Revista Ecos de Asia

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This article was written on 05 May 2016, and is filled under Cine y TV, Crítica.

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Intentar adaptar Ni de Eva ni de Adán como una comedia romántica de estilo indie no era buena idea…

romance en tokioLo cierto es que esta era la idea que me rondaba la mente a la hora de afrontar el visionado de Romance en Tokyo (una cinta belga de 2014 que llega a la gran pantalla española coincidiendo con la publicación de Petronile, la nueva novela de Amélie Nothomb), basándome en el tráiler y en las imágenes promocionales. Una hora y cuarenta minutos después, descubrí que tenía razón… solo en parte.

No hay duda de que Stefan Liberski (director y guionista, responsable de la adaptación de la célebre novela semiautobiográfica de Amélie Nothomb, publicada en 2007) logra hacer una película interesante, pero si el espectador ha leído previamente la novela, los paralelismos serán inevitables y los defectos, evidentes. Demasiado naif para ser Amélie Nothomb, demasiado Amélie Nothomb para ser una cinta autónoma.

La cinta cuenta la historia de Amélie, nacida en Japón, que a los veinte años regresa al país que abandonó de niña movida por la ambición de convertirse en una verdadera japonesa. Allí toma clases de japonés, al tiempo que imparte clases de francés para ganarse la vida. Su primer (y único) alumno es Rinri, un joven japonés con el que poco a poco entabla una amistad que no tarda en convertirse en romance.

Si la historia de amor articula el relato, la verdadera historia es en realidad la búsqueda de sí misma que lleva a cabo la protagonista, una búsqueda que la ha llevado a Japón para explorar su identidad japonesa, si bien su estancia en el País del Sol Naciente hará aflorar más bien su individualidad.

Enfatizando esta búsqueda, se introducen una serie de secuencias introspectivas que, aunque originales en su planteamiento, quedan desaprovechadas. Para estas secuencias, Amélie aparece (a veces sola, otras veces acompañada de Rinri o de otros personajes) vestida con kimonos, en espacios despejados, que asemejan un escenario teatral, con un fondo prácticamente neutro. Son escenas breves, en las que bien la voz en off de la protagonista o bien la gestualidad muda de los personajes traza esos episodios de revelación o cambio que se producen en Amélie.

Visualmente, ofrece atractivas imágenes del Japón más variado y seductor, al tiempo que cae en estereotipos manidos a través detalles (en ocasiones anecdóticos, a veces como una suerte de “alivio cómico”) como el énfasis en los gadgets domésticos o los elementos decorativos de algunos espacios (figuras de Pokémon o Dragon Ball, los pendientes con pequeños nigiris que luce Amélie en un determinado momento…).

No obstante, en algunos casos se introducen escenas sorprendentes, que intentan dar una personalidad diferente a la película pero que consiguen a duras penas resultar cómicas o causar una cierta impresión en el espectador. Buen ejemplo de ello podría ser cuando la consecución del éxito amoroso de Amélie da lugar a una delirante escena musical, en la que una lluvia de corazones digitales revolotea alrededor de la protagonista mientras ella canta su amor por Japón.

La película evoluciona a trompicones, con cambios de tono que pretenden transmitir la evolución de la relación, pero no terminan de ajustarse y crean contrastes muy evidentes. La transición más significativa se produce cuando adquiere connotaciones de pausado drama japonés a partir de la visita a la isla de Sado, punto en el que el film logra alcanzar un espíritu más próximo al de la novela original (o, mejor dicho, al episodio correspondiente de la novela).

El giro final del metraje, no obstante, supone un absoluto cambio de rumbo. Por un lado, logra alcanzar autonomía y desligarse completamente del texto cuya sombra ha lastrado el resto de la cinta, con un final contemporáneo y actualizado. Por otro lado, anula completamente el significado original de la novela que el tramo final estaba logrando recuperar.

En definitiva, se trata de una bonita fábula sobre el amor y la identidad japonesa, que resulta descafeinada. En ocasiones quiere ser la Amélie de Jeunet, en otros casos su indudable referente es Lost in traslation, pero el film, al igual que su protagonista, no logra adquirir una identidad propia y nada en un mar de dudas. Interesante la versión de Big in Japan que sirve de banda sonora al final.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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