Revista Ecos de Asia

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This article was written on 18 Feb 2016, and is filled under Cine y TV.

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Dumplings de hamburguesa con queso o la cocina fusión sinoamericana: Eat with me (2013)

En junio de 2014 se estrenaba en el circuito de festivales estadounidense la película Eat with me,[1] escrita y dirigida por David Au, que a finales del año pasado llegaba en DVD y VOD al público norteamericano. De escasa repercusión internacional, rescatamos ahora este filme desde Ecos de Asia por su importante elenco protagonista, eminentemente asiático, que nos permite analizar la presencia sinoamericana en el panorama audiovisual actual.[2]

Cartel promocional de la película

Cartel promocional de la película

La historia se inicia con Emma (Sharon Omi), una mujer de mediana edad que, hastiada por su insulsa vida, deja a su marido y se presenta en el restaurante de su hijo Elliot (Teddy Chen Culver), para alojarse con él unos días. El primer escoyo a superar es el distanciamiento que, con los años, ha surgido entre madre e hijo, provocando incomodidad entre ambos. El punto de fricción, y detonante del drama, es la homosexualidad de Elliot, que no acaba de ser aceptada por la tradicionalista (y anticuada) mentalidad de su madre.

Imagen del primer encuentro entre Elliot y Emma, donde la tensión es palpable.

Imagen del primer encuentro entre Elliot y Emma, donde la tensión es palpable.

Por otro lado, el restaurante de comida china dirigido por Elliot pasa por un momento crítico, pues el escaso atractivo del menú hace que el número de clientes sea cada vez menor y que los pagos se vayan acumulando de forma inmisericorde. En el lugar de trabajo, nuestro protagonista se ve acompañado por sus colegas y amigos: una mujer embarazada (y futura madre soltera) y un muchacho de escasas aptitudes culinarias, que cumple a la perfección el rol de “amigo geek”.

En el plano amoroso, Elliot vive una montaña rusa emocional cuando descubre que su escultural amante no considera su relación como exclusiva. Para ahogar sus penas, va a un bar donde conoce a Ian, un guapo músico que le hará plantearse un compromiso serio para el que, tal vez, no esté preparado.

La relación con su madre no mejora, siendo incapaces de comunicarse como adultos, y su vía de escape será entonces la comida, entendida en el filme como elemento vehicular para transmitir emociones y conexiones más profundas, así como un sentimiento de legado familiar que entronca directamente con las raíces chinas de los protagonistas. Especial mención merecen los dumplings de Emma que, versionados con un toque americano (como el relleno de hamburguesa con queso), darán un renovado aire de esperanza al maltrecho restaurante de Elliot.

En medio de esa lucha e incomunicación constante en que viven madre e hijo, aparece el personaje crucial de Maureen (Nicole Sullivan), una vecina divertida y despreocupada (aunque también ruidosa, entrometida y algo alcohólica) que ayudará a Emma a abrir su mente (incluyendo el consumo accidental de éxtasis) para aceptar la situación amorosa de su hijo.

Si bien su argumento no es excesivamente original, tal vez sea precisamente ese su encanto. Además, la presencia asiática no es clave en el argumento, sino que las situaciones que se desarrollan ante nuestros ojos son convencionales, cotidianas y universalmente reconocibles: desde la madre que llega al piso de soltero de su hijo comentando su extrema delgadez y su escaso gusto por la limpieza doméstica, hasta la postura del hijo que, ante la llegada de su madre, debe ocultar de su vista los objetos que pueblan su mesita de noche (desde el whiskey hasta los condones). No es tampoco una versión postmoderna y gay del clásico Comer, beber, amar (Ang Lee, 1994), ni pretende serlo, ya que en ningún momento aspira a tan altas cotas cinematográficas, siendo un proyecto pequeño pero interesante.

Pese al drama familiar de su argumento, la cinta cuenta con numerosos puntos cómicos, propiciados por la incapacidad de Emma para digerir la homosexualidad de su hijo (como cuando encuentra las revistas que éste guarda en el salón). Es interesante ver cómo la figura de la vecina se torna entonces un elemento clave, pues es con ella con quien Emma habla sobre sus dudas e inseguridades, exorcizando sus miedos, y comentando todo aquello que no consigue hablar directamente con su hijo.

Emma descubre una de las revistas de su hijo.

Emma descubre una de las revistas de su hijo.

Emma y Maureen ríen en un fotograma de la película.

Emma y Maureen ríen en un fotograma de la película.

La comida, como ya hemos comentado, ejerce también ese papel de elemento aglutinador, pero su relevancia lo abarca prácticamente todo: desde el argumento general a los pequeños detalles. Por un lado, encontramos el restaurante chino, el cual perteneció al hermano de Emma, y que viene a simbolizar el legado familiar que Elliot intenta mantener, como herencia de una tradición milenaria que, a su vez, aporta el toque exótico a la cinta. Por otro lado, las emociones de los protagonistas se reflejan en la comida a través de detalles como el abuso de la salsa picante que hace la madre, tal vez como metáfora de la salsa que le falta a su vida marital; o la ansiedad con la que ésta come helados de chocolate tras una discusión con su hijo. Pero también es importante la idea de la comida como punto de encuentro y comunión entre personas. De esta forma, Emma y Elliot compartirán tacos en un puesto ambulante (mostrando la multiculturalidad estadounidense en todo su esplendor) mientras hablan de sus relaciones, y será durante una cita gastronómica cuando se fragüe el romance entre Ian y Elliot. En última instancia, la comida simboliza el amor que une a las personas más allá de las emociones, cuando las palabras no aciertan a describir esos sentimientos profundos.

Dos fotogramas con algunos de los platos mostrados en el filme.

Dos fotogramas con algunos de los platos mostrados en el filme.

La guinda de este pastel la pone un secundario de lujo, combinando el fenómeno fan con la lucha política. Tras una fuerte discusión con Elliot, Emma huye y busca consuelo en el parque, donde conocerá a un agradable anciano que resulta ser gay, y quien definitivamente le hará comprender el corazón de su hijo. Este hombre llamado George, no es otro que el afamado George Takei, timonel del Enterprise (en la teleserie de Star Trek La conquista del espacio, 1966-1969), que aquí se interpreta a sí mismo.

George y Emma charlan en el parque.

George y Emma charlan en el parque.

Takei es una reconocida figura internacional, no sólo por sus apariciones televisivas como Hikaru Sulu, sino también por su papel como activista en varias causas relativas a los derechos humanos y a la comunidad LGTB, siendo un firme defensor de la inmigración y del matrimonio homosexual. Pasar su infancia en un campo de concentración para japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial le ha llevado a defender la causa migratoria, máxime en el contexto político actual. Conocidas son sus confrontaciones con el candidato republicano a la presidencia Donald Trump, defensor de la “familia tradicional” y que aboga por prohibir la entrada de inmigrantes musulmanes a Estados Unidos.[3]

Al margen de estas polémicas, Eat with me resulta una cinta conciliadora, que trata de desdramatizar tanto los contrastes interculturales como la homofobia. Al contrario que otras producciones, como la teleserie Fresh off the boat, esta película no se centra en destacar las diferencias entre la familia sinoamericana y sus tradiciones con el entorno que le rodea, puesto que el choque cultural aquí es inexistente, irrelevante para el argumento. Lo verdaderamente importante es el drama, con toques de orientalismo gastronómico, condensado en la distante relación entre madre e hijo y la controversia producida por la homosexualidad del protagonista frente a los principios tradicionales de su madre.

Para saber más:

Notas:

[1] Eat With Me (2013). País: Estados Unidos. Director: David Au. Guión: David Au. Música: Unobahn, Hit The Ground Running, Sam David. Fotografía: Amanda Treyz. Reparto: Sharon Omi, Teddy Chen Culver, Nicole Sullivan, George Takei, Aidan Bristow, Jamila Alina, Ken Narasaki, Scott Keiji Takeda, Burt Grinstead.

[2] Sobre la inmigración asiática en Estados Unidos ya hablamos en un artículo anterior de esta revista.

[3] George Takei es el creador y protagonista de un musical autobiográfico titulado Allegiance, representado en el teatro Longacre, y en el cual ha reservado un asiento en cada sesión para Donald Trump. Esta circunstancia, así como su opinión sobre los campos de internamiento americanos, puede verse en una breve pero interesante entrevista ofrecida por Takei para la cadena MSNBC, aquí.

avatar Laura Martínez (173 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la misma, con especialización en Cine. Actualmente realiza estudios de Doctorado en la Universidad de La Rioja.


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