Revista Ecos de Asia

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This article was written on 06 Oct 2021, and is filled under Arte, Historia y Pensamiento.

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Pasatiempos de ayer y tradiciones de hoy. Jugando al “awasegai”

Es habitual que los juegos tradicionales japoneses hayan sobrevivido hasta nuestros días de distintas maneras y en Ecos de Asia hemos explorado algunos de ellos, tales como el de las muñecas o el del amuleto conocido como susukimimizuku. En este artículo vamos a acercarnos a otro de estos ejemplos, concretamente el del awasegai, escrito con los kanji de “conjuntar” y “concha”.

El awasegai es un pasatiempo noble originado durante el periodo Heian (794-1185/1192), caracterizado por el auge de la Corte Imperial de Kioto, similar al karuta pero utilizando hamaguri, o conchas de meretrix lusoria, también conocidas como almeja oriental común. La forma y la tonalidad de estos bivalvos era muy apreciada, hasta el punto de que se componían poemas tomándolos como inspiración, y se cree que la admiración por estos animales fue lo que dio comienzo a este divertimento; a esto se le unía que su tamaño, de unos cinco o seis centímetros de ancho, cabía con facilidad en la palma de la mano de una mujer de este periodo, otro rasgo que seguramente ayudó a la elección de este animal. Si se miran con atención estas conchas, referidas como kaiawase cuando forman parte de este juego, se puede apreciar una parte convexa y otra cóncava , a las que se les llama respectivamente “” (“luz”) o “jigai” (“concha de tierra”) y “kage” (“sombra”) o “dashigai” (“concha de llamada”), que a su vez se corresponden con el sexo masculino y el femenino. Como sólo las dos mitades de un bivalvo específico coinciden perfectamente, el objetivo de esta competición era identificar el mayor número posible de conchas iguales. Para jugar se utilizaban trescientas sesenta mitades, se colocaba una única “concha de llamada” en el centro de las “conchas de tierra”, y los competidores tenían que encontrar la mitad correspondiente. En el periodo Edo (1603-1868) este juego empezó a ser practicado por la clase guerrera, momento cuando también empezaron a utilizarse conchas de unos nueve centímetros de ancho decoradas con motivos estacionales, de flores y pájaros, vegetales, del Hyakunin Isshû y del Genji Monogatari hechos con técnicas preciosistas como el kinpaku y el makie, que permitían identificar las dos mitades del mismo molusco. Cuando no se estaba jugando, las kaiawase se guardaban de manera separada en los kai-ôi, unas cajas lujosamente lacadas fabricadas de manera específica para este propósito. La unión entre las dos mitades simbolizaba un matrimonio armonioso, y los conjuntos de kaiawase y kai-ôi pasaron a formar una parte importante del ajuar de las hijas de los daimyô, hasta el punto de que solían colocarse a la cabeza de la procesión nupcial.

Kaiawase (arriba) y kai-ôi (abajo) del periodo Edo.

Este juego dejó de practicarse a finales del periodo Edo, pero eso no implica que su rastro desapareciera por completo del arte japonés. Así, posteriormente, se hicieron versiones miniaturizadas de las kaiawase y de los kai-ôi para que formaran parte de los accesorios de las hina ningyô, y se conservan ejemplos de finales del periodo Meiji (1868-1912) de unos tres centímetros y medio de ancho. Ya en la época contemporánea, se atribuye al artista Ogoshi Kimiko (1932-?) el que volviera a despertar el interés del público en las kaiwase cuando estaban a punto de caer en el olvido, y durante cerca de treinta años se dedicó a fabricar nuevas piezas a la vez que a extender el interés por esta faceta menos conocida de la tradición lúdica nipona a través de exposiciones y diversas apariciones en programas de la cadena NHK, llegando a legar su colección de ciento quince piezas al Museo Bakumatsu-Meiji (pref. Ibaraki) para contribuir a su divulgación. Como es lógico, en la actualidad no se hacen conjuntos enteros de trescientas piezas y se opta por hacer parejas individuales. Además, como el valor práctico de los dibujos se ha perdido, ya no hay necesidad de que las dos mitades tengan el mismo patrón, y se pintan las dos partes de la concha con motivos complementarios o incluso diferentes. Estas piezas pueden ser desde objetos de lujo que cuestan varios cientos de miles de yenes a versiones más sencillas pensadas para que pinten en ellas los niños, y los motivos y las técnicas se han diversificado, pudiendo encontrar kaiawase basadas en obras clásicas de teatro o con decoraciones en découpage utilizando washi.

Kaiawase modernas: estampada con imágenes de la obra titulada Kakitsubata (arriba izda.), hechas por el Urawa-ten en el centro comercial Isetan en Kioto (abajo izda.), con washi (dcha.) y hechas por el taller Arimatsu DOLL con un motivo de Las Treinta y Seis Vistas del Monte Fuji (abajo).

En la actualidad existen varios talleres que mantienen viva la tradición de decorar conchas de hamaguri, algunos de ellos especializados como el Tomofuji Kaiawase de la prefectura de Miyazaki, que distribuye las obras de Jun Sato, célebre artista nacido en 1970 en Osaka y graduado de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Seika de Kioto que, tras toparse con las kaiwase en 2017, se ha dedicado a la decoración de estos moluscos, incluida la parte exterior de la concha, dando lugar a algunos de los ejemplos modernos más estimados de esta forma de arte.

Kaiawase de la colección de Jun Sato.

Desgraciadamente, el proceso de fabricación que se seguía tradicionalmente se ha perdido, por lo que a continuación compartimos el que en líneas generales siguen los artistas en la actualidad. El primer paso, por supuesto, consiste en adquirir las hamaguri de un tamaño adecuado y, aunque se dice que antiguamente se dejaban enterradas varios años bajo tierra para que estuvieran más pulidas, este es un paso que se ignora en la actualidad, aunque sí se dejan medio mes metidas en agua para que se pudran. Después se lavan a conciencia, se cortan los ligamentos y se limpian utilizando detergente alcalino. En el segundo paso, una vez secas, se unta el interior dos o tres veces con gofun, un preparado a base de calcio frecuentemente utilizado en los ukiyo-e y en las muñecas tradicionales, poniendo una capa cada vez más fina y teniendo cuidado de que no se formen burbujas, asegurándose de dejar secar las capas entre cada aplicación. El siguiente paso consiste en hacer un esbozo en lápiz del motivo que se va a pintar, aplicando posteriormente la técnica moriage zaishiki en el que se utiliza gofun y cola nikawa para dar relieve. Por último, se pinta sobre el dibujo, aplicando en primer lugar el fondo dorado y añadiendo después el resto de colores.

Proceso de creación moderno de las kaiawase.

Las kaiawase también han sobrevivido el paso del tiempo de formas menos ortodoxas. Una de ellas es en forma de okashi, dulces tradicionales japoneses en los que se rellenan hamaguri con anko y, aunque normalmente se asocian a la primavera y a la celebración del hanami, existen muchas y deliciosas variaciones. Varías pastelerías de Kioto los hacen estacionales, con distintas pastas de anko para cada estación: de sakura para primavera, mactha para verano, yuzu para otoño y judías negras para invierno. También pueden rellenarse de konpeito o de wasanbon, un azúcar fino japonés producido tradicionalmente en las prefecturas de Tokushima y Kagawa (isla de Shikoku). Existe otra versión en la que se sustituye el molusco por un dulce en forma de hamaguri, y se recomienda que se coman de un solo bocado para evitar derramar los contenidos.

Kaiawase como dulces: rellenado de sakura anko de la pastelería Kanshun- en Kioto (arriba izda.), con wasanbon de Chômon-ya en Fukushima (arriba dcha.), con konpeito del Hôsen- de Kioto (abajo izda.) y sin utilizar hamaguri reales de Tane-ya en Shinjuku (Tokio) (abajo dcha.)

Por último, la pareja de kaiawase y kai-ôi suele ser un conjunto habitual en los textiles japoneses, ya sea en furoshiki, carteras y, por supuesto, en la vestimenta tradicional, tanto en los kimono como en los obi, donde simbolizan el matrimonio, la fidelidad y la castidad. Mientras que los estampados de kai-ôi pueden llevarse todo el año, se recomienda dejar las conchas para primavera y verano, y suelen utilizarse por sus formas elegantes y vistosas decoraciones.

Kaiawase y kai-ôi formando parte de estampados de kimono.

En este artículo hemos presentado el juego del awasegai, desde sus orígenes como pasatiempo de la realeza hasta la actualidad como dulce estacional. En cualquier cultura resulta en extremo delicado mantener el equilibrio entre honrar tus tradiciones sin que ello impida estar al día de los nuevos avances tecnológicos y, sobre todo, sociales que caracterizan nuestro mundo globalizado y cambiante. Es innegable que Japón todavía tiene algunas tareas pendientes a este respecto, pero no deja de ser sorprendente la capacidad que tienen en el archipiélago de adaptar su arte para que pueda disfrutarse a lo largo de varios cientos de años, sea en la forma que sea.

avatar Claudia Bonillo (77 Posts)

Graduada en Ingeniería Informática con mención en Computación (2016, Unizar), Diploma de Especialización en Estudios Japoneses (2017, Unizar) y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte (2018, Unizar), actualmente es doctoranda del área de Asia Oriental en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza especializada en la transmisión de la historia medieval japonesa, periodo Sengoku (1467/1477-1603), a través de la cultura popular nipona (videojuegos, manga y anime). En el año 2020 ganó la Beca del Gobierno Japonés (MEXT/ Monbukagakushô) para Graduados Españoles para poder hacer una estancia de investigación en la Universidad de Kioto.


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