Revista Ecos de Asia

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This article was written on 12 Abr 2014, and is filled under Cine y TV, Crítica.

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Crítica. El último gángster: un melodrama noir en la China pre-comunista.

Cartel publicitario del film.

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Con motivo de su reciente edición en DVD, os presentamos ahora la cinta comercial china El último gánster (Da Shang Hai o The Last Tycoon), del director hongkonés Wong Jing, estrenada en 2012.

Bajo este sugerente título, que nos promete acción, crimen e intriga, se esconde en realidad una historia de desamor revestida de cine negro, e inserta en el interesante contexto de la China de los años 30: mostrándonos todas las tensiones que desembocarán en la Segunda Guerra Sino-Japonesa.

En este ambiente descrito, la película nos cuenta la historia de dos jóvenes enamorados y de orígenes humildes, que llegarán a triunfar pero de forma separada. Por un lado el muchacho: Cheng Daqi (interpretado por Chow Yun-Fat), sueña con hacerse un nombre en Shanghái, pero acabará accidentalmente metido en una mafia, dentro de la cual irá ascendiendo hasta convertirse en una figura clave entre las tríadas. Por otro lado, su amor de juventud: Ye Zhiqiu (a quien da vida Quan Yuan), conseguirá hacerse un nombre en la ópera de Pekín. Separados durante largo tiempo, sus caminos volverán a cruzarse en medio de la creciente tensión por la invasión japonesa cuando el marido de Zhiqiu, un disidente político, requiera de la ayuda de Cheng Daqi y así, nuestro protagonista, deberá elegir entre amor, honor y patriotismo.

El protagonista, Cheng Daqi y los dos actores que lo interpretan

El protagonista, Cheng Daqi y los dos actores que lo interpretan

Esta película china, con actores mundialmente conocidos y aspecto de superproducción, se basa parcialmente en la historia de un personaje real: Du Yuesheng, jefe de las tríadas de Shanghái, aliado del Kuomintang y exiliado en Hong Kong. El famoso actor Chow Yun-Fat, encargado de dar vida a este líder mafioso, resulta muy conocido para los occidentales, principalmente por sus roles en películas como Ana y el rey (1999), Tigre y dragón (2000), El monje (2003), Piratas del Caribe: En el fin del mundo (2007) o Los niños de Huang Shi (2008).

El film combina, con notable éxito, el cine negro con el melodrama, la acción y el romanticismo, pero sin dejar nunca de lado las explosiones y los sempiternos combates cuerpo a cuerpo, en los que desplegar todo tipo de artes marciales, satisfaciendo así los gustos del target masculino. Para las féminas queda un triángulo amoroso digno de Casablanca (con escena en el hangar incluida), pero cambiando el piano de Sam por la mucho más espectacular ópera china, que aporta color y tradición a esta historia de mafiosos.

Escena del film que capta la atmósfera del cine negro.

Escena del film que capta la atmósfera del cine negro.

La película mezcla así mismo el tiempo narrativo de la historia con numerosos flashbacks que nos permiten conocer mejor el pasado de sus protagonistas a medida que avanza su presente, en lo que supone un montaje inteligente pero sin estridencias, combinando las distintas líneas argumentales de manera elegante y dinámica.

Otro punto a su favor es, sin duda, la cuidada fotografía, casi preciosista por momentos, que unida a los lentos movimientos de cámara, contribuye a configurar unos interiores muy cuidados, que en ocasiones llegan a transmitirnos valores táctiles, por ese poder de sinestesia que tiene el cine, gracias al cual parece que podemos sentir el suave tacto de porcelana en los rostros de estas bellas y delicadas actrices.

La joven Ye Zhiqiu, interpretada por Joyce Feng.

La joven Ye Zhiqiu, interpretada por Joyce Feng.

Unido a esto, se encuentra el uso que hace del color, con un claro predominio de los azulados y los grises en las escenas de acción, y del rojo en los momentos de amor; un color éste muy vinculado también a China y a su teatro, que en este caso no aparece como mero atrezo o telón de fondo sobre el que se desarrolla la acción, sino que llega a actuar en ocasiones como agente motor de la historia, incluyendo alguna escena digna de El hombre que sabía demasiado (Hitchcock, 1956).

Cartel promocional que plasma la escena en la ópera.

Cartel promocional que plasma la escena en la ópera.

Por contrapartida, podríamos decir que en ocasiones resulta demasiado melodramática, empleando generalmente planos cortos para mostrar los sentimientos de los personajes mediante la gestualidad de los actores; un recurso habitual que se agudiza al estar apoyado por el uso que hace de la música extra-diegética instrumental (que reaparece en distintos momentos de la película, con ligeras modificaciones, a modo de motiv mémorative).[1]

Pese a este sentimentalismo del que adolece en determinados momentos, la película resulta en general un entretenido divertimento, quizás algo occidentalizado, muestra de un cine que, conocedor de los gustos del público, los explota sin reparos.

Notas:

[1] A este respecto, la película consiguió el premio a Mejor Canción Original en la 32ª edición de los Hong Kong Film Awards

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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