Revista Ecos de Asia

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This article was written on 04 Feb 2019, and is filled under Historia y Pensamiento.

Sumô, el alma de Japón – Parte II

En el artículo anterior se vio una introducción al deporte nacional de Japón, el sumô. En esta segunda entrega se concretarán algunos detalles del ôzumô o sumô profesional, alejándonos en parte de su faceta más competitiva y centrándonos en su vertiente más tradicional como ritual sintoísta, relacionada tanto con sus practicantes, los rikishi, como con los ritos que se desarrollan en el lugar sagrado que es el dohyô.

Los rikishi: entrenamiento y rangos

Los rikishi son los protagonistas indiscutibles del sumô y unas eminencias en Japón. El primer paso para llegar a ser parte de esta élite es ingresar en una sumô heya, abreviada normalmente como heya, una residencia donde los aprendices de sumô y sus maestros entrenan y viven. Para ello, los requisitos mínimos que tienen que cumplir los aspirantes son: tener menos de veintitrés años, medir más de 1,67 m y pesar más de sesenta y siete kilos. Tras superar un examen médico, los futuros rikishi tendrán que participar en los maezumô, torneos entre rikishi que todavía no tienen asignado un shikona, es decir, un nombre de luchador. Una vez que consigan tres victorias, además de concederles un shikona, se les permitirá entrar en el Kokushikan, donde se les enseñarán los movimientos básicos del sumô durante seis meses, además de otras disciplinas como lengua y caligrafía, historia del sumô y medicina deportiva. Tras este periodo, ya podrán ingresar en una heya, donde tendrán que entrenar durante seis años sin ver a sus familias. Aunque el horario que se sigue depende de la heya, suele ser similar al siguiente:

  • 06:00 – despertarse
  • 06:30 – entrenamiento.
  • 11:00 – baño.
  • 12:00 – comida.
  • 14:00 – siesta/ descanso.
  • 16:00 – limpieza/ entrenamiento.
  • 18:00 – cena/ tiempo libre.
  • 21:30 – descansar.

El plato principal tanto de la comida como de la cena es un estofado de carne y verduras conocido como chanko nabe, del que puede haber varios tipos, como el curry chanko, el miso chanko o el shio chanko o chanko con sal. Aunque se aconseja a las familias que no vayan a ver a los aprendices, y no se les dan vacaciones largas, las propias heya organizan viajes y otras recreaciones, además de permitirles tener ordenador y móvil. Por otra parte, aquellos que entrenan en una heya ya son considerados rikishi, por lo que al estar en público se les exige que vayan con yukata (en verano) o quimono (en invierno), si bien estas restricciones de vestuario no se aplican durante su tiempo libre en el interior del recinto. En cuanto al peinado un año después de haber ingresado en la heya tendrán derecho a llevarlo en estilo mage (peinado consistente en una coleta corta pegada al cráneo que se popularizó durante el periodo Edo).

Combate de maezumô (izquierda) y rikishi comiendo chanko nabe en la heya Kasugayama (derecha).

Los luchadores de sumô pueden pertenecer a diez rangos diferentes, que de menos a más importantes son: jonokuchi, jonidan, sandanme, makushita, jûryô, maegashira, komusubi, sekiwabe, ôzeki y yokozuna. Se pasa de un rango a otro ganando combates en distintas categorías, y excepto en el caso de los yokozuna, los rikishi pueden bajar de rango por perder combates o no acumular méritos suficientes. Para alcanzar el máximo rango, un ôzeki tiene que ganar dos competiciones seguidas y ser juzgado apto para el rango de yokozuna por un comité. En caso de que el candidato sea elegido, se realiza una ceremonia en el Santuario Meiji (Shibuya, pref. Tokio), la Yokozuna Suikyoshiki.

Tampoco podemos olvidar el notable impacto social de estos luchadores, ya que una de sus obligaciones como rikishi, independientemente de su rango, es participar en actividades sociales como visitar las zonas devastadas por desastres naturales, ir a residencias de ancianos y escuelas o participar en el sumô para niños, además de atender a sus legiones de fans.

Yokozuna durante su ceremonia de ascenso (izquierda) y rikishi durante sus labores sociales: visitando víctimas de desastres naturales (arriba centro), en residencias de ancianos (arriba derecha) y guarderías (abajo centro), y participando en el chibikko sumô (abajo derecha).

Rituales sintoístas en el sumô

Como ya se ha comentado anteriormente, el ôzumô sigue considerándose un ritual sintoísta, y como tal, durante los combates se realizan un gran número de ceremonias relacionadas con esta religión animista autóctona de Japón.

La primera de ellas es el dohyô matsuri, celebrada el día anterior al comienzo de un torneo de sumô con el objetivo de pedir a los dioses un desarrollo seguro y próspero de los combates. Esta solemne ceremonia es dirigida por el árbitro principal que actúa como sumo sacerdote y participan los altos cargos de la Asociación de Sumô Japonés, aunque también puede asistir el público de manera gratuita. Sobre un dohyô recién estrenado (con la tierra renovada), el sacerdote purifica el recinto con sakaki (hoja perenne sagrada en el sintoísmo), recita las oraciones o norito, vierte o-miki (un tipo especial de sake utilizado en ceremonias religiosas) en las cuatro esquinas del dohyô y dice unas palabras sobre su origen. Después, en un agujero cuadrado que se ha hecho exprofeso en el centro del dohyô, introduce seis alimentos de la buena suerte según el sintoísmo (semillas de torreya, castañas secas, calamar seco, algas kombu, sal y arroz lavado), vierte encima o-miki, y vuelve a tapar el agujero. A este proceso se le conoce como shizume mono. Para acabar la ceremonia, se reparte o-miki entre los participantes y se tocan furedaiko (un tipo de tambor) alrededor del dôhyô.

Todo este ritual se hace porque se considera que el dohyô es un lugar sagrado, razón por la cual los rikishi se inclinan en señal de respeto al pisarlo y no se permiten mujeres, que son consideradas impuras según el sintoísmo.

El árbitro bendiciendo el recinto con sakaki (izquierda) y la parte final del shizume mono, cuando están vertiendo o-miki sobre las ofrendas (derecha).

También están relacionados con estas creencias varios movimientos que hacen los luchadores al subir al dohyô. El más famoso de ellos es el shiko, donde los rikishi levantan alternativamente las piernas y vuelven a pisar el suelo con fuerza. Aunque este movimiento forma parte de las rutinas de entrenamiento básicas de cualquier luchador de sumô, también tiene como fin pisotear y sellar los seres malignos que pueden haberse quedado en la tierra.

Al acabar el shiko, se procede al chikaramizu, donde uno de los rikishi que ya han ganado un combate o uno de los que está esperando fuera del dohyô, ofrece agua en un cacito al otro luchador para que se enjuague la boca. Luego se pasa al chikaragami, donde se le entrega un papel doblado por la mitad al rikishi para que se limpie el sudor, simbolizando todo ello la purificación del cuerpo.

Le sigue el shio maki, rito que sólo pueden hacer los rikishi por encima del rango jûryô, donde el luchador coge un puñado de sal de una de las esquinas del dohyô y lo echa al escenario. Este gesto sirve para purificar el lugar donde se va a combatir, y rogar a los dioses que ninguno de los luchadores salga herido. Debido a este ritual, se suelen gastar de cuarenta a cincuenta kilogramos de sal en un día normal de combates.

Tras una inclinación en señal de respeto al dohyô, se hace el chirijôzu. Aunque este movimiento consta de varios pasos, el principal consiste en extender ambos brazos hacia los lados y rotarlos ligeramente. Este movimiento representa el deseo del luchador por un combate justo, y sirve para demostrar que no lleva ningún arma oculta.

El último ritual lo realiza el rikishi ganador. Cuando se anuncia su victoria, puesto en cuclillas, hace un movimiento ceremonial, el tegatana, que consiste en poner la mano derecha de canto y bajarla con un gesto cortante. Luego, procede a dar las gracias a tres dioses (Kamimusuhi, Takamimusuhi y Amenominakanushi en este orden) haciendo el mismo movimiento primero en su lado izquierdo, luego en su lado derecho, y al final en el medio. Por último, ya puede coger su premio en metálico.

En conclusión, a lo largo de este artículo se ha podido comprobar que el ôzumo es a la vez deporte y rito religioso, y sus estrellas son a la vez deportistas y símbolos del espíritu de Japón, dualidad que hace tan atrayente esta singular costumbre. En la siguiente y última entrega se hará un recorrido por cómo se ha representado el sumô en la cultura popular desde el siglo XVII hasta la actualidad.

avatar Claudia Bonillo (77 Posts)

Graduada en Ingeniería Informática con mención en Computación (2016, Unizar), Diploma de Especialización en Estudios Japoneses (2017, Unizar) y Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte (2018, Unizar), actualmente es doctoranda del área de Asia Oriental en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza especializada en la transmisión de la historia medieval japonesa, periodo Sengoku (1467/1477-1603), a través de la cultura popular nipona (videojuegos, manga y anime). En el año 2020 ganó la Beca del Gobierno Japonés (MEXT/ Monbukagakushô) para Graduados Españoles para poder hacer una estancia de investigación en la Universidad de Kioto.


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