Revista Ecos de Asia

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This article was written on 11 Ene 2021, and is filled under Varia.

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Korona-ka: la pandemia en japonés

La vida en Japón, a veces, puede parecer estática, pero ¿quién iba a anticipar los sobresaltos de este 2020? En enero los medios alertaron sobre el “nuevo tipo de coronavirus” (shingata koronauirusu) que afectaba a nuestros vecinos en China, y enseguida comenzamos a seguir su avance, que destrozó casi todo lo que teníamos planeado para los meses siguientes.

Un año después, me preguntan cómo he vivido la pandemia de COVID-19 en Japón, y no puedo resistirme a seleccionar algunas de las palabras que aprendimos —en castellano y en japonés— para comunicarnos en la “nueva normalidad”. A continuación, comparto las más elocuentes, que resumen los temas del momento en este rincón del mundo.

Golgo 13, tajante, en los afiches de Tokyo Alert: “Sólo el miedo nos aleja del peligro. Mantengamos distancia; quedémonos en casa” (Gobierno Metropolitano de Tokio)

Un distanciamiento “autorregulado”

Los primeros síntomas aparecieron en el turismo. Desde febrero disminuyeron los visitantes, estallaron las cancelaciones en los hoteles, y cerraron algunos sitios de entretenimiento, museos, etc. Al mes siguiente, conforme empeoró la situación en Europa, se precipitó —con las flores de cerezo— la suspensión de los Juegos Olímpicos de Tokio, que despejó el camino hacia medidas más serias.

Aun así, el estado de emergencia declarado en abril no nos obligó a un confinamiento total. Si bien llevó a cerrar centros comerciales y cafés, siguió permitiéndonos salir a cualquier hora y tomar el transporte público, por extraño que parezca. Por una cuestión constitucional, aquí el Estado no puede limitar derechos individuales como la libre circulación; por eso Japón “sugiere” la autorregulación (jishuku), es decir, solicita a la población que evite las salidas “innecesarias y no urgentes” (fuyô fukyû) sin imponerlo a la fuerza. Dado esto, las normas dependen únicamente de la disciplina colectiva, algo difícil de concebir en otras partes del mundo asoladas por la irresponsabilidad o el autoritarismo.

Sin necesidad de permisos ni de arrestos, hasta se han promocionado los viajes dentro del país y las salidas a restaurantes (campañas GoTo Travel y GoTo Eat), con lo que se intenta mantener una relativa normalidad y, sobre todo, sostener la economía. Sin embargo, la prohibición de ingreso a quienes no fueran ciudadanos japoneses disgustó a la comunidad extranjera, ya que los residentes permanentes que se encontraban fuera del país también fueron alcanzados por esa restricción, que injustamente les impidió regresar a sus hogares en Japón durante meses.

Por su parte, la mayoría de los japoneses se concentró en la nueva realidad que impuso la crisis del coronavirus o korona-ka, un neologismo que creó confusión con un carácter poco frecuente, que suele leerse wazawai: catástrofe.

Nuevas normas para trabajar y relacionarse

Sin llegar al cierre total, la capital emitió la Tokyo Alert, y la consigna general fue #StayHome. Mientras tanto, en trenes, buses y estaciones, los altavoces empezaron a repetir hasta el hartazgo las principales medidas preventivas e incluso el protocolo para toser (seki echiketto).

Sin más remedio que tomar distancia, se hicieron cotidianas las reuniones por internet (webu kaigi), y aun la costumbre japonesa de juntarse con colegas en bares o izakaya se vio alterada. Surgieron así las reuniones para beber juntos en línea, llamadas webu nomikai u onnomi, más bien sosas, sin la emoción de emborracharse entre asiáticos. También se puso de moda acampar en soledad (soro kyanpu), y hasta el amor pagó el precio del distanciamiento cuando se comenzó a hablar de “abstenerse” de las citas (dêto jishuku).

Mitsu, el kanji del año 2020

Para ilustrar las situaciones de riesgo, Tokio apeló al poder de los kanji y acuñó un término que todos aceptamos al instante. Desde entonces, nos llaman a evitar los tres mitsu, o sea, los sitios donde se concentre mucha gente (misshû), los espacios cerrados (mippei) y los contactos cercanos (missetsu). Un intento menos exitoso de resumir lo mismo en tres caracteres fue shûkinpei (concentrado-cercano-cerrado), que podríamos traducir como “las tres C”. Pero shûkinpei pronto quedó en el olvido (¿será porque se lee igual que el nombre en japonés del líder chino Xi Jinping?), y los tres mitsu se convirtieron en la “frase del año”.

Asimismo, mitsu, que suele significar ‘cerrado’ o ‘denso’, fue elegido “kanji del año”, el que mejor define el humor social de 2020. Me incluyo entre los 28 401 votantes que optaron por mitsu, aunque con el dolor de ver este año —que muchos planteaban como oportunidad de apertura y acercamiento de Japón al mundo— convertido en uno de repliegue, de cierre.

Acongojadas también, a su manera, las adolescentes japonesas difundieron otro neologismo: pien, que conquistó las redes con el emoji de los ojos lagrimosos, nos remite al llanto y sería la “palabra del año” según la editorial Sanseidô.

Protegernos y sobrevivir a nuestra locura

Además de consignas, durante el estado de emergencia nos llegaron las mascarillas del Primer Ministro Abe (que dimitiría en agosto). Abenomasuku las apodaron los medios. Diminutas e incómodas como pocas, recogieron más críticas que aplausos: era imposible articular dos palabras sin que la boca o la nariz quedaran descubiertas. Pero también se asignaron 100 000 yenes (unos 800 euros) de subsidio excepcional a todos los residentes, tanto japoneses como extranjeros, sumados a la asistencia a empresas y familias. No obstante, la recesión debida a la pandemia (korona fukyô) ya comenzaba a notarse en todo el país.

Abenomasuku: las mascarillas distribuidas por la administración de Abe

En un sistema que no propicia que se inserten en puestos de trabajo estables, las más afectadas en lo laboral han sido las mujeres, ya agobiadas por el cuidado de los hijos, los parientes ancianos y el hogar. Son, además, buena parte de las empleadas en el sector servicios, el más golpeado por el cese de actividades.

Aparte del desgaste (korona-dzukare) que ha generado la pandemia en la población, hay quienes admiten que, este año de ansiedad y ciberadicción, han aumentado de peso (korona-butori), aunque parecen más serios algunos conflictos nuevos, que los medios se han encargado de rotular: se han visto casos de hostigamiento hacia presuntos infectados de coronavirus (korohara) y afiches difamatorios contra ellos (korona chûshô bira), sin olvidar la “chinofobia”. Y ante tanto pánico, un fenómeno particular es el de los hombres mayores que, alcoholizados y diciendo tener COVID-19, sembraron el terror en tiendas de varias ciudades (ore korona ojisan).

En cuanto a las relaciones, algunos han llegado a separarse de sus parejas (korona hakyoku) o a divorciarse (korona rikon). Pero la epidemia más silenciosa es la de violencia doméstica (korona dîbui), siendo las mujeres, de nuevo, las más afectadas.

Con todo, los datos de Japón que mayor revuelo internacional han causado son los de la depresión, que ahora se llama korona-utsu. Es que las cifras de suicidios aterran. Sólo en octubre se registraron 2153 (récord mensual de los últimos cinco años), más que el total de fallecidos por coronavirus registrados hasta entonces en 2020. Repaso este número y me pregunto, con sospecha, si tendrá algo que ver que el tren que tomo siempre se haya detenido tres veces en un mes por accidentes, infrecuentes en el país de la perfección ferroviaria.

Hacia la pospandemia: afutâ korona

Intuyendo que todavía no hemos visto el verdadero alcance de la crisis, pongámosla en contexto. Dada la cantidad de gente que circula por estas ciudades y, sobre todo, la enorme proporción de ancianos, el resultado del virus en Japón podría haber sido mucho peor.

A un año de los primeros casos detectados, apenas se superaron los 3000 fallecidos, la mayoría en Tokio. Si bien quedan dudas sobre esa cifra, sobre la cantidad de testeos y hasta sobre las cepas del virus que circulan en Asia, ¿hay algún secreto para contenerlo sin confinamiento estricto? En guardia ante nuevos brotes, solo podemos afirmar que la higiene y la distancia social en este país de pocos besos y abrazos, y acostumbrado a las catástrofes, se da mejor que en otros.

Lejos de cantar victoria, Japón enfrenta cambios apremiantes. En tiempos de COVID-19 (korona jidai), los titubeos para avanzar con el teletrabajo o para abandonar ciertos trámites en papel han desnudado el resquebrajamiento de un sistema gerontocrático: la “sociedad de los viejos de [la era] Shôwa”, sexista y piramidal, como la describe la doctora Kawai Kaoru.

De cara al año nuevo, menos de un tercio de los japoneses se aferra a la posibilidad de que las Olimpíadas más caras de la historia se concreten en 2021 y ayuden a salir de esta nueva crisis. Otros, sin demasiada ilusión, conservan su estampa de amabie, esa criatura legendaria con cabello largo, escamas de pez y pico de pájaro que tendría el poder de proteger contra las enfermedades. ¿Convendrá seguir teniéndola a mano?

Para saber más:

  • Sanmitsu, la frase de 2020 (en inglés).
  • Mitsu, el kanji de 2020 (en japonés).
  • Pien, la palabra de 2020 según Sanseidô (en japonés).
  • Suicidios en Japón en octubre de 2020 (en inglés). Disponible aquí.
  • La “sociedad de los viejos de Shôwa”, según Kawai Kaoru (en japonés). Disponible aquí.
  • En Japón, la mayoría se opone a la realización de los Juegos Olímpicos en 2021 (en inglés). Disponible aquí.
avatar Alan Gazzano (1 Posts)

El autor nació en Buenos Aires en 1989. Gracias al patrocinio de MEXT, se mudó a Japón en 2017 para cursar estudios de posgrado en ciencias de la educación, con especial interés en temas de arte, tecnología y política educativa japonesa. Desde Yokohama, donde se desempeña como docente y traductor, intenta tender puentes entre Japón y Latinoamérica.


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