Revista Ecos de Asia

La película de culto “Presa de la secta” y su relación con la mitología japonesa

Póster del filme.

Fotograma mostrando cómo una banda de ninjas acecha a su presa.

El presente filme se nos presenta como un enigma. Mientras, por un lado, tiene seguidores que la consideran como una película de culto, por otro, es despreciada como si no tuviera ningún valor, atacando sobre todo la actuación del actor que desempeña el papel del protagonista: Cristopher Lambert. Un crítico, por ejemplo, dice que el director J.F. Lawton (nacido en Riverside, California, Estados Unidos, en 1960), más conocido por la polémica Pretty Woman (Estados Unidos, 1990)[1] “no tiene ni idea del mundo de los yakuzas”[2] ni ha sido capaz de “visionar alguna película obra para inspirarse”. Por otra parte, critica el ritmo del filme, una falta de atención a la puesta en escena y, lo que tal vez es aún más serio, el propio guion diciendo que es “sin gracia y sin sentido alguno”.

Muchas veces, los cineastas occidentales se identifican con aspectos de la cultura asiática. Sin embargo, en el proceso de creación de una obra nueva no se debe olvidar la posibilidad de que coexistan elementos de ambas culturas. Una simbiosis que produce inevitablemente problemas de comprensión cuando uno desconoce completamente una u otra influencia.  De modo que se plantea la hipótesis de que parte del problema en la recepción de esta película sea juzgarla a la luz de las fórmulas de éxito del cine mainstream sin considerar el hecho de que la película esté constantemente haciendo que nos cuestionemos nuestras nociones occidentales sobre cómo es la realidad. Para investigar este tema, se plantea un análisis detallado del montaje de pequeñas secuencias fantasmales y una posible relación en la película con la mitología japonesa.

Compilación de fotogramas de la angustiosa película distópica, mezcla de cine negro y película de ciencia ficción, Cities of Last Things de Ho Wi Ding (Taiwan, 2018) que tal vez es la que mejor representa un afán descabellado por la venganza al final de la vida.

En artículos previos, hemos estado considerando la impronta de lo sobrenatural en el cine de China, Hong-Kong y de los Estados Unidos.[3] Nos hemos centrado en un aspecto concreto del cine asiático, una visión especial de unos espíritus que habitan un mundo intermedio entre este mundo y el más allá, como si de un universo paralelo se tratara. Hace pensar que hay un apego que impide el tránsito del alma hacía el más allá, y antes de marcharse cualquier espíritu intenta arreglar los asuntos que le provocan algún tipo de desasosiego. Tal vez forma parte del pragmatismo chino, pero da la sensación de que uno no se quiere marchar de esta vida si no ha dejado atados todos los asuntos pendientes. Lo vemos especialmente en la película distópica taiwanesa de Wi Ding Ho Cities of Last Things, donde el protagonista se convierte en una especie de asesino en serie descabellado al final de su vida para ajustar cuentas con la gente que le ha hecho sufrir, sin pensar realmente en las consecuencias de sus actos.

Dos representaciones de fantasmas de Hokusai (1760-1849). La primera un onryô y la segunda el fantasma de la linterna.

En esta ocasión, nos centramos más en un mito que forma parte de la mitología japonesa. Estamos hablando de unos espíritus vengativos o onryô. Se trata de un fantasma que es capaz de causar daño en el mundo de los vivos, lesionando y hasta matando a enemigos, o causando desastres naturales para vengarse de injusticias sufridas durante la vida.[4] Incluso son capaces de hacerse con el espíritu de sus víctimas después de su muerte. Tal vez el mejor ejemplo de onryô es Oiwa, cuya historia se cuenta en Yotsuya Kaidan, el cuento de fantasmas de Yotsuya. Es posiblemente la más famosa historia de traición, asesinato y venganza fantasmal japonesa de todos los tiempos, que ha sido adaptada al cine más de treinta veces. Se trata de una mujer que muere brutalmente desfigurada, pero que se venga después de la muerte.

El nexo con Oiwa en el presente filme se aprecia en la forma con la que Oiwa manipula la realidad para provocar la caída de sus enemigos. Puesto que en la historia todo lo malo que le pasa a Oiwa es consecuencia del deseo de su marido de deshacerse de ella para poder casarse con la nieta de un médico, su venganza se dirige hacía todos los actores que se hacen cómplices en su plan. Muere, por ejemplo, el médico que le da a ella un veneno que le desfigura horriblemente la cara, además de la nieta del médico, el nuevo objeto de su deseo del marido. Entre las cosas que hace Oiwa, que se ha suicidado después de ver su rostro desfigurado, está la de crear una ilusión cuando el marido tiene delante una persona a la que ella quiere eliminar:

La maldición de Oiwa no tardó mucho en surtir efecto. En su noche de bodas con Oume, Lyemon tuvo problemas para dormir. Se dio la vuelta en la cama y vio, junto a su rostro, el horrible y desfigurado rostro del fantasma de Oiwa. Agarró su espada y atacó al fantasma. Justo entonces, la ilusión terminó, e Lyemon vio que no era Oiwa a quien había herido, sino Oume. Su nueva esposa estaba muerta en el suelo. Aterrorizado, Lyemon corrió para buscar la ayuda de su suegro. Sin embargo, cuando llegó a la casa de Itô, fue confrontado por el fantasma de Kohei. Una vez más, Lyemon atacó con su espada, pero tan pronto como lo hizo, la ilusión terminó y vio al cuerpo muerto de Itô Kihei tendido en el suelo.[5]

De esta manera, su exmarido mata a todas las personas de las que ella quiere vengarse. Su venganza contra su marido, en cambio, es psicológica ya que le conduce a la locura.[6] En cuanto a los detalles de la muerte de Oiwa han variado con el tiempo, pero el argumento principal sigue siendo el mismo.[7] 

Una representación fílmica de Oiwa, Kaidan Oiwa no bore (El cuento del fantasma de Oiwa) de Kato (Japón, 1969) y abajo una representación artística del aspecto fantasmal de Oiwa (foto: Ranpo).

 

El argumento de la película

Si analizamos la película con la idea de una posible influencia del mito de onryô en mente, lo que de entrada parece un guion “sin gracia y sin sentido alguno” se vuelve mucho más inteligible. A grandes rasgos, la película narra la historia de Kirina y Paul Racine. Paul es un vendedor de chips de ordenador que está en un viaje de negocios en Japón. Karina es una misteriosa japonesa a quien conoce inesperadamente en un bar. No sabemos al principio que esta va a ser su última noche con vida, pero ella sí que lo sabe. Por las razones que sea, se deja llevar por una pulsión de vida y acaba saliendo con Paul Racine, disfrutando de todo lo que la noche tiene que ofrecer. Acaban en la habitación de hotel de ella donde ambos se dejan llevan por la pasión, un poco al estilo de la ya mencionada Pretty Woman. Al final de la noche, ella se despide de Racine diciéndole que no le va a volver a ver en la vida. Racine entenderá por qué estas palabras cuando vuelva a su habitación al darse cuenta de que sigue teniendo la llave de Kirina en su bolsillo. Al abrir la puerta, se encuentra cara a cara con una escena macabra: Karina está a punto de ser asesinada a manos de Kinjo, un “ninja” sicario y jefe de una secta llamada los Makatos. Rápidamente llama a la policía mientras observa la escena.

Dos fotogramas de la confrontación entre Kinjo y Kirina. Abajo, el momento en que Racine es testigo de lo que Kinjo tiene entre manos.

Antes de morir, Kirina desafía a Kinjo. Primero le pide que le enseñe su cara antes de matarla. Después le pide que le deje morir lentamente. Cuando él responde que tiene órdenes que cumplir y que ella tiene que morir rápidamente, ella le acusa de ser un “cobarde” por matar a una mujer indefensa y le tacha de “esclavo”. Ella dice ser, en cambio, una persona “libre”, aunque muera. Esta conversación va a ser importante porque su “espíritu de tigre” y su belleza van a atormentar a Kinjo el resto de la película. Cuando Kinjo y sus dos ayudantes se percatan de la presencia de Paul Racine, Kinjo mata a Kirina rápidamente y sus acompañantes tiran dardos envenenados a Racine e intentan cortarle el cuello. Milagrosamente, Paul Racine escapa con vida.

Primerísimo primer plano y primer plano de la mirada desafiante de Kirina, cara a cara con su asesino.

Lo que sucede después del asesinato de Kirina necesita una explicación clara. Es importante resaltar que todo lo que sucede la noche del asesinato trastorna al jefe de la secta. Empieza a ser atormentado por una visión de Kirina con una espalda en su mano para vengar su muerte. Es algo que enlaza muy estrechamente con el mito de onryô, ya que Kinjo se obsesiona con la idea de que Kirina le va a matar y robar su alma. El hecho de que Racine siga con vida y le haya visto la cara constituye para él una maldición que da poder al espíritu de Kirina para acabar con su vida y robar su alma. Por otro parte, intuye que se han enfadado los dioses por alguna razón, porque sus ayudantes no consiguieron dar muerte a Racine en el momento oportuno. Por eso, mata al protector de Kirina que había ordenado su asesinato. Resulta que la única razón por la que él había decidido encargar su muerte fue que ella se negaba a ser su concubina para pagar una deuda, lo que ofendía su orgullo. Al percatarse de que había matado a una mujer inocente, la sensación de injusticia empeorará la situación.

Arriba, una de las visiones de Kirina que atormenta a Kinja. Esta vez espada en mano para vengarse. Un fotograma que además se relaciona en cadena con una imagen de Paul Racine insinuando que él será el medio por el cual ella se venga. Abajo, la cara de terror que pone Kinjo cuando tiene otra alucinación con Kirina.

Racine consigue escapar de otro atraque de la secta en el hospital. Después se queda bajo la protección de los Takeda, unos descendientes de un clan antiguo de samuráis con los que se refugia temporalmente en una isla. Es llamativo que la mujer del profesor de artes marciales Takedo, Mieko, también es una mujer guerrera, y que en momentos de trastorno psicológico se transforma en Kirina a los ojos de Kinjo. Algo que sugiere que ella, como doble de Kirina, también es instrumental en la caída de Kinjo. 

Fotogramas en cadena que relacionan a Mieko con Kirina, sugiriendo que es una especie de doble de esta. Llamamos la atención a lo que puede transmitir la mirada intensa.

La idea de que el espíritu de Kirina está planeando la caída de Kinjo se ve más claramente si consideramos todas las apariciones sobrenaturales en que se aparece a su amado Racine. Quitando la escena en que se le aparece en el hospital (que curiosamente produce otra relación en cadena, esta vez con la cara de Mieko), que tiene una índole más romántica, lo más llamativo es una visión de ella en que le da una espada. Algo que simbólicamente le transmite la idea de que tiene que aprender esta habilidad para derrotar a Kinjo.

Fotogramas de la secuencia alucinatoria en que Kirina da una espada a Racine.

Por otra parte, si analizamos la escena en que muere Kinjo, podemos concebir que el espíritu de Kirina juega un papel importante. En la secuencia, tanto Mieko como Racine son instrumentales en su muerte. Mieko, tumbada en el suelo y herida, lanza una espada a Racine para que mate a Kinjo de un golpe.  A un nivel subliminal, es el espíritu de la mujer muerta que se venga de su asesino a través de su amado Racine. Las similitudes con el mito de onryô son claras.

Fotograma mostrando cómo Mieko lanza la espada a Racine para que mate a Kinjo

Conclusiones

Lo que hace que la película sea confusa y oscurece su dimensión más mitológica tiene mucho que ver con la caracterización y actuación de Cristopher Lambert. Muchas veces se retrata como un bufón, quizás para añadir toques de humor a la cinta. Sin embargo, hay una escena clave en la que él se burla de la idea de que el veneno de los dardos en pequeñas dosis hace que uno “entre el mundo de los espíritus”. El hecho de que el protagonista no se tome en serio nada sobrenatural influye negativamente en la percepción de esto. Nos transmite una fuerte dosis de escepticismo en lugar de animarnos a soñar con la idea de que pudiera existir este universo paralelo. Esto se complica aún más si consideramos la brevedad de las secuencias sobrenaturales.

También se acepta la crítica sobre la puesta en escena. Hay un encuadre panorámico justo antes de la escena de la última batalla que se supone que representa lluvias torrenciales y relámpagos. No resulta nada convincente, sobre todo si consideramos lo importantes que son los fenómenos meteorológicos para representar el enfado de los dioses. Sin embargo, después de ver la película varias veces siempre hay algo nuevo que sorprende, como el breve hilo narrativo de la niña japonesa que ayuda a Racine a encontrar un taxi para escapar de otro ninja asesino. Sin mencionar el humor negro que hay en la escena del ataque de los ninjas cuando está en el hospital. No tiene un estilo de thriller convencional, pero gana por lo valores humanos que transmite. Después de todo, en el fondo es una bonita historia de amor que trasciende la muerte.

La primera vez que uno ve la película decepciona que la heroína muera al principio. Su caracterización es muy enigmática para un espectador occidental, porque recuerda a la mujer samurái o la valentía frente a la muerte de otras películas analizadas. Es una pena que el cineasta no le haya dado más protagonismo en escenas oníricas. Al fin y al cabo, es la intriga de si ella va a vengar su propia muerte lo que mantiene la tensión dramática, porque Racine escapa de la muerte tantas veces que sabemos que nunca va a morir. Rodada en 1995, la película no envejece tan bien como otras cintas. Aparte de la fascinación que provoca la conexión con la mitología japonesa, destaca por sus toques de humor y por la caracterización del protagonista, que le hace muy accesible. En definitiva, una película que merece la pena por representar una visión más romántica de la vida sin perderse en los excesos del género de samuráis y luchas.

 

Notas:

[1] La única relación con dicha película parece ser un plano medio del torso de la actriz que desempeña el papel de Kirina en la película, que sugiere la sensualidad de esta, y la escena del jacuzzi que también evoca a Pretty Woman. Pero aparte de eso, no tiene nada que ver.

[2] Sánchez, Rodolfo, “Presa de la secta. De yakuzas y sectas”, en Sensacine.  Disponible aquí.

[3] Este recorrido empieza con el tema de un espíritu que vuelve del más allá para reencarnarse temporalmente en otra persona porque se ha cometido un error en la administración del cielo (Beautiful Accident). Después hemos considerado cómo unos espíritus recién fallecidos que han sufrido algún tipo de desgracia en la vida buscan satisfacer algún deseo incumplido antes de pasar el más allá en Ghost Votive Master. Paralelamente, hemos analizado el tema de los demonios o espíritus de zorro en la mitología china en dos artículos sobre la película Painted Skin: The Resurrection. Un aspecto de lo sobrenatural que hemos reseñado también en la película The Enchanting Phantom. Ambas obras basadas en una colección de leyendas de fantasmas, seres sobrenaturales y aventuras de la mitología china escrita por Pu Songling (Strange Stories from a Chinese Studio, publicada en torno al año 1741).

[4] Una fuente los define muy bien: los onryô son los fantasmas de las personas que murieron con fuertes sentimientos negativos de pasiones, celos, rabia u odio, las cuales impiden que el alma transcienda, transformándose en un poderoso espíritu que busca venganza y lo paga con todo aquel que se cruza en su camino. Disponible aquí.

[5] “Oiwa”, Enciclopedia Yokai. Disponible aquí.

[6] Ídem.

[7] Fuente: Couvreur, David, “La historia de fantasmas japonesa “Yotsuya Kaidan” y su santuario (The Japanese Ghost Story “Yotsuya Kaidan” and Its Shrine)”, en Kokoro media, 21 de octubre 2020. Disponible aquí.

avatar Simon Kelly (35 Posts)

Graduado en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza, donde también realizó el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte, especializándose en cine y literatura. Además, es Licenciado en Biología por la UCM y continúa realizando estudios de psicología, sociología, francés y chino.


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