El archipiélago hawaiano vivió una relación particular con los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. Después de que una serie de oligarcas locales de origen occidental derrocasen a su monarca en 1894 y proclamasen una efímera república, las islas pasaron a formar parte del Territorio de Hawai, administrado por los Estados Unidos, que no alcanzaría el carácter de Estado hasta la tardía fecha de 1959.
Durante estas décadas, Hawai entró en el creciente mercado de la industria turística, primero mediante la aparición de los cruceros y más tarde gracias a las recién establecidas aerolíneas, que conectaban el continente con Oahu en apenas unas horas. Paralelamente, al calor de las industrias del entretenimiento y del turismo (y de la alimenticia, pues el pequeño archipiélago se convirtió en el mayor productor mundial de piña), Hawai entró en el imaginario popular norteamericano, y lo hizo para quedarse y nunca marcharse, gracias, en parte, a toda una serie de elementos híbridos, como el cine y novela de los Mares del Sur, y por supuesto, la música hapa haole.
Valgan primero unas palabras sobre el significado de hapa haole. En un territorio que, aunque gobernado por una pequeña oligarquía blanca, tenía una clara mayoría de población polinesia, eran de uso cotidiano toda una serie de términos relativos a la consideración racial, que, aunque no tenían validez legal, todavía son muy usados. Haole es el término principal, hoy peyorativo, para referirse a los extranjeros, blancos en general (pues para aquellos de otras razas se incluye un prefijo antes de haole), que aunque hayan nacido y crecido en las islas, nunca serán considerados Hawaiians (aunque los más abiertos de mente podrían llegar a considerarlos locals). Un recién llegado, blanco o no, desconocedor de las costumbres locales, sería un malihini, mientras que un residente de larga duración o incluso un descendiente de un Hawaiian, sería un kama’aina, status que sí tiene beneficios legales.[1]
Así que cuando estamos hablando de música hapa haole, estamos hablando de música “medio blanca”; se entiende desde un primer momento que la otra mitad de la música, sería la hawaiana, pero, ¿a qué música blanca nos estamos refiriendo? Lo cierto es que el término ha sido bastante ambiguo desde sus orígenes, y se ha referido siempre a la música comercial en boga, desde el ragtime al rap, pasando por el rock n’ roll o el pop. En la época dorada a la que nos referimos (1920-1950), esta fue, casi siempre, una mezcla compensada de jazz y swing.
La difusión de la música hawaiana comenzó en 1912, cuando se estrenó en Broadway el musical Ave del Paraíso (el mismo que se llevaría varias veces al cine, la más famosa de ellas protagonizado por Dolores del Río), que aunque ambientado en Tahití estaba poblado de canciones con palabras y música hawaiana (definidas por la prensa como “extrañamente sensuales”, tocada por músicos locales. La obra fue un enorme éxito y llevó a que muchos compositores hawaianos comenzasen a crear o a traducir sus letras al inglés. En este sentido, habría sido pionera la propia y destronada reina Liloukalani, que antes de 1883 había compuesto Aloha oe, la más famosa y versionada canción hawaiana de toda la historia. En 1915, en la Exposición Internacional de San Francisco (dedicada al Pacífico y al recién nacido Canal de Panamá), la inesperada atracción principal fue un show de música y hula de la mano del Royal Hawaiian Quartette, y pronto, la mayoría de compositores norteamericanos comenzaron a componer falsa música aparentemente hawaiana.
En menos de un año, se escribieron centenares de canciones “hawaianas”, y, de hecho, se vendían más discos de este estilo que de cualquier otro género; al éxito contribuían, por supuesto, los sensuales bailes de hula y shimmy que solían acompañar a los temas. La receta principal incluía música de ukelele adaptada[2] a alguno de los estilos musicales de moda (ragtime, foxtrot, blues, jazz, vals[3]), con una letra en inglés que incluía unas pocas y escogidas palabras en hawaiano, además de algún galimatías en Pidgin. Mientras que en los Estados Unidos esta música era identificada automáticamente como hawaiana, en el archipiélago quedaba claro que esta no lo era, aunque se reconocían sus raíces, y es por ello que comenzó a ser llamada hapa haole.
El movimiento alcanzó mayor dignidad antropológica en el momento en el que se hicieron partícipes de él verdaderos hawaianos, fueran haoles o no. Con la construcción de los primeros hoteles de lujo (el Hotel Moana fue el único de la playa de la playa de Waikiki hasta la construcción del Royal Hawaiian Hotel en 1927) y la llegada de los primeros cruceros, se crearon toda una serie de orquestas comerciales para entretener a los recién llegados, que se especializaron en este tipo de música. Fue esta la época de los grandes compositores, como Sonny Cunha[4], Johnny Noble[5] o Robert Alex Anderson[6], y de las grandes intérpretes como Hilo Hattie.
Algunos de ellos, como la propia Hattie o Harry Owens, realizaron además exitosas giras por la América continental, extendiendo aún más, si cabe, la música hapa haole, a cuya popularidad estaba contribuyendo también el recién llegado cine sonoro. No fue hasta 1935 cuando se produjo el primer programa de radio exclusivamente dedicado a la música hawaiana (en especial, aunque no únicamente, a la hapa haole), el Hawaii Calls, presentado por Webley Edwards y emitido desde el propio hotel Moana. El programa, de alcance nacional, llevaría a la fama a unos todavía jóvenes intérpretes, que ya no siempre eran haoles como antaño; entre los invitados del programa encontramos a leyendas como Alfred Apaka, Pua Almeida, Lena Machado o Bil Kaiwa.
Su música, romántica y conciliadora, es la que todavía es recordada como ejemplo de un Hawai prístino y pre-estatal, donde los sueños de libertad y conciliación convivían, sin embargo, con unas fuertes tensiones raciales. Este énfasis en la diferencia, que en la música se dio de una forma mucho más amable que en el cine o en la vida real, se reflejaba en los títulos de las canciones: mientras que las palabras hawaianas utilizadas hacen referencia a expresiones amorosas, nombres propios, localizaciones geográficas o elementos arquetípicos de la cultura hawaiana[7], el abanico de palabras y conceptos en inglés es mucho más paradisiaco y arquetípico.[8]
De ello se deduce que la receta básica para la composición de un éxito hapa haole pasaba por encontrar una historia de romance, en la que un haole cantaba a una kama’aina (si es morena y viste a la manera tradicional, además de bailar hula, mucho mejor) sobre su amor, pasado o presente, en un idílico ambiente de playa y mar, preferiblemente en un momento clave y efímero del día, como el atardecer o bajo la luz de la luna. Esta debería cantarse en un tiempo relativamente lento y relajado, combinando instrumentación occidental con ukeleles y preferiblemente, en inglés, aunque una serie de palabras conocidas escogidas en hawaiano deberían estar diseminadas a lo largo de la canción. Y si la partitura se vende con una bella imagen de esta chica en la portada, todavía mejor. Un ejemplo arquetípico de canción hapa haole, podría ser el siguiente:
LITTLE BROWN GAL (1935) |
PEQUEÑA CHICA MORENA (1935) |
To the isles across the blue PacificI’ve a constant longing to returnThere’s a reason that is quite specificSomeone for whom I yearnIt’s not the islands fairThat are calling to meIt’s not the balmy airNor the tropical seaIt’s just a little brown galIn a little grass skirtIn a little grass shackIn HawaiiIt isn’t WaikikiNor Kamehameha’s follyNor the beach boys freeWith their ho’omalimaliIt’s just a little brown galIn a little grass skirtIn a little grass shackIn HawaiiThrough that island wonderlandShe’s broken all the kanes’ heartsIt’s not hard to understandFor that wahine is a gal apart
I’ll be leaving soonAnd the thrill I’ll enjoyIs not the island moonNor the fish and the poilIt’s just a little brown galIn a little grass skirtIn a little grass shackIn Hawaii |
A las islas del azul PacíficoEstoy constantemente deseando volverHay una razón bastante específicaAlguien por quien anheloNo es el clima de las islasLo que me está llamandoNo es el agradable aireNi el mar tropicalEs solo una pequeña chica morenaEn una pequeña falda de pajaEn una pequeña choza de pajaEn HawaiNo es WaikikiNi la locura de KamehamehaNi la playa sin hombresCon sus ho’omalimali[9]Es solo una pequeña chica morenaEn una pequeña falda de pajaEn una pequeña choza de pajaEn HawaiAunque esta isla es el País de las MaravillasElla ha roto el corazón de todos los kanes[10]No es difícil de entenderQue esta wahine[11] es una chica a partePronto me iréY la emoción de la que disfrutaréNo es la luna de la islaNi el pescado y el poi[12]Es solo una pequeña chica morenaEn una pequeña falda de pajaEn una pequeña choza de pajaEn Hawai |
Fue esta la idea de Hawai que se extendió en los Estados Unidos durante la década de los 30 y 40, formando una parte muy importante de la emergente cultura tiki. Al salir de las islas, la mayoría de intérpretes iban a programas musicales de radio, pero especialmente a los restaurantes y galerías de arte temáticos, como el Luau de Beverly Hills, los Trader Vic de todo el país, el Don the Beachcomber, el Islander, el Castway, el Latitude 20, el Coconut Grove del Hotel Abassador, el Hotel Lexington de Nueva York y muchos otros. Gracias, en parte, a estos intérpretes, los americanos llegaron a sentir como suyo algo tan alejado, física y culturalmente, como Hawai; tanto fue así que no dudaron en declararse en guerra cuando un 7 de Diciembre de 1941, el ejército japonés bombardeó Pearl Harbour. Pero esto ya, es otra historia.
Postales turísticas de Hawai en su época dorada. En el centro, Duke Kahanamoku, símbolo estatal y responsable de la difusión del surf en el mundo entero.
La música hawaiana, hapa haole o no, ha seguido viva hasta nuestros días, a pesar del Renacimiento Hawaiano de la década de los 70,[13] que la consideró como una aberración comercial y sin valor cultura. La música hapa haole nunca desapareció completamente: Bing Crosby, las Andrews Sisters o Elvis Presley cantaron algunos de sus grandes éxitos, y las grandes estrellas de la música surf nunca la dejaron morir. Hoy, está en los hoteles y en los folletos turísticos, en las series infantiles que pueblan nuestras televisiones (Bob Esponja, Lilo & Stich) e incluso las superproducciones de Óscar (Los Descendientes, 2011).
Quizás, aunque no sea un verdadero ejemplo de lo que Hawai debería ser, sí es un genuino ejemplo de lo que Hawai es, o ha sido, al menos a ojos de los Occidentales. Porque como ya escribió Floyd Matson, “Hawai es siempre un estado mental. Aunque no sea siempre el mismo estado mental”.[14]
Para saber más:
Notas: