Revista Ecos de Asia

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This article was written on 22 Ene 2018, and is filled under Cultura Visual.

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“El club del divorcio” y la delicada narrativa de Kazuo Kamimura

Siguiendo con el fortalecimiento de su línea manga que está llevando a cabo en los últimos años, ECC ha publicado, en dos volúmenes, el clásico El club del divorcio, de Kazuo Kamimura, de quien ya había editado Historia de una geisha.

A pesar de su corta trayectoria, Kamimura fue uno de los representantes tardíos del gekiga,[1] y estuvo activo desde finales de los sesenta hasta su muerte, en 1986, debido a un cáncer de faringe. Su prematuro fallecimiento truncó una prometedora carrera que le hubiera consagrado como una figura de referencia dentro del manga adulto, aunque mientras estuvo en activo sus obras fueron muy apreciadas y valoradas, hasta el punto de valerse el sobrenombre de pintor ukiyo-e de la Era Shôwa. Además, contribuyó a mitificar su figura la influencia que ejerció sobre Quentin Tarantino, ya que el realizador ha reconocido en numerosas ocasiones que una parte sustancial de su inspiración para la bilogía Kill Bill venía de Lady Snowblood, uno de los mangas de Kamimura.

Afortunadamente, el panorama editorial ha propiciado que diversas editoriales se lancen a rescatar títulos y autores poco conocidos, especialmente obras más adultas y que se salen de lo más popular. Ello ha facilitado que ECC se animase a publicar una obra como El club del divorcio, un título excepcional que obtuvo el Premio del Patrimonio del Festival Internacional de Cómic de Angulema en 2017,[2] lo que también contribuyó para que ahora podamos disfrutar por fin de esta obra en castellano.

El club del divorcio, que originalmente se publicó entre 1974 y 1975, nos invita a acompañar a Yûko, una joven divorciada que regenta un local de ocio nocturno en el barrio de Ginza. A través de su serena mirada, Kamimura realiza una radiografía de la sociedad de la época, demostrando una sensibilidad extraordinaria a la hora de representar el universo femenino, especialmente el de un personaje poco corriente y estigmatizado por su situación de divorciada y madre soltera.

A través del rechazo y la dudosa reputación que comporta su estatus, Kamimura comienza a trazar el retrato de la época que se va completando con pinceladas sobre diversos temas de actualidad. Así, por ejemplo, incluye en un determinado momento unas estadísticas sobre el suicidio entre las chicas de compañía en Japón, haciendo un desgarrador relato sobre la soledad y humanizando a un colectivo mal visto y víctima de la hipocresía social que contrata sus servicios al tiempo que rechaza su integración en el tejido social respetable y respetado.

Del mismo modo, los personajes que desfilan por El club del divorcio suponen una representación de distintos arquetipos sociales. El propio Kamimura se incluye a sí mismo, muy irónicamente, presentándose como un mangaka que está trabajando en su próxima obra, El club del divorcio. Esta presentación tiene lugar dentro del local de Yûko, cuyo nombre oficial es, precisamente, El club del divorcio.

Aunque es con mucho la más obvia, esta no es la única metarreferencia o alusión a la autoconsciencia de la obra sobre sí misma. El crítico Iván Galiano comentaba en su Twitter, a propósito de esta obra, la capacidad de Kamimura para crear un personaje consciente de sí mismo, no solo dentro del argumento, sino también consciente de que forma parte de una historia. Destacaba también una cuestión a propósito de los capítulos, en los que el título queda relegado al final y no al principio, como sería habitual. Describía de ello que funcionaba como la resolución de un acertijo, y concluía subrayando “Nombrar las cosas después de que hayan sucedido. O de que haya sucedido la lectura de las mismas. No antes. El eco que eso deja en la lectura”.[3]

Una de las primeras viñetas de El club del divorcio, donde se presenta el pequeño club.

Todo ello da prueba de la capacidad narrativa de Kamimura, quien además de emplear este tipo de efectos, muestra una gran habilidad para hacer fluir el paso del tiempo. Al comenzar la lectura, parece que no ocurra nada o que la historia no vaya a llevar a ningún sitio, sin embargo, el paso de las páginas evidencia que el relato es un viaje emocional a través de las circunstancias de Yûko, en el que apenas hay hitos o acontecimientos que marquen un antes y un después, sino que todo son pequeños granos de arena en el reloj del alma de Yûko. Las alegrías, cada vez más pequeñas y más espaciadas, se entremezclan con las abundantes amarguras de su vida, a las que ella misma asiste impertérrita, aparentemente ajena, pero completamente consciente de ellas.

Kamimura hace gala de una extraordinaria habilidad para hacer un retrato muy preciso del universo femenino, con una gran delicadeza y sensibilidad. El club del divorcio es, ante todo, un drama en clave femenina, que Kamimura desarrolla con pericia, convirtiéndolo en una historia universal. Esto le ha valido una clasificación demográfica como seinen, si bien eso puede ofrecer una visión un tanto distorsionada sobre la obra.

La parte más negativa de esta edición por parte de ECC es el formato elegido para ello. Se trata de una edición en dos tomos, en torno a las quinientas páginas cada uno, con encuadernación en rústica, sin solapas, lo cual hace que las esquinas de la portada y contraportada se deterioren con mucha facilidad, aunque se traten con cuidado. Tampoco ayuda el precio, que no es precisamente económico como para justificar la edición.

En cualquier caso, hay que agradecerle a ECC la publicación de este título, que hasta el momento permanecía inédito en castellano. Todo apunta, a juzgar por sus anuncios en el pasado Salón del Manga, a que continuará con esta tendencia de recuperar obras de corte más clásico y editar títulos diferentes que amplíen el abanico de lecturas de manga disponibles en España.

Notas:

[1] Corriente surgida dentro del manga en los años cincuenta, que reivindicaba la capacidad del medio para ofrecer historias más adultas y con un dibujo más realista.

[2] El Premio del Patrimonio del Festival de Angulema reconoce la labor de los editores de lengua francesa que reeditan o realizan primeras ediciones en esta lengua de obras que pertenecen al patrimonio del cómic mundial. En este sentido, aunque en sí mismo el premio reconoce a las ediciones francesas, el hecho de haber sido seleccionado supone también la consideración de la obra como un título de relevancia en la historia del cómic. Este premio lleva otorgándose desde 2004, y ha reconocido a cuatro obras norteamericanas, una francesa, una finlandesa, una española, una belga, una china, una alemana y dos japonesas: El club del divorcio en 2017 y Operación muerte, de Shigeru Mizuki, en 2009.

[3] El hilo en el que reflexiona sobre estas cuestiones comienza aquí. El mensaje final se puede consultar aquí.

avatar Carolina Plou Anadón (272 Posts)

Historiadora del Arte, japonóloga, prepara una tesis doctoral sobre fotografía japonesa. Autora del libro “Bajo los cerezos en flor. 50 películas para conocer Japón”.


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