Revista Ecos de Asia

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This article was written on 21 Ene 2015, and is filled under Cine y TV.

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Argo, el poder de Hollywood y la crisis de los rehenes en Irán.

El 24 de febrero de 2013, el  Teatro Dolby de Los Ángeles se puso en pie para ovacionar a Argo como mejor película de 2012, reconocimiento que se dio a conocer de labios de un tándem de presentadores cuanto menos inusual.[1] A recoger el galardón subieron los tres productores: Grant Heslov, George Clooney y Ben Affleck. El primero de ellos, en su discurso, subrayó de manera más o menos sutil la que había sido (y con esta victoria, todavía más) una de las incongruencias mayores de la 85ª ceremonia de los Premios Oscar: Ben Affleck, director del film, había recibido el galardón al Mejor Director en los Premios BAFTA, en los Globos de Oro y en los Premios del Sindicato de Directores,[2]  pero ni siquiera fue nominado en los Premios de la Academia.[3]

  • Michelle Obama presentando los Oscars.

No fue esta la única controversia en torno al premio: la prensa iraní criticó duramente el film y el Oscar recibido por considerar que la Academia se había politizado (no hay más que ver quién hizo entrega del premio) y buscaba reconocer una película que distorsionaba la historia y tenía fines propagandísticos antiiraníes, elevándola de vulgar a obra de categoría a través de esta distinción, entre otros comentarios.[4]

Polémicas aparte, y sin entrar a valorar comparativamente si se lo merecía más o menos que otras nominadas, el galardón supuso una distinción merecida a una historia muy bien compuesta, como prueba que también obtuviera un reconocimiento al Mejor Guion Adaptado y otro al Mejor Montaje.[5]

El argumento de Argo se inspiraba en un hecho real (con todo lo que estas palabras conllevan, para bien y para mal, como ya se ha podido entrever): el rescate de seis norteamericanos que se encontraban atrapados en Teherán después del asalto a la embajada estadounidense que tuvo lugar a finales de 1979, un episodio conocido como la crisis de los rehenes. Acercaba de este modo al gran público una acción de los servicios de inteligencia que era relativamente desconocida, ya que el caso se había archivado como secreto hasta 1997. No obstante, después de su desclasificación, el protagonista de la historia, Tony Mendez, escribió un libro relatando la experiencia, que serviría de base para el guion.

Fotogramas del prólogo en los que pueden verse los recursos utilizados.

Fotogramas del prólogo en los que pueden verse los recursos utilizados.

La película comienza con un prólogo en el que se sitúa al espectador en el contexto histórico pertinente. No en vano, si se trata de una historia inspirada en un hecho real, deben darse al público herramientas para introducirse en la narración distintas de las que emplea la ficción original. Este prólogo combina una secuencia inicial, con forma de storyboard,[6] que hace referencia a la historia antigua de Irán, para, a continuación, insertar imágenes (tanto fotografías como escenas en vídeo) de época, desde los años 50 hasta la propia Revolución Iraní, combinando ambos estilos de manera fluida. El prólogo concluye con un fundido a negro, sobreescrita la frase “Basado en hechos reales”. A continuación, comienza el episodio que refleja la cinta, con una transición que consigue una enorme coherencia a través de un estilo visual que alterna la fotografía de la película con cortes simulando la apariencia del super 8, de forma que transmite al espectador la sensación de que sigue viendo  imágenes reales de la época.[7]

Ben Affleck como Tony Mendez (imagen promocional, fuente: warnerbros.co.uk)

Ben Affleck como Tony Mendez (imagen promocional, fuente: warnerbros.co.uk)

En las puertas de la embajada estadounidense en Teherán hay congregada una multitud reclamando la extradición del Sah, exiliado y acogido en EE.UU., para que sea juzgado y condenado en Irán por los crímenes perpetrados durante su gobierno. Dentro de la embajada el ambiente es tenso, incómodo, pero nada hace presagiar que esta protesta será diferente a las que se han venido sucediendo en los últimos días. No obstante, una vez realizada la composición de lugar, la tensión comienza a crecer, hasta que finalmente se produce el asalto a la embajada por parte de los manifestantes.[8] Los empleados, que desde la primera alarma se han ocupado de destruir los documentos de importancia, son capturados para ser utilizados como moneda de cambio por el Sah (algo que finalmente no sucedería). Sin embargo, no todos los trabajadores han sido secuestrados: seis de ellos, cuyos puestos estaban en el único edificio con acceso directo a la calle, han decidido escapar, logrando el cobijo del embajador canadiense. Ellos, junto con Tony Mendez (encarnado por Affleck) serán los protagonistas de la película.

Los seis rehenes (imagen promocional, fuente: vistiendoalseptimoarte.blogspot.com.es)

Los seis rehenes (imagen promocional, fuente: vistiendoalseptimoarte.blogspot.com.es)

Y es que, mientras la crisis de los rehenes se desarrollaba con una cuestionable gestión por parte del Gobierno estadounidense (el cautiverio de los secuestrados en la embajada se prolongó durante 444 días), estos seis huidos corrían un riesgo aun mayor: mientras los primeros estaban, pese a todo, protegidos por la opinión pública internacional (ya que cualquier daño que se les hubiera causado hubiera despertado una tormenta en las ya tensas relaciones internacionales iraníes), si los fugados eran descubiertos serían asesinados con escarnio público y escasa repercusión internacional. Es por ello que el Gobierno estadounidense estableció un gabinete paralelo para rescatarles, orquestando la operación que se refleja en la película.

Una vez que el Gobierno americano tuvo constancia de la situación y de los seis acogidos en la casa del embajador canadiense, diseñó una serie de planes para otorgarles identidades falsas y sacarlos del país, contando para ello con la asesoría de miembros de la CIA, entre ellos, Tony Mendez, el héroe de la historia, quien ve que la viabilidad de estos planes es nula. Implicado en salvar a sus conciudadanos, durante una charla con su hijo tiene una revelación: el plan que finalmente sería definitivo: la operación Argo.

Poster original de la falsa película, diseñado por la CIA.

Poster original de la falsa película, diseñado por la CIA.

Con la ayuda de dos contactos en Hollywood (John Chambers, maquillador, y Lester Siegel, productor[9]), idearon una producción cinematográfica ficticia que serviría como tapadera para sacar a los seis trabajadores de la embajada: adoptando identidades falsas, Tony Mendez se infiltraría en Irán para reunirse con ellos, construyendo a su paso la historia de una búsqueda de localizaciones para la grabación de la nueva gran película de ciencia ficción, siguiendo la estela de Star Wars o la franquicia de El planeta de los simios.[10]

Huelga decir, tratándose de una producción hollywoodiense, que el episodio reflejado tuvo final feliz, aunque el final real fue diferente al mostrado en la gran pantalla.

Uno de los puntos álgidos del tercer acto.

Uno de los puntos álgidos del tercer acto (imagen promocional, fuente: cadenaser.com).

Es en el tercer acto donde se aprecia en todo su esplendor la buena mano de Affleck como director, emulando al más pulcro cine clásico de la edad dorada de Hollywood. Para hacer funcionar la película y sumergir al espectador en una tensión final sostenida con elegancia y eficacia durante unos largos veinte minutos, Affleck se inventa una cancelación de última hora de la operación por parte de la CIA, una reserva de billetes no confirmada, una creciente tensión cruzando los diferentes puestos de control del aeropuerto, siendo retenidos temporalmente en el último hasta que se comprobase su coartada, y llevando esta tensión todavía un paso más allá en el reconocimiento de los fugados de la embajada por parte de la milicia, con la consiguiente persecución. Además de unas interpretaciones más que correctas y de la cuidada construcción sobre el papel del último acto, la secuencia funciona a la perfección gracias al montaje, constituyendo un ejemplo moderno impecable de la salvación en el último minuto.[11]

Sin embargo, para que esto funcione, no debe confiarse únicamente en la buena construcción del guion y del montaje, ya que, aunque estos aspectos son fundamentales, no conseguirán atrapar al espectador si no ha entrado en la película previamente. Para ello, Affleck hizo gala de una exquisita ambientación, cuidando absolutamente todos los detalles de la cinta para que respondiese a la estética y al espíritu de finales de los setenta. En ese sentido, están muy bien empleados los cortes musicales de temas rock de la década, como Dance the night away de Van Halen (canción que salió en el año 1979) o When the Levee Breaks en la versión de Led Zeppelin (ésta fechada en 1971).[12]

No obstante, Argo también tuvo sus sombras. El epílogo final fue un añadido que se incluyó después de que el embajador de Canadá en el momento de la crisis, Kenneth Taylor, manifestase su disgusto por el secundario papel al que se veían relegados tanto él, a título personal, como todo el Gobierno canadiense, que tuvo mucho más peso en la operación de lo que se deja entrever en la película (en la que los héroes absolutos e indiscutibles son los miembros de la CIA, y parte de su heroicidad se encuentra en aceptar que Canadá se llevase todo el mérito). Y es que no debe perderse de vista que Argo fue una de esas producciones que se realizan con sumo cuidado con el objetivo de obtener el reconocimiento de la Academia, para lo cual no es indispensable, pero sí que es una gran ayuda, la inclusión de una dosis de patriotismo,[13] aunque sea light, como en este caso. Sin embargo, este malestar quedó en parte resuelto con el reconocimiento del presidente Carter al papel de Canadá, a raíz del estreno de la película, así como con el agradecimiento que Affleck dedicó al país en el momento de recoger el Oscar.

Argo y los avatares de su historia sirven, en definitiva, para mostrar de qué maneras tan diferentes Hollywood tiene el poder de participar activamente en la construcción de la Historia. De una parte, en los acontecimientos narrados en la película, Hollywood tiene un papel importante elaborando la tapadera perfecta, que, como se subraya en la película, no sería puesta en duda porque se compone de un puñado de locos que hacen cualquier cosa para obtener un éxito en taquilla, incluso poner en peligro sus vidas por publicitar un rodaje en un lugar arriesgado. Por otro lado, más de treinta años después, una película resucita un episodio histórico y ofrece una visión interesada, condicionada por los objetivos, y, para las generaciones que no vivieron el momento ni conocieron la desclasificación del archivo, esta narración se convierte en verídica (ayudada en parte por su calidad cinematográfica), sin ir más allá ni profundizar en lo que realmente ocurrió. De este modo, la distorsión de la realidad afecta no solamente al desarrollo del episodio histórico, sino que también condiciona la mirada sobre Irán, un país con el que las relaciones internacionales siguen siendo complicadas, y contribuye a generalizar unos estereotipos de fanatismo y radicalización que no tienen por qué corresponderse con la realidad (aunque, evidentemente, hay excepciones, como en todo). A este respecto, resultan esclarecedoras las declaraciones de la esposa del embajador, Patricia, quien explicaba, al hilo del estreno de la película, su experiencia en Irán, trabajando en un laboratorio y agradeciendo a sus compañeros iraníes el apoyo que le dieron durante su estancia en un tiempo complicado.[14]

A la hora de ver Argo, como tantas otras películas, el espectador no debe dejar de lado un espíritu crítico, que le permita discernir entre las necesidades cinematográficas y la realidad. El entretenimiento y disfrute con una película de calidad no debe estar reñido con la capacidad de comprender intuitivamente los entresijos del lenguaje cinematográfico y de no dar por sentada su veracidad porque vaya precedida con un “Basado en hechos reales”, ya que aun en el supuesto de que se ciñese a los acontecimientos, siempre se tratará de una interpretación subjetiva de los mismos.

Para saber más:

-Ficha en IMDB.

– Ficha en Filmaffinity.

– Trailer

Notas:

[1] Jack Nicholson, en una de sus últimas apariciones públicas, compartió responsabilidades con la primera dama de Estados Unidos, Michelle Obama: el actor repasó los nominados, mientras que ella tuvo el honor de abrir el sobre y leer el título de la cinta vencedora.

[2] Los Premios BAFTA hacen referencia, por sus siglas en inglés, a los Premios de Cine de la Academia Británica. Los Globos de Oro y los Premios del Sindicato de Directores, por su parte, constituyen dos importantes galardones dentro de la temporada de premios en EE.UU., y habitualmente suponen, además, barómetros de referencia en la carrera hacia los Oscars.

[3] Y es que, pese a que Affleck ya había demostrado su solvencia como director en Adiós, pequeña, adiós (2007) y en The Town. Ciudad de ladrones (2010), y pese a su propio debut (en 1997, entre otros trabajos quizás de menor calado –pero, algunos de ellos, títulos de culto–, se dio a conocer compartiendo precisamente un premio Oscar con Matt Damon, por el guion de El indomable Will Hunting), Hollywood parecía seguir viendo en él a una mezcla –profesionalmente hablando– del carácter gamberro de las películas de Kevin Smith (para quien fue actor recurrente, apareciendo en Mallrats –1995–, Persiguiendo a Amy –1997–, Dogma –1999–, Jay y Bob el silencioso contraatacan –2001–, Una chica de Jersey –2004– y Clerks II –2006–) y el chico guapo pero con limitado talento actoral que había protagonizado cintas como Armageddon (1998) o Pearl Harbour (2001).

[4] Puede consultarse al respecto una noticia en prensa aquí.

[5] A las puertas se quedó, sin embargo, en las otras categorías en las que competía: Mejor Sonido, Mejor Edición de Sonido, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Actor de Reparto (Alan Arkin).

[6] Storyboard es el nombre que recibe uno de los pasos de la construcción de una película, en el que el texto del guion se plasma en dibujos abocetados que equivalen a fotogramas clave de las diversas escenas, para dar a los realizadores una perspectiva visual del desarrollo de la historia y permitir un estudio de aspectos técnicos, como la posición de las cámaras, la disposición de los personajes y elementos en el plano o el propio tipo de plano a utilizar.

[7] No obstante, como muestran los créditos finales, esto forma parte de la cuidadísima puesta en escena. En los créditos pueden verse fotogramas de algunas ambientaciones de la película y de los personajes protagonistas comparados con fotografías reales, que sirven a modo de homenaje a los personajes al tiempo que desenmascaran en parte este juego de engaño entre realidad y ficción que Affleck introduce sutilmente a lo largo del film.

[8] Este episodio, que quiso mostrarse como algo espontáneo, fue en realidad orquestado por una facción de estudiantes revolucionarios.

[9] El personaje de John Chambers está basado en uno real, del mismo nombre, fue oscarizado por el maquillaje de El planeta de los simios (1968). Lester Siegel, por su parte, es un personaje ficticio creado ex profeso para la película, para repartir el peso de la acción en Hollywood, así como para introducir, a partir del personaje, guiños y críticas sobre la propia industria cinematográfica.

[10] La película iniciática de la saga Star Wars fue estrenada en 1977, mientras que la franquicia de El planeta de los simios había comenzado algo anteriormente, en 1968, pero había estado presente durante toda la década de los setenta (sucesivas películas en 1970, 1971, 1972 y 1973, series de televisión en 1974 y 1975, además de cómics durante toda la década, especialmente entre los años 1974 y 1977).

[11] Un recurso creado en la década de 1910 por David W. Griffith, en cintas como El nacimiento de una nación (1915) o Las dos tormentas (1920). Con el paso del tiempo, este recurso se fue integrando como parte natural del lenguaje cinematográfico, por la capacidad de atracción que genera en el espectador. Consiste en un montaje que se va acelerando conforme se incrementa la tensión de la secuencia, dando lugar a planos cada vez más cortos, alternando entre las reacciones de los protagonistas/víctimas y la evolución del peligro creciente.

[12] Cosa, por otra parte, lógica y coherente con la historia, ya que suena en un disco que el embajador de Canadá posee en su casa, cuando los seis estadounidenses celebran el final próximo de su cautiverio.

[13] No debe perderse de vista que Argo compitió contra Lincoln (Steven Spielberg) y Zero Dark Thirty (Kathryn Bigelow), ambas con un marcado contenido patriótico. Esto ha podido verse también en los años posteriores, con películas como 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) o American Sniper (Clint Eastwood, 2014).

[14] Parte de este testimonio puede leerse aquí y aquí.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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