Revista Ecos de Asia

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This article was written on 04 Abr 2019, and is filled under Cine y TV.

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“Serial Experiments Lain” (1998) y la usurpación de Dios.

Suele utilizarse recurrentemente la palabra “visionario” en la cultura pop. Su repetición alcanza tal magnitud que prácticamente es un adjetivo que carece del extraordinario significado que tuvo en su origen. Sin embargo, no existe palabra mejor que esta para definir la obra del difunto Ryûtarô Nakamura[1].

Serial Experiments Lain roza lo profético. Los primeros segundos del tema de apertura ya dejan claras sus intenciones. Una voz distorsionada, casi robótica, exclama: “Present Day, Present Time”. Lo siguiente que escucha el espectador es una frívola risa que parece dirigirse directamente a él. Como si una suerte de entidad amoral conociera que los eventos relacionados con la trama afectan la realidad del circunstante que no puede hacer nada para evitarlo.

Present Day, Present Time” No tardó en convertirse en una de las frases más conocidas de la serie.

A su vez, el anime recoge el testigo de multitud de creaciones audiovisuales con un mensaje similar: el desenlace de un uso abusivo de la tecnología. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Japón quedó prácticamente en la ruina. Las potencias circundantes contemplaron cómo el imponente Imperio del Sol Naciente había sido puesto en evidencia y derrotado. El país, debido en parte a una necesidad económica imperante, decidió invertir sus esfuerzos en el desarrollo tecnológico. En respuesta, dos géneros completamente dispares llegaron a disfrutar de un gran auge. Por un lado, aquellos que sentían atracción e interés por la innovación se atrevieron a soñar con conclusiones hiperbólicas y fabulosas, creando el género mecha, cuyos ejemplos pueden contarse por centenas, desde los clásicos Mazinger Z (1972), Mobile SuitGundam (1979) y Evangelion (1995) hasta los experimentales Bokurano (2007) y Code Geass (2006). Y, en el lado opuesto, una perspectiva más pesimista que desembocaría en el ciberpunk, género poblado por distopías que son gobernadas por grandes corporaciones y una creciente pérdida de la humanidad. Nuevamente, ejemplos hay muchos, pero es inevitable recordar al inmortal y derrotista Tetsuo: The Iron Man (1989) ya que, al igual que ocurre en Serial Experiments Lain, el espectador puede contemplar una progresiva entrega del individuo hacia lo artificial e inorgánico.

Retomando el eje central del artículo, Ryûtarô Nakamura era una mente inquieta que contemplaba la red de Internet como una herramienta multifuncional en expansión y con un poder creciente. La serie expone una realidad cercana, donde la red funciona como una suerte de subconsciente colectivo que involucra a todos los personajes que aparecen en los episodios. Lain, perturbada tras el suicidio de una compañera de instituto, recibe un extraño mensaje de la fallecida en su ordenador: “Dios está aquí”.

A partir de este momento, Lain se introducirá progresivamente en la red, tanto física como psicológicamente. Muchos espectadores atónitos tras la resolución de la trama exponen preguntas similares: ¿Lain fue alguna vez una entidad física real? ¿Dónde se ubica la barrera entre lo real y la red dentro de la serie? Desde su emisión en 1998, la incesante búsqueda de respuestas perdura hasta nuestros días.

Y es que Serial Experiments Lain no requiere una respuesta, sino que más bien exige un cambio de perspectiva: lo real y la red nunca tuvieron una barrera diferenciadora. Ryûtarô Nakamura consigue mostrarnos una realidad que parece distópica, pero a la vez creíble, donde la red absorbe la totalidad del individuo. Y quizás, en parte, así sea. Si estás leyendo estas palabras es porque eres un usuario de Internet, ya sea casual o periódico, y probablemente tengas un grupo de amigos con los que conversas usando distintas aplicaciones. Internet es una herramienta que nos permite conectar con cualquier persona sin importar su ubicación,donde un conjunto de datos representa nuestra entidad y personalidad para interactuar con otros datos que cumplen la misma función. Podemos conocer qué está ocurriendo en cualquier lugar del mundo gracias a la corriente de información que supone Internet. Empatizar y apreciar a individuos que quizás nunca conozcamos físicamente. Y es aquí, en esta breve reflexión sobre el poder de la red, donde podemos atestiguar que la ausencia de la barrera presagiada por Ryûtarô Nakamura nos afecta actualmente a nosotros como usuarios.

Lain perdería su humanidad para renacer como una diosa en la red. La encantadora ilustración es obra de la talentosa: Alba R. Carrión Franco.

La serie, a su vez, construye su propio concepto de Dios. Recordemos que existe una diferencia entre el Dios monoteísta occidental (Yahveh, por ejemplo) y el concepto que tienen los japoneses sobre sus Dioses (kami), dicho esto, debería señalarse que el DiosLain (permítanme utilizar este término para dirigirme a la definición de Dios expuesta en el anime) se inspira principalmente en el primero mencionado. Un Dios que obtiene su estatus gracias a la red, que lo provee de omnipresencia y capacidad de crear a su antojo. Un ser inmortal, inteligente y con una actitud caprichosa que delata su procedencia humana. Y es que, en realidad, el Dios Lain no es más que un ser humano que alcanza la trascendencia gracias al poder de la red: Eiri Masami.

Conocido por ser el principal antagonista de la serie, Eiri Masami logró escapar de su prisión corpórea y filtrar su conciencia, emociones y pensamientos dentro de la red. Un ambicioso investigador que contemplaba una utopía donde todos los humanos escaparían de las limitaciones físicas y trasladarían sus conciencias a la realidad virtual. Finalmente, y para detener sus planes, Lain decide obtener su mismo poder para combatirlo y destruirlo, teniendo que sacrificar su cuerpo para ello.

El Dios Lain se presenta como un individuo que consigue un poder taumatúrgicogracias a la involucración del ser humano en la red. Y este concepto no deja de guardar similitudes con el usuario habitual de Internet. Un sujeto que alcanza la omnipresencia gracias al alcance global de la red, alguien capaz de crear a su antojo en esta presente realidad virtual gracias a las distintas herramientas que tiene a su disposición y que tiene la inmortalidad a su alcance (entiendo inmortalidad como la capacidad de trascender eternalmente más allá de los límites del cuerpo) gracias a sus contribuciones o rastro que deje tras de sí en la red.

A su vez, el usuario se encuentra sujeto a una suerte de subconsciente colectivo similar a la distopía de Serial Experiments Lain. En el segundo capítulo podemos escuchar la siguiente afirmación: “No existe un lugar para esconderse. A donde vayas todos están conectados”. Esta descorazonadora frase no se relaciona únicamente con los invisibles lazos que nos unen gracias a la red, sino que también podría contemplarse desde la perspectiva de la acción de compartir emociones. Mensualmente, una noticia viral sacude las redes produciendo distintas reacciones emocionales entre los lectores, espectadores y oyentes. Compartimos felicidad y tristeza, resignación y rabia, y actuamos en consecuencia como un descomunal brazo ejecutor con nuestras opiniones, críticas y comentarios.

Serial Experiments Lain nos habla de cómo la humanidad se encamina a su trascendencia gracias al poder de la tecnología, de la responsabilidad que eso conlleva y cómo Internet se ha convertido en un elemento troncal en la vida diaria de muchos usuarios. Alcanzar una reflexión tan acertada y perturbadora en 1998 cuando Internet aún se encontraba en un estado tan primitivo sólo puede estar al alcance de un auténtico visionario.

Notas:

[1] Director, a su vez, de la mítica Sakura Wars (2000) o de Los Viajes de Kino (2003), La vida de Budori Kusho(1994), etc.

avatar Carlos Álvarez (1 Posts)

Licenciado en Estudios de Asia Oriental por la Universidad de Sevilla.


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