Revista Ecos de Asia

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This article was written on 12 Oct 2015, and is filled under Historia y Pensamiento.

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Asia y América: cercanía en la distancia.

Los contactos entre Asia y América han sido tanto o más fluidos que entre Asia y el resto del planeta, a pesar de las múltiples barreras físicas y culturales; por ello, y sin pretender hacer una relación extensiva, desde Ecos de Asia queremos recordar algunos de los momentos históricos de mayor interacción histórica entre Asia y América, para así dar presentación al especial que durante las próximas semanas dedicaremos a las relaciones asiático-americanas.

Esquema con algunas de las teorías sobre el poblamiento americano.

Esquema con algunas de las teorías sobre el poblamiento americano.

Si nos ponemos estrictos, lo cierto es que los primeros contactos entre Asia y América se remontan al momento mismo del poblamiento de América. Hoy en día está plenamente aceptado que el hombre americano proviene de Asia, aunque todavía no queda claro en cuántas oleadas llegó y si este fue su único origen.[1] Sobre lo que pasó entre estos momentos y el descubrimiento europeo de América, todavía queda mucho por esclarecer, pero algunas viejas –y desacreditadas- teorías proclaman asimismo un descubrimiento de América por el Imperio Chino.[2]

Fuera como fuese, lo cierto es que durante los siglos que corresponden al periodo colonial, Asia y América estuvieron mucho más próximas entre sí de lo que lo estaban de la metrópoli, lo que facilitó un intercambio cultural y humano casi constante, mucho más fluido y permeable. Entre 1565 y 1812 operaría entre el Imperio español y el Virreinato de Nueva España la ruta comercial conocida como “Galeón de Manila”, que durante siglos estuvo destinada a proveer a las posesiones españolas de los lujosos y caros productos del Extremo Oriente. Aunque el destino final de las piezas era Europa, lo cierto es que muchas de ellas permanecieron en suelo americano, integrándose en la vida cotidiana de una manera mucho más fluida que en el Viejo Mundo.

Mapa del Pacífico español.

Mapa del Pacífico español.

Con ellas, llegaron también los primeros trabajadores de origen asiático, aunque el gran momento de la inmigración sería el siglo XIX. Coincidiendo con los momentos de mayor auge del Imperialismo, y con la consolidación de numerosos nuevos estados independientes, la necesidad de mano de obra barata que trabajase en las grandes obras de ingeniería o en la colonización de grandes áreas deshabitadas, propició la llegada a suelo americano de miles de trabajadores de origen asiático, entre los que destacaron especialmente chinos y japoneses.

Plaza de la Amistad, en Mexicali.

Plaza de la Amistad, en Mexicali.

En cierto sentido, toda América –que vio en tantas ocasiones masacrada a su población nativa-, es una tierra de inmigrantes, siendo este fenómeno mucho más temprano y permeable que en el resto del planeta. En muchos casos, especialmente en lo que atañe a la migración extremo-oriental, estos movimientos humanos han cambiado por completo la fisionomía y cultura de muchas sociedades americanas; vale la pena mencionar, por ejemplo, los importantes chinatowns –que no acogieron únicamente a población china, a pesar de su nombre- de lugares como San Francisco, Nueva York, Mexicali, la Habana, Santiago de Chile, Buenos Aires o el distrito Liberdade de Brasil.

Por norma general, la mayoría de trabajadores de origen asiático eran lo que genéricamente fue conocido como “culíes”, es decir, trabajadores sin cualificación que vivían en condiciones de cuasi esclavitud y que eran, por lo general, de origen chino e indio. Aunque el tráfico humano existía desde la época esclavista,[3] este se incrementó con la abolición de la esclavitud, especialmente por parte de compañías británicas que transportaban personas desde sus puertos en Asia hasta sus colonias en el Caribe.

Grabado que retrata a los culíes chinos en una plantación cubana.

Grabado que retrata a los culíes chinos en una plantación cubana.

Así, los trabajadores chinos llegaron a colonias como Cuba, Jamaica o Surinam, pero también lo hicieron a las nuevas naciones soberanas, como Perú, México y Estados Unidos. De hecho, fue en estos dos países donde se concentró el grueso de la inmigración china, llegando a ser la principal fuerza extranjera en muchas ocasiones, lo que ocasionó no pocas tensiones con los gobiernos locales, derivando a menudo en cruentas olas de sinofobia –con muchos de los prejuicios decimonónicos estando todavía vigentes- y en leyes que regularan o prohibieran la inmigración asiática. En países segregacionistas como los Estados Unidos, los individuos asiáticos estaban sujetos a diferentes leyes que los ciudadanos “originales”.[4]  En el caso de los trabajadores de origen indio, estos fueron numerosos en las naciones independientes, pero conformaron un importante porcentaje de la población local en colonias como Surinam, Guadalupe y Martinica, Guyana o Trinidad y Tobago.

El incidente del Komogata Maru (1914), que llegó con tripulantes indo-británicos a las costas de Canadá, causó un gran problema diplomático.

El incidente del Komogata Maru (1914), que llegó con tripulantes indo-británicos a las costas de Canadá, causó un gran problema diplomático.

La_Criolla_del_Mantón_de_Saturnino_Herrán_en_el_Museo_de_Aguascalientes

La criolla del mantón (1915), de Saturnino Herrán.

Entre los comienzos de la era Meiji (1868) y los albores de la Segunda Guerra Mundial se dará también el gran momento de la emigración japonesa. Socialmente mejor considerada que la china y la india, pero todavía muy alejada del estereotipo positivo con el que se identifica a los trabajadores japoneses en la actualidad. Diferentes comunidades fueron asentándose en países como Brasil, México, Perú, Argentina o Paraguay; en los países que, como Estados Unidos, prohibieron la inmigración china, la inmigración japonesa vendría a sustituir a esta. Por lo general, los campesinos japoneses provenían de regiones desfavorecidas como Okinawa, y sus descendientes conforman hoy la más grande comunidad nikkei del planeta; desgraciadamente, muchos de ellos sufrirían las mismas restricciones y opresiones que indios y chinos, especialmente durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial.

Pero la relación con Asia también se tradujo en asuntos mucho menos desagradables. Igual que el japonismo, y de manera más extensiva, el orientalismo, se convirtió en una popular opción estética para un gran número de europeos y estadunidenses a partir de la segunda mitad del siglo XIX, lo mismo sucedió en el caso de la burguesía y la alta sociedad de muchas de las nuevas naciones latinoamericanas. Al tiempo que se popularizaron los viajes, delicadas cerámicas y sedas de Oriente comenzaron a decorar los elegantes salones –otros, muchos menos, coleccionarían jades, marfiles o estampas-, mientras que algunos de los literatos más renombrados de las letras hispanoamericanas del cambio de siglo –especialmente los vinculados al Modernismo, corriente que abrazaría gustosamente todo lo exótico y colorido, como José Juan Tablada, Enrique Gómez Carrillo o José Martí– dedicarían a Oriente algunas de sus mejores líneas. Por estos mismos devenires continuarían, ya en época más reciente, autores de la talla de Octavio Paz, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Efrén Rebolledo, Carlos Pellicer, Severo Sarduy o Isabel Allende.

No solo los escritores y diplomáticos viajaron, sino que comenzó también entonces el movimiento de artistas entre Asia y América, en un momento en que los centros mundiales del arte dejaron de concentrarse en París y Nueva York: el campo hispanoamericano resultaba tan atractivo a algunos autores asiáticos como los últimos paraísos del sudeste de Asia lo eran para sus homólogos americanos.

Pintores como el japonès Tamiji Kitagawa se instalarían en México y retratarían la vida cotidiana, como este servicio funerario en Talpan (1930).

Pintores como el japonès Tamiji Kitagawa se instalarían en México y retratarían la vida cotidiana, como este servicio funerario en Talpan (1930).

En todo esto, la política jugó un factor importante. Si bien desde finales del siglo XIX había dado comienzo el estudio formal de Asia, el nacionalismo y la negación de lo Europeo hizo que, no en pocas ocasiones se buscasen modelos no-occidentales para la filosofía y las artes, en los cuales la India cobró una especial importancia; más adelante, será la China comunista la que fascinaría a los intelectuales de la izquierda, y conflictos como los de Camboya y Vietnam provocarían un renovado interés por el Oriente.

Pesadilla de guerra, sueño de paz, de Diego Rivera.

Pesadilla de guerra, sueño de paz, de Diego Rivera.

Las últimas décadas han sido, para todo el planeta, la era de la globalización; la inmigración ha dejado de ser forzada pero, por otro lado, sigue atendiendo a razones de necesidad económica. Sin embargo, fenómenos como internet y la televisión por cable han contribuido a la normalización de lo asiático fuera de los círculos migrantes y de sus descendientes: la comida china, el manganime, el cine de Bollywood o las telenovelas coreanas y turcas son habituales en un gran sector de la población americana, aumentando constantemente su difusión e importancia.

En lo que constituyó toda una declaración de intenciones, México y Japón firmaron en 1888 el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, que constituiría el primer acuerdo no desigual para la nación japonesa, y que inauguraba una larga estela de contactos económicos formales ente Asia y la América libre. Hace unos días, el 5 de octubre de 2015, entraba en vigor el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, que involucraba a doce países de los tres costados del Pacífico[5] y que, sin duda, inaugura una nueva era en lo que concierne a las relaciones entre Asia y América. Solo el tiempo podrá decirnos cuál será su tónica principal.


[1] Además de las numerosas teorías de poblamiento múltiple, hacia mediados del siglo XX surgieron numerosas teorías de contactos, entra las que destacan las de autores como Robert von Heine-Geldern, Paul Rivet, Thor Heyerdahl o Miguel Covarrubias.

[2] Las mismas van desde la identificación del mítico Fussang con algún enclave del centro o norte de América (como Teotihuacán) hasta las recientes teorías de Gavin Menzies, que proclama que el marino Sheng He habría llegado hasta América sorteando el Índico y el Atlántico en 1421. Por otra parte, numerosos antropólogos han señalado notables y muy concretas coincidencias formales entre los estilos artísticos y decorativos de ambas orillas del Pacífico. Ninguna de estas teorías ha podido ser probada.

[3] Aunque los culíes eran, en teoría, trabajadores libres asalariados, la mayoría eran llevados a América con falsos contratos de trabajo, viéndose obligados a aceptar las penosas condiciones de vida que se les imponían una vez llegaban al Nuevo Mundo; muchos de ellos eran directamente secuestrados en los principales puertos, mientras que muchas mujeres, vendidas como potenciales esposas, acaban dedicadas al mundo de la prostitución, especialmente en lo que atañe a las de origen chino.

[4] Con ello nos referimos a pobladores de origen caucásico, ya que tanto los nativos norteamericanos como los indígenas de centro y su América eran tratados de diferente manera a pesar del tono igualitario de las constituciones.

[5] A saber, Estados Unidos, Canadá, México, Chile, Perú, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Malasia, Brunei Singapur y Vietnam.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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