Revista Ecos de Asia

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This article was written on 22 Feb 2019, and is filled under Cine y TV, Crítica.

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“Bao” (2018): un delicioso corto de Pixar con sabor asiático

Dentro de las películas candidatas a la distinción de esta edición de los Óscars que posean cierto regusto asiático, sin duda Bao, el corto de Pixar que se estrenó junto a Los Increíbles 2 hace unos meses, es la favorita del público, y una de las que más posibilidades tiene de alzarse con la estatuilla. Esta película, además de una historia de aspecto culinario que enmascara un profundo trasfondo emocional –prácticamente, esta es la seña de identidad de la mayoría de producciones de Pixar-, tiene una particularidad más que digna de mención: su creadora y directora, Domee Shi, nacida en Chongqing (China), hace 29 años, se ha convertido no solo en la primera asiática en dirigir una película del binomio Disney-Pixar, sino, en general, en la primera mujer en hacerlo para Pixar, siendo a su vez una de sus directoras más jóvenes.

La directora y creadora del corto, Domee Shi, en un photocall.

El corto, todo un homenaje al trasfondo cultural y familiar de la autora (que emigró con su familia desde China a Canadá cuando ella apenas daba sus primeros pasos), cuenta una historia de marcada ambientación sino-americana –pero, en el fondo, universal, aunque en estos detalles nos detendremos más adelante-, en la que una madre madura consigue poner remedio a su Síndrome del nido vacío cuando uno de los innumerables baos que cocina a diario, inesperadamente, cobra vida y se convierte en una pequeña criatura a la que criar y proteger.

 

El protagonista del corto, cuando cobra vida.

El bao junto a su madre de adoptación.

Si todavía no has tenido ocasión de ver el corto, lo recomendable a partir de aquí es no seguir leyendo, ya que en los próximos párrafos desgranaremos toda una serie de aspectos que sin duda destriparían la obra, ya que uno de los aspectos más interesantes de la misma es un inesperado e inaudito giro que ha hecho que esta película provoque sentimientos contradictorios en muchos espectadores.

No todo será tan idílico en su relación.

En realidad, esta cinta continúa una larga y creciente estela de películas producidas por Disney y Pixar que, poco a poco, apuestan por la diversidad cultural; en este caso, el matiz no es solo argumental (como podía suceder con Mulán o Aladín), sino que se prosigue el camino iniciado por cortos como Sanjay’s Super Team o largometrajes como Coco, que han combinado creadores y ambientación en culturas diferentes a las estadounidenses y europeas, pero de las que sin duda estas se enriquecen notablemente.

El corto está ambientado en el Chinatown de Toronto.

En este caso, el propio nombre del corto ya remite a una ambientación oriental, tal como sin duda se aprecia con la cuidada banda sonora de la producción, que ha corrido a cargo de Toby Chu, y en la fisionomía de los personajes protagonistas. Se conoce como bao, o baozi, a un tipo de bollo o empanadilla de origen chino, relleno con diferentes ingredientes y que suele prepararse al vapor. Los que aparecen en la película son de la variable pequeña (xiǎobâo), y aparecen rellenos de cerdo al estilo cantonés, aunque este plato existe con otras variables desde al menos hace mil años, y se ha exportado con todo tipo de rellenos a lugares con importantes comunidades sino-descendientes, como Malasia, Indonesia, Filipinas, Tailandia o Japón. Incluso, últimamente, aunque de una forma bastante desvirtuada, en lugares como Madrid se está abriendo toda una serie de locales especializados en baos que en realidad lo que hacen es utilizar este nombre como reclamo para diferentes tipos de cocina fusión.

Sin embargo, volviendo al tema de la película, puede apreciarse fácilmente que esta no está ambientada en China, e incluso los expertos podrán reconocer algunos edificios de Toronto en los paseos de la madre por la ciudad; además, el padre luce un jersey con la hoja de arce característica de la bandera canadiense. También Shi comentó cómo gracias a la ayuda de la encargada de la producción de diseño, Rona Liu pudieron mantenerse un montón de detalles en la ambientación típicos de los hogares sinoamericanos, como el menaje de la casa, la arrocera, los condimentos y salsas, el papel de aluminio sobre los fogones o, incluso, el rollo de papel higiénico en la mesa.[1] En cuanto a la especificidad étnica de la familia protagonista, en esta misma entrevista, Shi comenta que en la secuencia en la que la madre prepara un buen festín para la familia, aparecen platos típicos de la gastronomía de Sichuán, como el mapo tofu o las judías verdes fritas, además de otros platos cantoneses como el pescado al vapor o la ensalada de pepino, platos que su madre le preparaba para que creciera sana y fuerte.[2]

De hecho, la historia que aparece en el corto es parcialmente autobiográfica y es una especie de homenaje al trasfondo personal de la autora. Hija única de un matrimonio chino que emigró a Canadá cuando ella apenas tenía dos años, Shi pronto desarrolló un interés por las artes gracias a la profesión de su padre (que era profesor de Bellas Artes y paisajista). Más adelante se convirtió una fan acérrima del manganime y comenzó a compartir sus fanarts en la plataforma DeviantArt, lo que la puso en contacto con otros artistas. Finalmente, se animó a estudiar Animación en el Sheridan College Ontario y poco a poco fue consiguiendo trabajos como animadora, inbetweener, creadora de storyboards… y combinándolos con la docencia. Finalmente, tras unas prácticas, logró entrar en Pixar (después de) haber sido rechazada por Disney y DreamWorks), y comenzó a trabajar como artista de storyboards en películas como Del revés (2015), El viaje de Arlo (2015) y, más recientemente, en Los Increíbles 2 (2018) y Toy Story 4 (2019). Paralelamente, comenzó a trabajar en su corto en 2014, siendo aprobado en 2015 y finalmente rematado para ser proyectado junto a Los Increíbles 2, aunque unos meses antes se estrenó en el Festival de Cine de Tribeca, donde fue nominada a un premio. Aunque quizás esto no se perciba en el resultado final, el corto fue particularmente caro de llevar a cabo, debido a la precisión y los ajustes que debían hacerse en las tomas con comida: se intensificaron, aumentaron y redondearon la mayoría de las formas para que parecieran más apetitosas, e incluso la propia madre de Shi acudió a los estudios a dar lecciones magistrales a los animadores sobre el proceso de elaboración de los baos.

La historia da comienzo cuando, en una primera secuencia, se observa a una mujer china manejando una masa, con la que más adelante preparará unos baos, mientras que su marido espera al otro lado de la mesa. Al llevarse uno de ellos a la boca, de repente, la pequeña empanadilla cobra vida y empieza a llorar y, tras el susto inicial, la mujer decide cuidar y criar al pequeño, como si fuera un hijo. Los primeros momentos son entrañables, aunque el bao es muy delicado, y la mujer tiene que estar constantemente protegiéndolo y alimentándolo para que no se rompa, y poco a poco, vemos cómo crece y el cariño que se profesan, dando paseos tanto por el Chinatown de Toronto como por dentro de la casa. El problema llega cuando el bao quiere comenzar a salir fuera del ambiente familiar, yendo, por ejemplo, a jugar al futbol con otros niños y, ante la negativa de la madre, la relación comienza a enfriarse entre los dos. El tiempo pasa y el bao va creciendo y alejándose progresivamente de la madre: primero, encerrándose en su cuarto a hablar con sus amigos y, más adelante, llegando tarde a casa, hasta que, finalmente, se presenta con una chica –caucásica- en casa, que le ayuda a llevarse sus maletas para comenzar una nueva juntos. Ahí se produce una discusión y un forcejeo entre la madre y el bao y, en un acto de desesperación, la madre engulle a la empanadilla, arrepintiéndose inmediatamente. Acto seguido vemos a la madre llorando en una habitación, cuando se repente, se observa que su verdadero hijo –de fisionomía casi idéntica a la del bao– entra en la sala y se sienta junto a su madre para mantener una presumiblemente emotiva conversación. En la secuencia final, se observa a toda la familia, incluyendo a la prometida del hijo, cocinando baos de forma conjunta.

En realidad, y a pesar de la sinopsis oficial proporcionada por Pixar, sobre este corto pueden establecerse varias teorías o interpretaciones. En la versión oficial, parece ser que la madre, apenada por el crecimiento y marcha de un hijo ya adulto, vive una segunda juventud gracias a la llegada del bao, con quien revivirá tanto los momentos felices como agridulces de la maternidad, hasta que este finalmente salga del yugo materno al crecer, encontrar pareja y abandonando el hogar familiar, tal como sucedió con su hijo de carne y hueso. Otras teorías indican que, en realidad, este bao, siempre fue su propio hijo, al que la madre veía como si fuera un pequeño bollito o pastelito al que constantemente cuidar y proteger. De hecho, Domee Shi ha comentado que su sobreprotectora madre  a menudo la abrazaba y le decía “ojalá pudiera tenerte de nuevo en mi vientre, y así sabría dónde estás en todo momento”.[3] Por otro lado, hay quienes opinan que todas las secuencias del bao son en realidad una ilusión alegórica de los anhelos de la protagonista por una segunda maternidad.

En realidad, y a pesar de que Shi crea una historia con un sabor completamente nuevo, no es difícil establecer paralelismos con otras tramas similares de historias tanto occidentales como asiáticas. De hecho, como hija de inmigrantes chinos en Canadá, Shi se crió entre historias de Oriente y Occidente, a las que debemos sumar la enorme importancia que tuvieron el anime y la cultura japonesa durante su formación. De hecho, la autora ha citado algunos filmes de Studio Ghibli como sus principales influencias artísticas: por ejemplo, la pasión de Hayao Miyazaki en la representación de la comida que se observa en El Viaje de Chihiro, o la particular representación de la vida cotidiana de Mis vecinos los Yamada, de Isao Takahata, cuyo estilo formal imita incluso en algunos de los materiales complementarios creados para la promoción de la película.[4]

Asimismo, también hay muchas historias japonesas sobre padres que anhelan hijos y que, cuando finalmente, por algún milagro los obtienen, los sobreprotegen hasta que algo malo ocurre. De hecho, en una entrevista, ella menciona –no explícitamente- como influencias algunos cuentos tradicionales japoneses como El cuento del cortador de bambú o Momotaro, por otro lado muy similares a cuentos europeos como Pulgarcito o Pulgarcita, de quien seguramente Shi conoció la versión animada realizada en 1994 por Don Bluth.

Tampoco es esta la primera historia, ni mucho menos, sobre alimentos que cobran vida. De hecho, Domee Shi comentó en varias entrevistas que quería hacer una especie de versión asiática del cuento de El hombre de jengibre, cuento tradicional británico en el que una pequeña galleta con forma de hombrecito escapa de sus creadores mientras que cada vez más personajes intentan comérselo, para finalmente acabar en las fauces de un zorro. Ejemplos similares existen en muchas otras culturas, como la alemana, la francesa, la eslava, la escandinava o la húngara. De manera muy interesante, en algunas de estas historias el alimento se convierte en un personaje que va devorando todo lo que encuentra.

En definitiva, podemos afirmar que, más allá del delicioso sabor cultural de esta pieza, que viene a continuar una cada vez más rica estela de “deseurocentrización” de la animación hollywoodiense, Bao es una película que pueden y deben disfrutar todos los públicos, porque nos permite sumergirnos en una cultura a través de algo tan universal como la maternidad, la soledad y los sentimientos humanos. Más allá de la gastronomía china, Bao presenta un viaje emocional del que todos hemos sido partícipes en algún momento. No sabemos si Bao finalmente se alzará con la estatuilla, pero, seguramente, habrá hecho mucho para hacer ver a niños y jóvenes los momentos, a veces descorazonadores, por los que pasan sus padres. Y, solo con eso, la película ya habría merecido la pena.

 

Notas

[1]Brown, Tracy. “How ‘Bao’ director Domee Shi stayed true to her ‘weird’ idea and created a specifically Asian story”, L.A. Times, 16 de junio de 2018, disponible en línea aquí.

[2]Ibídem.

[3]Ibídem.

[4]Wilner, Norman. “Toronto-raised Pixar director bowswithBao”, Now Toronto, 15 de junio de 2018. Disponible en línea aquí.

avatar Marisa Peiró Márquez (145 Posts)

Marisa Peiró Márquez (marisapeiro@ecosdeasia.com) es Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Zaragoza. En esta misma universidad se licenció en Historia del Arte y realizó el Máster en Estudios Avanzados de Historia del Arte, así como el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses. Se especializa en el Arte y la Cultura Audiovisual de la primera mitad del s. XX, y en las relaciones artísticas interculturales, especialmente entre Asia y América Latina (fue becaria del Gobierno de México), con especial interés en el Sudeste Asiático y en Oceanía.


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