Revista Ecos de Asia

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This article was written on 03 Mar 2015, and is filled under Arte, Crítica.

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En Zaragoza parece que existe desde hace tiempo de manera permanente un pequeño Japón.

Con estas palabras describía el Exmo. Sr. D. Kazuhiko Koshikawa, Embajador de Japón en España, las estrechas relaciones culturales existentes entre la capital aragonesa y el País del Sol Naciente. Pronunció estas palabras en la inauguración de la nueva exposición temporal que el Museo de Zaragoza dedica al arte japonés: Hiroshige y su época, a la que pudimos asistir el pasado 25 de febrero. En esta muestra se rinde homenaje al coleccionista e ilustre zaragozano Federico Torralba, quien estimuló a través de su legado (tanto material como inmaterial) la tradición de los estudios sobre artes orientales en Zaragoza.

Acceso a uno de los espacios de la exposición (foto: David Almazán).

Acceso a uno de los espacios de la exposición (foto: David Almazán).

Durante la presentación de la exposición, Elena Barlés, comisaria de la misma (junto con David Almazán) se encargó de recordar a esta figura, gracias a la cual el Museo de Zaragoza cuenta con unos fondos de arte asiático de entidad considerable. Dedicó, además, unas palabras a poner en contexto al autor protagonista de la muestra: Ando Hiroshige, célebre artista del grabado ukiyo-e, que supo captar con especial maestría los paisajes del Japón Edo (1603-1868).

En su intervención, David Almazán ha subrayado la importancia de Hiroshige en el panorama de la Historia del Arte universal, sirviéndose para ello del historiador del arte Ernst Gombrich, en cuya Historia del Arte tenían cabida apenas un par de nombres españoles, Velázquez y Goya, y cosa parecida ocurría con Japón, de donde recogía un puñado de artistas grabadores nipones, entre los que se encontraba el protagonista de la muestra.

El célebre grabado que inspiró a Federico Torralba recibe a los visitantes.

El célebre grabado que inspiró a Federico Torralba recibe a los visitantes.

La exposición se extiende por el pasillo, la antesala y la sala que el Museo de Zaragoza reserva para la exhibición de arte oriental, a través de muestras temporales como la actual o con la colección permanente. El recorrido, fluido y bien estructurado, se abre con una sucesión de paisajes naturales que invitan a recorrer el corredor como si se tratase del Tokaido, la ruta nipona que en el periodo Edo comunicaba la capital imperial con la administrativa (las actuales Kioto y Tokio, respectivamente). En un lugar preeminente, recibiendo a los visitantes a su llegada e iniciando este recorrido se encuentra el grabado que lo comenzó todo: El puente Ôhashi en Atake bajo una lluvia repentina, la obra que enamoró a Don Federico Torralba y le hizo descubrir su vocación coleccionista. Esta pieza tan especial constituye un muy sentido homenaje al coleccionista, al tiempo que se ha convertido, precisamente por este motivo, en la imagen promocional de la exposición. Pero no es la única pieza que permitirá al espectador un deleite en la minuciosidad y el colorido de los paisajes de Hiroshige, puesto que pueden contemplarse varios paisajes relacionados con la mencionada ruta del Tokaido.

El siguiente espacio expositivo, la antesala, recoge la otra cara de la moneda: los paisajes urbanos, fruto de una eclosión de la vida urbana que se produjo durante el periodo Edo, en la que ciudades como la propia Edo/Tokio experimentaron un crecimiento sustancial, que llevó consigo el desarrollo de clases sociales urbanas y un progreso económico que cristalizaron en el modo de vida hedonista y ocioso de la sociedad del ukiyo. Este complejo entramado sociopolítico terminó generando un movimiento cultural y artístico que trascendería más allá de las fronteras del país y se convertiría, durante siglos, en el máximo exponente del arte nipón, creando en el imaginario colectivo una serie de iconografías y recursos que todavía hoy perduran, a pesar de que el conocimiento del arte y cultura japonesas sea mayor y más profundo que nunca.

Una armadura samurái, una de las piezas más llamativas de la muestra.

Una armadura samurái, una de las piezas más llamativas de la muestra (foto: David Almazán).

Precisamente por la manifiesta relevancia de la vida urbana, la sala se dedica a mostrar, a través de objetos de la Colección Torralba, retazos de ese particular estilo de vida. Desde el bellísimo kimono hasta la curiosa caja de picnic decorada con técnicas de laca urushi, las distintas piezas hablan al visitante de una época tan lejana, tan distinta, y a la vez tan presente, tan desconocida y a la vez tan familiar.

Durante los próximos meses, podrán visitar esta exposición en el Museo de Zaragoza. Nuestro consejo es que corran a verla, pero una vez dentro, se deleiten en los detalles y disfruten pausadamente, con espíritu japonés, de una muestra que no les dejará indiferentes.

Los detalles de la exposición, así como otras actividades y eventos relacionados con la cultura asiática en todas sus facetas, pueden encontrarlos en nuestra recién estrenada agenda.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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