Revista Ecos de Asia

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This article was written on 08 May 2017, and is filled under Cultura Visual.

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Hokusai de Shôtarô Ishinomori: una ventana a la plástica del periodo Edo y al arte del ukiyo-e

Portada de la edición española de Hokusai distribuida por EDT.

Portada de la edición española de Hokusai distribuida por EDT.

Además de un elemento para el entretenimiento, el manga puede ser un gran soporte para la difusión de la cultura y el arte a través de historias apasionantes que consigan atraer a un determinado público (en algunas ocasiones más mayoritario, y en otras más selecto). En el ejemplo de hoy la obra Hokusai de Shôtarô Ishinomori (25 de enero de 1938 – 28 de enero de 1998) en la cual veremos como el arte está sobremanera presente a lo largo de sus páginas.

Se especializó en dramas de superhéroes puestos en relación con su obra anterior como Android Kikaider (1972-1972), Henshin Ninja Arashi, Inazuman (1973-1974), Robotto Keiji (1973) o Himitsu Sentai Goranger (1975-1977) entre otros. Ejecutó algunos trabajos posteriores relacionados con la industria del videojuego, ilustrando de esta manera una adaptación al cómic de la consola Super NES The Legend of Zelda: A Link to the Past de la empresa Nintendo, en este caso producido por la publicación americana Nintendo Power en 1992, realizándose a posteriori dos republicaciones realizadas 1993 y 2015. De forma inesperada Shôtarô Ishinomori falleció finalmente el 28 de enero en 1998 de un ataque cardíaco. Su trabajo final fue la serie de superhéroes Voicelugger, emitida en televisión durante 1999. Sin embargo, dos años después la consagrada serie Kamen Rider (1971) será recuperada bajo el título de Kamen Rider Kuuga. Más tarde, en el año 2001 fue abierto el Ishinomori Manga Museum en su honor, en la localidad de Ishinomaki, situada en la prefectura de Miyagi en Japón.  Hay que reseñar que su trabajo le hizo entrar de forma póstuma en la lista del Libro Guinness de los Récords como el autor que más cómics ha publicado, realizando un total de más de ciento veintiocho mil páginas publicadas en setecientos setenta títulos bajo quinientos volúmenes. Como hemos podido ver a grandes rasgos la carrera de Ishinomori se centra principalmente en el género de los superhéroes, por ello el manga que nos atañe se sale de su tónica habitual, demostrándonos de esta forma su gran capacidad de adaptabilidad, pudiendo guionizar e ilustrar otros géneros como es el manga histórico.

La carrera de Ishinomori tiene una larga trayectoria. En 1955 entró como colaborador a través de concurso en la revista Manga Shonen, donde el creador de Astro boy (1952-1968), Osamu Tezuka, solicitó su colaboración debido a la maestría y fluidez que presentaban sus dibujos. Posteriormente, en 1963 creará ya su primer proyecto titulado Cyborg 009 inspirado en el recurrente tema de los superhéroes. En 1971 Toei Company Ldt. llevó a pantalla la creación de Ishinomori Kamen Rider que conllevó el nacimiento del henshin, un superhéroe que mediante una pose podía transformarse y que gracias a las artes marciales peleaba contra todo tipo de seres que amenazaban la sociedad. Esta producción en concreto generó varias obras derivadas que continúan hasta la actualidad.

En otro artículo ya fue tratada con detalle la biografía de Hokusai, pudiéndonos servir esta como hilo conductor y cronológico de la obra gráfico-literaria que vamos a analizar a continuación, comparando las similitudes y disensiones que pueda haber entre ambas.

La gran ola de Kanagawa

Arriba tenemos La gran ola de Kanagawa perteneciente a la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji y realizada por Hokusai entre 1831-1833 con la técnica del grabado ukiyo-e. Abajo su aparición a doble página en el manga de Shôtarô Ishinomori.

Arriba tenemos La gran ola de Kanagawa perteneciente a la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji y realizada por Hokusai entre 1831-1833 con la técnica del grabado ukiyo-e.
Abajo su aparición a doble página en el manga de Shôtarô Ishinomori.

Hokusai fue publicado en Japón en el año 1987, aquí Shôtarô nos sitúa en el marco cronológico del periodo Edo (1600/03-1867), época del Japón que presentaba un sistema jerárquico muy marcado en el que el shôgun controlaba a través del dominio político y militar todo el país nipón. La familia Tokugawa regentaba el poder en el momento en que el archipiélago se encontraba en un periodo de aislamiento y solo comerciaba a nivel internacional a través de la isla de Dejima. Como contrapunto a esto y debido a que los comerciantes atesoraron buenas fortunas -ya que el dinero no les permitía ascender socialmente porque el sistema de población estaba basado en el nacimiento y no en la riqueza- se dedicaron al ocio generándose así la cultura del ukiyo, del “aquí y ahora”, del “mundo flotante”. Ligado a todo ello comenzó la elaboración de un arte para el pueblo, que se podía comprar de manera abundante y que se reproducía con facilidad. Este nuevo arte popular fue un género cultivado por gran cantidad de artistas entre los siglos XVII y XX. Aquí es donde se introduce nuestro protagonista, el pintor Katsushika Hokusai. Lo cierto es que la vida de Hokusai historiográficamente hablando ha sido muy controvertida, ya que se ha podido documentar fundamentalmente gracias a que se dispone de cierta proporción de noticias relativas a su persona como su epistolario, los prólogos de sus libros, las anécdotas y los episodios legendarios que se han ido transmitiendo a través del tiempo y que guardan relación con sus vivencias y su carácter.

Sin duda a través del relato Ishinomori reconstruye la historia de Hokusai, realizando saltos temporales y seleccionando los puntos que nos darán la clave para la comprensión de la vida del pintor a grandes rasgos, aunque lo cierto es que tiene alguna modificación. Efectuando con ello una perversión del relato, dulcificándolo a los ojos del lector, Ishinomori presenta la figura de un Hokusai terco, pero con un gran sentido moral. Podemos apreciar esta perversión, por ejemplo, en el capítulo que hace referencia al escritor Bakin, donde se ve que Hokusai renuncia a la realización de una serie de estampas porque el editor expulsa a Bakin en detrimento de un escritor de segunda fila para la elaboración de los textos en las estampas, ya que como pudimos ver en la biografía, Bakin fue expulsado y Hokusai pese a ello continuó con la serie. Se observa también dicha fantasía en el capítulo final, con la aparición repentina de un personaje femenino, quedando nuestro protagonista enamorado de forma platónica. Pero, sin embargo, si exceptuamos alguna pequeña licencia que se toma Ishinomori podemos decir que es un relato en su mayor parte fiel a la biografía, ya que esta de manera paulatina se ha ido construyendo y ampliando en las investigaciones más recientes, llegando prácticamente hasta nuestros días.

Páginas en las que aparece Hokusai pintando un dragón con la técnica del sumi-e.

Páginas en las que aparece Hokusai pintando un dragón con la técnica del sumi-e.

En cuanto al apartado visual, cabe decir que la obra del mangaka es un excelente repertorio para conocer la producción del pintor nipón, ya que desde el primer capítulo va introduciendo de manera periódica una serie de composiciones realizadas por Hokusai en diferentes momentos vitales. Hay diversas referencias a obras como el Manga,[1] ese gran imaginario en el que recoge de forma aleatoria una ingente cantidad de “cosas”. Los paisajes naturales reflejados en la serie de las Treinta y seis vistas del monte Fuji con estampas tan significativas como La gran ola de Kanagawa, [2] Fuji desde Mishima, [3] Tormenta debajo de la cumbre [4], Terraza Sazai en el templo de los quinientos Rakan [5] y Parte posterior del Fuji desde el río Minobu,[6] la serie de Cascadas en diferentes provincias con el ejemplo de Cascada de Kirofuri del monte Kurokami en la provincia de Shimotsuke [7] o la serie Mil vistas del mar a través de Chôsi en la provincia de Shimôsa. [8] Refleja también de manera muy consciente obras pertenecientes a las leyendas de terror japonesas y los fantasmas, muy populares en esta época, ya que el entretenimiento y lo placentero también se buscaban en la fantasía y lo desconocido. Buen ejemplo de esto sería la serie Cien historias de fantasmas, de la cual Ishinomori ha seleccionado Sarayashiki,[9] Kohada Koeji,[10] Warai Hannya [11] y Oiwa.[12] Por supuesto no podría faltar la inclusión de los grabados eróticos conocidos popularmente bajo el nombre de shunga como El sueño de la esposa del pescador [13] realizado en 1814, en el que se muestra a una joven buceadora manteniendo relaciones sexuales con dos pulpos. También se ven reflejadas piezas que corresponden a un lado más culto y menos popular, a todo aquello que provenía del mundo de lo sobrenatural, de los espíritus, como es el caso de la representación de un dragón serpentiforme que emerge de un fondo punteado. [14]

Manga tocando

Arriba una página en la que se ve la influencia clara del Manga realizado a partir de 1814 por Katsushika Hokusai. Abajo una página del volumen trece del Manga que recuerda mucho al trazo escogido en la composición de Ishinomori.

Arriba una página en la que se ve la influencia clara del Manga realizado a partir de 1814 por Katsushika Hokusai.
Abajo una página del volumen trece del Manga que recuerda mucho al trazo escogido en la composición de Ishinomori.

La mayoría de las obras escogidas por Shôtarô se encuentran en el imaginario colectivo social, no solo japonés sino universal, siendo la obra de La gran ola de Kanagawa la segunda más reinterpretada a lo largo de la historia. Curiosamente el mangaka incluye también dos hitos anecdóticos relativos a Hokusai. Se dice que fue el artista que realizó la pintura más grande del mundo, donde lo vemos ejecutando un inmenso dibujo de Bodidharma con la técnica del sumi-e.[15] Como contrapunto aparece en otro capítulo pintando también la obra más pequeña del mundo utilizando como soporte un grano de arroz en el que representa dos aves.[16]

Como hemos visto, la selección de obras que realiza Shôtarô Ishinomori es cuanto menos acertada, ya que recoge la esencia de la pintura de Hokusai, reflejándonos todo su esplendor a través de las diversas temáticas que se suceden de una manera tan natural que apenas notamos que son obras que difieren del propio argumento o incluso en ocasiones del trazo del mismísimo Ishinomori. Por todo ello es una obra que conjuga de manera fantástica arte e historia, añadiéndole ese toque de picardía que aporta el autor para hacernos más llevadera la trama a través de sus argumentos y de su trazo firme concediendo gran cotidianeidad a la mayoría de las situaciones. En definitiva, un manga que sirve para acercarnos a esa época fantástica del periodo Edo de manera acertada y que nos enriquece de forma inconsciente gracias al bombardeo de imágenes artísticas incorporado a lo largo de sus páginas y avalado por la firma del gran maestro nipón Hokusai.

Para saber más:

  • Almazán, David., Katsushika Hokusai Cien vistas del monte Fuji.  Bilbao, Sans-Soleil, 2016.
  • Forrer, Matthi., Hokusai. Verona, Bibliothèque de l’Image, 1996.
  • Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012.
  • Tanabe, Toru., Hokusai. Madrid, Anaya, 1993.
  • Yonemura, Ann., Hokusai, vol.1. Washington, Smithsonian Institution, 2006.

Notas:

[1] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 157-156, 164, 165, 167, 173, 174, 175 205, 206, 208, 219, 220, 241.

[2] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 406-407, 538.

[3] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 424-425.

[4] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 458-459.

[5] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 398-399.

[6] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 416-417.

[7] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 434.

[8] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 453-452.

[9] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 487.

[10] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 471.

[11] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 493.

[12] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 507.

[13] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 231-233.

[14] Como pieza similar tenemos Dragón con Quin, emakimono pintado con tinta de colores realizado en 1798 por Hokusai Sôri. Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 281.

[15] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. pp. 68-69.

[16] Ishinomori, Shôtarô., Hokusai. Barcelona, EdT, 2012. p. 239.

 

avatar Pablo C. Anía (10 Posts)

Graduado en Historia del Arte (2012-2016) por la Universidad de Zaragoza. Actualmente cursando el máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte y un postgrado de Estudios Japoneses en la misma Universidad. Su investigación esta centrada en el japonismo y el impacto de las estampas ukiyo-e en España.


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