Revista Ecos de Asia

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This article was written on 02 Abr 2014, and is filled under Arte.

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Breve historia de la mujer japonesa en el arte. Periodos Muromachi y Momoyama (III).

En el periodo Muromachi (1333-1572) destaca la figura del shogun, sobre todo en manos de la familia Ashikaga (uno de los grandes mecenas de las artes). Época salpicada de guerras internas, rebeliones campesinas, aunque a su vez se produce un gran florecimiento de las artes y fascinación de nuevo por China (a través de las lacas).

Así pues, en este período culmina una era militar, buscando refugio en la religión (Budismo zen) y la tranquilidad de la naturaleza. En esta época surge además una pintura a la tinta (sumi-e), monocroma, que también procede de China (periodo Shong). Encontramos en ella una pintura exquisita, desarrollada en su máxima expresión. A su vez la necesidad de paz hará que la pintura Yamato-e,de motivos propios de Japón, vuelva a cobrar el esplendor de siglos atrás a finales de este periodo (S. XVI). En ella se fusiona el estilo chino con el nacional japonés. Dentro de la misma destaca la figura de Kano Hideyori, quien marca los orígenes de la escuela Kano. Sin embargo lo que nos interesa de ésta es que, dentro de tales formatos, aparece la mujer incluida dentro de distintas clases sociales, estableciendo un antecedente de lo que será el Ukiyo-e.

Precisamente fue Kano Hideyori quien desarrolló una obra llamada Escena popular entre los árboles momiji, en la que combinaba las técnicas chinas y niponas. La obra representa a un grupo de japoneses disfrutando en una tarde de otoño de la contemplación de la coloración roja que adquieren los árboles momiji (arce rojo). En esta escena popular la mujer entra en contacto con los hombres en una festividad mundana. Ya no encontramos a la mujer individual, divinizada ni portadora de la abundancia, sino que se representa desde otra perspectiva: la de un ser humano que se encuentra inscrito en la naturaleza, que es capaz de gozar en la contemplación de ésta junto al hombre. Sin embargo aún se perciben algunos indicios de una pasada idealización de la mujer, manifestado en los finos ropajes que utiliza, pero muy pronto serán desechados con la pintura de género.

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Escena popular entre los árboles momiji, Kano Hideyori (finales del S.XVI).

El periodo Momoyama (1572-1615) se va a caracterizar por el intento de dar unidad al país, lo cual se logra con Tokugawa Ieyasu. El establecimiento del shogunato Tokugawa contribuyó a dar a las mujeres un prestigio como hijas, esposas y madres gracias a las normas morales del confucianismo, que llegó a tener gran influencia en la vida política y social. Se daba la particularidad de que, aun en situaciones privilegiadas como eran las de las mujeres nacidas en la nobleza, estaban sujetas al arbitrio del padre, que disponía utilitariamente del casamiento de sus hijas. La educación de la mujer tenía como meta suprema ser buenas esposas, servir de instrumento de transmisión de la tradición familiar a los descendientes y satisfacer las ambiciones del propio progenitor, que la había entregado al mejor postor. Sin embargo, dentro de este ambiente de sumisión de la mujer en estos momentos, no debemos de olvidar el caso de algunas mujeres que destacaron por su heroicidad: las mujeres samuráis (onna-zamurai). Éstas participaron activamente en las luchas de época feudal.

En esta época además se siguieron potenciando los valores de la filosofía zen. Es de nuevo una época de apertura, de hecho a partir de 1543 llegaron comerciantes portugueses a Japón, así como los primeros misioneros (a partir de 1549).  Fruto de todas estas interrelaciones surgió el arte Namban (bárbaros del Sur). Esta influencia, esta unión entre Oriente y Occidente, también se manifestó en otras artes, como los textiles. Se hicieron además objetos con técnicas japonesas, pero con usos occidentales. Lamentablemente esta convivencia acabó de forma trágica: los shogunes expulsaron a los extranjeros y suprimieron todo lo relacionado con sus nuevas creencias (cristianismo como elemento de inestabilidad). Este rechazo llevó a que Japón a comienzos del periodo Edo cerrara todas sus puertas al exterior.

Por su parte el arte japonés de la época Momoyama y principios del periodo Edo refleja los cambios sufridos por la sociedad japonesa del momento. De la inestabilidad crónica de finales del periodo Muromachi se pasó en el periodo Momayama al alza de centros e imágenes de poder que transfirieran una sensación de seguridad en la población. A raíz de este momento que se estaba viviendo en Japón se produjo una mejora general de los estándares de vida de la población japonesa. Se fue forjando la consolidación de una clase comerciante que por primera vez comenzaba a tener un papel de cierto peso en la sociedad. Sus miembros quisieron rodearse a su vez de objetos artísticos que reflejaran sus costumbres y entornos de vida. De este modo el arte japonés se centró en las costumbres, maneras y entornos urbanos de la gente corriente.

Biombo tagasode (1573-1615).

Biombo tagasode (1573-1615).

Sin embargo, en medio de toda esta copiosa producción de lacas, pinturas, textiles y pantallas desbordadas por toda clase de figuras, las mujeres abandonaron sus biombos, cediendo su atractivo a las prendas dejadas tras de sí, colgadas en los soportes para kimonos. Estos biombos son conocidos en la historia del arte japonés como biombos tagasode. Normalmente estas obras constan de un par de pantallas, de seis u ocho piezas cada una, en las que se muestran, sobre un fondo dorado, uno o varios soportes de kimono donde se encuentran desplegados riquísimos y coloridos kosode, la prenda antecesora del kimono. En ocasiones podemos verlos acompañados de prendas masculinas (hakamasobre todo).

Si prestamos atención a la pintura de género de la época Momoyama y principios de Edo, en la que en muchos casos vemos escenas de danzas, festivales y diversiones, podemos relacionar la representación de estos biombos con el deseo masculino en relación con la cortesana. A través de estas obras sabemos además que las cortesanas usaban esta decoración en sus fiestas al aire libre. Se podría decir que las telas colgadas de estas cortesanas disparan la mente del espectador. Vemos ya pues una visión de la mujer desde el punto de vista sensual, erótico, anticipándonos a las obras artísticas relacionadas con el mundo de las geishas.

Pero también podría ser que estas obras no hubiesen sido concebidas para ser vistas por un ojo masculino, sino por uno femenino. Se tiene constancia de que desde la época Heian se practicaba la costumbre de decorar las habitaciones con las vestimentas. Esta costumbre se mantendría de generación en generación, y de hecho a lo largo de la época Edo se publicaron lo que se conoce como manuales de universidad para mujeres, en los que se incluye siempre una sección dedicada a la “decoración de los soportes de kimonos”.

Para saber más: 

  • Barlés, Elena y Almazán, D. (coords.), La mujer japonesa. Realidad y mito, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008.
  • García Gutiérrez, Fernando, El arte de Japón. Lo sagrado, lo Caballeresco y otros temas, Sevilla, Guadalquivir Ediciones, 2008.
  • Hane, Mikiso, Breve historia de Japón, Madrid, Alianza Editorial, 2000.
avatar Ana Asión (41 Posts)

Ana Asión Suñer (Zaragoza, 1989). Doctora en Historia del Arte, Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, Gestión del Patrimonio Cultural y Profesorado por la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral aborda las especificidades del cine español durante la década de los setenta, y sus líneas de investigación se centran en el ámbito cinematográfico y la historia contemporánea. Ha realizado múltiples aportaciones a la materia, desde publicaciones hasta conferencias en congresos nacionales e internacionales.


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