Revista Ecos de Asia

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This article was written on 07 May 2014, and is filled under Arte.

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La imagen occidental de la mujer japonesa. Del siglo XVI al japonismo (I)

Es en los siglos XVI y XVII cuando encontramos las primeras visiones de la mujer oriental en Occidente, puesto que el periodo Momoyama (1572-1615) es una época de apertura. A partir de 1543 llegaron comerciantes portugueses a Japón.  También los primeros misioneros a partir de 1549, la mayoría de ellos jesuitas capitoneados por Francisco Javier, al mismo tiempo que dominicos y franciscanos. A parte de su labor de evangelización crearon colegios para los japoneses y trajeron la pintura occidental. Fruto de todas estas interrelaciones surgió el arte Namban (arte de los “bárbaros del Sur”).

De esta llegada de Occidente a Asia Oriental son fruto los principales tópicos que encontramos ya en el caso de la mujer china, los cuales se recogen en las primeras fuentes escritas sobre China y Japón en castellano. Las referencias al aspecto físico son escasas (a diferencia de lo que ocurrirá durante el japonismo), limitándose los textos a remarcar su belleza. A su vez los autores españoles subrayan de manera repetitiva la subordinación de las mujeres a los hombres. Les llamó la atención a su vez la reclusión física de las mujeres.

En el caso particular de la mujer japonesa son varios los testimonios que encontramos en los escritos de los misioneros portugueses y españoles desde mediados del S. XVI. Un ejemplo de ello es el jesuita Luis Frois (1532-1597), quien dedica el capítulo segundo de su célebre Tratado sobre las contradicciones y diferencias de costumbres entre los europeos y japoneses (1585) al tema de la mujer, marcando siempre el contrapunto con la occidental.

Lamentablemente esta convivencia acabó de forma trágica. Los shogunes expulsaron a los extranjeros y suprimieron todo lo relacionado con sus nuevas creencias (pues veían el cristianismo como elemento de inestabilidad). Este rechazo llevó a que Japón a comienzos del periodo Edo cerrara todas sus puertas al exterior. Se prohibió la salida de japoneses del país y la llegada de extranjeros. Sí que había relaciones comerciales, pero se limitaban al puerto de Nagasaki, a la isla de Deshima, donde solo podían acudir chinos y holandeses.

Sin embargo a mediados del S. XIX las potencias occidentales obligaron a Japón a abandonar la política de aislamiento que había marcado el periodo Edo (1615-1868). Fue en aquel momento cuando Japón abrió sus fronteras y comenzó a establecer tratados de comercio y navegación con diversos países. Daba comienzo en esos instantes el periodo Meiji (1868-1912), que se caracterizó por el inicio de un acelerado proceso de modernización. Para ilustrar esto mismo acudieron a Japón intelectuales de diversos ámbitos (científicos, profesores, técnicos,…). El papel que jugó España en estos momentos no fue relevante, por lo que el interés por los libros sobre Japón no fue tan extenso como en otros países.

Aunque con el periodo Meiji se acometieron ciertos cambios en la situación de la mujer japonesa lo cierto es que no es hasta el periodo Taishô (1912-1926) cuando éstas fueron conquistando metas que les permitieron progresar y mejorar su situación. Hay que destacar que las geishas tuvieron una especial relevancia durante el periodo Meiji, logrando la admiración de propios y extraños. Además en esta época se abrieron a la mujer japonesa nuevas vías de trabajo, muchas de ellas vinculadas a las nuevas actividades económicas llegadas desde Occidente. Ésta es la situación que pudieron observar los viajeros occidentales que visitaban estas tierras, otra cuestión es cómo estos autores vieron estas cuestiones y las transmitieron en sus libros.

Los primeros textos publicados en castellano sobre el Japón del S. XIX que aluden a la mujer japonesa no vinieron de la mano de escritores españoles sino de autores iberoamericanos. No dedican amplias reflexiones acerca de la mujer japonesa, aunque sí que se refieren a ella en algunas ocasiones, y sobre todo a las cortesanas. Les llama la atención el hecho de que la prostitución fuese en Japón una práctica extendida y legal, y que no se considerase social o moralmente reprobable.

Portada italiana de 'Madame Chrysanthème' de Pierre Loti.

Portada italiana de ‘Madame Chrysanthème’ de Pierre Loti.

Es destacable el caso del francés Pierre Loti (1850-1923), quien asentó los fundamentos de un arquetipo de mujer japonesa que tuvo amplia difusión en Europa. Ofreció una imagen de ésta absolutamente sesgada y simplista. Una actitud completamente distinta a la de éste adoptó Francisco de Reynoso, el cual tenía un alto concepto de las mujeres japonesas. Sin embargo hay que tener en cuenta en todos estos casos que se trata de autores que tuvieron solo estancias puntuales en Japón, y por ello sus testimonios carecen de la profundidad de aquellos otros testimonios que tuvieron una larga convivencia con el pueblo japonés.

Por otro lado, en la visión de los misioneros (1914-1923) la mujer japonesa quedaba descartada del papel de vehículo de cristianización. Si bien se reconocía a la mujer un papel capital en la autoridad administrativa y afectiva de la familia, y se resaltaba que en la sociedad japonesa no hubiera discriminación de sexo en la herencia, lo cierto es que primaba una visión más bien pesimista.

A su vez no debemos olvidarnos del fenómeno que eclipsó el arte europeo en estos momentos: el japonismo (mediados del S. XIX-principios del S. XX). Éste es uno de los movimientos culturales más significativos en el campo de las influencias culturales entre Japón y Occidente en la Edad Contemporánea. El arte nipón causó un gran impacto y supuso un nuevo punto de referencia para numerosos artistas y movimientos. Debemos destacar a su vez el importante papel que desempeñó el coleccionismo. Los europeos comerciaron y coleccionaron principalmente objetos fáciles de transportar, como cajitas de laca y ukiyo-e.

París fue el principal foco desde el que se diseminó la moda de lo japonés en España. En muchas ocasiones encontramos en obras japonistas una reinterpretación occidental de objetos y personajes japoneses. Así pues, por su temática se puede considerar el japonismo como un género, y tratado como tal debemos de tener en cuenta que éste fue fundamentalmente femenino. Esto se debe a que muchos de los elementos representados del exótico Japón eran propios del universo femenino japonés, el mismo tiempo que la moda por lo japonés estuvo en gran parte ubicada en los confines del ámbito de la mujer burguesa. De este modo vemos como un gran número de obras artísticas japonistas de finales del S. XIX y primeras décadas del S. XX consistieron en recrear el universo femenino japonés de una manera idealizada o en vestir con elegantes atuendos “a la japonesa” a la mujer refinada y cosmopolita de fin de siglo, marcando una moda desde entonces que asimiló lo japonés con lo moderno.

Hay que tener en cuenta a su vez que en estos momentos la temática femenina era uno de los temas más usados en los grabados ukiyo-e. Por la gran importancia del coleccionismo de este tipo de grabados en Occidente y por su decisiva influencia en innumerables artistas es conveniente recordar que la mujer en sus más diversas facetas fue la gran protagonista de este tipo de grabados.

Con el término bijinga se agrupan muchas estampas producidas por la escuela ukiyo-e ambientadas en el barrio de placer de Yoshiwara, en la ciudad de Edo, donde aparecen oiran y geishas. También las mujeres o hijas de los comerciantes y artesanos fueron inmortalizadas. Con este propósito en la mente el artista intenta captar su belleza y generalmente utiliza para ello alegres y elegantes quimonos y numerosos adornos para el cabello, un modo de concebir la belleza de la mujer muy diferente de la clásica imagen utilizada en Occidente. Al espectador occidental le sorprende por un lado que, tratándose en su mayoría de retratos de prostitutas y escenas de los barrios de placer, las mujeres aparezcan sumamente recatadas a nuestra vista y cubiertas de ropajes que impiden seguir las formas de su cuerpo, así como que estos rostros que a nuestra mirada no nos parecen nada agraciados puedan ser calificados de hermosos. Más modelos de lo femenino aparecían también en los numerosos grabados sobre las obras de teatro kabuki (si bien los papeles femeninos eran representados por actores onnagata).

'La cortesana' de Vincent Van Gogh.

‘La cortesana’ de Vincent Van Gogh.

También fue determinante el protagonismo japonés en las exposiciones internacionales (por ejemplo, la Exposición de Barcelona de 1888). De manera indirecta el público pudo profundizar en el arte japonés gracias a las publicaciones generales y especializadas. En este momento aparecen las primeras monografías de arte japonés. En 1888 se creó en París la revista del “Japón artístico”[1] en la que se reproducían a todo color escenas del ukiyo-e.

Entre los artistas más importantes influidos por este arte están Whistler, Manet, Degas, Monet, Toulouse-Lautrec o Van Gogh. Además los artistas empezaron a experimentar con otros formatos: alargados, en abanico,…En España también hubo artistas japonistas, como es el caso de Fortuny.

Hay que destacar además en el plano sociológico que el japonismo fue un producto cultural orientado a la mujer. Al recrear un tipo de mujer exótica y elegante, el japonismo creó un referente estético para las mujeres de la época. Este referente consistía en una tendencia hacia los objetos decorativos japoneses en el hogar, y hacia prendas (quimonos) y complementos japoneses (abanicos, sombrillas) en el vestuario. También el aspecto del peinado, con altos recogidos, o el cutis “de porcelana”, suave y blanco, fueron elementos que reforzaron la imagen de la japonesa como modelo de belleza. Esta fue la razón de que varias marcas de perfumes, cosméticos y jabones de finales del S. XIX y primeras décadas del S. XX utilizaran imágenes de japonesas en sus anuncios y etiquetas.

Anuncio del producto Anís del Mono.

Anuncio del producto Anís del Mono.

Todo esto nos invita a su vez a reflexionar sobre cuestiones relacionadas con la utilización, a modo de espejo, del estereotipo de la geisha (idealización construida en Occidente de la mujer japonesa) para reflejar distintos modelos de mujer europea. En este sentido se recurrió al japonismo para moldear un ideal femenino caracterizado por elegancia, delicadeza, encanto, discreción y sumisión. En su representación arquetípica, construida a través de ensoñaciones producidas por la contemplación de los grabados ukiyo-e, las narraciones de Pierre Loti y las representaciones de Madama Butterfly de Puccini, se forjó pues una imagen idílica y alejada de la realidad de estas mujeres.

Por otra parte encontramos en la imagen de la geisha un modelo de la nueva mujer. En esta recreación la mirada femenina occidental encontró en las geishas un modelo de libertad sexual, independencia y alto nivel intelectual por una firme educación.

Para saber más:

  • Barlés, Elena y Almazán, D. (coords.), La mujer japonesa. Realidad y mito, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008.
  • García Gutiérrez, Fernando, El arte de Japón. Lo sagrado, lo Caballeresco y otros temas, Sevilla, Guadalquivir Ediciones, 2008.  
  • Hane, Mikiso, Breve historia de Japón, Madrid, Alianza Editorial, 2000.

 

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Notas:

[1] Fue fundada por Samuel Bing, quien abrió además una tienda de objetos relacionados con el arte japonés.

avatar Ana Asión (41 Posts)

Ana Asión Suñer (Zaragoza, 1989). Doctora en Historia del Arte, Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, Gestión del Patrimonio Cultural y Profesorado por la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral aborda las especificidades del cine español durante la década de los setenta, y sus líneas de investigación se centran en el ámbito cinematográfico y la historia contemporánea. Ha realizado múltiples aportaciones a la materia, desde publicaciones hasta conferencias en congresos nacionales e internacionales.


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