Revista Ecos de Asia

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This article was written on 16 May 2018, and is filled under Arte.

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Mariano Fortuny y Marsal y el arte japonés

El siglo XIX, en especial su segunda mitad, se caracterizó por ser un momento de esplendor y renovación para las artes, donde varias corrientes confluyeron dando lugar a nuevas formas de hacer y a diferentes estilos artísticos que iluminaron un panorama que terminó floreciendo en un crisol de posibilidades. Entre los artistas que vivieron este ambiente de renovación se encuentra Mariano Fortuny.[1]

Retrato de Mariano Fortuny, realizado en fotograbado en 1875, por sus marchantes Goupil et Cie.

Nacido en Reus el 11 de junio de 1838, en el seno de una familia de artesanos, tuvo su primera formación en la Escuela de Dibujo de Reus y en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (1850-1857) así como en los talleres de distintos artistas catalanes.

Desde su juventud fue un gran viajero, ya que su curiosidad y circunstancias le llevaron a vivir en diversos países y ciudades, empapándose así de múltiples paisajes, costumbres o tradiciones y del ambiente artístico que en ellos se gestaba, asimilando distintas influencias y bebiendo de diferentes fuentes, lo que marcó la evolución de su obra.

Vivió largo tiempo en Roma, a la que fue por primera vez en 1857 al obtener el primer premio de la convocatoria de la pensión romana por la Academia. A esta primera estancia, le siguieron otras: la segunda a partir de 1863; la tercera entre 1868-1869, y la cuarta entre 1872 y 1874, una etapa muy rica en la que fue considerado como uno de los pintores fundamentales de la colonia artística española.

También viajó a Marruecos en 1860 y 1862, por encargo de la Diputación de Barcelona, donde quedó fascinado por sus ambientes, luces y personajes, se liberó de convenciones y academicismos, y nació su atracción por el mundo islámico y el Próximo Oriente, tan presente en su producción.

Desde luego, estuvo en París donde viajó por primera vez en 1862, gracias a una subvención de la Diputación de Barcelona. De nuevo volvió en otoño de 1866 para firmar un contrato con Adolphe Goupil, uno de los más importantes marchantes y editores de estampas de Francia, fundador de la empresa parisina Goupil & Cie., al que conoció en Roma en 1864. Este le puso en contacto con el coleccionista William Hood Stewart (1820–1897), que fue uno de sus principales clientes. Fue por entonces también cuando conoció al pintor Martín Rico Ortega (1833-1908) y al artista Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871), con los que forjará una profunda amistad; estrechando sus lazos con el que sería su cuñado Raimundo de Madrazo y Garreta (1841-1920), entonces en la ciudad de las luces. Entre 1869 y 1870 residió en la ciudad del Sena, en una casa que le cedió Goupil, viviendo intensamente el rico ambiente artístico parisino donde distintas corrientes artísticas (entre ellas el japonismo) estaban eclosionando.

Por supuesto, viajó muchas veces a España. En 1866 llegó a Madrid, donde organizó una exposición en la que mostró su obra, que causó gran impresión al pintor español Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894), director del Museo del Prado, quien le ofreció su propio estudio para trabajar. De esta manera Mariano conoció a su hija, Cecilia, con la que contrajo matrimonio el 27 de noviembre de 1867. Asimismo, vivió en Granada, entre 1870 y 1872, una estancia fundamental en la evolución artística de Fortuny que constituyó el inicio de una nueva etapa para el pintor que culminó en años sucesivos.

Estando en Roma en primavera de 1874, viaja de nuevo a la capital francesa y aprovecha para liquidar sus tratos con Goupil e iniciar una nueva fase de independencia que le permitiera seguir únicamente su inspiración, sin preocuparse ni de la moda ni del gusto de coleccionistas y marchantes. En junio de 1874, los Fortuny partieron nuevamente desde París a Italia, instalándose en julio de ese año en la localidad de Portici (Nápoles) donde pasaron cuatro meses. Los Fortuny volvieron a la ciudad capitolina en noviembre; lamentablemente, el estado de salud del artista empeoró de forma repentina, falleciendo el 21 de noviembre de 1874. La muerte de Fortuny, con tan solo treinta y seis años, conmocionó al mundo artístico.

Consideramos que el maridaje que tuvo Fortuny con el mundo japonés se produjo en París. Quizá pudo tener algún contacto cuando visitó la ciudad por primera vez en 1862, pero más bien creemos que el verdadero encuentro tuvo lugar durante su estancia en otoño de 1866 y sobre todo entre los años 1869 y 1870, en los que vivió en la ciudad.

Antes del año 1860 ni en España, ni en Italia había llegado la pasión por lo japonés, el fervor por el coleccionismo de arte nipón y, obviamente, no se había comenzado a manifestar su impronta en las artes. De hecho, como hemos visto, estos sucesos comenzaron a producirse en ambos países hacia la década de los 70. Por el contrario, las singulares relaciones entre Francia y Japón determinaron la precocidad de estos fenómenos en territorio francés que vieron la luz ya en la década de 1860. Así pues, buena parte de los artistas españoles, como en el caso de Fortuny, se adhirieron a esta moda a partir de sus estancias en París. La ciudad de las luces se convirtió, en la segunda mitad del siglo XX, en un referente artístico de primer orden, sustituyendo a Roma.[2] Allí se estaban gestando los grandes movimientos artísticos y surgiendo las nuevas tendencias. Zona a la que viajaban todos los artistas europeos para completar su formación. Era la capital en la que los salones determinaban el gusto de la época y a los que accedían los coleccionistas.[3] Sus cafés y cabarés se convirtieron en sitios de intercambio artístico y en el lugar idóneo donde los creadores realizaban tertulias sobre la moda del momento o los gustos artísticos de más influencia. Además, era también el lugar en el que el mercado de arte era más activo. En esta urbe se encontraban los más importantes marchantes, anticuarios, tiendas especializadas y salas de subastas donde se podían adquirir objetos de las manifestaciones artísticas más variadas y de las más diversas tendencias y procedencias. Como hemos visto el arte japonés llegó a esta ciudad muy tempranamente y fue el principal foco para su adquisición en Europa.

Taller de Mariano Fortuny en Roma, Raimundo de Madrazo, 1874, óleo sobre lienzo. Aquí se puede apreciar una armadura samurái sobre el mueble situado en el centro de la composición.

Es sabido que Fortuny fue un ávido coleccionista,[4] y que gracias a esta faceta se interesó y pudo penetrar de manera más profunda en el arte japonés. Lamentablemente perdidas, las obras que atesoró (sobre todo grabados ukiyo-e) se conocen gracias al inventario de bienes post mórtem que se realizó tras su fallecimiento[5] y a los hallazgos realizados por distintos investigadores.[6]

Un aspecto a comentar es cómo adquirió todas las obras niponas. En el conocimiento del arte japonés fueron fundamentales los contactos con Adolphe Goupil, August Delâtre y William H. Stewart.

Adolphe Goupil, uno de los más importantes editores de estampas y marchantes del siglo XIX en Francia, estableció estrechas relaciones comerciales con Fortuny desde 1864 hasta 1874. Tuvo varios establecimientos y galerías de arte en Paris y otras ciudades y fue uno de los pioneros de la comercialización de grabados y objetos japoneses en el territorio francófono;[7] sabemos por ejemplo que Van Gogh, que trabajó con él, conoció por su mediación las estampas niponas iniciando desde entonces su gran colección.

Por su parte, August Delâtre, ilustrador, grabador e impresor francés, fundador de la Société des aquafortistes en 1862, fue uno de los primeros que trajeron obras japonesas y particularmente grabados ukiyo-e a Paris.[8] De hecho se conoce que en su taller y tienda había obras de Hokusai, que pudieron ser contempladas por Bracquemond a finales de la década de 1850. Fortuny pudo apreciar estampas niponas a través de su mediación ya que era el impresor de los aguafuertes del artista catalán,[9] un supuesto que ha sido confirmado por Ricard Bru.[10]

También le puso en contacto con el arte japonés el coleccionista de Filadelfia William Hood Stewart,[11] quien hizo su fortuna con plantaciones de azúcar en Cuba. A principios de los años 1860 empezó a coleccionar obras de arte, se instaló en Paris en 1835 e invirtió gran parte de su cuantioso patrimonio en adquirir pintura contemporánea, con predilección por los artistas españoles con los que tuvo estrechas relaciones. También compró y vendió arte japonés;[12] de hecho, en 1869, regaló a Fortuny una armadura japonesa.[13]

Asimismo, Fortuny en su afán coleccionista debió acudir a varios establecimientos de antigüedades y tiendas especializadas parisinas que, desde comienzo de la década de 1860, vendían objetos japoneses. Ya debió adquirir obras en su primera estancia en París en 1866 y posteriormente en su segunda estancia a partir de 1869. Fohl señala en 1875 refiriéndose a Fortuny: “Se recuerda que desde el año 1869 él se informó si podía encontrar todavía en París los bellos álbumes japoneses.”[14] De hecho, se sabe que en su estancia parisina entre 1869 y 1870, junto con Raimundo de Madrazo y su amigo Martín Rico,[15]  buscaron objetos y grabados nipones por los anticuarios de la capital.[16] Sabemos que compartió esta afición con el círculo de artistas españoles que vivían en París.

Su cuñado el pintor Raimundo de Madrazo[17] se instaló en París en 1862. Como ha señalado David Almazán[18] fue coleccionista de objetos orientales y realizó cuadros como La japonesa (1874), donde aparecen elementos nipones: Kimono, flores exóticas y un anagrama de inspiración caligráfica oriental.

El madrileño Martín Rico[19] estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y obtuvo una beca para continuar sus estudios en París en 1862, donde mantuvo una estrecha relación comercial con Adolphe Goupil y con Stewart. También fue seducido por el arte japonés y sabemos que era coleccionista; Rico, a menudo llevaba shunga y fantasiosos ezoshi en su maletín de mano, que compartió con Fortuny, y en algunas de sus obras se encuentran tímidos ecos de japonismo.[20]

También compartió esta afición por el arte nipón con su gran amigo Eduardo Zamacois.[21] El vasco viajó con 19 años a París por consejo de su maestro Federico Madrazo. En otoño de 1866, Fortuny y Zamacois[22] se conocieron en las tertulias del café Moulousse en la capital del Sena. Posiblemente Zamacois, que firmó un ventajoso contrato con Adolphe Goupil, fue el que puso en contacto directo al citado marchante con Fortuny. Stewart también tuvo buena relación con Zamacois y se sabe que el vasco dio clases de pintura a su hijo Julius.[23] Hacia 1870, Zamacois quiso dar rienda suelta a su creatividad y por ello encargó Stewart una serie de objetos japoneses para que le sirviesen de inspiración. Su obra Carta a William Hood Stewart de ese mismo año muestra una clara inspiración oriental.[24] Lamentablemente Zamacois falleció en 1871 a los 29 años de edad y su muerte no le permitió desarrollar este incipiente japonismo.[25]

 

Notas:

[1] Las breves notas biográficas que se exponen a continuación se han extraído de: De La Puente, Joaquín. Pinacoteca de los genios: Fortuny, Buenos Aires, Editorial Codex S.A., 1967; González, Carlos. y Martí, Montserrat. Maestros del arte de los siglos XIX y XX: Mariano Fortuny Marsal, Barcelona, Diccionari Ràfols, 1986. Doñate, Mercè. Mendoza, Cristina. y Quilez I Corella, Francesc. Fortuny (1838-1874), Barcelona, MNAC, 2003.

[2] González, Carlos. y Martí, Montserrat. Pintores españoles en Paris. 1850-1900, Barcelona, Tusquets Editores, 1989.

[3] Iturrioz, Susana. La influencia de la cultura japonesa en los pintores vascos, desde mediados del s.XIX a mediados del s. XX, Bilbao, Universidad de Deusto, 2015. Inédita. p. 43.

[4] Quilez I Corella, Francesc. “Fortuny, coleccionista, anticuario y bibliófilo”, en AA.VV.. Fortuny (1838- 1874), catálogo de la exposición, Barcelona, MNAC, 2003. Gracia, Carmen. “Fortuny como coleccionista, restaurador y artesano”, Fragmentos, 1986, p. 56-65.

[5] Navarro, Carlos. “Testamentaría e inventario de bienes de Mariano Fortuny en Roma”, Locus Amoenus, nº  9, 2007-2008, pp. 319-349.

[6] AA.VV.. Japonismo: la fascinación por el arte japonés, Barcelona, Obra social “la caixa”, 2013, pp. 55-58. Vives, Rosa., “Hokusai como modelo. Precisiones sobre dibujos de Fortuny”, Archivo español de arte, t. 66, nº 261, 1993, pp. 23-34. Bru, Ricard. “Marià Fortuny and japanese art”, Journal of Japonisme, nº 1, Mineápolis, Universidad de Minnesota, 2016, pp. 155-185.

[7] Rewald, John.  “Theo van Gogh, Goupil, and the Impressionist”, Gazette des Beaux Arts, nº 81,  enero-febrero 1973, pp. 1-107. AA.VV.. Vincent Van Gogh, rêves de Japon, Paris,  Pinacothèque de Paris, 2012, p. 105.

[8] Eidelberg,  Martin.  “Bracquemond, Delâtre and the Discovery of Japanese Prints”, The Burlington Magazine , vol. 123, nº. 937, 1981, pp. 220-225.

[9] Iturrioz,  Susana., La influencia…, op. cit., p. 85

[10] Bru, Ricard. “El col·leccionisme d’art de l’Asia Oriental a Catalunya (1868-1936)”, en Bassegoda, Bonaventura y  Domènech, Ignasi (eds.), Mercat de l’art, col·leccionisme i museus, Estudis sobre el patrimoni artístic a Catalunya als segles XIX i XX, Barcelona, Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona, 2014, p. 55.

[11] Novo González, Javier. «William H. Stewart, el espíritu de un mecenas. Artistas españoles en una colección americana», en AA.VV.. Zamacois, Fortuny, Meissonier, Bilbao, Museo de Bellas Artes, 2006, pp. 211-219.

[12] Lertxundi, Mikel. “El círculo de Zamacois: amistades, coleccionistas, marchantes y géneros entre París y Roma (1860-1870)”,  en AA.VV.. Zamacois, Fortuny…, op. cit., p. 66.

[13] Johnston, William R. “W. H. Stewart, the American patron of Mariano Fortuny”, Gazette des Beaux Arts, nº. 77, marzo de 1971, pp. 183-188.

[14] Fol, Walther. “Fortuny”,  Gazette des Beaux Arts, París, tome XI, 1875 p. 362.

[15] Barón, Javier. El Legado Ramón de Errazu: Fortuny, Madrazo y Rico ,Madrid,  Museo Nacional del Prado, 2005.

[16] Gonzalez, Carlos. y Marti, Montserrat. Maestros del… op. cit., p. 77.

[17] AA.VV., Raimundo de Madrazo (1842-1920), cat. exp., Zaragoza, Proedi Promociones Editoriales, 1996.

[18] Almazán, David. “Canales y difusión del fenómeno del Japonismo en España”, en Actas del XV del Congreso Nacional Historia del Arte. Modelos, intercambios y recepción artística. Palma de Mallorca, Universitat de les Illes Balears,  2008, p. 569.

[19] Barón, Javier. El paisajista Martín Rico. 1833-1908, Madrid, Museo del Prado, 2012.

[20] AA.VV.. Japonismo…, op. cit., p. 68.

[21] Novo González, Javier. Los Zamacois de Bilbao, una saga de artistas, Bilbao, BBK, 2010.

[22]  AA.VV.. Zamacois, Fortuny.., op. cit.

[23] Iturrioz, Susana. La influencia.., op. cit., p. 179.

[24] Ibidem, p. 180.

[25] Ibidem, p. 182.

avatar Pablo C. Anía (10 Posts)

Graduado en Historia del Arte (2012-2016) por la Universidad de Zaragoza. Actualmente cursando el máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte y un postgrado de Estudios Japoneses en la misma Universidad. Su investigación esta centrada en el japonismo y el impacto de las estampas ukiyo-e en España.


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