Revista Ecos de Asia

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This article was written on 16 Dic 2014, and is filled under Literatura.

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Child-Life in Japan: La modernización infantil de Japón.

Portada para la edición de 1909 revisada por W. E. Griffis.

Portada para la edición de 1909 revisada por W. E. Griffis.

En el siglo XIX rara vez se ofrecía a la mujer la oportunidad de estudiar materias de naturaleza avanzada o científica, algo que dificultó la ruptura de esta sociedad constreñida del Reino Unido de la reina Victoria. La educación era especializada en función del género, y a las mujeres se les permitía formarse en áreas como la historia, la geografía o la literatura de una manera muy general, dotándolas de unos conocimientos que permitiera que fueran personas cultas pero no aptas para la discusión, ya que, según se decía, podría incluso hacerlas enfermar. A pesar de ello, estos “ornamentos sociales” decidieron introducirse en los campos reservados para el hombre como el derecho jurídico, la física, la ingeniería o las tan estigmatizadas artes, haciendo pioneras a muchas de ellas en el avance de la educación, la igualdad de género y en sus respectivos campos.

Matilda Chaplin Ayrton (1846 – 1883) fue una de las afortunadas en poder disfrutar de este cambio en la enseñanza superior gracias a pertenecer a una familia acomodada que le facilitó el estudiar medicina en Londres, Edimburgo y París, siendo una de las primeras en esta especialización y obteniendo el título de obstetricia, una de las pocas posibilidades a las que una mujer podía optar en este contexto. Si bien su vida no fue demasiado larga, sí fue muy fructífera, y tras terminar sus estudios, también en el campo científico, conoció al físico William Edward Ayrton, el que se convertiría en su marido en 1872.

Es en este momento, pocos años después de la apertura de Japón en el período Meiji y en un ambiente de renovación hacia la modernidad, cuando Ayrton es convocado por el Colegio Imperial de Ingeniería de Tokio para ocupar una cátedra de Filosofía Natural y Telegrafía. Si bien este hecho pasa algo desapercibido, cabe destacar que fue su figura la que introdujo el arco voltáico en el archipiélago nipón, facilitando su desarrollo eléctrico a partir de entonces. Así pues, en 1873 viajan a Japón, donde Matilda, con ayuda de un intérprete, abriría una escuela para comadronas que aprovecharía para realizar una serie de estudios antropológicos de la zona que le ayudarían a terminar su tesis en 1879 tras verse obligada a regresar a Europa en 1877 debido a una emergente tuberculosis, cumpliendo, paradójicamente, con el tópico de la época sobre la mujer universitaria.

Durante todo su viaje colaboró con artículos en diversos medios aportando visiones sobre la política, las costumbres japonesas o los problemas de la educación en Oriente, aunque su publicación más extendida fue el libro Child Life in Japan (1879), ilustrado de su propia mano y motivado por un acrecentado interés por la infancia y la igualdad de oportunidades tras el nacimiento de su hija. No obstante, la edición más popular tuvo lugar en 1909 en Estados Unidos de mano de William Elliot Griffis, quien decidió dulcificar términos y adaptar parte del contenido, sin llegar a desvirtuarlo, para la nueva sociedad norteamericana por ser considerado como “demasiado británico”.

La obra inicia con un prefacio de la propia Matilda donde denota cómo para entonces ya encontramos un ámbito occidental con casas llenas de abanicos, tiendas repletas de muñecos y jarrones, escritorios lacados con imágenes del monte Fuji o incluso edificios reproducidos a tamaño natural en las exposiciones universales, aunque para ella todo carece de vida cuando las piezas son separadas de su verdadero hogar, ya que parte de su encanto reside, según considera, en el taller del artesano, en los materiales utilizados, en la aplicación de los colores, en su utilidad… Para lo cual ve un claro ejemplo en las muñecas tradicionales japonesas, que pasan de formar parte de los festivales más populares del Japón, donde son una parte muy activa, para terminar sobre la estantería de una tienda occidental donde, tras ser observada por una niña caprichosa, le hará compañía durante todo el día antes de pasar la noche, y, posiblemente, el resto de sus días, dormitando sobre una almohada de madera.

Así, considera que el término “arte japonés” es sólo una invención para referirse a las imitaciones de éste en los hogares occidentales, mientras que el auténtico arte japonés no es un arte con mayúscula, sino la reproducción de la naturaleza en su sentido más amplio, no por su belleza, sino por su familiaridad. Fuera del hogar japonés esta sensación se pierde por completo, por lo que Child Life in Japan es, no sólo un libro sobre costumbres y tradiciones, sino la búsqueda de la verdadera apreciación de estas manifestaciones fuera de su ámbito cotidiano.

Fotografía del período Meiji donde podemos ver la celebración del Hinamatsuri con un Hina-dan donde se exponen las muñecas tradicionales.

Fotografía del período Meiji donde podemos ver la celebración del Hinamatsuri con un Hina-dan donde se exponen las muñecas tradicionales.

Ya en el contenido del propio libro se embebe de la figura infantil, y describe a los niños japoneses como figuras regordetas y de cara algo amarronada que, a pesar de vivir en difíciles condiciones, siempre se muestran alegres y dispuestos a jugar con la nieve en los duros inviernos, y más que disfrutar con peleas de bolas de nieve, pasan los ratos realizando muñecos con trozos de carbón y una raya dibujada con éste por ojos y boca respectivamente. Sin embargo, mientras en América es la figura de un Paddy[1] con boina, bufanda y una pipa de arcilla, en Japón la representación más habitual es la del monje budista zen Daruma como una de las imágenes más populares de las tiendas de juguetes. Su vestuario destaca especialmente por sus zapatos de madera con hilos hechos de hierba cubierta con papel, que evitan que se hundan en la nieve, además de por unos calcetines de calicó de suela gruesa y ropas de algodón con un emblema familiar estampado o bordado a la espalda que les dan calidez y comodidad. Es también habitual que los jóvenes, como una muestra de sus primeros pasos en la obtención de responsabilidades, porten un pequeño bolso, posiblemente haciendo referencia a los inrô, donde portan pequeños juguetes o figuras y algo de dinero, aunque muchos otros prefieren usar directamente sus propias mangas.

Ilustración de Matilda Chaplin Ayrton para la obra comentada donde muestra a niños japoneses de la época jugando junto a un Daruma de nieve.

Ilustración de Matilda Chaplin Ayrton para la obra comentada donde muestra a niños japoneses de la época jugando junto a un Daruma de nieve.

En sus juegos encontramos también la diversión de imitar lo que veían en las pantomimas y teatros locales, así como en espectáculos de diversa índole, encontrando que representan desde combates de sumo hasta conciertos de instrumentos musicales pasando por representar héroes y bestias, cambiándose de una a otra y entre ellos las máscaras que fabricaban para ello una vez comienzan a aburrirse del juego que les ocupara, siendo así un entretenimiento constante. Por supuesto, cuentan con formas de ocio mucho más en relación con la infancia occidental como jugar con peonzas o mascotas, algunas de las cuales carecen de dueño, a pesar de lo cual se dejan acariciar, y juegan con los niños de igual manera que lo haría cualquier otra mascota con collar, aunque entre ellos suelen actuar de manera mucho más agresiva. A modo anecdótico la autora narra cómo estos animales, aunque acostumbrados a comer lo que pudieran por la ciudad, pronto supieron ubicar a los ingleses, más acostumbrados a consumir carne, para que les dieran algo con que alimentarse. De la misma manera, asegura que aunque los perros sin hogar se asemejan más a los lobos europeos, los domésticos muestran un aspecto mucho más similar al de los cocker spaniel, y, en cualquier caso, cuando una familia se hacía con un animal doméstico siempre eran llevados al templo, donde se realizaba una ofrenda, generalmente los zapatos del niño, y se realizaba un ritual en el que, mediante una serie de toques, éstos identifican sus partes con las partes del cuerpo del animal.

Resulta también llamativo el hecho de que los niños de este Japón que transita hacia la modernidad juegan, no sólo con niños de iguales edad y condición social, sino con niños que traspasan estas fronteras de cualquiera de las maneras, algo que promueven los adultos, invitándoles a llevar a cabo actividades inocentes y entretenidas, y que, si bien los occidentales veríamos con superioridad por infantil, los orientales conciben como una forma de civilización muy por encima de la de sus nuevos visitantes. Es en este punto en el que las festividades que reciben los niños van siendo acomodadas al gusto occidental de manera gradual. Esta atención hacia el mundo de la infancia hace que las tiendas de juguetes sean increíblemente numerosas, llegando la propia Matilda a decir que no conoce ni conocerá un país en el mundo con tantos comercios de este tipo, ya que pueden encontrarse bazares de estas características hasta en los pueblos más pequeños. Estos comerciantes, uno entre los colectivos de adultos volcados en el ocio infantil, establecen puestos ambulantes frente a los templos en los días de festival, mientras que en Europa y América sucede algo similar con las pompas fúnebres y los negocios de sepultureros. Así puede encontrar puestos de dulces y pasteles, teatros de marionetas o acróbatas que convierten cada movimiento en un juego de entretenimiento destinado a su público.

Tienda de juguetes y souvenirs de un Japón en fase de modernización.

Tienda de juguetes y souvenirs de un Japón en fase de modernización.

Estas festividades infantiles, como el Hinamatsuri[2] o el Tango no Sekku[3] se convierten en un evento público donde predominan las muñecas, las cometas, los juegos grupales y las celebraciones. Así, las niñas visten con sus mejores ropas, se pintan la cara y se peinan de la forma más elegante posible, y se reúnen para jugar a un entretenimiento bastante similar al bádminton, con volantes y raquetas donde muestran figuras pintadas de sus actores favoritos. Estos juegos, aunque parezcan poco apropiados para la elegancia con que se preparan, son muy apreciados, ya que permiten exhibir la belleza personal, la figura y los vestidos. A la par, en los interiores de los hogares los divertimentos tienden a incluir imitaciones o parodias de la vida adulta, recreando desde la pompa y ceremonia de la visita de un doctor hasta los ya mencionados actos teatrales que se ven en las calles. A pesar de ello, el principal interés se encuentra de puertas para afuera, en numerosos mercados y ferias celebrados en las grandes ciudades con bailes y celebraciones que pueden alargarse durante toda la noche.

También cobran relevante interés los juegos de cartas durante estas épocas del año, utilizando en muchos casos naipes con poemas, proverbios o historias de la cultura popular japonesa, a lo que hay que sumar otras actividades como el vuelo de cometas que, aunque más propias de Nochevieja[4] o de las celebraciones del Tango no Sekku, son de las más disfrutadas por adultos, cuya labor consiste en volarla, y por jóvenes, quienes se limitan únicamente a observar. Si bien muchas de ellas tienen la simple forma de un estandarte, en muchas ocasiones representan hombres, niños, aves, dragones, monstruos, abanicos… Siendo las más populares las de los héroes nacionales, las cuales, por lo general, reciben el nombre del príncipe Genji. La finalidad de estos espectáculos de cometas no es sólo el placer de verlas volar, sino una lucha entre ellas para destruir la del contrincante, para lo cual la cuerda se sumerge en vidrio machacado con el fin de cortar de manera rápida y eficaz la cometa enemiga. Por supuesto, además de este tipo de concursos, hay otros donde se juzga la calidad y la belleza de la pieza ejecutada, aunque con una menor espectacularidad en cuanto a puesta en escena.

Vista de la celebración de estas festividades con el engalanamiento popular y algunas cometas de diversas formas.

Vista de la celebración de estas festividades con el engalanamiento popular y algunas cometas de diversas formas.

Si bien la visión de Matilda Chaplin Ayrton es, por lo general, amable, casi podría decirse tierna o cariñosa, todas estas actividades que giran alrededor de la infancia en Japón parecen naturales, sensibles y beneficiosas en muchos sentidos ya que, además de un carácter lúdico, cobran siempre un aspecto didáctico, enseñando historia, geografía, literatura… Mientras que otras inculcan respeto y reverencia por la familia y la autoridad o por actitudes como el coraje o la contención del dolor. Así, en este Japón de transición, puede verse fácilmente en las familias niponas un sentido unitario y afectuoso integrado en los juegos infantiles, así como por la motivación de los padres por difundirlos, algo que hace que esta cultura, que para entonces era tan lejana y exótica, resultara por un momento tan entrañable y cercana como la propia.

Para saber más:

CHAPLIN AYRTON, M., Child Life in Japan and other Japanese Stories, Boston, D. H. Heath & Co., 1909, disponible en archive.org.

PATE, A., “Portrait Dolls of Boy’s Day”, Daruma Magazine, 14, Primavera, 1997. Disponible aquí.

PATE, A., “Portrait Dolls of Boy’s DayThe Hina Matsuri: A Living Tradition”, Daruma Magazine, 17, Invierno, 1998. Disponible aquí.

ESPINO DE VALDIVIA, I., Dolls in Japan: Rituals, Celebrations and Festivals: https://www.chatham.edu/pti/curriculum/units/2008/EspinoDeValdivia.pdf

Notas:

[1]   Slang o coloquialismo ordinario para denominar a los irlandeses, generalmente los emigrados a Estados Unidos a mediados del siglo XIX.

[2]   Celebración llevada a cao el tercer día del tercer mes cuya denominación popular es también la del día de las niñas.

[3]   Esta festividad también es conocido como el día de los niños y se lleva a cabo el quinto día del quinto mes.

[4]   Hasta 1873 esta festividad coincidía con el calendario chino, respondiendo al inicio de la primavera, aunque, desde entonces, el calendario japonés ha sido acomodado al calendario gregoriano y responde a las fechas occidentales.

avatar Pablo Begué (21 Posts)

Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte por la misma universidad. Actualmente está realizando su tesis doctoral en torno a los cuentos de hadas clásicos, su ilustración en el siglo XIX y la influencia de estas imágenes en el arte popular y la cultura de masas.


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