Revista Ecos de Asia

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This article was written on 31 Ago 2015, and is filled under General.

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Hacia las rutas de la seda: Mi experiencia en Turquía III

Ya de nuevo en ruta, nuestra primera parada importante era la ciudad de Konya, destacado centro de peregrinación religiosa y uno de los lugares más conservadores del país. Durante dos siglos y medio, la ciudad fue la capital del sultanato de Rum, un estado selyúcida que llegó a dominar casi toda Anatolia, pero no sería hasta varios siglos más tarde cuando en la ciudad tuvieron lugar los acontecimientos que la hacen hoy tan conocida y visitada: aquí pasó buena parte de su vida el sabio sufí Rumí (1207-1273) –también conocido como Mevlana-, fundando un monasterio en el que se originó la orden mevleví, bien conocida por sus célebres derviches giróvagos. Los derviches se han convertido hoy en uno de los símbolos de Turquía más conocidos por los turistas, pero no debemos olvidarnos de que se trataban en realidad de una orden religiosa en la que el famoso baile giratorio se considera una forma de meditación activa mediante la que desprenderse de todos los egos. Como orden religiosa apegada a los misterios y a la tradición, fueron eliminados por las reformas seculares de Atatürk, que los consideró ligados a la imagen atrasada del país.

El Mevlana Museum de Konya incluye diferentes recintos vinculados a la vida religiosa, inclído un cementerio.

El Mevlana Museum de Konya incluye diferentes recintos vinculados a la vida religiosa, inclído un cementerio.

Carteles como este nos permiten conocen mejor a la orden mevleví.

Carteles como este nos permiten conocen mejor a la orden mevleví.

En Konya no asistimos a ninguna de las actuaciones turísticas de los actuales derviches, sino que visitamos el que fue en realidad su primer hogar, la tumba de Rumí, uno de los lugares de peregrinación más importantes de la religión islámica. El carácter netamente religioso del complejo monasterial se hacía más que latente en el tipo de turistas que recibía –seguramente, éramos el único grupo de origen caucásico de entre las miles de personas que lo visitaban ese día-, en el que nuestra curiosidad ante lo que fue uno de los complejos religiosos más importantes del Próximo Oriente coexistía con los rezos multitudinarios, los desmayos –agravados por el aplastante calor- e incluso las peleas por respirar más de cerca el aire que rodeaba algunos de los efectos personajes de Mevlana y su familia (tenemos que tener en cuenta que, para muchas culturas, el personaje es una figura prácticamente “santificada” – por utilizar un término cristiano). Sin embargo, en la secular pero practicante Turquía, el conocido como “Museo de Mevlana” es un conjunto de administración estatal, que contiene no solo las tumbas del sabio y su familia, sino todas las antiguas dependencias de la orden de los derviches, entre las que se incluye una delicada mezquita, pero también las celdas y las dependencias de la vida diaria, como cocinas y comedores. Aprovechadas hoy para explicarnos diferentes aspectos de la vida de la orden, como su aproximación a la fe, su vestimenta característica o incluso su dieta y formación musical.

En muchos de los espacios interiores se recrea la vida cotidiana de los derviches.

En muchos de los espacios interiores se recrea la vida cotidiana de los derviches.

La salida de Konya y su región implicaba un cambio de tercio en la temática de nuestro viaje, pues durante los siguientes días ya no visitaríamos emblemáticos lugares del Imperio Otomano, sino que conoceríamos algunas de las más famosas ciudades de la Antigüedad griega y romana. Tras un largo día en carretera, llegamos a Pamukkale al atardecer, lo que nos permitió contemplar la belleza del paisaje y comprobar como, muy acertadamente, es un concurrido destino nupcial. Las níveas laderas del lugar, que tan merecido nombre le otorgan (Pamukkale quiere decir “castillo de algodón”), son junto a las abundantes aguas termales, el mayor atractivo del lugar.  Las terrazas de mármol travertino crearon toda una serie de pozas naturales de gran atractivo, que fueron muy dañadas debido a la construcción turística antes de que el lugar estuviera protegido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

La llegada a Pamukkale trajo consigo un remanso de tranquilidad.

La llegada a Pamukkale trajo consigo un remanso de tranquilidad.

Durante la década de los 80 se construyeron muchos hoteles-balneario en la zona –en uno de los cuales nos alojamos-, como base de un turismo (antes inglés, ahora ruso y ucraniano) que combina lo termal con un agradable y refrescante paisaje natural, además con un esplendoroso pasado arqueológico protagonizado por la antigua ciudad de Hierápolis, que se alza sobre las pozas y lagunas. Construida a finales de época helenística, los vestigios que hoy se observan en ella son esencialmente de época romana. Visitamos la enorme ciudad al amanecer, algo más que recomendable para soportar el sofocante calor; dentro de ella, los más sibaritas podrán remojarse no solo en las populares y azuladas pozas –artificiales, pues en las naturales está prohibido entrar- (con cuidado, pues el suelo es de roca), sino, por algunos euros más, darse un baño en las más antiguas termas activas del mundo, hoy rehabilitadas como piscina, y nadar entre mármoles y estatuas de época romana.

Nada mejor que el amanecer para conocer la necrópolis de Hierápolis

Nada mejor que el amanecer para conocer la necrópolis de Hierápolis

Mientras unos visitan las ruinas, otros -especialmente, rusos- se bañan,

Mientras unos visitan las ruinas, otros -especialmente, rusos- se bañan,

El magnífico teatro de Hierápolis, visto desde lo alto.

El magnífico teatro de Hierápolis, visto desde lo alto.

Con gran pena dejamos la encantadora, pero masificada ciudad, para dirigirnos al que pasa mí fue uno de los lugares más impresionantes de la visita: la ciudad de Éfeso. Cercana a la polémica Casa de la Virgen María –a la que el guía recomendó no ir a pesar de la insistencia de parte del grupo-, se erige uno de los sitios arqueológicos de época clásica más grandes del mundo y, decididamente, uno de los mejor cuidados y organizados. Poblada seguramente desde época hitita, Éfeso fue una de las más importantes ciudades griegas de Asia Menor, sede de una de las desaparecidas siete maravillas del mundo. Aunque el sitio acusa fuertes restauraciones, estas están hechas de manera limpia y señalizada, convirtiéndose en uno de los mejores destinos para apreciar cómo era esta imponente ciudad en época romana, periodo al que corresponden los principales edificios que hoy quedan en la ciudad –con la excepción de la calzada principal-, como el teatro, el templo de Adriano o las casas romanas de las laderas (completamente cubiertas de mosaicos y pintura mural, y que pueden visitarse por un precio extra).

La ciudad de Éfeso está organizada en torno a la avenida de los curetes.

La ciudad de Éfeso está organizada en torno a la avenida de los curetes.

El templo de Adriano es muy monumental, pero también está muy restaurado.

El templo de Adriano es muy monumental, pero también está muy restaurado.

En las laderas de Éfeso se construyeron muchas casas romanas, que hoy son visitables.

En las laderas de Éfeso se construyeron muchas casas romanas, que hoy son visitables.

Pasamos esa noche en Esmirna, tercera ciudad en población de Turquía y que, aun siendo una de las más antiguas –con 5000 años de antigüedad-, presentaba un aspecto tan cómodo como moderno. La breve visita apenas alcanzó para dar un breve paseo nocturno por el concurrido barrio de Alsancak, ubicado en el centro histórico y frente al malecón de la ciudad.

Aquella mañana visitamos la antigua ciudad de Pérgamo, o más bien parte de ella, pues es bien conocido como a finales del siglo XIX los alemanes excavaron la ciudad y se llevaron lo más egregio de la misma, el Altar de Zeus, a Berlín, en donde se convirtió en la pieza estrella de un museo que lleva su nombre y que contiene otras maravillas del expolio como una de las puertas de Ishtar. Adentrándonos en lo que, curiosamente, era una vigiladísima zona militar, pudimos visitar el Asclepion de la ciudad –es decir, el recinto religioso-sanitario- y conocer algunas de las claves del que pudo ser su funcionamiento. Escasamente reconstruido, nos permitió también contemplar a lo lejos los restos de la acrópolis de la ciudad, en la que destaca su gran teatro. La visita no fue demasiado larga ni, a decir verdad, interesante, pero aquella tarde nos esperaba otros de los platos fuertes del viaje, que a menudo queda fuera de las rutas turísticas del país.

No queda mucho que ver en Pérgamo, pero el recinto del Asclepion incluye también recintos para espectáculos.

No queda mucho que ver en Pérgamo, pero el recinto del Asclepion incluye también recintos para espectáculos.

Considerando la grandilocuencia de la visita a Éfeso, la llegada a Troya fue en cierto modo decepcionante. Los bidones de litros de tinta que han corrido sobre la legendaria Ilión a lo largo de los siglos nos habían hecho suponer que este sería un yacimiento debidamente musealizado, y quizás decorado y engrandecido como les sucede a las grandes joyas de la Antigüedad –la propia Éfeso, sin ir más lejos-, pero cuando llegamos al lugar nos encontramos con un sitio arqueológico al que, definitivamente, no se le ha sabido sacar partido. Por más meritorio que pueda resultar el no inventar ni exagerar la Historia, no debemos olvidarnos de cómo los fantasmas de Troya y los héroes de su Guerra han sacudido las conciencias de la civilización occidental desde hace unos tres mil años. No sería hasta 1870 cuando, guiado más por una fe inquebrantable en los textos homéricos que en un verdadero conocimiento científico, el alemán Heinrich Schliemann llegó al lugar y encontró una imponente ciudad cercada, mucho más antigua de lo que se pensaba. Hoy, recorrer estas ruinas infestadas de gatos requiere o un guía especializado o una potente imaginación –quizás, incluso una mezcla de las dos cosas-, ya que no queda resto o indicación alguna de cómo pudo haber sido esta ciudad en la antigüedad; ni siquiera aparece una mención a aquel polémico “Tesoro de Príamo” que encontró y expolió el alemán. Varias civilizaciones habitaron el lugar a lo largo de los siglos, por lo que encontraremos, colindantes, desde muros de la época del bronce hasta templetes romanos. Para complacer a los menos eruditos, estos podrán encontrar a la salida el verdadero reclamo turístico de lugar: un colosal caballo de Troya, ni más ni menos que el que se utilizó en una película turca cuyo nombre no hemos conseguido encontrar.[1]

En la vista a Troya, causó más sensación esta reconstrucción fílmica del caballo que la zona arqueológica en sí.

En la vista a Troya, causó más sensación esta reconstrucción fílmica del caballo que la zona arqueológica en sí.

Hace falta bastante conocimiento específico, o al menos, imaginación, para poder recomponer la grandeza pasada de Troya a partir de zonas como esta.

Hace falta bastante conocimiento específico, o al menos, imaginación, para poder recomponer la grandeza pasada de Troya a partir de zonas como esta.

Este muro es uno de los más antiguos de Troya, y supuestamente, ante uno como este combatieron los héroes homéricos.

Este muro es uno de los más antiguos de Troya, y supuestamente, ante uno como este combatieron los héroes homéricos.

Proseguimos nuestra ruta haciendo una parada técnica en un encantador hotel en el bosque cercano a Çanakkale en que poder disfrutar, por primera y única vez, de un baño en el Egeo, para seguir la mañana siguiente con dirección a Bursa, el último de nuestros destinos antes de llegar a Estambul. Al día siguiente, de camino a la ciudad de Bursa, pasamos frente al célebre estrecho de los Dardanelos, que en 1915 fue escenario de la Batalla de Galípoli, una de las más decisivas de la Primera Guerra mundial, en la que el ejército otomano venció a las tropas aliadas, frenando su entrada en el mar de Mármara y retrasando la derrota final.

Nuestra última visita antes de volver a la caótica Estambul consistió en la ciudad de Bursa, de más de tres millones de habitantes y en la que apenas tuvimos unas pocas horas para conocer algunas de las joyas de su centro histórico, amenizadas por una comida tradicional en la que pudimos degustar el Iskender kebab, [2] uno de los platos más populares en el país y que justamente tuvo su origen en esta ciudad.

Bursa, que cuenta hoy con unos tres millones de habitantes, fue la primera de las grandes capitales del Imperio Otomano antes de la conquista de Constantinopla, por lo que en ella vivieron y murieron algunos de los primeros sultanes de la dinastía otomana. Al llegar, tuvimos ocasión de visita la Ulu Camii, la mezquita más importante de la ciudad, que data de finales del siglo XIV y que presenta las particularidades de contener una enorme fuente en su centro, y de ser muy luminosa gracias a un enorme tragaluz que corona dicha fuente. Dentro de la misma, nos sorprendió ver como esta mezquita era no solo un lugar de oración sino un verdadero punto de relax, en el que muchos locales dormían sobre las alfombras o navegaban en internet desde sus tablets.

La mezquita principal de Bursa es un lugar de descanso para la comunidad, gracias al delicado ambiente producido por la luz y la fuente.

La mezquita principal de Bursa es un lugar de descanso para la comunidad, gracias al delicado ambiente producido por la luz y la fuente.

Por su belleza y ornamentación es también un lugar muy visitado.

Por su belleza y ornamentación es también un lugar muy visitado.

Los edificios del complejo de sultán impresionan tanto en el interior como en el exterior.

Los edificios del complejo de sultán impresionan tanto en el interior como en el exterior.

Pero la “verde Bursa” (Yeşil Bursa) no lo es solo por sus parques y jardines, sino que este color también impregna algunos de sus monumentos más hermosos, como el külliye [3](complejo) de Mehmed I (1381-1421), en donde visitamos la Mezquita Verde y la Tumba Verde (mausoleo del mencionado sultán). A pesar de haber sido profundamente restaurado y redecorado en el siglo XIX, tras que un gran terremoto sacudiera la ciudad y destrozara la decoración de azulejos, todavía emana de él un aire de majestuosidad y solemnidad. La mezquita, profusamente decorada con azulejos de los tonos que le dan nombre, estuvo también policromada casi por completo, y fue construida en los últimos años de vida del sultán. El estilo rico e “hiperornamentado” de la misma llegaría después a ser conocido como “estilo Bursa”. En cuanto al mausoleo, este fue mandando construir por su sucesor a la muerte del gobernante, y está igualmente profusamente decorado con azulejos de tonos verdes, azules y turquesas; en el centro de su planta hexagonal se encuentra la tumba y catafalco del sultán, que junto a otras siete tumbas más pequeñas, se encuentra asimismo cubierto de azulejos hexagonales.

Algunos detalles del interior de la Mezquita Verde de Bursa.

Algunos detalles del interior de la Mezquita Verde de Bursa.

Las verdes y bonitas tumbas del sultán Mehmet I y sus descendientes.

A la salida de Bursa nos esperaba todavía un largo y pesado camino hasta nuestro destino final, Estambul, en cuyo trayecto atravesamos regiones cubiertas de campos de amapolas, pasamos varias veces entre Asia y Europa. Con la entrada en los muros de la antigua Constantinopla se acababa nuestro pequeño periplo por la parte más cercana y tangible del Oriente. Esperemos que este sea únicamente un aperitivo para futuros viajes, y que estos nos dejen tan buen sabor como lo hicieron Turquía, sus lugares y sus gentes.

Notas:

[1]  El que apareció en la hollywoodiense producción del 2004 está en la cercana ciudad de Çanakkale.

[2] Este plato, que recibe su nombre de su inventor Iskender Efendi, consiste en largas tiras de carne al grill colocadas sobre un lecho de abundante salsa de tomate y pan pide bañado en mantequilla. Sobre esto, va una copiosa capa de yogur.

[3] El külliye es una tipología habitual dentro de la arquitectura de los pueblos túrquicos (entre los que destacaron los selyúcidas, los timúridas y los otomanos), que se compone de un grupo de edificios situados en torno a, y dependientes de, una mezquita. Otros edificios que lo conforman suelen ser una madrassa, un hospital, unos baños, además de otros edificios de carácter comunitario como cocinas u hornos.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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