjunto de productos creados, publicados y distribuidos por y para fans cuyo contenido está basado en trabajos preexistentes y originales ya publicados de manera oficial, y que constituyen uno de los pilares principales de cualquier fandom[1] en Japón. Aunque la mayor parte de productos que se engloban dentro de los dôjinshi está constituida por material gráfico, ya sean mangas o ilustraciones, también se pueden encontrar críticas, novelas, videojuegos (principalmente novelas visuales), música e incluso contenido animado, siendo producido y consumido de manera igualitaria tanto por hombres como por mujeres, sobre todo trabajadores, con un pequeño porcentaje de estudiantes.

Por otra parte, aunque la mayor parte de obras originales que constituyen el punto de partida de estas creaciones son japonesas, sobre todo series de manga y anime, es común la utilización de material audiovisual Occidental, encontrándose en abundancia dôjinshi basados en historias de Marvel y de Disney, por citar algunos de los ejemplos más numerosos. De hecho, existen infinidad de variaciones al respecto: los personajes y la ambientación de la obra original pueden mantenerse o pueden cambiarse, ya sea introduciendo personajes nuevos o situando a los personajes originales en un contexto distinto al definido por el autor de la obra original; puede imitarse el estilo de dibujo de la fuente o reinterpretarse según el propio estilo del dôjinka (término que se refiere a los autores de dôjinshi); el argumento del dôjinshi puede insertarse dentro de la línea temporal de la historia original o puede ser una creación totalmente novedosa; en cuanto a la temática, aunque relacionada en gran medida con contenido erótico de muy diversa índole, abunda también la parodia de los contenidos originales.

Portada de la primera revista publicada por Meikyû.

Los primeros dôjinshi datan del periodo Meiji (1868-1912), cuando la gente publicaba, pagando de su bolsillo, sus propias novelas y tanka,[2] considerándose Meiroku Zasshi la primera revista de este tipo, publicada en 1873. Tras la interrupción en la distribución de este tipo de publicaciones durante la Segunda Guerra Mundial y la dura posguerra japonesa, los dôjinshi como los entendemos hoy día resurgieron en los años setenta del siglo pasado, esta vez ligados a la convención del Comic Market, abreviado generalmente como Comiket. En los años sesenta y principios de lo años setenta, el manga estaba experimentado una Edad de Oro gracias, entre otros, a artistas como Tezuka Osamu (autor del manga Astroboy, entre otros muchos) o Ishinomori Shôtarô (creador de la serie de televisión Kamen Raider) que publicaban en la revista COM. Esta revista, además, tenía una sección dedicada a nuevos artistas, donde se apoyaba la publicación de dôjinshi. Sin embargo, con la Primera Crisis del Petróleo en 1973, muchas revistas de mangas, incluyendo la COM, desaparecieron, dejando un gran vacío en el mundo del manga. Durante los años posteriores a esta crisis, los shônen[3] y los mangas de deportes coparon las páginas de las pocas revistas que quedaban, por lo que dejaron de dedicar espacios a los nuevos artistas, incluidos a los dôjinka. Ante esta situación, los críticos de manga Aniwa Jun y Shimotsuki Takanaka crearon el primer dôjin (en español se utiliza el término “círculo”), es decir, un grupo de gente que compartía sus mismas inquietudes. Lo llamaron Meikyû (“laberinto”), y se formó con la intención de difundir sus publicaciones al margen de las grandes editoriales. Este es el origen del primer Comiket, que se celebró por primera vez el 21 de diciembre de 1975.

En la actualidad, el Comiket sigue celebrándose de manera bianual durante los meses de agosto y diciembre en el Centro de Exhibiciones Internacionales de Tokio (más conocido como Tokyo Big Sight), localizado en dicha prefectura, una convención que atrae a otaku de todo el país (y de todo el mundo) y que ha alcanzado tales proporciones que ha llegado a definirse al desplazamiento de los fans como “movimiento migratorio”. En los últimos años, sin embargo, se está dando la tendencia de complementar esta venta directa con la venta mediante páginas web a través de Internet.

Imágenes del Comiket 2018 celebrado del 10 al 12 de agosto de ese mismo año: vista de la fila que lleva al Tokyo Big Sight (izquierda) y vistas del interior del recinto (derecha).

Hay que concretar que dicho material, los dôjinshi, es considerado por la gran mayoría de abogados japoneses como ilegal, ya que viola abiertamente las leyes de copyright del país. Sin embargo, este crimen es, según la ley japonesa, de tipo shinkokuzai, referido a aquellos delitos que requieren de una queja formal por parte de la víctima, el autor de la obra original en este caso, para que pueda ser perseguido por la ley. En general, las opiniones de expertos coinciden en que, si los autores de manga y anime se rebelaran contra los dôjiinka, con mucha probabilidad ganarían el juicio. Ha habido intentos de legalizar este mercado, introduciendo el uso de una marca similar a la del copyright, la Doujin Mark, que se pondría en aquellos dôjinshi que contaran con la aprobación de los autores de la obra fuente, aunque a día de hoy, poner o no esta marca es más una recomendación que una ley, y su uso no está demasiado extendido.

Dôjinshi escrito por Minoru Oginu.

Queremos destacar que, a pesar de la poca tolerancia que tiene la sociedad nipona con los comportamientos al margen de la ley (una de las principales razones que llevan al bajo índice de criminalidad en el país nipón), tanto la producción como venta de dôjinshi está popularmente aceptada por el público, hasta el punto de que hay incluso políticos que venden personalmente sus creaciones en el Comiket utilizando su nombre propio, siendo este el caso de Minoru Oginu, autor del manga dôjinshi Fujiwara no Mokô basado en un personaje original de la serie de videojuegos Tôhô Project. Otro episodio que nos da una idea de la fuerza que tiene este movimiento fan es el conflicto que sigue vigente sobre la posible cancelación del Comiket durante el año 2020, debido a que se quieren utilizar las instalaciones del Tokyo Big Sight para las festividades relacionadas con la celebración de los Juegos Olímpicos durante dicho año. La posibilidad de cancelar el evento causó un gran descontento entre la comunidad otaku japonesa, hasta el punto de que el gobierno se vio obligado a retirar dicha propuesta y, en la actualidad, todavía se está negociando dónde se celebrarán las dos jornadas del Comiket de ese año.

Podemos especular sobre las razones por las que se permite la continuada existencia de este fenómeno.

En cuanto al gobierno, la razón por la que no persigue esta irregularidad en el sistema es, sin duda, de carácter económico: según las últimas estadísticas, el mercado de dôjinshi es la parte del merchandising asociado al manganime que más beneficios produce, unos ochenta mil millones de yenes anuales (aproximadamente seiscientos millones de euros) en 2016, una cantidad que va en aumento y que constituye más del doble del dinero recaudado con la venta de otros productos oficiales como pueden ser las figuras de anime o los cosplay.[4]

Por parte de los autores, en general los dôjinshi se consideran una parte integral del mundo del manga y del anime, si bien algunos creadores, como Anno Hideaki, reconocido director del clásico Evangelion, han expresado en alguna ocasión su descontento ante la existencia de dicho material, aunque no han iniciado acciones legales al respecto. Podemos inferir varias razones para explicar la tolerancia y, en ocasiones incluso el apoyo, que los autores de obras originales muestran por este contenido. Una de ellas es que, según estadísticas del comité organizador del Comiket, la mayor parte de autores de dôjinshi son a su vez mangaka profesionales, siendo también un porcentaje importante de los dôjinka ilustradores, novelistas o gente relacionada profesionalmente con el mundo del anime, los videojuegos e incluso con el mundo editorial. Es especialmente conocido (aunque no el único) el caso de CLAMP, nombre del grupo de autoras responsables de series tan emblemáticas como Sakura: Cazadora de Cartas, que empezaron como dôjinka antes de dar el salto al ámbito profesional.

También podemos citar razones sociales, ya que los japoneses son muy poco dados al enfrentamiento directo, más aún si dicho conflicto tiene que resolverse ante los tribunales.

Por último, podríamos aducir la especial relación que se establece entre los autores de las obras originales y los fans a través de los dôjinshi. Tal y como ya se ha explicado al comienzo del artículo, el contenido de este tipo de material es libre y, al no haber intermediarios entre su creador y los fans, lo que se produce depende exclusivamente del dôjinka. Sin embargo, sobre todo en los dôjinshi de contenido romántico o erótico, hay una fuerte influencia de la opinión de los aficionados: el visionado de la serie original hace que el público forme sus propias opiniones respecto a los personajes. De manera extraoficial, existe la tendencia de involucrar románticamente a los personajes entre ellos (independientemente de si dichas relaciones existen o no en el contenido original) lo que lleva a la producción de dôjinshi para responder a dicha demanda. Los dôjinshi son, por tanto, una forma de comprender visualmente cuáles son los sentimientos no sólo del dôjinka, sino también de los fans respecto a los personajes creados, lo que puede influir de distinta manera en el contenido fuente: por ejemplo, en el anime de Gintama se referencia directamente la tendencia que tienen los fans de emparejar a sus dos protagonistas, Sakata Gintoki y Toshirô Hijikata, mientras que en la tercera temporada de la popular serie de anime Free! se puede apreciar una predisposición a que compartan escena aquellas parejas de personajes que se han establecido como más populares a través del mecanismo ya mencionado.

En conclusión, los dôjinshi son una de las principales formas de expresión de la comunidad fan, además de constituir el caldo de cultivo para la formación de futuros artistas al margen de la corriente principal de la cultura de masas.  Además, aunque los dôjinshi nacieron en Japón y es donde gozan de más reconocimiento y de un mercado más amplio, han inspirado la creación de contenidos similares en otros países del mundo (aunque con sus características propias) como pueden ser las publicaciones indie en Estados Unidos o los fanzines en España. Todo ello contribuye a que los dôjinshi no sean una mera copia del material original que perjudica el mercado, sino que se hayan erigido como una institución que enriquece la obra fuente.

Notas:

[1] Término formado por las palabras fan y kingdom, que hace referencia a la comunidad fan de un producto concreto.

[2] Género poético caracterizado por composiciones de treinta y seis sílabas (contadas al estilo japonés), cuyo origen está ya en el Manyôshû, compilación poética del siglo VIII.

[3] Género de manga orientado a niños de entre doce y dieciocho años.

[4] Derivado de las palabras costume y play, se refiere a la actividad de vestirse y actuar como un personaje de ficción, ya sea como aficionado o a nivel profesional. También hace referencia al traje en sí, que puede haber sido fabricado por el propio cosplayer o venderse como parte de la comercialización de las series, además de a la actividad.

avatar Claudia Bonillo (77 Posts)

Graduada en Ingeniería Informática con mención en Computación (2016, Unizar), Diploma de Especialización en Estudios Japoneses (2017, Unizar) y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte (2018, Unizar), actualmente es doctoranda del área de Asia Oriental en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza especializada en la transmisión de la historia medieval japonesa, periodo Sengoku (1467/1477-1603), a través de la cultura popular nipona (videojuegos, manga y anime). En el año 2020 ganó la Beca del Gobierno Japonés (MEXT/ Monbukagakushô) para Graduados Españoles para poder hacer una estancia de investigación en la Universidad de Kioto.


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