Revista Ecos de Asia

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This article was written on 31 Oct 2017, and is filled under Cine y TV, Crítica.

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“Shutter: El fotógrafo” (“Shutter”, Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, 2004), terror tailandés para esta noche de Halloween

Desde hace ya varias ediciones, en Ecos de Asia hemos propuesto cada año para Halloween diferentes filmes de terror para pasar una noche de miedo con sabor oriental. En este caso, la seleccionada es una película que se enmarca dentro del tema, ya analizado en esta revista, del fantasma vengativo japonés, porque aunque sea realmente tailandés, es uno de estos largometrajes surgidos por la influencia de El círculo (Ringu, Hideo Nakata, 1998), al igual que otros como La maldición (Ju-on: The grudge, Takashi Shimizu, 2002), Dark water (Honogurai mizu no soko kara, Hideo Nakata, 2002) o Llamada perdida (Chakushin Ari, Takashi Miike, 2003). De hecho, al igual que las citadas, y como venía siendo habitual, cuenta con un remake estadounidense, de calidad bastante inferior (Retratos del más allá, Shutter, Masayuki Ochiai, 2008). Pese a todo, esta película no es simplemente un “copia-pega” de sus predecesoras: Shutter: El fotógrafo (Shutter, Banjong Pisanthanakun y Parkpoom Wongpoom, 2004) es un film de venganza en el que nada es lo que parece. Para no estropear la experiencia del lector de descubrir por sí mismo a qué nos referimos, el artículo que viene a continuación está libre de detalles argumentales demasiado importantes.

Cartel de la película

El argumento inicial no tiene nada de extraordinario. Una noche, una joven pareja conduce de vuelta a casa, después de haber consumido alcohol, y atropellan accidentalmente a una joven. Por temor a las repercusiones que ello pudiera tener, deciden marcharse del lugar sin socorrer a la víctima. Llenos de culpa, se ponen a investigar para saber si la víctima está bien, pero se enteran de que no hubo ninguna persona herida. Sin embargo, algo empieza a acecharlos y este ente parece tener una extraña fijación con la fotografía. Cuando los amigos del entorno del protagonista empiezan a morir en extrañas circunstancias, él intuye que hay algo más detrás de todo esto.

Al contrario de lo que pudiera parecer, conforme avanza la historia, nos damos cuenta de que Shutter, aunque beba de influencias externas, se desmarca de todas ellas con un interesante giro argumental, en el que se exige una participación activa del espectador para desentrañar una extensa red de mentiras y culpabilidad que el protagonista, Tun (Ananda Everingham), le había ocultado a su novia por miedo al rechazo. No es que sea excesivamente original, pero sí resulta al menos refrescante. Así, su historia consigue enganchar y mantenernos con los ojos pegados en la pantalla hasta los créditos, para terminar de descubrir, como suele pasar en el folclore tradicional japonés, que si en vida ofendes gravemente a alguien y esta persona muere en un estado de ira, rabia o frustración, regresará como un ente diabólico que no descansará hasta haberse cobrado venganza, independientemente de lo bondadosa, débil y vulnerable que una vez fuera.

Fotograma de la película

Como Sadako, de Ringu, o Kayako, de Ju-on, Natre (Achita Sikamana), el fantasma vengativo (onryô) de Shutter es heredera de Oiwa, una vieja conocida de esta revista. Este personaje es la protagonista de la historia de fantasmas más famosa de Japón, el Yotsuya Kaidan. La obra teatral, escrita por Tsuruya Nanboku IV, fue estrenada en Edo en 1825, y, aunque la historia se ha trasladado al cine y al teatro muchas veces, la influencia posterior ha sido enorme, y ha servido para crear el arquetipo de onryô tan característico del j-horror. Como ya se ha hablado en varias ocasiones de este personaje, no entraremos a comentar su importante presencia en el grabado ukiyo-e y en el teatro kabuki, y cómo ambos medios han servido para configurar las características de los fantasmas modernos japoneses que tanto éxito han cosechado.

Sí es necesario contar brevemente su historia: Oiwa fue la pobre víctima de su marido (Iyemon) y un vecino, que murió envenenada de forma lenta y dolorosa para que Iyemon pudiera casarse con otra mujer. Oiwa, que supo la verdad antes de morir, vuelve de la muerte con el terrible aspecto desfigurado que adquirió a causa del veneno, para vengarse de quienes le hicieron daño. De la misma forma, la dulce, tímida e inocente Natre, vuelve de la muerte, incapaz de descansar en paz, para castigar a nuestro protagonista, que no es el chico bueno que pudiera parecer al principio de la película, y sus amigos, en una venganza sin descanso. Al contrario que los fantasmas occidentales, que pueden ser aplacados con la religión cristiana del lado de “los buenos” y conseguir así un final feliz, los fantasmas japoneses, es decir, los que beben de la tradición budista, no descansarán ante nada ni nadie que se cruce en su camino, así que de poco servirá el funeral que se realiza tras encontrar el cuerpo de la joven, en un intento de que su alma descanse.[1]

Uno de los elementos más característicos que marca el cambio entre la tradición y la modernidad en este tipo de películas es la inclusión de nuevas tecnologías como vehículo a través del cual los fantasmas se comunican o incluso matan. Característica de Ringu es la cinta de vídeo maldita que te mata al cabo de siete días de haberla visionado y de Llamada perdida es, como indica el título, esa llamada al teléfono móvil que reciben las víctimas antes de morir. En el caso de Shutter, el vehículo por el cual nuestro fantasma se mueve, es la fotografía, hobby de nuestro protagonista, y con una marcada importancia en el suceso traumático de la vida de la pobre Natre. Si veíamos en el teatro kabuki cómo los fantasmas poseen objetos cotidianos del periodo Edo,[2] las tradiciones se acomodan a la vida moderna y las onryô salen como si nada de televisiones, su presencia es anunciada por llamadas telefónicas, y aparecen en polaroids imposibles de falsificar.

Como dato curioso, comentar que no todo es tradición, ya que la influencia occidental es muy palpable. Al igual que películas como Ringu tienen un ritmo más lento y característico del teatro kabuki, Shutter tiene un sabor a terror occidental en su aspecto formal, por ejemplo en su uso de los planos cortos en las escenas de mayor tensión emocional (lo cual es menos frecuente en otras citadas) y en el uso de una banda sonora cuya utilización suele estar más disimulada o es más discreta en filmes como Ringu o Ju-on. Lo más interesante es, como señalábamos, la manera en la que se narran los acontecimientos, ya que conocemos sólo lo que Tun quiere que sepamos, una narración que podríamos llamar subjetiva, puesto que depende de un personaje, que se contrapone a una narración más objetiva, la que es habitual dentro del j-horror, que no tiende a florituras. Aunque es anecdótico, señalar que el hallazgo del cadáver de Natre en la casa materna recuerda bastante a la secuencia de Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960), en la que encuentran a la señora Bates disecada.

Si por un casual quisiéramos hacer un pase doble este Halloween, decir que el remake, como viene a ser habitual, depura la herencia del pasado y se queda sólo con lo superficial, buscando simplemente el “golpe de efecto” y provocar terror con trucos baratos. El resultado final es bastante nefasto, no sólo por la poca originalidad, pero no deja de ser curioso ver ambas juntas para compararlas.

Fotograma del remake

En cualquier caso, Shutter (la original tailandesa) es una película que, pese a haber surgido dentro del “boom” del cine oriental de fantasmas, es un ejemplo interesante, sobre todo si queremos ver cómo se tomó esta influencia en un país como Tailandia, al igual que pasaba con la china The eye (Gin gwai, Danny Pang y Oxide Chun Pang, 2002).

Sean cuales sean sus planes para Halloween, desde Ecos de Asia les deseamos con Shutter que pasen una noche de miedo.

 

Notas:

[1] Supuestamente si una persona al morir no recibe el funeral correspondiente, el alma del difunto no podrá descansar en paz. Fantasmas de la tradición japonesa como Okiku u Oiwa tienen precisamente en común esto mismo, aparte de haber muerto en un fuerte estado de ira y odio, víctimas de una injusticia.

[2] Memorable es, en este sentido, el grabado de la serie Hyaku Monogatari que realizó Hokusai, con Oiwa emergiendo de una linterna.

avatar Elísabet Bravo (31 Posts)

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza en 2013. Terminó el Máster en Estudios Avanzados en Historia del Arte en la misma universidad en 2014, con especialidad en Lenguaje y Cultura audiovisual. Particularmente, le interesa el cine de terror.


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