Revista Ecos de Asia

“Reportage painting”: un vistazo al olvidado arte comunista japonés

Por lo general, cuando pensamos en arte contemporáneo japonés lo primero que se nos puede venir a la mente son movimientos como el Superflat, representado por artistas como Murakami Takashi o Yoshitomo Nara, el Neo-Nihonga[1] u otras figuras paradigmáticas como Kusama Yayoi o incluso medios como el manga o el anime. Sin embargo, si remontamos nuestra mirada sesenta años en el tiempo y nos vamos a los primeros años de la posguerra, podemos encontrar una realidad social y cultural alejada de los modelos capitalistas y euro-americanos contemporáneos, marcada por un movimiento artístico que parece haber sido olvidado por la memoria colectiva japonesa: el Reportage Painting, un grupo de pintores de producción altamente politizada, activista y afín al comunismo.

La actividad de este movimiento la encontramos a lo largo de la década de 1950, una época en la que Japón estaba sumido en diferentes movimientos anti sistema en contra de la ocupación estadounidense y la progresiva re militarización del país durante los primeros años de la Guerra Fría. Algunos de los sucesos mediáticos que marcaron este período fueron el “Sangriento 1 de Mayo” de 1952, donde una multitud de manifestantes comunistas y sindicalistas murieron a manos de la policía de Tokio, el conflicto de Sunagawa por la expropiación de inmuebles para construir bases militares estadounidenses o el hundimiento del navío pesquero Lucky Dragon nº5 en el Océano Pacífico por unas pruebas nucleares estadounidenses. En esencia, podríamos decir que era un contexto de malestar social, represión ideológica, pobreza, tensión militar e incluso desastres naturales que marcaron los principales temas tratados por el ojo analítico y crónico de estos artistas. Por otro lado, esta época también presenció el ascenso y caída del Partido Comunista Japonés (JCP) como fuerza política relevante a nivel social, cultural y mediático.

Nakamura Hiroshi. (1955). Sunagawa #5. Óleo sobre tela.

Dentro de este convulso contexto, los pintores del Reportage Painting surgieron para representar una mirada crítica de los conflictos civiles y globales de la época, marcados por la represión de Japón a manos de la ocupación estadounidense. En términos de estilo, estética y agenda política, el Reportage Painting podría entenderse como una “versión japonesa” del Realismo Socialista. De acuerdo con algunos especialistas,[2] el socialismo realista era promovido por la Alianza de Arte de Japón (abreviada en japonés como Nichibi), una asociación artística vinculada al partido comunista a la cual estaban afiliados muchos de estos pintores, como pueden ser Nakamura Hiroshi o Ikeda Tatsuo, desde donde recibían formación e instrucciones sobre la temática política de sus obras.

Del socialismo realista estos pintores adoptaron el concepto de “pintor de primera línea”, que de una manera similar al plein air impresionista, conllevaba que los artistas tenían una participación activa y presencial en los movimientos sociales y manifestaciones que pintaban en sus obras con tal de ofrecer una representación frenética y visualmente apelante de los hechos. Esta actividad era denominada por el JCP como bunka kousaku (activismo cultural), en la que los artistas eran enviados a áreas rurales e industriales conflictivas para movilizar a la población en sus protestas, con el arte como propaganda de sus causas. Sin embargo, no todo eran directrices socialistas, ya que también recibieron influencias de algunas vanguardias europeas como el Surrealismo o el Expresionismo alemán que sirvieron para renovar las raíces del Realismo Socialista con nuevos enfoques más simbólicos y satíricos, y también sórdidos, que alejaban este arte del naturalismo, el cual era fácilmente asociable a la antigua propaganda imperial japonesa.

Ikeda Tatsuo (1954). 10,000 Count. Óleo sobre tela

Todas estas características las podemos encontrar en algunas de las obras más paradigmáticas y conocidas de este movimiento. Por ejemplo obras como Sunagawa #5(1955) de Nakamura Hiroshi son representativas del concepto debunka kousaku, al ofrecer su particular visión de la represión social en hechos reales como el conflicto de Sunagawa, mientras que 10,000 Count (1954) de Ikeda Tatsuo ofrece una representación más simbólica del hundimiento del Lucky Dragon nº5 mediante unos peces mutados y contaminados. A su vez, ambas obras hacen uso de recursos figurativos expresivos y dramáticos en sus formas y tonos que denotan una influencia de los grabados expresionistas europeos, y en el caso de Sunagawa #5, una solución compositiva que puede recordar a obras como El 3 de Mayo en Madrid (1813-4) de Goya. Por su parte, The tale of Akebono Village (1953) de Yamashita Kikuji representa un episodio dramático en el entorno rural ficticio de Akebono, donde vemos a un activista político asesinado por las autoridades mientras se viven suicidios por la situación de pobreza y represión. Yamashita ilustra esta escena como una tragedia más de las muchas que se vivían en aquella época mediante el uso de recursos estilísticos surrealistas, como la “animalización” de los policías y campesinos, los colores apagados y arbitrarios o la “descomposición” grotesca de algunos personajes, que dotan a la obra de un fuerte componente satírico en la caracterización de diversas clases sociales, pero también tétrico y sórdido, con una estética que puede recordar a ciertas obras de Otto Dix o Georg Grosz, miembros del grupo “La Nueva objetividad” y herederos del expresionismo alemán que también contenían un fuerte componente crítico.

Yamashita Kikuji (1953). The Tale of Akebono Village. Óleo sobre tela

De acuerdo con Justin Jesty,[3] la gradual caída y olvido del Reportage Painting vino dada por el desarrollo económico y capitalista de Japón hacia finales de la década de 1950, que también comportó un importante cambio en la cultura del país y los hábitos de consumo de sus habitantes. El desarrollo de la industria cultural japonesa, acompañada de medios como la televisión o las revistas ocuparon los intereses y ocio de los japoneses que, junto al bienestar económico que experimentaba el país, acabaron olvidando la lucha activista en las calles, así como el papel de ciertas facciones como el JCP, que acabo perdiendo su anterior presencia mediática. Consecuentemente, los pintores del Reportage Painting, que siempre habían mantenido un perfil bajo por el carácter “no comercial” de su obra, se interesaron por otro tipo de influencias vanguardistas y movimientos en pos de una mayor libertad artística, lo que les llevó a producir nuevas obras que dejaban atrás el compromiso político y activista. De este modo, mientras que algunos movimientos contemporáneos al Reportage Painting como el Gutai o el Mono-ha, como también otros posteriores como pueden ser el Superflat o el Neo-Nihonga, gozaron de un mayor reconocimiento internacional dentro de los circuitos del mundo del arte al adecuarse a la agenda política liberal de Japón y el resto de países occidentales, el Reportage Painting se convirtió en una producción artística “oscura” y olvidada en términos historiográficos, recluida en las reservas de algunos museos japoneses y galerías especializadas. Pese a ello, en los últimos años se ha reivindicado el valor de estas obras y artistas por parte de la academia y la crítica dando lugar a múltiples estudios (como los utilizados para la elaboración de este artículo y se pueden encontrar en la sección “Para saber más”), con la voluntad de dar a conocer una faceta olvidada y prácticamente desconocida del arte japonés pero que al mismo tiempo nos traslada a un contexto social y cultural diferente, en esencia, una realidad oscura y violenta pero determinante.

Para saber más:

  • Hoaglund, Linda, “Protest Art in 1950s Japan: the forgotten Reportage Painters”, en Japan Focus. The Asia Pacific Journal, vol. 12 (43), 2014, pp. 1-24.
  • Ikegami, Yoshihiko, “New Realism Art as double projects in the Japanese postwar era”, en Inter-Asia Cultural Studies, vol. 14 (3), 2013, pp. 417-26.
  • Jesty, Justin, Art and Engagement in Early Postwar Japan. Ithaca, London, Cornell University Press, 2018.

 

Notas:

[1]     Movimiento artístico contemporáneo japonés aparecido a finales de la década de 1990 y caracterizado por combinar recursos propios de la pintura tradicional japonesa moderna (nihonga), ya sean soportes técnicas o composiciones, con temáticas y soluciones estéticas contemporáneas.

[2]     Véase la sección “Para saber más” para encontrar bibliografía de la materia.

[3]     Uno de los académicos que más ha estudiado el movimiento, y cuyo trabajo podrás encontrar en la sección “Para saber más”.

avatar Óscar García Aranda (9 Posts)

Historiador del Arte por la Universidad de Barcelona (UB) y graduado del Máster Oficial de Estudios de Asia-Pacífico en un Contexto Global por la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Actualmente es estudiante del programa doctoral de Traducción y Estudios Interculturales por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), focalizando su línea de investigación en el manga y el anime como lenguajes artísticos contemporáneos de Japón.


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